Nadine Gordimer - Un Arma En Casa

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La vida de los Lingord, un matrimonio liberal de Suráfrica, sufre un vuelco cuando su hijo Duncan mata a uno de sus compañeros de piso. El joven ha confesado su autoría, pero no el motivo del crimen. Para afrontar el proceso, los Lingord recurren a un abogado negro recién regresado del exilio, una elección arriesgada en un país donde sólo formalmente se ha puesto fin a la discriminación racial.

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El juez alza la vista, en un gesto propio de una conversación, pero su audiencia está paralizada.

– El psiquiatra llamado por la defensa consideró que cuando el acusado se encontró con Jespersen la tarde del 19 de enero se vio precipitado a un estado de disociación de lo que hacía. Sostiene que cuando el fallecido dijo: «Sírvete una copa», esta actitud supuso para él un golpe similar al recibido la noche anterior. Su opinión profesional fue que «un tremendo golpe emocional es tan fuerte como pueda serlo un golpe externo en la cabeza». Además, añade: «Con el impacto de las últimas palabras que él (el acusado) recuerda que Jespersen pronunciara, habría entrado en un estado de automatismo en el que se desintegraron las inhibiciones y la acumulación de provocaciones llegó a un punto culminante con la pérdida de control del sujeto.»

»Eso planteó de nuevo la cuestión de cuándo podemos considerar que la naturaleza y el grado de provocaciones acumuladas alcanzan los niveles extremos de estrés alegados por la defensa como justificación de una inimputabilidad criminal transitoria no patológica. El psiquiatra testificó que, cito textualmente, el acusado "es un hombre de naturaleza bisexual. Eso, por sí mismo, es ya una fuente de conflicto de personalidad. Cuando siguió los instintos que lo llevaban a sentirse atraído por un hombre y tuvo una relación amorosa que su compañero, Jespersen, no se tomó en serio y rompió cuando se le antojó, sufrió un estado de angustia emocional. Superó la tristeza producida por el rechazo y se volvió hacia el otro lado de su naturaleza, probablemente dominante, con una alianza heterosexual que, otra vez, se tomó muy a pecho. Más aún, dado que esta alianza se produjo con una personalidad evidentemente neurótica de complejas tendencias auto-destructivas debido a las que, cuando se le llevaba la contraria en lo que ella consideraba su derecho a seguirlas, lo castigaba denigrándolo y con agresiones mentales". La conclusión de esta afirmación, que he citado ya antes, fue que cuando el acusado la vio en pleno acto sexual con su antiguo amante, se sintió castrado por ambos.

Claudia siente que Khulu levanta los brazos y los deja caer. A su otro lado, el perfil de Harald es el de Duncan, el orden de los parecidos está invertido; la confusión la envuelve. Ve ante sí la cara de un paciente que ha enviado al cirujano y cuya operación debe hacerse hoy; es un fragmento del historial médico que es su vida y que cruza rápidamente por su pensamiento. Mis asesores y yo, qué dice la voz.

– Mis asesores y yo, naturalmente, tenemos que examinar el testimonio de los psiquiatras y sopesarlos debidamente. Sin embargo, tal como ha dicho el más alto tribunal del país, su ciencia no es absoluta, sino empírica. Los psiquiatras confían en lo que les ha contado el acusado, con frecuencia, sin analizar críticamente esas afirmaciones para determinar si han sido dichas de modo interesado. Mis asesores y yo también somos capaces de interpretar el testimonio como un todo, expuesto ante nosotros, para saber si hubo o no responsabilidad criminal. Si bien es cierto que el psiquiatra de la defensa opina que no hubo responsabilidad criminal, e incluso la psiquiatra de la acusación, aunque de modo reticente, ha hecho algunas concesiones, según dicta nuestra ley, estamos autorizados a llegar a nuestras propias conclusiones. Consideramos un hecho cierto que la historia personal de prolongado estrés emocional del acusado es auténtica, pero ¿es eso suficiente?

Controla su vida, la de Claudia y la suya, con tanta seguridad. Primero fueron cedidos a las manos de Motsamai; ahora, están en poder de ese hombre que pregunta, pero ¿es eso suficiente? La omnipotencia del poder. Sólo Duncan podría contestar.

– Hemos identificado los aspectos decisivos del caso. Uno: ¿La premeditación de la venganza ocupó al acusado durante el día que pasó solo en la casita y, como consecuencia, se dirigió a la casa con intención de buscar a Jespersen y causarle daño físico?

»Dos: Fuera o no premeditada la intención de causar daño, cuando el acusado cogió el arma y disparó a Jespersen, ¿se encontraba en un estado de automatismo en el que las inhibiciones se desintegraron y se produjo una pérdida total de control?

»En relación con la cuestión número uno, mi distinguido asesor, el señor Abrahamse, abogado, y yo consideramos que no hubo premeditación de causar daño en venganza, y nos basamos en la ausencia de disimulo en el testimonio del acusado y en el hecho de que, en primer lugar, se ha aceptado que no tenía arma de ningún tipo cuando salió de la casita; en segundo lugar, aunque el arma de la casa no estaba guardada en lugar seguro, sólo en un cajón de un dormitorio, era razonable suponer que cuando la habitación había sido recogida tras la reunión no habría quedado sobre la mesa. Mi distinguido asesor, el señor Conroy, experto y veterano magistrado, sostenía la opinión minoritaria de que hubo premeditación, basándose en la razonable asunción de que eso era lo que implicaba el solitario encarcelamiento en la casita.

»En relación con la cuestión número dos, el tribunal ha dedicado una cuidadosa deliberación a los elementos opuestos revelados por los únicos testimonios disponibles del crimen (el acusado mismo y el cadáver de la víctima) y las diversas interpretaciones de este acto, tal como se ha presentado ante el tribunal. El acusado ha testificado que no vio el arma cuando entró en el cuarto de estar y que no puede decir en qué momento la vio. Sin embargo, admite que la vio y la cogió. Dice que "no tomó ninguna decisión"; y, sin embargo, la disparó.

La mirada que se alza los acusa, a la madre, al padre y al amigo del asesino, aunque probablemente el juez ni siquiera sabe dónde están entre tantos rostros; aceptan la mirada como dirigida a ellos.

– Existen algunas dudas sobre si sabía o no que estaba cargada. Si no lo sabía, aunque es razonable suponer que lo sabía, puesto que en la fiesta pudo haber visto la demostración de que lo estaba, y tuvo que verificar si lo estaba o no abriendo la recámara, el difunto habría tenido sin duda aviso suficiente de las intenciones del acusado y podría haber hecho un movimiento, saltar para defenderse. Sigue siendo dudosa la validez del alegato de que una persona puede verificar que un arma está cargada o no, si está puesto o no el seguro, y, a continuación, apuntar cuidadosamente a la cabeza de la víctima, si uno no es un tirador experto y se encuentra en un estado de incapacidad para tener una conducta deliberada, que es una de las definiciones de ausencia de imputabilidad criminal. El acusado ha admitido que el arma, que sabía utilizar, era, sin embargo «la única que he tocado en mi vida». El uso de algo que no es habitual, por lo general exige una atención consciente para su manejo, por simple que sea el proceso.

La protección que los envolvía se ha alejado; las personas que les hacían compañía se han convertido de nuevo en público, impaciente y aburrido con todo este sí y no y tal vez y sin embargo legal. La importancia de la siguiente afirmación del juez, pronunciada con cuidado, sin ninguno de los ecos histriónicos que han advertido en algunas de sus otras manifestaciones, no satisface las expectativas.

– No obstante, la opinión de los asesores y la mía propia es que, aunque el crimen se cometió bajo una situación de estrés extremo, fue un acto consciente por el que el acusado tiene responsabilidad criminal.

Incluso Harald y Claudia, que han estado sopesando, intensamente concentrados, los síes y los noes del enrevesado discurso -u, ojalá uno se sintiera lo bastante distante, lo bastante seguro como para sentirse aburrido-, se sienten desconcertados durante un momento, antes de traducir la seca afirmación de una opinión razonada como el martillazo del veredicto. Por qué seguir, por qué sigue, ya ha cogido su arma y ha dado el martillazo, en pleno pecho. Imputabilidad criminal. Nuestro hijo no está loco. Duncan, ¿lo has oído?, ¿lo has entendido?

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