Jorge Bucay - Amarse con los ojos abiertos

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Bajo el título de `Amarse con los Ojos Abiertos` (2000) editorial Del Nuevo Extremo presenta una novela original y atrapante. Jorge Bucay y Silvia Salinas narran la experiencia de un hombre y una mujer que se enredan a través del correo electrónico, dando comienzo al mismo tiempo a una fascinante historia y a un libro de reflexión sobre el sentido de la pareja.

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Un mundo lleno de palabras -pensó-, demasiadas palabras. Tragó saliva y se levantó. En la ducha decidió que no iría a la oficina, de hecho tenía mucho para ordenar y podía hacerlo desde su casa.

Trabajó un rato en sus papeles hasta que empezó a sentir sobre los hombros el peso del aburrimiento, ese fantasma demasiado presente en su vida.

Levantó el teléfono y llamó a Cristina, con un poco de suerte la encontraría a punto de salir de su casa.

– Hola -contestó Cristina impersonalmente.

– Hola -dijo Roberto, con voz de apaciguar la historia.

– Hola -repitió Cristina en tono de fastidio.

– Tenemos que hablar -dijo Roberto.

– ¿De qué? -contestó ella, decidida a ponerse difícil ante el acercamiento de él.

– De la situación política de Tanzania -ironizó él.

– ¡Ja! -fue la seca respuesta al otro lado del teléfono.

– De verdad Cris, juntémonos esta noche, tengo mucho para decirte y quiero leerte un texto que me llegó por Internet.

– ¿Un texto de qué?

– De parejas.

– ¿Cómo que “te llegó"?

– Después te cuento… ¿a las ocho en el bar?

– No, pásame a buscar por el departamento -dijo Cristina, estableciéndose por una vez en el lugar del poder.

– Bueno -dijo Roberto -, chau.

– Chau.

"Después te cuento", había dicho. ¿Le contaría a Cristina el verdadero origen del texto de Laura? Seguramente no. ¿Por qué no? Las cartas encontradas eran correspondencia personal y su actitud podría ser vista como una clara violación de privacidad. No quería que ella supiera que él había sido capaz de fisgonear a otro. Seguramente lo reprobaría, se enojaría con él y despreciaría toda la utilidad del contenido de la carta.

Pero como diría Laura -pensó Roberto-, más allá de Cristina, ¿qué me pasa a mí?

¿Tenía él derecho a violar correspondencia ajena?

«Soy yo quien lo reprueba en realidad» -se contestó.

Se levantó del sillón y encendió el ordenador. Abrió el procesador de texto y escribió:

Laura:

Estoy recibiendo en mi casilla de correo las cartas que usted envía a Fredy con los textos de lo que aparentemente es un libro sobre parejas.

Seguramente debe usted. tener un error en la dirección de destino.

Atentamente.

Roberto Francisco Gómez

Abrió el administrador de correo para enviar el mail. El programa emitió automáticamente un beep y abrió la ventana de recepción que decía:

"Hola rofrago, tiene un (1) mensaje nuevo"

Sintió un pequeño estremecimiento. Hizo un clic en la bandeja de entrada y encontró en negrita el remitente y el asunto del mensaje recibido:

carlospol@spacenet.com: Te mando

Su cuerpo -particularmente la espalda, los hombros y el brazo derecho- registró el conflicto entre su deseo y sus principios. Roberto dudó. "Es un espacio privado", se dijo, pero de inmediato recordó el slogan de tapa de la revista de computación:

"Internet: el infinito sin privacidad"

Y pensó en los hackers , esa legión de jóvenes que dedican gran parte de su vida a surfear por Internet entrando en cuanta base de datos encuentran en su camino, y para quienes el gran desafío es poder acceder a todo ordenador que esté protegida, así sea de la Biblioteca Nacional, de la farmacia de la esquina o del Pentágono. Chicos y chicas de todo el mundo dedicando horas y trabajo mental a descubrir códigos secretos, claves de acceso y sistemas de encriptamiento de información para acceder a los datos y curiosear o incluso infectar con virus esas centrales a las que han accedido.

Era mucho más que una travesura adolescente.

"Internet es libre y cualquier freno que nos pongan es una restricción a nuestra libertad de navegar. Derrumbaremos esas barreras y dañaremos lo que hay detrás de ellas como protesta por querer ponerle límites a nuestra libertad. Ellos, los encriptadores, se ponen cada vez más creativos…, nosotros también." "Anarquistas cibernéticos", había dicho Roberto a un cliente unos días atrás.

Si bien él era bastante más parecido a un anarquista que un hacker , en ese momento se sintió representado por ellos.

Desplazó el puntero sobre la C de Carlos y apretó dos veces el botón izquierdo del mouse :

Ésta es, pues, la nueva propuesta: empezar a pensar la pareja desde otro lugar, desde el lugar de lo posible y no de lo ideal.

Por eso vamos a intentar ver los conflictos no sólo como un camino para superar mis barreras y poder acercarme así al otro, sino también como un camino para encontrarme con mi compañero y, por supuesto, a partir de lo dicho, como un camino para producir el transformador encuentro conmigo mismo.

Estar en pareja ayuda a nuestro crecimiento personal. A ser mejores personas, a conocernos más.

La relación suma.

Por eso vale la pena.

Vale… la PENA (es decir, vale penar por ella).

Vale el sufrimiento que genera.

Vale el dolor con el que tendremos que enfrentarnos.

Y todo eso es valioso porque cuando lo atravesamos, ya no somos los mismos, hemos crecido, somos más conscientes, nos sentimos más plenos.

La pareja no nos salva de nada, no debería salvarnos de nada.

Muchas personas buscan pareja como medio para resolver sus problemas. Creen que una relación íntima los va a curar de sus angustias, de su aburrimiento, de su falta de sentido.

Esperan que una pareja llene sus huecos. ¡Qué terrible error!

Cuando elijo a alguien como pareja con estas expectativas, termino inevitablemente odiando a la persona que no me da lo que yo esperaba.

¿Y después? Después quizás busque a otra, y a otra, y a otra… o tal vez decida pasarme la vida quejándome de mi suerte.

La propuesta es resolver mi propia vida sin esperar que nadie lo haga por mí.

La propuesta es, también, no intentar resolverle la vida al otro, sino encontrar a otro para poder hacer un proyecto juntos, para pasarlo bien, para crecer, para divertirnos, pero no para que me resuelva la vida.

Pensar que el amor nos salvará, que resolverá todos nuestros problemas y nos proporcionará un continuo estado de dicha o seguridad, sólo nos mantiene atascados en fantasías e ilusiones y debilita el auténtico poder del amor, que es transformarnos.

Y nada es más esclarecedor que estar con otro desde ese lugar, nada es más extraordinario que sentir la propia transformación al lado de la persona amada.

En vez de buscar refugio en una relación, podríamos aceptar su poder de despertarnos en aquellas zonas en que estamos dormidos y donde evitamos el contacto desnudo y directo con la vida: la virtud de ponernos en movimiento hacia adelante mostrándonos con claridad en qué aspecto debemos crecer.

Para que nuestras relaciones prosperen, es menester que las veamos de otra manera: como una serie de oportunidades para ampliar nuestra conciencia, descubrir una verdad más profunda y volvernos humanos en un sentido más pleno.

Y cuando me convierto en un ser completo, que no necesita de otro para sobrevivir, seguramente voy a encontrar a alguien completo con quien compartir lo que tengo y lo que él tiene.

Ése es, de hecho, el sentido de la pareja.

No la salvación, sino el encuentro.

O mejor dicho, los encuentros.

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