Gabriel Márquez - El Amor En Los Tiempos Del Cólera

Здесь есть возможность читать онлайн «Gabriel Márquez - El Amor En Los Tiempos Del Cólera» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Amor En Los Tiempos Del Cólera: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Amor En Los Tiempos Del Cólera»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza en el escenario de un pueblecito portuario del Caribe y a lo largo de más de sesenta años, podría parecer un melodrama de amantes contrariados que al final vencen por la gracia del tiempo y la fuerza de sus propios sentimientos, ya que García Márquez se complace en utilizar los más clásicos recursos de los folletines tradicionales. Pero este tiempo – por una vez sucesivo, y no circular -, este escenario y estos personajes son como una mezcla tropical de plantas y arcillas que la mano del maestro modela y fantasea a su placer, para al final ir a desembocar en los territorios del mito y la leyenda. Los zumos, olores y sabores del trópico alimentan una prosa alucinatoria que en esta ocasión llega al puerto oscilante del final feliz.

El Amor En Los Tiempos Del Cólera — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Amor En Los Tiempos Del Cólera», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Es una puta -dijo.

Lo dijo al pasar, viendo un grabado de Fermina Daza disfrazada de pantera negra en un baile de máscaras, y no tuvo que mencionar a nadie para que Florentino Ariza supiera de quién hablaba. Temiendo una revelación que lo perturbara de por vida, éste apresuró una defensa cautelosa. Advirtió que sólo conocía de lejos a Fermina Daza, que nunca habían pasado de los saludos formales y no tenía ninguna noticia de su intimidad, pero daba por cierto que era una mujer admirable, surgida de la nada y enaltecida por sus méritos propios.

– Por obra y gracia de un matrimonio de interés con un hombre que no quiere -lo interrumpió Sara Noriega-. Es la manera más baja de ser puta.

Con menos crudeza, pero con igual rigidez moral, su madre le había dicho lo mismo a Florentino Ariza tratando de consolarlo de sus desventuras. Turbado hasta los tuétanos, no encontró una réplica oportuna para la inclemencia de Sara Noriega, y trató de fugarse del tema. Pero Sara Noriega no se lo permitió hasta que no acabó de desahogarse contra Fermina Daza. Por un golpe de intuición que no hubiera podido explicar, estaba convencida de que había sido ella la autora de la conspiración para escamotearle el premio. No había ninguna razón para creerlo: no se conocían, no se habían visto nunca, y Fermina Daza no tenía nada que ver con las decisiones del concurso, si bien estaba al corriente de sus secretos. Sara Noriega dijo de un modo terminante: “Las mujeres somos adivinas”. Y le puso término a la discusión.

Desde ese momento, Florentino Ariza la vio con otros ojos. También para ella pasaban los años. Su naturaleza feraz se marchitaba sin gloria, su amor se demoraba en sollozos, y sus párpados empezaban a mostrar la sombra de las viejas amarguras. Era una flor de ayer. Además, en la furia de la derrota había descuidado la cuenta de sus brandis. No estaba en su noche: mientras comían el arroz de coco recalentado, trató de establecer cuál había sido la contribución de cada uno en el poema derrotado' para saber cuántos pétalos de la Orquídea de Oro les habría correspondido a cada quien. No era la primera vez que se entretenían en torneos bizantinos, pero él aprovechó la ocasión para respirar por la herida recién abierta, y se enredaron en una disputa mezquina que les revolvió a ambos los rencores de casi cinco años de amor dividido.

Cuando faltaban diez minutos para las doce, Sara Noriega se subió en una silla para darle cuerda al reloj de péndulo, y lo había puesto de memoria en la hora, tal vez queriendo decir sin decirlo que era hora de irse. Florentino Aríza sintió entonces la urgencia de cortar de raíz aquella relación sin amor, y buscó la ocasión de ser él quien tomara la iniciativa: como lo haría siempre. Rogando a Dios que Sara Noriega le permitiera quedarse en su cama para decirle que no, que todo había terminado entre ellos, le pidió que se sentara a su lado cuando acabó de darle cuerda al reloj. Pero ella prefirió mantenerse a distancia en la poltrona de las visitas. Florentino Ariza le tendió entonces el índice empapado de brandy para que ella lo chupara, como le gustaba hacerlo en los preámbulos del amor de otra época. Ella lo esquivó.

– Ahora no -dijo-. Estoy esperando a alguien.

Desde que fue rechazado por Fermina Daza, Florentino Ariza había aprendido a reservarse siempre la última decisión. En circunstancias menos amargas hubiera persistido en los asedios a Sara Noriega, seguro de terminar la noche revolcándose con ella en la cama, pues estaba convencido de que una mujer que se acuesta con un hombre una vez seguirá acostándose con él cada vez que él lo quiera, siempre que sepa enternecerla cada vez. Lo había soportado todo por esa convicción, había pasado por encima de todo aun en los negocios más sucios del amor, con tal de no concederle a ninguna mujer nacida de mujer la oportunidad de tomar la decisión final. Pero aquella noche se sintió tan humillado, que se tomó el brandy de un golpe, haciendo todo lo que pudo para que se le notara el rencor, y se fue sin despedirse. Nunca más volvieron a verse.

La relación con Sara Noriega fue una de las más largas y estables de Florentino Ariza, aunque no fue la única que él mantuvo en aquellos cinco años. Cuando comprendió que se sentía bien con ella, sobre todo en la cama, pero que nunca lograría sustituir con ella a Fermina Daza, se recrudecieron sus noches de cazador solitario, y se las arreglaba para repartir su tiempo y sus fuerzas hasta donde le alcanzaran. Sin embargo, Sara Noriega logró el milagro de aliviarlo por un tiempo. Al menos pudo vivir sin ver a Fermina Daza, a diferencia de antes, cuando interrumpía a cualquier hora lo que estuviera haciendo para buscarla por los rumbos inciertos de sus presagios, en las calles menos pensadas, en sitios irreales donde era imposible que estuviera, vagando sin sentido con unas ansias del pecho que no le daban tregua mientras no la veía siquiera un instante. La ruptura con Sara Noriega, por el contrario, le alborotó de nuevo las añoranzas dormidas, y se sintió otra vez como en las tardes del parquecito y las lecturas interminables, pero esta vez agravadas por la urgencia de que el doctor Juvenal Urbino tenía que morir.

Sabía desde hacía tiempo que estaba predestinado a hacer feliz a una viuda, y a que ella lo hiciera feliz, y eso no le preocupaba. Al contrario: estaba preparado. De tanto conocerlas en sus incursiones de cazador solitario, Florentino Ariza terminaría por saber que el mundo estaba lleno de viudas felices. Las había visto enloquecer de dolor ante el cadáver del esposo, suplicando que las enterraran vivas dentro del mismo ataúd para no afrontar sin él los azares del porvenir, pero a medida que se iban reconciliando con la realidad de su nuevo estado se las veía surgir de las cenizas con una vitalidad reverdecida. Empezaban viviendo como parásitas de sombras en los caserones desiertos, se volvían confidentes de sus sirvientas, amantes de sus almohadas, sin nada que hacer después de tantos años de cautiverio estéril. Malgastaban las horas sobrantes cosiendo en la ropa del muerto los botones que nunca habían tenido tiempo de reponer, planchaban y volvían a planchar sus camisas de puños y cuellos de parafina para que siempre estuvieran perfectas. Seguían poniendo su jabón en el baño, la funda con sus iniciales en la cama, el plato y los cubiertos en su lugar de la mesa, por si acaso volvían de la muerte sin avisar, como solían hacerlo en vida. Pero en aquellas misas de soledad iban tomando conciencia de que otra vez eran dueñas de su albedrío, después de haber renunciado no sólo a su nombre de familia sino a la propia identidad, y todo eso a cambio de una seguridad que no fue más que una más de sus tantas ilusiones de novias. Sólo ellas sabían cuánto pesaba el hombre que amaban con locura, y que quizás las amaba, pero al que habían tenido que seguir criando hasta el último suspiro, dándole de mamar, cambiándole los pañales embarrados, distrayéndolo con engañifas de madre para aliviarle el terror de salir por las mañanas a verle la cara a la realidad. Y sin embargo, cuando lo veían salir de la casa instigado por ellas mismas a tragarse el mundo, entonces eran ellas las que se quedaban con el terror de que el hombre no volviera nunca. Eso era la vida. El amor, si lo había, era una cosa aparte: otra vida.

En el ocio reparador de la soledad, en cambio, las viudas descubrían que la forma honrada de vivir era a merced del cuerpo, comiendo sólo por hambre, amando sin mentir, durmiendo sin tener que fingirse dormidas para escapar a la indecencia del amor oficial, dueñas por fin del derecho a una cama entera para ellas solas en la que nadie les disputaba la mitad de su sábana, la mitad de su aire de respirar, la mitad de su noche, hasta que el cuerpo se saciaba de soñar con sus sueños propios, y despertaba solo. En sus amaneceres de cazador furtivo, Florentino Ariza las encontraba a la salida de la misa de cinco, amortajadas de negro y con el cuervo del destino en el hombro. Desde que lo vislumbraban en la claridad del alba atravesaban la calle y cambiaban de acera con pasos menudos y entrecortados, pasos de pajarito, pues el solo pasar cerca de un hombre podía mancillarles la honra. Sin embargo, él estaba convencido de que una viuda desconsolada, más que cualquier otra mujer, podía llevar adentro la semilla de la felicidad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Amor En Los Tiempos Del Cólera»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Amor En Los Tiempos Del Cólera» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Amor En Los Tiempos Del Cólera»

Обсуждение, отзывы о книге «El Amor En Los Tiempos Del Cólera» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x