Muchas veces los hijos, incluso los padres, tienen resistencia a otorgarle poder al padre o madre recién llegado, y esto crea problemas de base.
Por eso afirmamos que es muy importante y urgente hablar de estos temas de fondo con la pareja, porque estos problemas estructurales aparecen disfrazados de problemas de convivencia, donde muchas veces no saben por qué están peleando.
Y el fondo de la cuestión es el lugar que ocupa cada uno y el poder que tiene cada uno en la familia.
Habrá que tomarse el trabajo de definir claramente y desde un principio el lugar de cada uno y el tipo de relación que eligen tener, para luego conseguir que esto quede claro para todos, evitando así confusiones y malos entendidos.
Recordemos que en el mismísimo momento en que el volver a casarse significa para el adulto el final de una época de soledad y por ello un motivo de alegría, para los hijos implica el comienzo de otra etapa difícil que se viene a sumar al actualizar las pérdidas sufridas a raíz de la separación de sus padres o muerte de alguno de ellos.
A muchos hijos se les crea un enorme problema de lealtad: “si quiero a la nueva pareja de mi madre, estoy traicionando a mi padre”.
Todos estos temas se pueden manejar en la medida en que sean hablados. El problema es que no se hablan y quedan como gestalts incompletas que interfieren en la convivencia.
Una familia ensamblada crea situaciones difíciles de resolver, y esperar a que aparezcan estas situaciones ayuda a aprender a convivir con tales problemas. Dice Zinker: “Algunas diferencias son irreconciliables y deben ser aceptadas así. Uno puede amar y respetar a su compañero y aprender a aceptar la realidad existencial de que no todos los problemas se pueden resolver. El cine de Hollywood y la mayoría de los movimientos de crecimiento personal nos venden el mito de que todos los problemas interpersonales tienen solución.”
Es verdad, hay cuestiones que no se resuelven. Sobre todo si la resolución pasa porque suceda lo que es imposible. La salida es aprender a convivir con esas diferencias y conectarnos con los puntos de unión, disfrutar en las áreas que podemos compartir y aceptar que hay pérdidas que no se compensarán con una nueva pareja, que hay necesidades de nuestros hijos que no las podemos cubrir con nuestra segunda pareja.
La inteligencia de una pareja pasa por disfrutar lo que se tiene y no pelear para que ocurra lo que no puede ocurrir. Esta actitud, de paso, se acerca bastante a mi idea del mejor amor.
Un beso.
Lau
Laura se levantó con la idea del libro rondando en su cabeza. Ella había empezado tentada por aquella ocurrencia de Alfredo de editar juntos algo sobre parejas, pero ahora que la semilla había germinado en su mente y en su corazón, las ganas eran propias (quizás más propias que ajenas porque la colaboración de Fredy era poca y lenta) y era ella misma la que bullía con la fantasía de ver el libro publicado.
Fredy se había comprometido a ordenar los mails que ella había ido mandando y a mezclarlos con sus propias ideas y con el trabajo que habían presentado juntos en los Estados Unidos.
Hizo un repaso de los temas sobre los cuales habían escrito y se dio cuenta de que habían vuelto una y otra vez sobre algunos puntos mientras que no habían más que rozado muchos otros.
Encendió el ordenador y empezó a escribir.
Querido Fredy
Te cuento que me levanté hoy ‘con todas las pilas’, como dice mi hija, para ver nuestro libro terminado. Sentí ganas de trabajar en la visualización del producto listo. Empecé a fantasear con que llegaba a una librería muy grande y muy importante en compañía de mi madre. Quería en mi sueño compartir con ella la primera vez que veía el libro publicado. Creo que es la persona que más se merece ese honor, por su dura experiencia de vida. Y cuando quise verlo me di cuenta de que no podía ni imaginármelo en el escaparate. porque ni siquiera sabemos todavía cómo se llamará.
Me gustaría que habláramos sobre el título del libro. He aprendido en mi profesión y en mi vida qué cierto es eso que tú siempre dices, que sólo se controla aquello a lo que se le puede poner nombre.
Quizás esta necesidad de soñar o poder volar imaginariamente al futuro sea producto de alguna limitación personal. Si es así quiero poder aceptarla como parte de mí. Aunque tal vez no sea una limitación exclusivamente personal, a lo mejor tiene que ver con mi condición de mujer y, en ese caso, no sólo quiero aceptarla como tal sino que creo que empezaría a sentirme orgullosa de ella.
Sería interesante incorporar en el libro el tema de lo masculino y lo femenino en hombres y mujeres. Exponer un poco lo que sabemos de los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro ayudará a entender y aceptar que desde diversos aspectos, algunos meros determinantes biológicos, somos diferentes.
Es sabido que la mayoría de las mujeres tienen tendencia a la mirada holística y los hombres a la mirada focalizada.
La mirada masculina tiene que ver con la actitud de dividir, analizar, focalizar, cambiar, en fin, con lo activo, que los neurobiólogos suelen identificar con la función del hemisferio izquierdo del cerebro (el dominante). La mirada femenina, en cambio, tiene más que ver con la conciencia de unidad, la capacidad receptiva, de espera, con la predisposición para entablar relaciones, soñar y crear (funciones aparentemente propias del hemisferio derecho).
En La enfermedad como camino [7] , refiriéndose al cerebro, Dethlefsen y Dahlke dicen:
“Uno y otro hemisferio se diferencian claramente por sus funciones, su capacidad y sus respectivas responsabilidades. El hemisferio izquierdo podría denominarse el hemisferio verbal, pues es el encargado de la lógica y la estructura del lenguaje, de la lectura y la escritura; descifra analítica y racionalmente todos los estímulos de este área, es decir que piensa en forma digital. El hemisferio izquierdo es también el encargado del cálculo y la numeración. La noción del tiempo se alberga asimismo en el hemisferio izquierdo.
En el hemisferio derecho encontramos todas las facultades opuestas: en lugar de capacidad analítica, la visión de conjunto de ideas, funciones y estructuras complejas. Esta mitad cerebral permite concebir un todo partiendo de una pequeña parte. Al parecer, debemos también al hemisferio cerebral derecho la facultad de concepciones y estructuraciones de elementos lógicos que no existen en la realidad. Aquí reside también el pensamiento analógico y el arte para utilizar los símbolos. El hemisferio derecho genera también las fantasías y los sueños de la imaginación y desconoce la noción del tiempo que posee el hemisferio izquierdo.”
Creo que es evidente que en las mujeres parece predominar el hemisferio derecho y en los hombres el izquierdo.
Norberto Levy dice: “Así como existe una relación de pareja con otro ser humano, existe una relación de pareja interior entre los aspectos femeninos y masculinos de la propia individualidad”.
Todos estamos constituidos como polaridades. Tenemos aspectos masculinos y femeninos, activos y pasivos, débiles y fuertes. El asunto es que si nos identificamos culturalmente con uno solo de estos aspectos polares proyectaremos el otro en el afuera.
La confusión que se da habitualmente es creer que mi pareja es la causa de mi conflicto, sin darme cuenta de que es un conflicto interno entre dos aspectos polares que vengo acarreando, sin hacerlo consciente.
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