03.44 Rehecho de la caída, el camarero me dice que, si deseo cenar, puedo hacerlo en cualquiera de las mesas libres del local, que son todas, pues la gente verdaderamente fina nunca cena antes de las cinco o cinco y media de la madrugada, para no ser confundida con el común, que cena antes porque tiene que levantarse pronto. Respondo que, por el momento, tomaré una copa (de cava) en el bar.
03.45 Como el cava me sienta mal, me entretengo contando las burbujas, sin ingerir el líquido que la produce (inexplicablemente) y escuchando la conversación de tres individuos que comparten conmigo la barra del bar. La conversación sería interesante si el insumo inmoderado de cava por parte de los conversantes no les provocara unos borborigmos que les hacen apenas inteligibles. No es difícil, con todo, inferir de qué están hablando, porque los catalanes siempre hablan de lo mismo, es decir, de trabajo. En cuanto se reúnen dos catalanes o más, cada uno cuenta su trabajo con gran lujo de detalles. Con siete u ocho términos (exclusivas, comisiones, carteras de pedidos, y unos pocos más) arman un debate de lo más movido, que puede durar indefinidamente. No hay en toda la Tierra gente más aficionada al trabajo que los catalanes. Si supieran hacer algo, se harían los amos del mundo.
04.00 Se me acerca una chica muy joven y atractiva. Con gran desenvoltura me pregunta si estudio o trabajo. Le respondo que, en realidad, no puede hacerse esta distinción, porque quien estudia aplicadamente realiza el más importante de los trabajos (para el día de mañana), del mismo modo que, quien pone los cinco sentidos en su trabajo, algo nuevo aprende cada día. Sin duda satisfecha con mi respuesta, la chica se aleja a buen paso.
06.00 Las horas pasan sin aportar ninguna de las pistas que he venido a buscar a este local. Empiezo a pensar que, por primera vez, me ha fallado la intuición. La gente ha venido, ha cenado y se está yendo. Algunos han adelgazado tanto durante su cena de negocios que se han esfumado antes del café. Yo sigo aquí, viendo pasar cogotes de merluza y contando burbujas de cava. Ya me han cambiado cuatro veces la copa para que no decaiga la diversión. Estoy por irme.
06.15 Sólo quedo yo en todo el local. El sueño me vence. Incluso creo que he dado un par de cabezadas involuntariamente, porque delante de mí la barra presenta varias abolladuras. Pido la cuenta con ánimo de retirarme y dar por terminadas las pesquisas.
06.16 Cuando estoy considerando la forma menos peligrosa de bajarme del taburete, llega un individuo solo, coloca el codo izquierdo en la barra y hace chascar los dedos pulgar y medio de la mano derecha. Acude el camarero y el individuo pide un whisky. ¿De qué tipo? Malta. ¿En vaso alto? Bajo. ¿Con hielo? Sí. ¿Dos cubitos? Tres. ¿Un poco de agua? Sí. ¿Mineral? Sí. ¿Con gas? Sin. El camarero se retira. El individuo se desmaya,
06.20 Le practico la respiración boca a boca y le abofeteo enérgicamente las mejillas para que reaccione. Como simultaneo ambas operaciones, la mayoría de las bofetadas las recibo yo.
06.25 El individuo recobra el conocimiento en el momento en que el camarero trae lo que ha pedido. Se lo bebe de un trago. Se cae redondo. Vuelta a empezar.
07.00 El individuo y yo salimos juntos del local. Él apoyándose en mí y yo, en las paredes. Fuera, los pájaros gorjean en las ramas y el sol asoma su chocarrera faz por el horizonte, lo que me indica haber entrado ya en el
07.00 Lo mismo que el párrafo precedente.
07.05 Con una fuerza de la que no habría creído capaz a un individuo tan enclenque, mi nuevo amigo (y protegido) se desprende de mis brazos. Más aún: me desprende mis brazos. Mientras los vuelvo a colocar en su sitio, me pide disculpas. Por el amor de Dios, no tiene importancia. Mi nuevo amigo (y protegido) me explica que, en contra de lo que pudiera parecer, no está ebrio. Sólo fatigado en extremo. Lleva varias noches sin dormir. Meses enteros sin dormir. Indago la causa.
07.30 Las tribulaciones del ejecutivo: lectura y comprensión parcial de las cotizaciones de bolsa, mercado de divisas, mercado de futuros; café con leche (desnatada), biscotes con margarina, las pastillas; ducha, afeitado, violenta aplicación de after-shave. El ejecutivo se pone su impedimenta: Ermenegildo Zegna por aquí, Ermenegildo Zegna por allá. Los niños lavados, vestidos y peinados suben al coche del ejecutivo. Papá los llevará al cole. Anoche cenaron en casa de su madre, pero han dormido en casa de su padre. Esta noche cenarán en casa de su padre, pero dormirán en casa de su madre y mañana los llevará al cole su madre y los irá a buscar él para que cenen en su casa o en casa de su madre (telefoneará). Uno de los niños es suyo; al otro no lo ha visto en su vida, pero prefiere no preguntar. Desde que se separó de su mujer (amigablemente) prefiere no preguntar nada a nadie. El ejecutivo conduce el coche con las rodillas; con la mano derecha sostiene el auricular del teléfono del coche; con la mano izquierda sintoniza la radio del coche; con el codo izquierdo sube y baja las ventanillas del coche; con el codo derecho impide que los niños jueguen con el cambio de marchas del coche; con la barbilla pulsa sin pausa el claxon del coche. En la oficina: telex, fax, cartas, mensajes en el contestador; consulta la agenda. Nena, cancélame la cita de las once; nena, conciértame una cita a las doce; nena, resérvame una mesa para cuatro en La Dorada; nena, cancela la mesa que tengo reservada en Reno; nena, resérvame plaza en el vuelo de mañana a Munich; nena, cancela el vuelo de esta tarde a Ginebra; nena, las pastillas. El ejecutivo aprovecha breves momentos de descanso para aprender inglés:
My name is Pepe Rovelló,
In shape no bigger than an agate stone
On the forefinger of an alderman,
Drawn with a team of little atomies
Athwart men’s noses as they lie asleep.
El ejecutivo baila sevillanas. La profesora le riñe, porque se nota que no ha estudiado en casa. ¡Jossú, Rovelló, a ve esso brasso y essa sinturiya! El ejecutivo practica el difícil arte de las castañuelas montado en la Kawasaki. Por culpa del accidente llega tarde al club. Juega dos partidos de squash sin quitarse el traje de faralaes. En el restaurante se limita a un plato de apio (sin sal), un poleo-menta y un Cohiba. Las pastillas, el jarabe para la digestión, el complejo vitamínico. Las aflicciones del ejecutivo: gastritis, sinusitis, jaqueca, problemas circulatorios, estreñimiento crónico. Confunde el Cohiba con el supositorio. En la clase de aerobic se descoyunta los huesos; el traumatólogo lo arregla; la masajista lo vuelve a estropear. Otro problema: su segunda ex mujer está embarazada del ex marido de su primera ex mujer, a) ¿qué apellidos llevará el recién nacido?, b) ¿quién ha de paga las ecografías? Otro problema: la tripulación del yate se ha amotinado y anda ejerciendo la piratería por la Costa Dorada.
07.50 El ejecutivo y yo nos despedimos. Ya ha tomado la última copa, dice, y puede empezar el día con satisfacción del deber cumplido. Se pone el casco y los guantes. Le pregunto si cree estar en condiciones de ir en moto. ¡Cómo! ¡En moto! ¿Por quién le he tomado? Para ir por la ciudad él sólo usa el ala delta.
08.00 Corriendo carretera Pedralbes arriba, carretera Pedralbes abajo, consigo que se eleve el artefacto. Dejo ir el sedal. Mi amigo se despide de mí desde el aire azul de la mañana: adiós, adiós, siempre nos quedará el Ampurdán.
08.05 Intento regresar a casa arrastrando los pies. O la expresión (coloquial) no se ajusta a la realidad o existe un método para avanzar arrastrando los dos pies al mismo tiempo que yo desconozco. Pruebo de arrastrar un solo pie y dar un salto con el otro (pie) hacia delante. Me doy de bruces.
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