Carlos Fuentes - La Silla Del Águila

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En el año 2020, en un México sin telecomunicaciones ni computadoras porque los norteamericanos (proveedores únicos) lo tienen castigado, se desata la lucha por la presidencia, es decir, por sentarse en la Silla del Águila y no abandonarla nunca. Aquí no hay lealtad que valga: por conseguir el poder, el padre es capaz de traicionar al hijo, la esposa al cónyuge, el secretario de Estado al Primer Mandatario. Y todo puede pasar: crímenes de viejos caciques, espionaje de supuestos allegados, maniobras tétricas, extorsión sexual? e incluso, que reaparezca en la escena política un fallido candidato presidencial al que todos creyeron asesinado años atrás. El triunfador, el Ungido, oculta un pasmoso secreto que será necesario preservar a toda costa.

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La señora secretaria del Medio Ambiente, Guillermina Guillén, brilla por sus buenos deseos. Es tan fantasiosa que le basta hacer lo contrario de lo que piensa para ser realista. Protege los santuarios de aves fumigándolos hasta matar cualquier cosa que vuela. Se hace taruga dando concesiones de tala de bosques porque así ya no hay bosques que proteger. Problema resuelto. Acaba de divorciarse de su marido porque descubrió que el buen señor sólo se ponía la dentadura postiza cuando visitaba a su amante.

El señor secretario del Trabajo, Basilio Taracena, es todo lo contrario de lo que parece ser. Mira sus ojos de criollo tapatío: claros, pero no serenos. Encapotados, velados, brumosos, y si algo le da trabajo es su propio cuerpo. Observa la serie interminable de sus tics, su constante rascarse los costados, el cuello, las axilas, la entrepierna, como si lo asediasen las ladillas…

El señor secretario de Agricultura, don Epifanio Alatorre, anda en la política nacional desde tiempos de López Mateos y es famoso por sus predicciones sobre las cosechas y el clima:

– Dependiendo de las lluvias, las cosechas este año pueden ser buenas, pueden ser malas o pueden ser todo lo contrario.

Como lleva más de medio siglo en la política, algunos le preguntan cómo ha sobrevivido tanto cambio, de López Mateos a Fox a Terán. Entonces don Epifanio se moja el dedo índice con saliva y lo levanta para indicar que él sabe siempre por dónde sopla el viento. Nunca te metas en un argumento con él. Es cómo discutir con una banda de mariachis.

Desconfía también del señor secretario de Comunicaciones Felipe Aguirre. Fíjate que su cara es del mismo color que sus calcetines, signo inequívoco de bajeza. O de falta de imaginación. Lo comprueba su famoso dicho conyugal:

– ¿Quieres hacerte viejo? Entonces vive siempre con la misma vieja.

Si el consejo es amoral, su conducta no lo es. El señor secretario se ha hecho viejo con la misma vieja, una voluminosa señora que inspira pavor porque camina con los ojos cerrados, como un gordo vampiro cegado por el sol. Prueba de que el encargado de las comunicaciones se comunica mejor en silencio, a oscuras, y expidiendo, como lo hace, concesiones y contratos mediante jugosas comisiones. ¿Por qué lo tolera el señor Presidente, a sabiendas de que el señor secretario no ve nada para robarlo todo? Singular y antiquísima teoría, mi querido Nicolás: no hay gobierno que funcione sin el aceite de la corrupción.

La corrupción lubrica, pero mira nada más la cara compungida del director general de Petróleos Mexicanos, don Olegario Santana. Se da entrada al capital norteamericano sin desnacionalizar la industria, pero a la hora de defender el precio del petróleo, el gobierno de los USA nos sanciona, sancionando a sus propios inversionistas. Es la perpetua contradicción de Washington entre sus proclamas internacionales y sus pequeños intereses locales: el textilero de Carolina del Norte siempre le ganará al textilero brasileño y a la Organización Mundial del Comercio, dado que éstos no votan… ¿Qué cara pones? El director general, como podrás observar, pone cara de violador de niñas de diez años. ¿Cómo puede aparecer en público con ese semblante de culpable? Tenle compasión.

Ahora dirige tu mirada a los dos militares sentados lado a lado. El secretario de la Defensa se llama Mondragón von Bertrab y parece precisamente eso, un junker prusiano. Se formó en la escuela militar alemana, la Hochschule, lleva una relación magnífica con el Pentágono y ha leído y se sabe de memoria las campañas de César en Galia y la correspondiente de Bonaparte en Italia, te recita a Von Clausewitz y no hay página de la Germania de Tácito o de las Historias de Livio que no haya cursado. Es el fruto más acabado del mando culto y responsable, serio y leal, que la Heroica Escuela Militar lleva generaciones formando. Pero no te apresures a meter la mano en el fuego, mi querido Nicolás Valdivia. Precisamente por su formación y seriedad, Von Bertrab es un autómata disciplinado que cumplirá al pie de la letra sus obligaciones: lealtad al señor Presidente mientras juzgue que el señor Presidente es leal a las instituciones de la República, pero más lealtad al espíritu de la Patria - whatever that means - que al propio Presidente si, a juicio del general, el Presidente no le cumple a la Patria - exactly what that mean !-. Pero nuestro admirable junker local no se mancha las manos nunca, Nicolás, eso se lo deja al torvo individuo que ves sentado a su lado, el general Cícero Arruza, jefe de la Policía Federal.

Mucho cuidado con él, te lo digo en serio. Von Bertrab es la cara amable de la fuerza. Arruza es la cara odiosa. Su lema es Sangre, Muerte y Fuego. Es un lobo con piel de lobo. Su única barrera es Von Bertrab, quien ha dicho de Cícero:

– Darle el poder a Arruza es como poner un pirómano al frente del cuerpo de bomberos.

Pero nadie -te digo que nadie- duda de que Arruza puede ser indispensable en un momento dado. Él lo sabe y propicia ese momento con el sigilo de una pantera en la selva. Dicen que el general Cícero Arruza hubiese sido capaz de hacerle confesar a Benito Juárez que era agente de los franceses. No deja de ser constructivo, sólo que para él ser constructivo es hacer obra de intimidación pública.

Me despacho con una o dos frases al señor secretario de la Vivienda, Efrén Iturbide. Dicen que es el idiota mejor vestido del mundo. Se ufana de descender de aquel emperador de burlas que tuvimos a principios del siglo XIX, Agustín I. No es cierto. Nuestro Efrén se aprovecha de la buena facha para crearse un pedigree falsario. Claro, no se puede tener una piel tan translúcida sin ser "gente decente". ¿Decente, amigo mío? La voz popular dice de él y de su cargo:

– Efrén Iturbide es el secretario de Estado para la Vivienda de Efrén Iturbide.

Así es. Sólo ha construido una casa: la suya.

Ese tipo con cara de pasmado es Juan de Dios Molinar, secretario de Información y Medios, hoy despojado, por obra y gracia de nuestros poderosos vecinos, de toda capacidad informativa o mediática, salvo, como lo he decidido yo (y que cunda mi ejemplo), por la vía epistolar. Míralo, qué mal distribuido el pobre. Aire saturnino, ojos de tigre, sonrisa tímida, manos de carpintero y busto de tenor italiano. ¡Qué cabrona puede ser la naturaleza! Y para colmo, la boca cerrada como candado. Es el retrato del estupor idiota y me da pena. Mi amigo Herrera dice que mejor así. Como el secretario de Información no informa, la Secretaría de Gobernación maneja a su antojo las noticias.

En cambio, mira a su lado al sonriente procurador general de Justicia Paladio Villaseñor diciéndole a todo el mundo "qué bueno, qué bueno". Con razón lo llaman "Don Qué 'bueno", pero yo creo que es más astuto de lo que parece y que su fama de zonzo lo salva de tomar decisiones tajantes o de ofender públicamente a los que jode bajita la mano. Tiene, ya verás, sus usos y virtudes. No en balde, de acuerdo con las circunstancias, es anguila o es molusco.

Y ahora, mi querido Nicolás, viene lo grueso. El secretario de Hacienda, Andino Almazán, es un tecnócrata de fierro indispuesto a mudar una pulgada de sus convicciones sobre la economía. Es un teólogo de la Economía con E gótica y mayúscula. Para Andino, devaluar la moneda es como tener una hija prostituta. Lo que el pobre no sabe es que su mujer, llamada "La Pepa" es, en efecto, una puta que lo cornamenta el día entero. Pero más sobre esto más tarde, querido.

Quiero llegar a lo peor, culminar mi repaso con el horror mismo, la más inexplicable voz de éste coro republicano: el jefe del Gabinete del señor Presidente Lorenzo Terán. El lambiscón, miserable, despreciable Tácito de la Canal. Velo bien: no debía mostrarse a la luz. Su cara es como una sola cicatriz, del mentón al occipucio, rodeados uno y otro de unas púas pilosas que mal disfrazan su cabeza de huevo pelón. Míralo sobándose las manos en actitud de humildad perfecta. Cultiva el aspecto de un perpetuo necesitado, a punto de regresar a la mendicidad. Es el doormat, el paillason, el tapete de entrada del señor Presidente, en todos sentidos. Controla el acceso a la oficina del Ejecutivo y se ofrece para que el Presidente se limpie las suelas de los zapatos antes de pisar el despacho de despachos. Tácito de la Canal es un tipo que da la impresión de no haber respirado aire fresco en su vida. Eso dicen de él. Yo sé que no es cierto. Tácito de la Canal es el hombre que me espía desde el bosque todas las noches mientras me desvisto. Es el voyeur que se te anticipó, el despreciable mirón que tú miraste anoche…

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