Roberto bajó el mensaje a su procesador y quitó la primera parte del texto. Antes de reenviarlo borró del final el “Te quiero mucho” y después también eliminó el “y muy feliz”; había decidido que algunas palabras de Laura las iba a reservar sólo para si.
Toda esa noche y gran parte del día siguiente estuvo reflexionando acerca del papel que esta situación le otorgaba, se encontró pensando que a los usos de la relación entre Laura y Fredy esa casilla intermediaria funcionaba como un Dios de infinito poder. A su antojo Trebor podía cambiar, agregar, quitar, producir y distorsionar la información que cada uno recibía y, de alguna manera, manipular ciertas respuestas, pensamientos y acciones sin que ellos siquiera se enterasen.
A pesar de lo que cualquiera pudiera pensar, no era su intención hacer daño. Con respecto a Fredy, porque la jugada con Farías había sido suficientemente malvada como para canalizar toda su bronca (de hecho ya se estaba arrepintiendo un poco). Y con respecto a Laura, porque su único deseo era no perder contacto con ella.
Trebor era solamente la única forma segura de mantener esa relación con Laura.
Laura terminó de cerrar la puerta de su casa y se dio cuenta de que Ana se había ido sin su carpeta de dibujo. Sonrió mientras reordenaba su día para tener tiempo de pasar por la escuela a dejarle la carpeta a su hija.
El agua para el té debía estar a punto, así que se apresuró para llegar a la cocina y una vez que estuvo allí escuchó el clásico ruido del agua al romper el hervor. Apagó el fuego y enseguida abrió la caja donde guardaba el té. ¿Cuál?, pensó mientras miraba los diferentes sobres de todos los colores ordenados prolijamente en dos hileras.
Miró por el gran ventanal que daba al jardín y decidió que tomaría el “Ensueño’, una mezcla de té negro, menta y canela.
Le encantaba haber descubierto los diferentes sabores y tipos de infusiones posibles.
En tanto que sumergía el saquito en la taza con agua caliente, “recordaba” aquel lugar donde nunca había estado y que sin embargo ocupaba en su imaginación el espacio de un puerto soñado y lleno de magia: Las teterías del Albaizín en Granada.
Laura se había enterado de su existencia por el relato de Claudia hacía cinco o seis años. Su paciente volvía de un larguísimo viaje por España y había usado gran parte de sus tres primeras sesiones desde el regreso para hablar de la movida andaluza y de “las teterías”.
Giró la cucharilla dentro del té, alzó la taza frente a su nariz cerró los ojos y olió profundamente…
Desde el Paseo de los Tristes subió las viejas calles del Albaizín hasta la plaza de San Nicolás, miró por un rato largo las torres de La Alhambra y después bajó por entre las rústicas casas adentrándose en el antiguo barrio de la morería. Lo pequeños locales, apenas más grandes que un kiosco ofrecían esa combinación embriagante de música marroquí, olores intensos, colores difusos y formas ajenas. Cortinas con arabescos insinuaban las incómodas mesas donde los miembros de la familia servirían un centenar de sabores diferentes de té, en vasos de sobrecargados dibujos en dorado y diminutas teteras individuales de bronce repujado.
Claudia la había llevado en ese recorrido tantas veces que cuando años después Laura se encontró con Alfredo en Cleveland, compartieron la conversación sobre el barrio moro de Granada como si hubieran paseado juntos por cada calle y juntos hubieran entrado en “Marraquesh”, la mejor -acordaron- de todas las teterías.
El recuerdo de Fredy la condujo al libro; le debía todavía la lista bibliográfica sobre parejas.
Con un pequeño esfuerzo resistió la tentación de levantarse con la taza en mano para ir a su escritorio. Durante años había trabajado sobre sí misma para conseguir no interrumpirse haciendo más de una cosa a la vez, sobre todo cuando aquella era placentera. Así que terminó sin urgencias su té y recién después estuvo frente a la biblioteca.
Miró lentamente los cuatro muebles cortados a medida en madera oscura que tapizaban las paredes del cuarto, desde el piso hasta el techo. Por primera vez notó que casi todos los libros que habitaban su casa hablaban del mismo tema. Salvo por seis o siete novelas y algunos libros de cuentos cortos, los estantes estaban inundados de centenares de tratados, manuales y apuntes sobre psicología y terapia de parejas. Libros en inglés, francés, castellano o portugués que muchas veces repetían con cierta impunidad plagiaria las mismas cosas y otras tantas se contradecían ostensible e irreconciliablemente.
Fue tomando los libros de la biblioteca y dejándolos en una pila sobre su escritorio. Y cuando la torre pareció tambalear amenazando caer, Laura empezó la construcción de una segunda Babel. Y luego una tercera al lado de las otras dos, que quedó por la mitad, más por renuncia que por satisfacción.
Laura se sentó en su sillón de cuero y empezó a revisar los libros. Uno por uno los tomaba del pilón, los acariciaba, los abría y leía algunos párrafos al azar.
Cada frase le recordaba momentos de su vida personal y profesional, épocas enteras donde buscaba en esos mismos libros respuestas a su dolor interno o tiempos de fascinación al retornar de los talleres de la Nana, de Welwood, de Bradshaw o de los Resnik con las maletas llenas del sobrepeso producto de las últimas publicaciones recién compradas, de los folletos recogidos, de los artículos fotocopiados y, por supuesto, de sus propios apuntes tomados durante los seminarios para tratar de retener cada palabra dicha por los maestros -como ella los llamaba-, tan pertinentemente elegidas para cada ejercicio, para cada exploración, para cada concepto.
Cerca del mediodía, sobre el escritorio quedaba apenas una veintena, los demás habían vuelto a su lugar en la biblioteca.
Prendió el ordenador y mecanografió la lista:
Bibliografía:
Abadi, Mauricio, Te quiero, pero… , Ediciones Beas, Buenos Aires, 1992.
Blachman, J.; Garvich, M.; Jarak, M. ¿ Quién soy yo sin mi pareja? Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1989.
Bradshaw, John, Crear amor, Los Libros del Comienzo, Madrid, 1995.
Chang, Jolan, El tao del amor y el sexo, Plaza amp; Janes, Barcelona, 1994.
Chodron, Pema, La sabiduría de la no-evasión, Oniro, Barcelona, 1998.
Claremont de Castillejo, Irene, Knowing Woman, Shambhala Publications, Boston, 1997.
Elkaim, Mony, Si me amas no me ames, Gedisa, Barcelona, 1997.
Fromm, Erich, El arte de amar, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1998.
Hendrix, Harville, Getting the Love You Want, Owl Books, Nueva York, 2001.
Krishnamurti, Sobre el amor y la soledad, Kairós, Barcelona, 1998.
Laing, Ronald D., Nudos, Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
Levy, Norberto, El asistente interior, Editorial del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 1983.
Nasio, Juan David, El libro del dolor y del amor, Gedisa, Barcelona, 1998.
Osho, El camino abierto del amor, Editorial Luz de Luna, Buenos Aires, 1998.
Osho, Tantra, espiritualidad y sexo, Arkano Books, Móstoles, 1995.
Pommier, Gerard, El buen uso erótico de la cólera, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1995.
Rodrigué, Emilio, La lección de Ondina, Fundamentos, Madrid, 1980.
Rosenberg, Jack Lee, Body, Self, and Soul, Humanics Publishing Group, Atlanta, Georgia, 1987.
Sanford, John, El acompañante desconocido, Desclée de Brower, Bilbao, 1998.
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