Orhan Pamuk - Me Llamo Rojo
Здесь есть возможность читать онлайн «Orhan Pamuk - Me Llamo Rojo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Me Llamo Rojo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Me Llamo Rojo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Me Llamo Rojo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Me Llamo Rojo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Me Llamo Rojo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Así, como si se tratara de nuestros propios inolvidables e inalcanzables recuerdos, mencionábamos con nostalgia las más prodigiosas bellezas y los detalles más conmovedores de nuestras escenas de amor y de guerra preferidas. Ante nuestra mirada pasaron jardines solitarios y misteriosos donde se encontraban los amantes en las noches estrelladas, árboles en primavera, aves legendarias, tiempo detenido… Imaginamos sangrientas batallas, tan próximas y terribles como nuestras propias pesadillas, guerreros partidos en dos, caballos con las armaduras cubiertas de sangre, antiguos y hermosos hombres que se apuñalaban mutuamente, mujeres de boca pequeña, manos pequeñas, ojos almendrados y cabezas inclinadas que observaban lo que ocurría desde ventanas entreabiertas… Recordamos muchachos orgullosos y felices, apuestos shas y janes cuyos Estados y palacios hacía tanto que habían desaparecido. Como las mujeres que lloraban en los harenes de aquellos shas, éramos conscientes de que ya habíamos pasado de la vida al recuerdo, pero ¿habíamos pasado también como ellos de la historia a la leyenda? Para que la terrible sombra del temor al olvido, mucho más terrorífica que el miedo a la muerte, no nos arrastrara a la desesperación, nos preguntamos por nuestras escenas de muerte preferidas.
De inmediato recordamos la escena en que Dehhak mata a su padre tentado por el Diablo. Como en los tiempos de aquella leyenda, que se cuenta al principio del Libro de los reyes , el mundo acababa de ser creado, todo era tan simple que no hacía falta explicar nada. Querías leche, ordeñabas la cabra y te la tomabas; un caballo, montabas uno y te largabas; que se trataba del mal, se te aparecía el Diablo y te convencía de lo hermoso que sería matar a tu padre. El hecho de que Dehhak matara a su padre, el noble árabe Merdas, era hermoso precisamente tanto por no tener motivo como por haber sido pintado de noche en el jardín de un palacio maravilloso mientras estrellas de oro iluminaban vagamente los cipreses y las multicolores flores primaverales.
Luego recordamos cómo el legendario Rüstem había matado a su hijo Suhrab sin saber quién era tras tres días de lucha con los ejércitos enemigos que éste capitaneaba. Había algo que nos conmovía a todos en la manera en que Rüstem se golpeaba el pecho llorando cuando descubrió por el brazalete que años atrás le había entregado a su madre que aquel hombre al que había destrozado el pecho con su espada era su propio hijo Suhrab.
¿Qué era lo que nos conmovía?
Caminaba arriba y abajo mientras la lluvia golpeteaba melancólicamente el tejado del monasterio cuando dije de repente:
– O nuestro padre, nuestro Maestro Osman, nos traiciona y consigue que nos maten, o nosotros lo traicionamos a él.
El pánico se apoderó de nosotros no porque lo que había dicho fuera falso, sino porque era cierto; guardamos silencio. Paseando arriba y abajo, deseoso de que todo volviera a ser como antes, me decía a mí mismo: Cuéntales cómo Efrasiyab mató a Siyavus y cambia de tema. Pero ésa es una traición que no me da miedo. Cuenta, pues, la muerte de Hüsrev. Bien, pero ¿como la narra Firdausi en el Libro de los reyes o como Nizami en H ü srev y S irin ?. Lo que más entristece en el Libro de los reyes es que cuando el asesino entra en la habitación, ¡Hüsrev se da cuenta entre lágrimas de quién se trata! Como último escape envía al paje que está junto a él para que le traiga agua, jabón, ropa limpia y su alfombra de oración con la excusa de que quiere rezar, pero el cándido paje no entiende que su señor le envía a pedir ayuda y va realmente a traer lo que le ha pedido. Cuando se queda solo en la habitación con Hüsrev, lo primero que hace el asesino es cerrar la puerta con llave desde dentro. En esta escena, al final del Libro de los reyes, el asesino enviado por los conspiradores es descrito con repugnancia por Firdausi: maloliente, peludo, barrigón.
Caminando arriba y abajo mi mente estaba llena de palabras, pero la voz no me salía, como en un sueño.
Fue entonces cuando noté, como en un sueño, que los otros susurraban entre sí y que hablaban con hostilidad de mí.
De repente los tres se me echaron encima. Al cargar sobre mí, los pies se me despegaron del suelo con tal rapidez que los cuatro nos encontramos dando vueltas. Hubo un forcejeo, una lucha en el suelo, pero no duró mucho. Yo me quedé boca arriba con ellos encima de mí.
Uno se me sentó en las rodillas y otro en el brazo derecho.
Negro apoyó las rodillas donde mis brazos se unían con los hombros y se sentó encima de mí colocando con fuerza su trasero entre mi estómago y mi pecho. Era incapaz de moverme. Todos jadeábamos sorprendidos. Recordé lo siguiente:
Mi difunto tío tenía un hijo repugnante dos años mayor que yo, espero que haga mucho que lo hayan atrapado asaltando alguna caravana y que lo hayan decapitado. Aquel envidioso, cuando se acordaba de que yo sabía más que él, que era más inteligente y refinado, se buscaba cualquier excusa para provocar una pelea; si no lo conseguía, me desafiaba a luchar y cuando al poco tiempo me derribaba colocaba sus rodillas en mis hombros de la misma manera, clavaba su mirada en la mía como ahora hacía Negro, balanceaba entre sus labios un escupitajo y se divertía enormemente mientras yo movía asqueado mi cabeza a izquierda y derecha intentando evitar aquel salivazo cada vez más grande que colgaba sobre mis ojos esperando que cayera en cualquier momento.
Negro me dijo que no ocultara nada. ¿Dónde estaba la última ilustración? ¡Confiesa!
Sentía una tristeza y una furia que me asfixiaban por dos motivos: haber hablado en vano sin darme cuenta con antelación de que se habían puesto de acuerdo. Y por no haber huido, incapaz de imaginar que la envidia pudiera llegar a tanto.
Negro me dijo que si no sacaba la última ilustración y se la entregaba me cortaría el cuello.
Eso era algo ridículo. Cerré los labios con fuerza, como si la verdad fuera a escapárseme si abría la boca. Además, por otro lado pensaba que no había nada que hacer. Si se ponían de acuerdo entre ellos y me entregaban al Tesorero Imperial denunciándome como el asesino, saldrían con bien de todo aquel asunto. Mi única esperanza era que el Maestro Osman señalara a otro, en otra dirección, pero ¿sería cierto lo que Negro había contado de él? ¿Podían matarme aquí mismo y luego echarme las culpas?
Apoyaron la daga en mi garganta. Vi de inmediato que aquello le producía a Negro un placer que no se molestaba en ocultar. Me dieron una bofetada. ¿Cortaba la daga? Me dieron otra.
No obstante, yo continuaba con el siguiente razonamiento: ¡Mientras nada dijera no podría pasar nada! Eso me dio fuerzas. Ya no podían ocultar que me envidiaban desde que éramos aprendices, a mí, que durante toda mi vida he sido claramente quien mejor aplicaba la pintura, quien trazaba las líneas más hermosas, quien mejor ilustraba. Los amaba precisamente por envidiarme tanto. Sonreí a mis queridos hermanos.
Uno, no quiero que sepáis quién cometió semejante vileza, me besó fogosamente, como si besara al amante que tanto tiempo llevaba deseando. Los otros lo miraban a la luz del candil que habían acercado. Yo respondí al beso de mi querido hermano. Si estábamos llegando al final de todo, que se supiera que era yo quien mejor pintaba. Encontrad mis páginas y lo veréis.
El que respondiera a su beso con otro pareció enfurecerlo y comenzó a golpearme con furia. Pero los otros lo sujetaron. Pasaron un momento de indecisión. Aquel forcejeo entre ellos irritó a Negro. Era como si se sintieran irritados no conmigo, sino con el rumbo que estaban tomando sus vidas y quisieran vengarse de todos y de todo.
Negro se sacó algo del fajín; un largo alfiler de punta agudísima. De repente me lo acercó al ojo e hizo un movimiento como si fuera a clavármelo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Me Llamo Rojo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Me Llamo Rojo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Me Llamo Rojo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.