Julia Quinn - Treinta y seis Tarjetas de San Valentín

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Treinta y seis Tarjetas de San Valentín: краткое содержание, описание и аннотация

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Susannah Ballister había sido una de las más populares debutantes de la temporada anterior, hasta que el hombre que todos creían que le propondría matrimonio se casó con otra. De la noche a la mañana, ella se convirtió en alguien a quien compadecer y sobre quien cuchichear, de modo que se marchó al campo para recuperarse.
De vuelta en Londres de nuevo, a Susannah se le hace difícil sonreír siendo objeto de los rumores y debiendo conformarse con su nuevo papel de desdeñada. David Mann-Formsby, conde de Renminster es el hermano del hombre que la despreció. Socialmente influyente, realiza un acto de amabilidad que sirve para que Susannah recupere su lugar en la sociedad. Pero entonces David descubre que lo que le impulsa a hacerlo es más que amabilidad… él desea a Susannah. Aunque pensaba que no era la mujer apropiada para su hermano, se da cuenta de que es completamente apropiada para él mismo, pero ahora debe convencer a Susannah de ello. Por su parte, Susannah está confundida por la ayuda de David, de quien sabe que no la aprobaba, y llega a la conclusión de que debe ser piedad, o al menos simpatía lo que le motiva. Ahora David debe dar un gran paso para mostrarle que no es la piedad lo que le impulsa, sino el amor.

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"Eso no es verdad. "

"Susannah, yo lo he conocido durante veintiséis años. Creo que eso cuenta más que tu relación de ¿cuánto? ¿una semana? "

Susannah sintió que su mandíbula se apretaba en una línea enojada. No le gustaba que nadie fuera condescendiente con ella, especialmente Clive. "Me gustaría regresar a la orilla,"dijo mordiendo las palabras. "Ahora".

"Susannah- "

"Si no deseas acompañarme, volveré sola," lo advirtió ella.

"Solamente una vuelta más, Susannah," la engatusó él. "Por los viejos tiempos. "

Ella lo miró, lo cual fue un terrible error. La estaba mirando fijamente con aquella expresión que volvía siempre sus rodillas de mantequilla. No sabía como unos ojos azules podían parecer tan cálidos, pero los de él prácticamente se derretían. La miraba como si ella fuera la única mujer en el mundo, o el último bocado de comida para un famélico, o…

Estaba hecha de un material más resistente ahora, y sabía que no era la única mujer en el mundo para él, pero parecía realmente sincero, y pese a su inmadura forma de ser, Clive no era, en el fondo, mala persona. Sintió que su resolución se debilitaba, y suspiró. "Bueno", dijo con voz resignada. "Una vuelta más. Pero eso es todo. Vine con David, y no es justo dejarlo solo. "

Y cuando se pusieron en marcha para otra vuelta alrededor de la pista habilitada por Lord y Lady Moreland para sus invitados, Susannah se dio cuenta de que ella realmente quería regresar con David. Clive podría ser hermoso, y podría ser encantador, pero no hacía que su corazón palpitara con una sola mirada.

David sí.

Y nada podía haberla sorprendido más.

* * *

Los criados de los Moreland habían encendido un fuego bajo la tina del chocolate, así que la bebida estaba malditamente caliente, aunque no lo suficientemente dulce. David se había bebido tres tazas de la amarga poción antes de darse cuenta de que el calor que comenzaba finalmente a sentir en sus dedos de las manos y de los pies no tenía nada que ver con el fuego de su izquierda y todo con la cólera que se había estado cociéndose a fuego lento en su interior desde el momento en que Clive había aparecido junto al montón de nieve y los había mirado desdeñosamente a él y a Susannah.

¡Infierno y condenación!, eso no era exacto. Clive había mirado a Susannah. No podía haberse preocupado menos por David – su hermano, por el amor de Dios – y la había mirado fijamente, de un modo en que, se suponía, ningún hombre miraba a una mujer que no fuera su esposa.

Los dedos de David se apretaron alrededor de su taza. Oh, muy bien, exageraba. Clive no había mirado a Susannah de forma lujuriosa (David debería saber distinguirlo, ya que él había estado mirándola exactamente de ese modo), pero su expresión había sido definitivamente posesiva, y sus ojos se habían encendido de celos.

¿ Celos ? Si Clive hubiera querido tener derecho a sentir celos por Susannah, él debería haber hecho lo malditamente correcto y casarse con ella, y no con Harriet.

Apretando la mandíbula hasta casi encajarla, David miró como su hermano conducía a Susannah alrededor de la pista de hielo. ¿La quería Clive aún? David no estaba preocupado; bueno, no demasiado. Susannah nunca se deshonraría siendo demasiado familiar con un hombre casado.

Pero, ¿ y si ella todavía lo añorara? Demonios, ¿y si ella todavía lo amaba? Dijo que ya no lo hacía, pero ¿conocía ella realmente su propio corazón? Los hombres y las mujeres tendían a engañarse a si mismos cuando estaban enamorados.

¿Y si él se casara con ella – y tenía toda la intención de hacerlo- y ella todavía amaba a Clive? ¿Como podría soportarlo, sabiendo que su esposa prefería a su hermano?

Era una perspectiva espantosa.

David dejó su taza sobre una mesa cercana, ignorando las asustadas miradas de sus compatriotas cuando esta aterrizó con un ruidoso golpe, salpicando chocolate sobre el borde.

"Su guante, milord" indicó alguien.

David bajo la mirada desapasionadamente hacia su guante de cuero, que se estaba volviendo marrón oscuro donde el chocolate había caído. Seguramente lo había arruinado, pero a David no podía importarle menos.

"¿Milord? " preguntó de nuevo la misma voz anónima.

David debió volverse hacia el con una expresión cercana a un gruñido, porque el joven caballero se apresuró a marcharse.

Y alguien que se alejara del fuego durante un día tan helado como este debía desear estar en cualquier otra parte con mucha fuerza.

Unos momentos más tarde, Clive y Susannah reaparecieron, patinando aún perfectamente sincronizados. Clive la contemplaba con aquella expresión extraordinariamente cálida que había perfeccionado a la edad de cuatro años (Clive jamás había sido castigado por nada; una mirada arrepentida de aquellos enormes ojos azules conseguía salvarlo de cualquier reprimenda), y Susannah lo miraba fijamente con una expresión de…

Bien, para ser sincero, David no estaba muy seguro de cual era la clase de expresión que estaba en su cara, pero no era la que él habría querido ver, odio puro.

O furia, esa también habría sido aceptable. O tal vez completa indiferencia. Sí, una completa carencia de interés habría sido la mejor.

Pero en cambio ella lo miraba con algo próximo al afecto cansado, y David

no sabía como interpretar esto.

"Aquí está," dijo Clive, una vez que llegaron hasta él. "De vuelta a tu lado. Sana y salva como prometí. "

David pensó que Clive utilizaba un tono un tanto demasiado agresivo, pero no tenía ningún deseo de prolongar el encuentro, así que todo que dijo fue, "Gracias. "

"Ha sido un paseo encantador, ¿no Susannah? " dijo Clive.

"¿Qué? Oh, si, por supuesto," contestó ella. "Ha estado bien ponerse al día. "

"¿No tienes que regresar junto a Harriet? " preguntó David intencionadamente.

Clive solo sonrió abiertamente, casi desafiante. "Harriet estará bien sin mi durante unos minutos. Además, ya te dije que estaba con su madre. "

"Sin embargo" dijo David, siendo francamente irritante ahora, "Susannah está conmigo. "

"¿Qué tiene eso que ver con Harriet? " lo desafió Clive.

La barbilla de David se alzó unos milímetros. "Nada, salvo que tú estás casado. "

Clive plantó las manos sobre sus caderas. "A diferencia de ti, que no estás casado con nadie."

Los ojos de Susannah iban de acá para allá, de hermano a hermano.

"¿Qué demonios se supone que significa eso? " exigió David.

"Nada, salvo que deberías poner tus propios asuntos en orden antes de meterte en los míos."

"¡Tuyos! " casi explotó David. "¿Desde cuándo ha pasado Susannah a ser asunto tuyo? "

Susannah se quedó boquiabierta.

"¿Cuándo lo ha sido tuyo? " replicó Clive.

"No creo que eso te concierna. "

"Bien, pues me concierne más a mi que…- "

"¡Señores! " los interrumpió finalmente Susannah, incapaz de creer la escena que se desarrollaba delante de sus ojos. David y Clive reñían como un par de chiquillos de seis años incapaces de compartir su juguete favorito.

Y ella parecía ser el juguete en cuestión, una metáfora que encontró más bien insultante.

Pero ellos no la oyeron, o si lo hicieron, no les importó, porque siguieron discutiendo hasta que ella se colocó físicamente entre ambos y dijo, "¡David! ¡Clive! Es suficiente. "

"Apártese, Susannah," dijo David, casi gruñendo. "Esto no es por usted. "

"¿No lo es? " ella preguntó.

"No," dijo David con tono duro, "no lo es. Es por Clive. Siempre es por Clive. "

"Un momento," dijo Clive furioso, empujando a David en el pecho.

Susannah jadeó. ¡Iban a liarse a golpes! Miró alrededor, pero gracia a Dios, nadie

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