Lisa See - El Abanico De Seda

Здесь есть возможность читать онлайн «Lisa See - El Abanico De Seda» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Abanico De Seda: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Abanico De Seda»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En una remota provincia de China, las mujeres crearon hace siglos un lenguaje secreto para comunicarse libremente entre sí, el nu shu. Aisladas en sus casas y sometidas a la férrea autoridad masculina, el nu shu era su única vía de escape. Mediante sus mensajes, escritos o bordados en telas, abanicos y otros objetos, daban testimonio de un mundo tan sofisticado como implacable. El año 2002, Lisa See viajó a la provincia de Huan, cuna de esta milenaria escritura fonética, para estudiarla en profundidad. Su prolongada estancia le permitió recoger testimonios de mujeres que la conocían, así como de la última hablante de nu shu, la nonagenaria Yang Huanyi.
A partir de aquellas investigaciones. concibió esta conmovedora historia sobre la amistad entre dos mujeres. Lirio Blanco y Flor de Nieve. Como prueba de su buena estrella, la pequeña Lirio Blanco, hija de una humilde familia de campesinos, será hermanada con Flor de Nieve, de muy diferente ascendencia social. En una ceremonia ancestral, ambas se convierten en laotong -“mi otro yo” o “alma gemela”-, un vínculo que perdurará toda la vida. Así pues, a lo largo de los años. Lirio Blanco y Flor de Nieve se comunicarán gracias a este lenguaje secreto, compartiendo sus más íntimos pensamientos y emociones, y consolándose de las penalidades del matrimonio y la maternidad. El nu shu las mantendrá unidas, hasta que un error de interpretación amenazará con truncar su profunda amistad…

El Abanico De Seda — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Abanico De Seda», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Dos semanas más tarde, cuando volvía a estar en mi cama, en el hogar paterno, me desperté con la sensación de que los fantasmas de zorro sacudían la casa. Conseguí llegar hasta el orinal, medio lleno, y vomité. Mi tía entró en la habitación, se arrodilló a mi lado y me secó el sudor de la cara con el dorso de la mano.

– Ahora sí nos vas a abandonar -dijo, y por primera vez desde hacía mucho tiempo la gran cueva de su boca se abrió y dibujó una amplia sonrisa.

Esa tarde, me senté, cogí tinta y pincel y escribí una carta a mi laotong. «Cuando este año nos veamos en el templo de Gupo, ambas estaremos redondas como la luna.»

Como imaginaréis, mi madre fue tan estricta conmigo durante aquellos meses como lo había sido durante el vendado de mis pies. Supongo que sólo pensaba en todo lo que podía salir mal. «No subas por las colinas -me advertía, como si alguna vez me hubiera estado permitido hacerlo-. No pases por un puente estrecho, no te sostengas sobre una sola pierna, no mires los eclipses, no te bañes en agua caliente.» No había ningún peligro de que yo hiciera nada de eso; en cambio, las restricciones en la alimentación eran otro asunto. En nuestro condado estamos orgullosos de nuestros platos, muy condimentados, pero no me dejaban comer nada aderezado con ajo, pimientos o pimienta, porque esos ingredientes podían retrasar la expulsión de la placenta. Tampoco me permitían comer cordero, que podía perjudicar la salud del niño, ni pescado con escamas, porque podía provocar un parto difícil. Me prohibían cualquier alimento que fuera demasiado salado, demasiado amargo, demasiado dulce, demasiado ácido o demasiado picante, de modo que no podía comer judías negras fermentadas, melón amargo, crema de almendras, sopa con especias ni nada que fuera remotamente sabroso. Me alimentaba de sopas insípidas, verduras salteadas con arroz y té. Yo aceptaba esas limitaciones, consciente de que mi valía dependía enteramente del niño que crecía dentro de mí.

Mi esposo y mis suegros estaban encantados, por supuesto, y empezaron a prepararse para mi llegada. Mi hijo nacería a finales del séptimo mes lunar. Yo iría al templo de Gupo con motivo de la fiesta anual para suplicar a la diosa que me concediera un varón, y luego continuaría el viaje hasta Tongkou. Mis suegros estaban de acuerdo en que realizara ese peregrinaje (habrían hecho cualquier cosa por asegurarse un heredero), con la condición de que pasara la noche en una posada y no me cansara en exceso. Vino a recogerme un palanquín que había enviado la familia de mi esposo. Me planté ante el umbral de mi casa natal y acepté las lágrimas y los abrazos de todos. A continuación subí al palanquín y los porteadores se pusieron en marcha. Sabía que en los años venideros regresaría a mi pueblo natal para la Fiesta de la Brisa, la de los Fantasmas, la de los Pájaros y la de la Cata, así como cualquier otra celebración que pudiera haber en mi familia natal. No se trataba de una despedida definitiva, era sólo temporal, como lo había sido para Hermana Mayor.

Flor de Nieve, que estaba más avanzada en su embarazo, ya vivía en Jintian, de modo que pasé a recogerla. Tenía el vientre tan abultado que me extrañó que su nueva familia le permitiera viajar, aunque fuera para rogar a la diosa que le concediera un hijo varón. Era gracioso vernos mientras intentábamos abrazarnos con aquellos vientres enormes y sin parar de reír. Ella estaba más hermosa que nunca y emanaba una sincera felicidad.

Flor de Nieve no paró de hablar durante todo el trayecto; me contó los cambios que había experimentado su cuerpo, cómo disfrutaba cuando el bebé se movía en su interior y lo amables que eran todos con ella desde que se había instalado en la casa de su esposo. Acariciaba un trozo de jade blanco que llevaba colgado del cuello para que el bebé tuviera la piel tan clara como esa piedra y no heredara la tez rojiza de su esposo. Yo también llevaba un colgante de jade, pero no para proteger a mi hijo del color de la piel de mi esposo, sino de la mía, pues, aunque pasaba el día entero dentro de casa, la tenía más oscura que mi laotong.

En los años anteriores nuestras visitas al templo habían sido muy breves: hacíamos reverencias ante la diosa y tocábamos el suelo con la frente mientras rezábamos. Esa vez, en cambio, entramos orgullosas, sin disimular nuestra redondez, mirando a las otras futuras madres para ver quién estaba más gorda, quién tenía la barriga alta y quién la tenía baja, y al mismo tiempo procurando controlar nuestra mente y nuestra lengua para no transmitir a nuestro hijo ninguna idea innoble.

Avanzamos hacia el altar, donde había un centenar de pares de zapatos de recién nacido. Ambas habíamos escrito poemas en sendos abanicos que íbamos a ofrecer a la diosa. El mío expresaba mis deseos de tener un hijo varón que prolongara el linaje de los Lu y honrara a sus antepasados. Terminaba con estas palabras: «Diosa, tu bondad es una bendición. Vienen muchas mujeres a suplicarte que les des un hijo varón, pero espero que escuches mis ruegos. Por favor, concédeme mi deseo.» Cuando lo redacté me pareció adecuado, pero ahora imaginé qué habría escrito Flor de Nieve en su abanico. Seguro que estaba lleno de palabras cariñosas y memorables decoraciones. Recé para que la diosa no se dejara impresionar demasiado por la ofrenda de Flor de Nieve. «Por favor, escúchame a mí, escúchame a mí, escúchame a mí», suplicaba para mis adentros.

Mi laotong y yo dejamos los abanicos en el altar con la mano derecha, mientras con la izquierda cogíamos uno de los pares de zapatos de niño y los escondíamos en una manga de la túnica. Luego salimos rápidamente del templo, confiando en que no nos pillaran. En el condado de Yongming las mujeres que quieren tener un hijo sano roban un par de zapatos del altar de la diosa. Lo hacen sin ningún reparo, pero fingiendo que no quieren que las descubran. Como sabéis, en nuestro dialecto las palabras «zapato» y «niño» se pronuncian igual. Cuando nacen nuestros hijos, llevamos otro par al altar -eso explica que siempre haya zapatos para robar- y hacemos ofrendas para dar las gracias a la diosa.

Salimos del templo y nos dirigimos a la tienda de hilos. Como hacíamos desde hacía doce años, buscamos colores adecuados para elaborar los bordados que habíamos imaginado. Flor de Nieve me mostró una selección de verdes para que yo los examinara. Había verdes tan brillantes como la primavera, pálidos como la hierba marchita, parduscos como las hojas a finales de verano, intensos como el musgo después de la lluvia, apagados como el momento antes de que los amarillos y los rojos del otoño empiecen a adueñarse del paisaje.

– Mañana -dijo Flor de Nieve-, antes de regresar a casa, nos detendremos junto al río. Nos sentaremos y contemplaremos cómo las nubes pasan por el cielo, oiremos cómo el agua acaricia las piedras y bordaremos y cantaremos juntas. Así nuestros hijos nacerán con un gusto elegante y refinado.

La besé en la mejilla. Cuando no estaba con Flor de Nieve, a veces dejaba que mi mente divagara hacia regiones oscuras, pero en ese momento la amaba como siempre la había amado. ¡Cuánto había echado de menos a mi laotong!

La visita al templo de Gupo habría quedado incompleta sin una parada en el puesto de taro. El anciano Zuo sonrió exhibiendo sus encías desdentadas cuando nos vio llegar embarazadas. Nos preparó una comida especial, cuidando de seguir todas las normas que exigía nuestra dieta. Saboreamos cada bocado. Al final nos sirvió nuestro plato preferido, el taro frito cubierto de azúcar caramelizado. Flor de Nieve y yo éramos como dos niñitas risueñas; no parecíamos dos mujeres casadas a punto de dar a luz.

Esa noche, en la posada, después de ponernos las camisas de dormir, Flor de Nieve y yo nos tumbamos en la cama, cara a cara. Era la última noche que pasaríamos juntas antes de ser madres. Habíamos aprendido muchas lecciones sobre lo que debíamos y no debíamos hacer y sobre cómo esas cosas podían afectar a los bebés que estaban a punto de nacer. Si a mi hijo podía afectarle oír palabras vulgares o sentir el roce del jade blanco sobre mi piel, seguro que también podía percibir en su cuerpecito el amor que yo sentía por mi laotong.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Abanico De Seda»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Abanico De Seda» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Abanico De Seda»

Обсуждение, отзывы о книге «El Abanico De Seda» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x