Orhan Pamuk - El libro negro

Здесь есть возможность читать онлайн «Orhan Pamuk - El libro negro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El libro negro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El libro negro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Galip se despide de Ruya su mujer, como todos los días, sale de su casa, como todos los días, llega a su despacho de abogado, como todos los días. La noche cambiará su vida, nada será como fue siempre. En diecinueve palabras, en una pequeño papel arrancado de un cuaderno, Ruya le dice que se va,que le ha dejado. Para Galip comenzará una búsqueda de su mujer a través de los indicios, reales o no, que la vida le ha dejado o le va dejando. Su búsqueda será la búsqueda de ella desde él mismo y de el complejo mundo que conforma la sociedad Turca, casi siempre interpretada por los artículos de un periodista Celal, su tío, que deambula por Estambul buscando, él también, el origen y el fin de la vida de tantos hombres, de tantas mujeres, de tantas cosas que se perdieron…

El libro negro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El libro negro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Toda mi vida estaba llena de malos recuerdos de aquella especie. Recordé uno a uno los momentos en que no había podido ser yo mismo para saborear todavía más el hecho de serlo en aquel sillón en que estaba sentado con las piernas estiradas.

Recordé que en los primeros días de mi servicio militar mis «compañeros» de armas decidieron que yo era así y me pasé el servicio entero siendo «uno de esos que no deja de hacer chistes ni en los peores momentos». Recordé que me comportaba como alguien «distraído, sumergido en profundos incluso sublimes pensamientos» porque yo mismo había decidido por las miradas de la multitud ociosa que había salido a fumar un cigarrillo en los «cinco minutos de descanso» de las malas películas a las que iba, más que para pasar el tiempo, para sentarme solo en la fresca oscuridad, que me consideraban «un joven prometedor y digno de hacer grandes cosas». Recordé que me había comportado como un patriota en los momentos en que nos hallábamos sumidos en planear un golpe militar y en que soñábamos con el día en que llegaríamos a ocupar el poder, hasta el punto de no dormir por las noches preocupado porque el golpe se retrasara y se prolongaran los sufrimientos del pueblo. Recordé que aparentaba ser alguien sin esperanzas que había sufrido en el pasado reciente una terrible y desesperada historia de amor porque las putas de las casas de citas a las que iba a escondidas, sin que nadie me viera, se portan mejor con hombres así. Recordé que, cuando no me daba tiempo a cambiar de acera, pasaba por delante de las comisarías intentando parecer un buen y respetable ciudadano. Recordé que había simulado divertirme mucho jugando a la lotería sólo para poder unirme al entretenimiento general cuando fui a casa de mis abuelos porque no había tenido el valor suficiente de pasar solo esa noche terrible a la que llaman Nochevieja. Recordé que, para poder estar junto a las mujeres que me gustaban, había renunciado a ser corno era y había intentado parecer, según el caso, un hombre que sólo piensa en el matrimonio o en la lucha por la vida, o alguien decidido que no puede prestar atención a nada que no sea la salvación de la patria, o alguien sensible harto de la falta de sensibilidad y comprensión tan extendidas por nuestro país, o incluso, expresándolo con un dicho bastante manido, «un poeta secreto», sólo porque así les gustaría más. Después (sí, por último) recordé que en la barbería a la que iba una vez cada dos meses no había podido ser yo mismo y que me imitaba a mí mismo, a ese yo que era la suma de todos los individuos a quienes imitaba.

No obstante, yo iba a aquel barbero para relajarme (por supuesto, se trataba de otro distinto al del principio de mi artículo). Pero cuando comenzábamos, el barbero y yo, a mirar en el espejo el pelo que iba a ser cortado, la cabeza, los hombros y el cuerpo a los que pertenecía aquel pelo, comprendía de inmediato que la persona que se sentaba en el sillón y que contemplábamos en el espejo no era «yo» sino algún otro. La cabeza que sostenía el barbero mientras preguntaba «¿Cuánto le corto de delante?», el cuello, los hombros y el cuerpo sobre los que se alzaba aquella cabeza, no eran míos, sino del columnista Celâl Bey.

Yo no tenía la menor relación con ese hombre. Era una realidad tan evidente que creía que el barbero se daría cuenta, pero nunca parecía prestar atención a aquello. No sólo eso, como si quisiera hacerme notar con más fuerza que yo no era yo sino un «columnista» me hacía preguntas del tipo de las que se suelen plantear a los columnistas: «Si ahora estallara la guerra, ¿venceríamos a los griegos?», «¿Es cierto que la mujer del Primer Ministro era antes prostituta?», «¿Tienen los verduleros la culpa de la carestía de la vida?», ese tipo de cosas. Una fuerza incomprensible, de la cual nunca pude adivinar el origen, me impedía responder por mí mismo y en mi lugar era el columnista, al que contemplaba en el espejo con un extraño asombro, quien murmuraba unas frases con su eterno aire de sabihondo: «¡La paz siempre es buena!», «¡Deberían saber que no van a bajar los precios ahorcando a la gente!», y demás.

¡Odiaba a ese columnista que creía saberlo todo, que cuando no sabía algo sabía que no lo sabía y que había aprendido, de una manera un tanto presuntuosa, a tratar sus faltas y excesos con tolerancia! ¡Odiaba también a aquel barbero que a cada pregunta suya iba convirtiéndome cada vez más en «el columnista Celâl Bey»! Y en ese momento de mis malos recuerdos me acordé del barbero que había venido al periódico a hacerme extrañas preguntas.

En ese instante, a altas horas de la noche, sentado en el sillón que me permitía ser yo mismo con las piernas extendidas sobre un taburete, escuchando la nueva furia del viejo estribillo que me recordaba mis malos momentos desde el fondo de mis oídos, me repetía: «Sí, señor barbero, no le permiten a uno ser él mismo, no le dejan que lo sea y nunca le dejarán». Pero aquellas palabras, que pronunciaba con el ritmo y la furia del estribillo, me hundían todavía más en la paz que yo sólo quería vislumbrar. Entonces decidí que en toda esta historia, en la visita del barbero y en su recuerdo resurgido gracias a otro barbero, existían un orden, un significado, incluso, cómo lo diría, una «misteriosa simetría» que ya había descrito en otros artículos y que sólo percibirían mis lectores más fieles. Aquello era una señal que se refería a mi futuro: el hecho de que uno pueda ser él mismo quedándose a solas sentado en su sillón después de un largo día y una larga noche se parece a la vuelta a casa de un viajero que ha pasado años realizando un largo recorrido lleno de aventuras.

17. ¿Se acuerda de mí?

«Ahora, al volver la mirada sobre aquella época, me da la impresión de percibir una muchedumbre que camina en la oscuridad.»

Escritor, poeta, literato, AHMET RASIM

Los narradores de cuentos no se dispersaron en cuanto salieron del cabaret, esperaban bajo la ligera nevada una nueva diversión que aún no tenían clara, se miraban a la cara unos a otros como los testigos de un incendio o un asesinato que salen del lugar de los hechos esperando que ocurra un segundo desastre. El calvo, que hacía rato que se había puesto un enorme sombrero de fieltro, dijo: «No es un sitio abierto a cualquiera, Iskender Bey. No permitirán que entre tanta gente. Quiero llevar sólo a los ingleses. Que tomen nota también de ese aspecto de nuestro pueblo. Usted también puede venir, por supuesto», añadió volviéndose a Galip. Echaron a andar hacia Tepebasi acompañados por un par de personas más que se habían unido a ellos en el último momento, ya que no habían podido despistarlos como a los otros, una anticuaria y un arquitecto maduro de espeso bigote.

Mientras pasaban por delante del consulado estadounidense el hombre del sombrero le preguntó: «¿Ha ido usted a las casas de Celâl Bey en Nisantasi y en Sisli?». «¿Por qué?», contestó Galip observando de cerca la cara del hombre, en la que no pudo descubrir ninguna expresión. «Iskender Bey ha dicho que era usted sobrino de Celâl Salik. ¿No le está buscando? ¿No estaría bien que les explicara a los ingleses los asuntos de nuestro país? Mire, el mundo se interesa por nosotros.» «Por supuesto», respondió Galip. «¿Tiene usted las direcciones?», le preguntó el hombre del sombrero de fieltro. «No -dijo Galip- no se las da a nadie». «¿Es cierto que se encierra con mujeres en esas casas?» «No», negó Galip. «Perdóneme -se disculpó el hombre-. No son más que chismes. ¡Hay que ver lo que dicen! No hay manera de que la gente cierre la boca ¡Sobre todo si se es una auténtica leyenda como Celâl Bey! Yo lo conozco». «¿De veras?» «Sí. En una ocasión me invitó a una de sus casas de Nisantasi.» «¿Dónde?», le preguntó Galip. «Hace mucho que la derribaron. Una tarde se quejó de su soledad en esa casa de piedra de dos pisos. Me dijo que le llamara cuando quisiera.» «Pero a él le gusta estar solo», replicó Galip. «Quizá usted no lo conozca demasiado bien -le contestó el hombre-. Algo me dice que espera que lo ayude. ¿Seguro que no conoce ninguna de sus direcciones?». «Ninguna. Pero sin duda todos lo buscamos porque encontramos en él parte de nosotros mismos.» «¡Una personalidad excepcional!», dijo el hombre del sombrero de fieltro resumiendo la situación. Y así comenzaron a hablar de los últimos artículos de Celâl.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El libro negro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El libro negro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El libro negro»

Обсуждение, отзывы о книге «El libro negro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x