Nadine Gordimer - La Hija De Burger
Здесь есть возможность читать онлайн «Nadine Gordimer - La Hija De Burger» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Hija De Burger
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Hija De Burger: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Hija De Burger»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Hija De Burger — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Hija De Burger», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Tomo las píldoras que me recetó, por supuesto, pero me pregunto si eso será lo mejor. Según lo que he leído siempre hay nuevos descubrimientos. Pienso llevarle el libro y decirle, simplemente… Katya, te haces examinar los pechos, ¿verdad? Es esencial que lo hagas. Espero que no te estés descuidando.
– Tú eres la única que se visita con un médico particular. Te pierdes las reuniones con la chicas en el ambulatorio; Bobby, Francoise y Marthe, Darby con su gorra más vieja (temerosa de que reconsideren las pensiones y le cobren si la ven demasiado próspera). Todas nos hacemos la prueba de Papanicolaus. Es un disparate que pagues.
– Es idea de Pierre, no mía. No confía en los médicos del ambulatorio… en lo que a mí se refiere el nuestro es un vieux con. Pero los pechos es algo que hay que ver todos los meses. En la bañera, yo me tiendo en la bañera y con mucho cuidado… cierro los ojos y palpo… tienes que concentrarte.
Katya tendió vivamente la mano a Rosa.
– Baja. Tengo la impresión de que te gusta estar allí arriba -de vez en cuando, en ocasiones en que las francesas se lanzaban a una discusión sobre los movimientos intestinales u otras regulaciones de sus funciones corporales, aún se distinguía por su condición de extranjera. Habló en inglés para redefinirse a sí misma ante los ojos de la chica; un comentario sobre preocupaciones hábilmente abandonadas, dejando deslealmente a sus amigas consigo mismas-. Si alguien escribiera un libro que indicara cómo hacerse vieja y fea sin que a una le importe…
– No te he entendido del todo bien -Gaby pasó la mirada de una a otra.
Katya lo repitió en francés.
Gaby montó su numerito de festiva alegría.
– ¡Fíjate en lo que dices! Todavía conservas tu belleza, Katya -detuvo en Rosa su mirada impresionada-. Mírala… cuando la tengas así -una imitación de la boca de Françoise, o tal vez la de Marthe-, como el ano de una gallina… cuando estés gaga como Poliakoff, entonces podrás quejarte, eh? Fue bailarina, ¿lo sabías? Todavía tiene los músculos flexibles. El Ballet Russe… -dibujó toda una carrera profesional en el aire.
Katya cruzó sus manos con las de su amiga en la posición del corps de polluelos, moviendo la cabeza al ritmo de El lago de los cisnes, entonando unos compases. Las masas de sus senos se balanceaban de lado a lado como cojines a los que se golpea para dar forma.
Pierre había salido de la oscuridad de la pequeña escalera y de la casa, un niño calvo y solitario en busca de compañeros de juego. Observó a su esposa que reía y jadeaba y dio a entender a Rosa, acercando una silla en la que se acomodó con gran cuidado, que ella y él eran los únicos seres razonables en ese lugar.
Gaby terminó en seguida.
– ¿Te gusta? ¿No está hermosa? Francamente me siento orgullosa de mí misma.
El marido miró personalmente, sin dejarse influir.
– Espera. Siéntate, Rose. No se puede juzgar un vestido hasta ver a la mujer que lo usa yendo y viniendo, levantándose y sentándose. ¿No tengo razón?
– ¡Si está muy bien! El color va con su piel. Los dibujos pequeños, auténticos satín fermiere, el estilo es gracioso…
– Espera. Sí. Está bien.
Rosa se paseó de un lado a otro como en un desfile de modelos, sonriendo por encima de su hombro al mover el cuerpo que Chabalier definía para ella con sus manos, el rostro que él observaba con una atención sólo a ella dedicada.
La vigorosa conciencia de sí misma que tenía la chica devolvió a Katya la presencia física que había conocido y que había quedado tapada por tantas otras: la carne y el rostro jóvenes de Lionel Burger siempre sometidos a una atención que iba más allá del deseo, a una pasión que superaba la propia en la cama, la pasión-más-allá-de-la-pasión, similar a la pasión de Dios, aunque para él no existía ese concepto: estaba solo, un ser del espanto, un joven que arrojaba su calor dentro de ella en las ciudades más frías del mundo.
Pierre acercó el vaso de pastis que era su intimidad de tío mayor con la chica y la cogió del cuello en un apretón momentáneo, murmurando con generosidad y un sentido de la celebración que no necesitaba apelar al tacto:
– La pequeña Rose en pleine forme , todo es maravilloso en ti, eh?
Existe el deseo de crear una pequeña reserva de experiencias comunes entre amantes, entre extranjeros: mientras ella vivía con la familia Nel en el hotel aldeano de Springbok Flats, un joven de dieciocho años hacía su bachillerato en el liceo Louis le Grand. Los cuadritos de cafeterías con terraza, toldos y caniches en las habitaciones del hotel.
– Les dije a las chicas de la limpieza que eso era París, un lugar de Inglaterra.
– Eras una presumida y una ignorante como la mayoría de los presumidos. En tanto yo podría haber puesto un dedo exactamente en el punto del mapa de África donde tu tío y tu tía tenían su pequeño hotel -apartó de los párpados de Rosa y de la curva de sus codos los años y lugares que no podían existir, los suyos para ella, los de ella para él. Los del presente y el pasado inmediato no parecían tener mucha importancia. Desde que había quitado la placa y vendido esa casa, vivió con amigos; en un piso; en una cabaña con un joven que se había detenido en sus vagabundeos alrededor del mundo y después otra vez en un piso, en la misma ciudad-. Es un condominio en el quinzieme , no está mal, Christine lo encontró cuando estaban reformando el interior, de modo que quedó más o menos de acuerdo con sus ideas. Al menos cuento con una pequeña habitación en la que trabajo; antes tenía mi mesa en el dormitorio y si quería trabajar a altas horas de la noche… la otra persona se harta, quiere dormir. Hay una terraza grande donde los chicos pueden guardar las bicis… pero ella la ha atiborrado con montones de plantas, yo no soy tan entusiasta de…
Rosa Burger y Bernard Chabalier encajaban fácilmente en estas circunstancias contingentes; usando las mismas ropas para cubrir los mismos cuerpos recién descubiertos y minuciosamente conocidos, recorrían las calles que habían desgastado los zapatos que ahora usaban en su mutua presencia, con un impermeable europeo de color gris en un andén del metro volviendo a casa en uno de los nuevos rectángulos empotrados entre floridas mansardas decimonómicas y frágiles paredes amarillentas de edificios anteriores, o seguidos -una niña fuerte cuyos músculos del hombro de un físico campestre se movían en un vestido con la espalda descubierta, como el que llevaban ahora- a través del tráfico de negros en bicicleta y de negras con bultos en la cabeza, imagen familiar en los telediarios.
Cuando su deleite mutuo desbordaba y sus energías se apagaban les gustaba ir de pesca. El viejo coche que les prestaba Katya seguía huellas abiertas junto al Loup; compartían las modestas oportunidades de su captura con jóvenes maridos que usaban gorros regalados en las gasolineras, viejos con mujeres que tejían y cuidaban las bolsas de papel con carnada, pan y vino; todos se sobresaltaban al ver bajar pandillas de roncos adolescentes que se empujaban, salpicaban y se alejaban, juntos esperaban que las vibrantes estelas de luz y sombra volvieran a asentarse en figuras y agua, afectados en una forma que rompía los límites y producía un único estado del ser durante toda una tarde estival.
Miraban pinturas.
– En África uno va a ver a la gente. En Europa, los cuadros.
Pero ella estaba viendo en los lienzos de Bonnard más allá de los que avanzaban como si los procesara la multitud, una confirmación de la experiencia que corría en su interior. La gente entre la que vivía, la forma de percibir, de estar viva, en el río, coexistían con la vida fijada por la visión del pintor. ¿Cómo era posible?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Hija De Burger»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Hija De Burger» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Hija De Burger» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.