Philippe Djian - Zona erógena
Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Djian - Zona erógena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Zona erógena
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Zona erógena: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona erógena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Zona erógena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona erógena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El viejo nos deseó buenas noches y la chica me dijo si quieres puedo enseñarte tu habitación. Le dije sí, y al pasar cogí una última cerveza; no tenía ningunas ganas de que me despertaran a media noche los aullidos de las hienas o las risas de los monos.
La chica me condujo hasta una habitación situada al fondo de un pasillo. Inmediatamente fui a comprobar si la cama era del tipo adecuado, es decir, no demasiado blanda, porque no estoy en contra de una cierta rudeza. Era perfecta aquella cama, así que me estiré con la sonrisa en los labios, pero la chica se quedó en el marco de la puerta. Crucé las manos detrás de la cabeza para ver lo que iba a venir.
– No estoy cansada -dijo ella-. ¿Qué te parece si jugáramos a algo?
Temí comprender y me incorpore apoyándome en un codo.
– ¿Estás pensando en una partida de dominó? -pregunté.
– Sí, si te parece. O de ajedrez.
– No, estoy demasiado reventado. Trae el dominó.
Fue a buscar las fichas y nos instalamos encima de la cama. Encendí un cigarrillo mientras ella mezclaba el juego y yo tenía mi cerveza bien sujeta entre las piernas; sólo faltaba un poco de música para que la cosa fuera perfecta. No existe en el mundo un juego más relajante que el dominó, sobre todo si se juega con cierto distanciamiento.
– ¿Te gustaría un poco de música? -preguntó ella.
– Sí, cualquier cosa excepto jazz.
Se levantó y volvió con un magnetófono y una pila de casettes.
– ¿Supertramp? -preguntó.
– Tampoco conviene exagerar -dije yo.
– ¿Fela?
– Perfecto. Para empezar ahí va el doble seis.
Hicimos unas cuantas partidas en silencio, absortos en el juego y en la música. Las fichas se alineaban en los pliegues de la colcha. La cosa era un poco confusa, pero la chica jugaba bien y yo no pensaba en nada, a veces la noche empieza con una pendiente suave. Rebebía tranquilamente mi cerveza mirando el techo cuando ella me preguntó:
– ¿Qué edad tienes?
– Tendré treinta y cuatro el mes que viene.
– ¿Se ha adelantado algo a los treinta y cuatro?
– No, creo que no…
– De verdad, no puedes ni imaginarte qué mierda me parece esta vida.
– Es un buen principio. Es una prueba de que tienes buena salud.
– Quisiera encontrar algo que me mantuviera en pie, algo que, realmente valiera la pena.
– Es una carrera enloquecida en la soledad helada -comenté.
– No es ninguna broma…
– Claro que no, pero es más aconsejable mantenerse a cubierto. Mira a tu alrededor, ¿crees que la gente se preocupa por saber si la vida tiene sentido? No, evidentemente no, lo que les interesa es protegerse de los golpes duros, aprovechar el máxime tiempo posible y pensar lo mínimo. Por eso vivimos en un mundo duro, con escaparates llenos de mierda y calles vacías que no llevan a ninguna parte.
– ¡Mierda, me cortas todas las salidas!
– Sí, lo jodido de la cerveza es que nunca sabes si tienes que llevar un cazamariposas o una bazuca. La verdad es que la cosa no está tan negra, pero hay que saber liberarse un poco. Creo que, a fin de cuentas, no soy un tipo desesperado.
Ella pareció desentenderse de la conversación y suspiró mirándose las manos.
– ¿Tú crees que la vida tiene sentido? -me preguntó.
– Un día mis piernas ya no me aguantarán -contesté-. Una enfermera me llevará al fondo del jardín, y me pasaré días enteros con la mirada inmóvil, babeando bajo un rayo de sol blanco.
Puse las fichas boca abajo y las desparramé por la cama.
– Fíjate -continué-, no creo que pueda ayudarte demasiado. Cuando veo a toda esa gente de tu generación corriendo furiosamente a la caza de un trabajo y haciéndoseles la boca agua ante LA SEGURIDAD, me pregunto si no sería mejor detenerse ya. De lo contrario, no vengas a buscarme dentro de diez años, cuando tus amigas se vayan a practicar deportes de invierno, y tú te quedes sola en una habitación congelándote el culo con montones de facturas sin pagar. También hay que ver ese lado del problema.
– Sí, pero no puedo liquidar los deportes de invierno. Ni las playas. Y no tengo ningunas ganas de tener un coche grande ni una casa inmensa; ¿sabes?, me fastidiaría mucho desear lo mismo que todo el mundo. Me daría miedo.
– Eres una especie de extraterrestre -le dije.
– Ya vale, no me tomes por gilipollas.
– No te lo creas -le dije-. Pero si fuera tu padre, pensaría «Mejor que ese tipo se la tire antes de que la destruya con sus ideas de mierda sobre la vida».
– Lo mejor es que no te conozco en absoluto. Por eso tengo ganas de hablar contigo, me parece realmente fácil.
– Creo que he perdido esa frescura de alma -dije-. Pero te comprendo. Yo ahora hablo solo, así no jodo a nadie.
– ¿Quieres decir que ya estás harto? -me preguntó.
– Bueno, estoy cansado.
– Vale, te dejo. Pero de todas formas quisiera tener tu opinión acerca de una cosa.
– A ver, ¿cuál es el problema?
– ¿Tiene sentido la vida?
Me estiré hacia atrás, sobre la cama, y encendí un cigarrillo. Puta mierda, esperaba de mí algo profundo y eso no era mi especialidad, yo era un tipo aéreo y sabía que era necesario que no fallara el golpe. Inundé la habitación con una nube de humo azulado, con la vista fija en el techo:
– Por supuesto -afirmé-. Me cago en la puta, claro que sí.
14
Me desperté hacia las diez, con la cabeza un poco pesada. Había dormido mal debido al calor, y quizás también porque lo había hecho completamente vestido. Había soñado que mi habitación estaba invadida de flamencos rosados, y que un nido de crótalos o algo de ese tipo bloqueaba la salida. Una especie de pesadilla coloreada y absurda. Me levanté y no encontré a nadie en la casa. Era lo mejor que podía pasarme. Salí, y atravesé el aparcamiento sin que sonara ni una voz a mis espaldas. El aire permaneció puroy sedoso mientras me instalaba en el «Mercedes». Maniobré lentamente, con gestos pausados, di media vuelta frente a la barrera) me largué evitando mirar al retrovisor.
Rodé durante algo así como una hora, conduciendo nerviosamente por pequeñas carreteras rurales. Puede ocurrir que el mundo te abra los brazos y que no sepas demasiado bien qué hacer, es una chorrada pero puede ocurrir. En general, ese tipo de pequeñas escapadas me sentaban bien, traían jaleos con Nina pero no podía evitarlos; y casi siempre volvía con la moral en lo más alto y sabía hacerme perdonar. Al principio, ella creía que yo desaparecía para ir a joder por ahí, pero se colaba y había terminado por admitirio, lo que no significaba que le gustara excesivamente. Yo no habría dicho nada si ella hubiera hecho lo mismo, simplemente habría apretado las mandíbulas. Bueno, al menos eso es lo que creo, no soy imbécil y supongo que a veces ese tipo de cosas deben de ser duras para todo el mundo.
Me entretuve machacando los neumáticos en las curvas, incluso intenté darme miedo, pero la verdad es que no ponía el corazón en el empeño. No sabía si tenía ganas de regresar o no, y no dejaba de bostezar.
Me detuve en un chiringo siniestro para tomarme un café. Había bastante gente, tipos en chandal y tías excitadas que berreaban alrededor de ellos. Los tipos estaban colorados de sudor y las mujeres iban brutalmente maquilladas. Me fui a beber mi café a una mesa del fondo, mientras ellos gritaban y bebían en el bar como si el mundo entero les perteneciera. De cuando en cuando los tíos me mandaban una mirada reluciente con una chispa salvaje; es posible que leyeran mis pensamientos o que los desorientara la turquesa que llevaba en la oreja. En cuanto a las tías pasaba lo mismo, salvo que debían de haber visto mi coche y algo del cacharro las excitaba, en una especie de atracción viciosa por el lujo. Adoptaban poses en el bar y se sentaban en los taburetes hundidas por el calor, el ruido y el alcohol, impulsadas por la prisa de mandar aquella vida a hacer puñetas. Era un buen ambiente. Dejé unas cuantas monedas encima de la mesa, y me fui sin esperar a que terminara el programa.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Zona erógena»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona erógena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Zona erógena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.