Lorenzo Silva - La flaqueza del bolchevique

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - La flaqueza del bolchevique» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La flaqueza del bolchevique: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La flaqueza del bolchevique»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El protagonista y narrador de esta historia se empotra contra el descapotable de una irritante ejecutiva un lunes a las ocho de la mañana. Ciertamente, él se distrajo un poco, pero ella no tenia por qué frenar en seco ni, desde luego, escupirle todos los insultos del diccionario. Por ello, y para hacer soportables las tardes de aquel bochornoso verano, decide dedicarse «al acecho y aniquilación moral de Sonsoles». Gracias al parte del seguro, consigue su teléfono, lo que le permite varias llamadas disparatadas. También se complace en espiarla, y así conoce a su hermana Rosana, una turbadora adolescente de 15 años. Aunque el protagonista no tiene ninguna fijación con las jovencitas, conserva un retrato de las hijas del zar Nicolás II. Le atrae especialmente la duquesa Olga y a menudo se pregunta qué debió de sentir el bolchevique encargado de matarla. Él, a su vez, experimentará una poderosa atracción ante la cálida sabiduría de Rosana, y una debilidad que se revelará mucho peor que cualquier accidente.
La flaqueza del bolchevique sería una novela absolutamente cómica si no fuera por el carácter inquietante que adquiere a medida que se complican las argucias del protagonista. Un ritmo ágil permite a Lorenzo Silva una historia a caballo entre la comedia, la intriga y el melodrama. Pero acaso su mayor logro sea el retrato de Rosana, una nínfula distinta de todas las nínfulas, más allá de la generación X, Y o Z y que hace flaquear -y perder el equilibrio- al lector más displicente.

La flaqueza del bolchevique — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La flaqueza del bolchevique», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mientras andábamos de tienda en tienda, no tenía decidido qué era lo máximo. Rosana y la morena gatuna me gustaban más o menos lo mismo y confiaba en que quedase tiempo suficiente. Sin embargo, la relativa inmovilidad del sueño, consistente en avanzar despacio por un largo pasillo, no duró mucho. Aunque en ningún momento había tenido la sensación de que fuéramos a un sitio concreto, al llegar ante una puerta cerrada, de las que daban entrada a viviendas, mi hermana se paró de golpe y dijo:

– Pues quizá sea aquí.

Sacó una llave y la probó. La cerradura giró sin dificultad.

– Pues es aquí -confirmó la amiga que también tenía un hermano.

Tras la puerta apareció una empinada escalera. Mi hermana y la otra subieron primero y los cuatro restantes nos quedamos un poco atrás. Rosana tomó la iniciativa y la del busto y yo fuimos los últimos. Al final de la escalera había un saloncito oscuro. Nos acomodamos en diferentes asientos y nos quedamos callados. Todas estaban pendientes de mi hermana. Ella se retorcía las manos.

– No iremos a quedarnos aquí hasta que decidan acordarse de nosotras, ¿verdad? -rompió el silencio la morena gatuna.

– No podemos hacer otra cosa -alegó mi hermana-. ¿O tienes alguna idea?

– Sí. Que desde luego yo no espero a nadie. Quien quiera algo conmigo que me busque. Si me encuentran aquí sentada ya sé lo que van a imaginar, y no estoy dispuesta a pudrirme con eso. Me voy a dar una vuelta por ahí.

La morena se levantó y se estiró el vestido. Era lila, ligero.

– Puede que no te busque nadie -advirtió mi hermana.

– Puede -respondió la otra, saliendo de la habitación.

Mi hermana tuvo un instante de desconcierto. Luego se rehizo y preguntó:

– ¿Y qué vais a hacer los demás?

– Yo me quedo contigo -se aprestó su adepta.

– Yo no soy impaciente -saltó la del busto, riéndose, mientras me tiraba un pellizco en el brazo.

Nadie más tenía prisa o ganas de contestar. Mi hermana nos observó a Rosana y a mí, apremiándonos. Al fin, insistió:

– ¿Y vosotros?

Rosana suspiró y luego dejó caer sus palabras sobre el vergonzoso fracaso de mi hermana:

– Yo también me largo. No ahora. Cuando no parezca que me voy con ella.

Era mi turno. El sueño había cambiado mucho y no entendía nada de lo que hablaban. Sospechaba que mi hermana prefería que yo dijese que me quedaba y que la del busto lo daba por descontado. También me dio que Rosana me tenía en muy poca consideración. Sólo vi una salida. Me puse en pie y proclamé con energía:

– Elijo irme. Ahora, como si me fuera tras ella. A buscarla.

Las cuatro se quedaron contemplándome, incrédulas, Rosana menos que las otras tres.

– Vaya pobre cretino -masculló mi hermana, apartando el rostro-. Y hasta creerás que ella lo está deseando.

– No es cuestión de creer, sino de hacer la prueba. Si sale que no, me rindo y vuelvo.

– Déjalo -intervino la del busto, resentida-. Él sabe lo que le falta. A lo mejor ella lo compadece y a eso lo llaman los dos ser feliz, pongamos por caso. Mucha suerte, muñeco.

Salí de la habitación y comencé a recorrer la vivienda. Sus dimensiones no tenían nada que ver con las de otras viviendas que yo hubiera visto, míseras hijas de la especulación inmobiliaria. Atravesé decenas de cuartos, pasillos, escalinatas, vestíbulos que daban a otros vestíbulos, sótanos, buhardillas. Aquello era un laberinto colosal que se expandía en todas direcciones, aunque puede ser ilustrativo reseñar que ninguna de sus partes era ' demasiado extensa, lo que impedía que uno tomara la más mínima perspectiva. Además, todo estaba bastante poco iluminado.

En una de las habitaciones, cuando ya llevaba acaso media hora de búsqueda, me sorprendió el ruido de algo que caía. Inspeccioné la sala y encontré un portarretratos tumbado en lo alto de un aparador. Poco más allá había un gato negro pequeño, apenas un cachorro. El animal estaba inmóvil y clavaba en mí sus ojos, no amarillos, como cabe suponerle a un gato negro, sino de un color violeta claro, casi lila. Como el vestido de la amiga de mi hermana, recordé.

Me acerqué despacio y extendí los brazos para cogerle. No se resistió. Al contrario: se acomodó sobre mí y me dio cuatro o cinco lametones en el dorso de la mano con su lengüecita rosa. Con el gato encima, continué mi investigación por la casa. Mientras yo examinaba las sucesivas estancias, siempre desiertas, el gato jugueteaba con mis dedos, sobre todo con el pulgar, cuyo tamaño debía resultarle especialmente apropiado. Al final de un corredor, tras un buen rato de silencio y de no tener más compañía que la del gato, me detuvo una voz femenina:

– Espera.

Me di la vuelta y reconocí a Rosana. Entre las sombras su lisa melena, casi blanca, la delataba al instante. Esperé. Pronto estuvo junto a mí.

– ¿Qué es lo que llevas?

– Un cachorro. Estaba solo por ahí.

– Un gato negro.

– Eres supersticiosa.

– No. Déjamelo.

Se lo di y lo atrapó por el cuero de encima de la nuca. El animalillo quedó colgando de su mano como un ahorcado. Entonces se fue corriendo hasta una ventana, la abrió y lo arrojó con saña.

– Lo has matado -dije, atónito.

– No sé. Los gatos caen de pie, pero está alto. Es posible.

– No te había hecho nada.

– A mí no -admitió, señalando mi mano. Me la miré. Tenía el dedo pulgar ensangrentado y la piel desgarrada.

– No me dolía -me extrañé.

– Siempre duele luego, cuando no hay solución. ¿Era un gato lo que andabas buscando?

– ¿Y tú?

– Estaba paseando solamente. Te vi y quise asegurarme. No te molesto más. Hasta luego.

Rosana aproximó su mejilla a la mía e hizo como que me daba un beso aséptico, de los que dan las amigas de una hermana. Sin embargo, a medio camino lo cambió por otro mucho más lascivo. Se separó un poco y aguardó mi reacción. Yo me quedé quieto.

– ¿Me voy o no? -dijo.

– No tan rápido.

Repitió la maniobra varias veces, cada vez con más saliva. Sabía a fruta y sonreía como si estuviera haciendo una travesura. Traté de abrazarla, pero se me escurría siempre. Al fin pude sujetarla por los hombros. Los tenía suaves y tibios, blandos como si debajo no hubiera hueso.

– Me gustan tus hombros -confesé.

– Tu hermana te regañaría si te oyera. No le caigo bien. Y seguro que no aprueba esto.

Abrí su blusa y dejé que mis dedos se ocuparan de lo que había debajo. Rosana ya no ofrecía resistencia. Se observaba y me observaba, divertida.

– Eso que haces ahora lo aprobaría todavía menos.

Dudé un instante. Estaba mal. Lo que hacía estaba verdaderamente mal. Mi hermana poseía la vara de medir mis actos y aquello se salía de la medida. Rosana se reía de mi hermana y yo era su cómplice, si no su instigador. Rosana no tenía que ver con mi hermana, pero yo sí, aunque me pesase. Tuve un titubeo. Entonces ella, Rosana, lo resolvió. Fue a cerrar la puerta y se despojó totalmente de la blusa, mostrándome sin recato su delgado torso de muchacha. Mi hermana era un ser cautivo y triste. Rosana era alegre y libre. Sólo me quedó una reserva:

– Dime que lo quieres por mí, no contra mi hermana.

Rosana se echó a reír. Mientras soltaba su falda, aseguró:

– Qué gracioso eres. A mí me importa un bledo tu hermana.

Soy aproximadamente un caballero y nadie debe esperar que me extienda en detalles sobre lo que hubo en aquel cuarto entre Rosana y yo. Ella fue a la vez indulgente e incansable y yo todo lo inescrupuloso que hizo falta. Sólo describiré lo último que vi antes de despertarme: mi hermana estaba en el umbral, y su gesto era de horror; Rosana la saludó y siguió faenando con desparpajo, sin permitir que se le desprendiera del semblante su insensible júbilo infantil. Y el hombre, yo, vio que todo era bueno.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La flaqueza del bolchevique»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La flaqueza del bolchevique» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La flaqueza del bolchevique»

Обсуждение, отзывы о книге «La flaqueza del bolchevique» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x