Mario Levrero - El lugar

Здесь есть возможность читать онлайн «Mario Levrero - El lugar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El lugar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El lugar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un hombre se despierta en una habitación desconocida. Se halla acostado sobre el suelo, a oscuras, vestido con ropa de calle. De pronto, descubre alarmado que ignora cómo llegó hasta ese sitio. Pese a tratar de recordar, no puede. Su mente comienza a barajar una serie de hipótesis sin encontrar ninguna que se ajuste a la lógica de su situación. Entonces decide investigar. Tras examinar el sitio en donde está, sale de él y entra en otra habitación similar a la primera. La novela recuerda, en ciertos aspectos de su argumento, a la película de ciencia ficción El cubo, pero haciendo la salvedad de que, en este caso, Levrero publicó la presente obra en el año 1982, siendo el film citado producido en el año de 1997.
Es, en términos generales, una novela de ciencia ficción, aunque presenta atributos oníricos, cierta percepción disolvente que trabaja con la lógica reversible del sueño. Según Julio Ortega, aquí Levrero nos describe un mundo en estado natural de fábula, sólo que no se trata de uno maravilloso sino de uno a punto del absurdo.

El lugar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El lugar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero ahora, aunque en ese momento no lo analizara, mi urgencia por encontrar una salida era mucho menor. Me sentía bien al lado de Mabel. Por otra parte, temía que ella no me siguiera, o que sucediera cualquier cosa que llevara a una separación.

Por fin, con elegantes movimientos felinos, se puso de rodillas, apoyó las manos en el suelo y comenzó a gatear, introduciéndose en el túnel; antes de que sus pies desaparecieran de la vista yo ya estaba siguiéndola.

Fue un recorrido largo, difícil. El túnel formaba una suave curva; al principio descendía lentamente, luego se hacía más o menos horizontal y por último ascendía, también con suavidad.

A pocos metros del agujero de la entrada nos envolvió la oscuridad total. El aire estaba enrarecido, y había zonas muy húmedas. El espacio en el cual uno podía moverse no era regular; a veces el túnel se hacía aún más estrecho, y me veía obligado a arrastrarme. En ocasiones ofrecía una mayor amplitud, pero no tanta como para incorporarme y caminar. La posición más cómoda que podía lograrse era la de cuatro patas.

No sé si el recorrido fue tan largo como me pareció; de no haber sentido el constante reptar de mi compañera delante de mí, habría caído en la desesperación. Mi ropa estaba sufriendo su desgaste final; la aspereza del suelo, probablemente cemento, me iba raspando los pantalones, sin remedio; y algo, probablemente tierra húmeda, se me iba pegando a las ropas.

La desembocadura se vio desde lejos, como un gran círculo luminoso contra el cual se recortó la silueta en movimiento de la muchacha. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza, porque esa luz no podía provenir de ninguna otra fuente que el sol. Al mismo tiempo un aire nuevo, distinto del que había respirado en todo aquel lugar, y distinto, muy especialmente, del aire enrarecido del túnel, me llegó a los pulmones como un mensaje de libertad.

Tuve ganas de acelerar el avance, de precipitarme hacia la salida a toda velocidad; pero mi compañera mantenía incambiado el ritmo de su reptar. Por fin alcanzamos el tramo final y salimos al exterior.

La luz me cegó; pero a través de las lágrimas pude ver el mar, y la arena, y me invadió una alegría desbordante. Mi compañera se había incorporado y se sacudía la ropa con la mano, en inútil intento de limpieza. Yo también me incorporé, y la rodeé con los brazos, la tomé de la cintura y le hice dar vueltas; ella respondió con el tintineo de su risa. Las lágrimas me hacían arder los ojos y ya no podía abrirlos sin sentir un dolor intolerable; a tientas me acerqué al borde del agua, sin preocuparme de las olas que llegaban a mojarme los zapatos, me agaché y recogí agua con el hueco de las manos y me lavé los ojos y la cara; era agua salada, pero de todos modos me alivió.

Volví, con los ojos abiertos, junto a Mabel. Sufrí una decepción muy grande: por primera vez podía apreciar el lugar donde estábamos, y me di cuenta de que aquello no era la libertad.

Nos encontrábamos en lo que parecía ser la parte interior de -una represa. El agujero por el que habíamos salido, junto a otros similares, estaba situado en una enorme muralla de piedra y cemento, más alta que cualquier otra que hubiera visto antes. Adoptaba una forma semioval, y rodeaba la minúscula playita en la que nos hallábamos; sus extremos se metían mar adentro y se perdían de vista a lo lejos, bajo la superficie del agua.

No podía sospecharse qué había del otro lado de la muralla; descarté rápidamente la posibilidad de bordearla, nadando, para averiguar qué sucedía fuera de la concavidad, en primer lugar porque no sé nadar muy bien, y porque la parte visible llegaba muy lejos mar adentro y no podía saberse dónde terminaba; y por otra parte, a poca distancia ya el oleaje era impresionante.

Dejé momentáneamente de lado a Mabel y recorrí la playita con desesperación; había algunas rocas, pegadas a la muralla, y la arena era gruesa y no muy limpia. Había dos agujeros más, a los costados de aquél por el cual habíamos emergido; sin duda corresponderían a túneles similares. Me pregunté adónde conducirían.

Mabel se había parado en el borde del mar y miraba el horizonte, como esperando ver aparecer un barco; el sol aún estaba bastante alto, frente a nosotros, y calculé que faltarían cuatro o cinco horas para su puesta. Me di vuelta nuevamente y observé la muralla; concluí que era imposible de escalar. Estaba formada por enormes bloques de piedra, algunos grises, otros rojizos, unidos entre sí por cemento o algo similar. Aunque había pequeños salientes y huecos, ni el mejor alpinista se habría atrevido a ascender a tal altura; o quizá sí, pero yo no. Sin embargo, la comprobación de que seguía estando prisionero no me quitó finalmente la alegría: había conseguido sol, aire y mar, y después de aquel encierro casi era más de lo que podía pedir.

Cuando me volví otra vez hacia Mabel, vi que se estaba quitando la ropa. Había dejado los zapatos en la arena, cerca de la muralla, y se sacó la blusa. Tenía pechos grandes y firmes; apenas oscilaron con los movimientos que hizo para quitarse el pantalón. No usaba otra clase de prendas.

Su desnudez, que llevaba con tanta naturalidad como un vestido de todos los días, me dejó mudo, clavado en mi sitio. Sufrí una serie de reacciones, muy rápidas, que sólo tiempo después me ocupé en analizar al recordarla. Había una contradicción, ya en la muchacha, ya en mí mismo, que me provocaba las reacciones, distintas y aún antagónicas. El cuerpo era de una belleza sólida, de una lujuria excitante, y lo primero que sentí fue un deseo rabioso de poseerla. Una oleada de ansiedad sexual me recorría todo el cuerpo y finalmente me provocaba una erección total y perentoria. Pero Mabel era algo más que su cuerpo, y se presentaba ante mis ojos como la imagen misma de la inocencia. No había en su actitud ni el menor asomo de provocación. De inmediato, la oleada de mis deseos se veía enfrentada a esa actitud esencialmente asexuada de la muchacha, y la erección cedió en un instante y la corriente que me electrificaba el cuerpo pasó a transitar, supongo, por otras vías: me invadió un estado de dulzura y lucidez, y me sentí realmente un hombre, un ser humano, un ser que formaba parte de la Naturaleza, una partícula ínfima y sin embargo imprescindible del Universo.

Caminó hacia el agua, y en el momento en que sus pies eran lamidos por una ola, se dio vuelta para saludarme con una mano en alto y una sonrisa. Luego se introdujo en el mar.

El agua la fue cubriendo, y cuando le llegaba a la cintura se sumergió. Nadó un rato por debajo del agua y apareció un poco más lejos; luego siguió nadando.

Me tendí sobre una roca. El sol no era muy fuerte, y ese calor era exactamente lo que necesitaba. Resolví quitarme la ropa yo también, y volví a tenderme, ahora sobre la arena. Ya no había en mí pensamientos eróticos; después, conseguí alejar todo tipo de pensamientos.

No advertí que había regresado hasta que su carne blanca pasó delante de mis ojos; yo estaba echado de costado, la cabeza apoyada sobre mi brazo derecho extendido, y vi cómo se vestía sin preocuparse de que su cuerpo estuviera todavía mojado, ni de que yo la observara. Mostraba en la cara una felicidad intensa, casi mística.

Me puse mis ropas y fui a sentarme junto a ella. En el bolsillo conservaba el frasco que me había regalado; bebimos unos tragos del licor y ella tomó el frasco vacío y lo arrojó al agua. Flotó unos instantes y luego se hundió.

Nos observamos largamente. Me seguía desconcertando ese tiempo suyo: parecía no esperar nadé, como si se sintiera bien de continuo, sin la necesidad de hacer nada para evadir el minuto presente; no había conocido nunca a un ser tan lejos de la ansiedad o del miedo, una especie de animalito feliz. Me miraba sin ninguna expresión en particular; estaba seguro de ser para ella un objeto lindo, tan lindo como un trozo de la muralla o como el tapón del frasco que había quedado sobre la arena, o como todos y cada uno de los objetos que componían su mundo. Y esta idea no me hacía sentir rebajado a la condición de objeto; por el contrario, me sentía integrado a ese mundo tan especial, donde todo estaba vivo, donde las rocas y los tapones de los frascos adquirían, junto a ella, una dimensión distinta; me sentía orgulloso de formar parte de esa colección, aunque abarcara todos los objetos posibles, quizá porque tenía la certeza de que no debían de ser muchos los seres humanos con los que ella compartía su alegre soledad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El lugar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El lugar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Fred Vargas - Un lugar incierto
Fred Vargas
Dean Koontz - El Lugar Maldito
Dean Koontz
libcat.ru: книга без обложки
Mario Levrero
libcat.ru: книга без обложки
Luisa Noguera Arrieta
Jaime Herrera D'Arcangeli - El lugar secreto
Jaime Herrera D'Arcangeli
Eva Castañeda - Decir otro lugar
Eva Castañeda
Mario Levrero - Cuentos cansados
Mario Levrero
Отзывы о книге «El lugar»

Обсуждение, отзывы о книге «El lugar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x