Alain Robbe-Grillet - La Casa De Citas
Здесь есть возможность читать онлайн «Alain Robbe-Grillet - La Casa De Citas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Casa De Citas
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Casa De Citas: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Casa De Citas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Casa De Citas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Casa De Citas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Seguro que diría a qué iba -responde Lady Ava-; el viejo debió de hacer como que no entendía la frase, la anegó en sus cuentos de ruda profesión, clima y bebidas. El otro prefirió no precipitar la conversación, seguro de poseer las mejores bazas y no creyendo perder nada con unos minutos de charla, que dejaban a su cliente tiempo para reflexionar.
– ¿Manneret no había tenido ya varios días para reflexionar?
– No -dice ella-, no es seguro. Su amable acogida quizá se debiera precisamente a que no sabía aún con certeza qué quería aquel personaje, al que había conocido durante una cena en Aberdeen y que se presentaba con un pretexto cualquiera: una operación inmobiliaria, por ejemplo.
– Manneret tenía sus oficinas para tratar estos asuntos. Hasta los cheques los firmaba ahora su apoderado. El sólo se encargaba personalmente de cuestiones muy importantes; y aún así, nunca lo hacía sin que pasaran antes por las manos de sus hombres de confianza, que las estudiaban en detalle y le sometían después el resultado de sus cálculos.
Lady Ava reflexiona sobre este aspecto del problema, que la coge un poco desprevenida, pues no ha habido aún ninguna alusión a las actividades profesionales de Manneret. Pero reacciona rápidamente:
– Pues bien, el pretexto podía tener un carácter más íntimo: con él nunca faltaban asuntos de este tipo.
– ¿O sea un asunto íntimo pero sin relación con la muerte de Kito?
– Eso es: ofrecía niñas, o heroína, o lo que fuera.
– Sin embargo, si no hubiera tenido buenos motivos para creerse en peligro, no habría intentado envenenar a su visitante de buenas a primeras, o drogarlo, o algo por el estilo.
– ¿Quién le dice que lo hiciera?
– ¿Y ese detalle de darle la espalda mientras llenaba la copa con un líquido que no tenía exactamente el color del jerez de la botella?
– ¡Nada! Podía tratarse tan sólo de una figuración de policía culpable, o de su mala conciencia. Esa gente es desconfiada por principio. Y, en cualquier caso, no arriesgaba nada deshaciéndose del brebaje en cuestión, desde el momento que le parecía sospechoso.
– Bueno. Supongamos que las cosas son como usted dice: aparentemente el hombre viene a ofrecer droga, Manneret se hace el despistado, para tantear el terreno y ver si no estará en presencia de un agente provocador o un estafador. Bueno… ¿Qué significaba la frase sobre la «ruda profesión» de su visitante?
– No sé… Quizá el otro había empezado diciendo que era policía, para inspirar confianza.
– Supongámoslo. Después el policía explica el objeto real de su visita y pide dinero. ¿Dice una cantidad?
– No. Primero ha de limitarse a algunas alusiones: ¿no cree, querido señor, que tendría interés en que no se sepa cómo…? ¿Ve usted?
– Muy bien. Y Manneret no se da por aludido, bebe su jerez a pequeños sorbos, meciéndose, y sigue hablando de cosas sin interés. Hasta puede que no haya entendido lo que le pedían, si las insinuaciones eran demasiado confusas. El otro no tiene prisa: piensa que hay tiempo de sobra y que al final ganará la partida… Entonces, ¿por qué mató a Manneret a los pocos minutos?
– Sí -dice Lady Ava-, es lo que no se entiende.
– La segunda cuestión es la de la forma exacta de la copa: no se sirve jerez en una copa de champán. Y, por otra parte, el fragmento agudo de cristal que prolonga el pie, y puede servir de puñal, no coincide con una curva muy amplia.
– Evidentemente. Debía de ser una copa más alta que ancha, y cónica más bien que con un fondo redondo: algo parecido a esas copas de champán estrechas y altas.
– Y seguro que el cristal no sería tan delgado como el de una copa de champán alta o baja, para poder utilizarse como arma, y mortal por añadidura.
– Pero en realidad no fue esta arma la que lo mató.
Se trata de un montaje destinado a camuflar el crimen en accidente. El asesino se sirvió de un estilete chino con hoja plegable untada con veneno que, una vez cerrado, se disimula fácilmente en cualquier bolsillo o hasta en el hueco de la mano. Fue después cuando dispuso el cuerpo sobre los fragmentos de la copa rota, como si la herida en la base del cuello se hubiera producido con la punta de cristal unida aún al pie: Manneret habría caído con una copa en la mano… Etc.
El asesino había añadido algunos elementos para completar el cuadro: una ampolla vacía que había contenido morfina, destinada a explicar la falta de equilibrio del potentado en el momento de su extraña caída, un tabique móvil de cristal medio cerrado -casi invisible- con cuyo borde habría tropezado y, por último, el despertador situado al otro lado de este cristal, en el escritorio, con la manecilla del timbre puesta a la hora exacta de la muerte… Sonó el despertador; para detener aquel ruido irritante, Manneret se levantó de su balancín, llevando la copa de jerez en la mano; con su precipitación y su torpeza de drogado, no vio que el tabique de cristal, que se interponía en mitad de su trayecto, le cerraba parcialmente el paso. Por un prurito estético más que por verosimilitud, el autor del montaje le quita además los zapatos al cadáver y vuelve a ponérselos al revés: el derecho en el pie izquierdo y el izquierdo en el pie derecho. Como último detalle, antes de abandonar el escenario, con la pluma y la tinta del difunto, en la hoja misma en que estaba escribiendo, detrás de las últimas palabras, que había trazado con mano vacilante -aproximadamente media línea al final de un largo párrafo interrumpido que llega hasta la mitad de la página: «viaje lejano, y no gratuito»-, termina imitando su grafismo inseguro: «pero necesario»; después dibuja un pez oval, con sus tres aletas, su cola triangular y su gran ojo redondo.
En este estado encuentra Kim las cosas, cuando entra en el piso, sin que haya tenido más que empujar la puerta, cuya cerradura no estaba cerrada, cosa que la ha extrañado. Se detiene en medio del vestíbulo, escuchando con atención. No se oye el menor ruido en toda la casa. Piensa que Manneret sigue en su mesa de trabajo, en el despacho. Se dirige hacia esa parte, sigilosamente, como suele. En la salita de fumar, separada del despacho por un tabique de cristal que se halla parcialmente cerrado, ve al viejo tendido cuan largo es en el suelo, boca abajo. Sólo la cabeza está vuelta de lado, la mano izquierda sostiene aún el pie de una copa rota que le ha atravesado la garganta en su caída. Alrededor hay fragmentos de cristal, jerez derramado y sangre, pero en poca cantidad. Kim se acerca con pasos menudos, silenciosos, como si temiera despertar al muerto, en cuyo rostro tiene fija la mirada. Al ver la fina herida y la punta de cristal que penetra en ella, no puede menos que llevarse la mano a su propio cuello, a ese punto en el que, justo sobre la clavícula izquierda, sus dedos tocan la pequeña cicatriz todavía tierna. Entonces se abre su boca progresivamente y empieza a lanzar alaridos, sin quitar la vista del cadáver, y esta vez su grito llena el piso entero, la casa entera, la calle entera…
Pero no es eso. Sigue siendo el mismo alarido mudo, que no logra salir de su garganta, mientras corre escaleras abajo, bajando los peldaños de dos en dos, de tres en tres. A su paso, se abren las puertas, se recortan en sus vanos figuras negras, a contraluz sobre el fondo intensamente alumbrado de los vestíbulos, lo que impide distinguir las caras. Sin embargo, por los trajes se adivina que son hombres, que surgen en cada rellano y se lanzan a su persecución. Habrán visto el cuerpo del viejo o la sangre que chorrea a través de los techos, y creen que es ella la que lo ha matado. Aumentan de piso en piso. Kim baja los peldaños de cuatro en cuatro, de cinco en seis, pero sus finos zapatos dorados no hacen ningún ruido en el revestimiento elástico del suelo, y los otros también, detrás de ella, corren sobre algodón, cada vez más aprisa… No obstante, parecen no dar alcance a la criminal que huye, pues, al volverse ésta para mirar hacia atrás, sólo ve la escalera vacía y silenciosa.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Casa De Citas»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Casa De Citas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Casa De Citas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.