La primera aldea que atravesaron no había sido abandonada por todos sus habitantes. Algunos viejos dijeron a sus inquietos hijos y parientes que, morir por morir, antes así que de hambre o de enfermedad maligna, si una persona fue tan gloriosamente elegida hasta el punto de acabar muriendo con su propio mundo, aunque no sea un héroe wagneriano, lo espera el Walhala supremo donde las grandes catástrofes se recogen. Viejos gallegos y portugueses, que es todo la misma galleguidad o lusicidad, no saben nada de estas cosas, mas, por alguna razón inexplicable, fueron capaces de decir, No salgo de aquí, marchad vosotros si tenéis miedo, y esto no significa que sean supremamente valerosos, sólo en este momento de sus vidas accedieron a la comprensión de que el valor y el miedo son simplemente los platillos oscilantes de una balanza cuyo fiel se mantiene fijo, paralizado por el asombro de la inútil invención de las emociones y sentimientos.
Cuando la galera atravesaba la aldea, la curiosidad, que probablemente es la última cualidad que se pierde, hace salir a la carretera a los ancianos, saludaron alzando los brazos lentamente, y era como si se estuvieran despidiendo de ellos mismos. Dijo entonces José Anaiço que sería un acto de sensatez aprovechar, para dormir, una de aquellas casas deshabitadas, aquí o en otra aldea, o en un yermo, sin duda habría camas, más comodidad que en la galera, pero María Guavaira declaró que nunca entraría en una casa sin licencia de los dueños, hay gente así, escrupulosa, otros ven una ventana cerrada y la echan abajo, pero dirán, Fue por bien, y, sea el bien suyo o ajeno, siempre queda la duda sobre el primero y el último motivo. José Anaiço se arrepintió de la idea, no porque fuese mala sino por ser absurda, bastaron las palabras de María Guavaira para definir una regla de dignidad, Te bastarás a ti mismo mientras puedas aguantar, luego confíate a quien merezcas, y mejor si ése es alguien que también te merece. Tal como van las cosas parecen merecerse estos cinco unos a otros, recíproca y complementariamente, quédense pues en la galera, coman las tortillas, conversen sobre el viaje hecho y el viaje por hacer, María Guavaira reforzará con la teoría las lecciones prácticas de conducción que ha dado ya, bajo un árbol el caballo muele y remuele su ración de heno, el perro se conformó esta vez con el abastecimiento doméstico, anda por ahí olfateando a los pajarracos de la noche. Ha dejado de llover. Una linterna ilumina por dentro el toldo de la galera, quien por aquí pasara podría decir, Mira, un teatro, y es verdad que son personajes, pero no representan.
Cuando mañana María Guavaira pueda llamar al fin a A Coruña, le dirán que su madre y los otros internados han sido trasladados ya al interior, y ella cómo está, Tan loca como antes, pero esta respuesta sirve para cualquiera… Van a continuar viaje hasta encontrar de nuevo tierra habitada. Allí se quedarán a la espera.
Se constituyó el gobierno de salvación nacional de los portugueses, empezó a trabajar en seguida, habiendo ido el primer ministro, el mismo, a la televisión produjo una frase que registrará sin duda la historia, una cosa del género, Sangre, sudor y lágrimas, o, Enterrar a los muertos y cuidarse de los vivos, u, Honrad a la patria, que la patria os contempla, u, El sacrificio de los mártires hará germinar las mieses del futuro. En el caso que nos ocupa, y teniendo en cuenta las particularidades de la situación, el primer ministro sólo creyó conveniente decir, Portugueses, portuguesas, la salvación está en la retirada.
Pero alojar en las líneas de retaguardia del interior del país a los millones que habitan en la franja litoral era tarea de tan extrema complejidad que nadie tuvo la pretensión, no menos que estulta, de presentar un plan nacional de evacuación general capaz de integrar las iniciativas locales. Por ejemplo, con relación a la ciudad y término de Lisboa, el análisis de la situación y las medidas correspondientes partieron de un supuesto, objetivo y subjetivo, que puede resumirse así, La gran mayoría, y por qué no decirlo, la aplastante mayoría de los habitantes de Lisboa no han nacido allí, y los que allí nacieron se encuentran vinculados por lazos familiares al interior. Las consecuencias de tal hecho son amplias y decisivas, siendo la primera que unos y otros deberán trasladarse a sus lugares de origen, donde, por regla general, tienen aún parientes, con algunos puede que hayan perdido toda relación por circunstancias de la vida, pero aprovecharán esta oportunidad forzada para devolver la armonía a las familias, curando antiguas desavenencias, odios por herencias malas y partijas pésimas, cuestiones de maledicencia, la gran desgracia que se nos viene encima tendrá al menos la virtud de aproximar corazones. La segunda consecuencia, naturalmente derivada de la primera, se refiere al problema de la alimentación de los desplazados. E incluso ahí, y sin que el Estado se vea obligado a intervenir, representará la unidad familiar un gran papel, lo que, traducido a números, podría ser expresado por una actualización macroeconómica del viejo dicho, Donde comen dos, comen tres, conocida resignación aritmética y familiar para cuando se espera un hijo, ahora se dirá, en tono de mayor autoridad, Donde comen cinco millones, comen diez, y, con blanda sonrisa, Un país no es más que una gran familia.
Se quedarían sin recursos los solitarios, los sin familia, los misántropos, pero ni siquiera ésos estarán excluidos automáticamente de la sociedad, hay que tener confianza en las solidaridades espontáneas, en aquel irreprimible amor al prójimo que en todas las ocasiones se manifiesta, véase el ejemplo de los viajes en ferrocarril, especialmente los de segunda, cuando llega la hora de abrir el cesto o el fardel la madre de familia jamás se olvida de invitar a los desconocidos que ocupan los lugares próximos, Les apetece algo, pregunta, y si alguien acepta, no se le toma a mal, aunque lo que se espera es que todos respondan a coro, Gracias, que aproveche. La dificultad más embarazosa va a ser el alojamiento, una cosa es ofrecer un pastel de bacalao y un vaso de vino, otra, muy distinta, sería ceder la mitad de la cama donde vamos a dormir, pero si conseguimos meter en la cabeza de la gente que estos solitarios y abandonados son nuevas encarnaciones de Nuestro Señor, como en el tiempo en que andaba por el mundo disfrazado de pobre de pedir, probando la bondad de los hombres, entonces siempre se encontrará para ellos un desván, un rellano de escalera, un rincón en el sótano, o, ruralmente hablando, una teja y un montón de paja. Dios, esta vez, por mucho que se multiplique, será tratado como se debe al merecimiento de quien creó la humanidad.
Hemos hablado de Lisboa, con diferencia sólo cuantitativa en sus términos podríamos hablar de Porto o de Coimbra, de Setubal o de Aveiro, de Viana o de Figueira, sin olvidar esa minucia de villas y aldeas que están en todas partes, aunque en algún caso se suscite la perturbadora cuestión de saber adónde deben ir quienes viven precisamente en el lugar donde nacieron, y también los que, viviendo en tierra del litoral, nacieron en otra tierra del litoral. Llevado el quid al consejo de ministros, vino el portavoz con la respuesta, El gobierno confía en que el espíritu individual de iniciativa resuelva, quizá de manera original y con ulterior beneficio para todos, las situaciones que no pueden ser enmarcadas en el esquema nacional de evacuación y reinstalación de las poblaciones. Así superiormente autorizados para dejar de lado, por personales, esos destinos, limitémonos a referir, en cuanto a Porto, el caso de los jefes y colegas de Joaquim Sassa. Bastará decir que si él, por imperativo de la disciplina y consciencia profesional, hubiera vuelto a toque de rebato desde los montes gallegos, abandonando a su suerte amor y amigos, encontraría la oficina cerrada y en la puerta un letrero con el último aviso de la gerencia, Los empleados que regresen de vacaciones deberán presentarse en las nuevas instalaciones que abrimos en Peñafiel, donde esperamos continuar recibiendo los estimados pedidos de nuestra apreciada clientela. Y los primos de Joana Carda, los de Ereira, se encuentran ahora en Coimbra, en casa del primo abandonado, que no les puso buena cara, se comprende, es él el agraviado, todavía tuvo una vislumbre de esperanza, pensó que los primos venían por delante para preparar el regreso de la fugitiva, pero cuando, prolongándose la demora, preguntó, y Joana, la prima confesó contrita, No sabemos nada, estaba en casa, estuvo, pero desapareció antes de todo este pandemónium y no volvimos a tener noticias de ella, de lo que sabe acerca del resto de la historia se guarda mucho de hablar, pues, si con ese poco se quedó asombrado, qué no diría si la supiera toda.
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