– Esto es sorprendente -dijo, y su voz provenía de la sala de hombres. Mis ojos se acostumbraron a la penumbra y pude distinguir su silueta al lado de los botes de fibra de vidrio. Pasaba los dedos por la proa de uno de los botes-. Los botes tienen nombre.
– Esto es América. Y ahora, se ha terminado el espectáculo. Hora de irse.
– -Basta de malhumor, ¿quieres? No hay policías fuera. Lo he comprobado. Mira esto. Aquí pone «Paul Madeira» y aquí hay otro con «Ernest Ballard IV». ¿Quiénes son?
– -Chicos blancos ricos. ¿No deberías marcharte ya?
– -Nunca había estado en un cobertizo de regatas. ¿Por qué no me lo enseñas? El remo es importante en tu vida. Me gustaría saber más al respecto.
– Lo único que hay aquí son botes, Grady. Son marrones y flotan en el agua. Hay muchos. -Caminó en mi dirección, pero yo retrocedí hasta la entrada y me introduje en el anexo de mujeres del otro lado.
– ¿Qué hay allí? ¿Más botes?
– Los botes de las chicas.
– ¿Son de color rosa?
– -Son más ligeros. Adiós.
– -No seas tan grosera. ¿Los botes femeninos van tan rápido como los de los hombres?
– -Si la chica idónea está a los remos, sí.
– -¿Eres tú una chica idónea?
– ¿No te vas? -Casi tenía el destornillador en la mano, pero él se dio la vuelta rápidamente y casi me pilla por sorpresa.
– A ver si adivinas la sorpresa que te he traído. Te daré una pista. -Sonreía con una anticipación que parecía genuina, al menos en la oscuridad.
– Grady, no estoy para juegos. No sé si sabes que me han acusado de asesinato. No tiene ninguna gracia.
– -Vamos, inténtalo. Es más grande que una panera.
– ¿Tu ego?
– Difícilmente. Está aparcado en la calle cargado de gasolina súper.
– ¿Un coche? ¿Me has traído un coche? -Me dio un vuelco el corazón, pero volví a dudar de él-. ¿Cómo sabías que necesito un coche?
– -Sabía que tenías que salir de la ciudad. --Sacó unas llaves del bolsillo y las hizo bailotear a la luz de la luna--. Es nuevo y flamante.
– -¿Cómo lo conseguiste?
– -Es de mi primo. Se lo cambié por la moto.
– Hora de irse. -Pese a mis dudas, le arranqué las llaves de la mano-. Y ahora márchate. --Lo volví a empujar hacia la puerta, pero no retrocedió.
– Quiero ir contigo, Bennie.
– -Imposible.
– -¿Por qué? ¿Por qué has de ir sola?
– Me gusta estar sola.
– -No es eso -dijo con firmeza-. Hay algo que te preocupa. Te muestras fría conmigo. Es obvio. No confías en mí ¿verdad?
Mierda.
– ¿Por qué dices eso?
– Porque te mentí sobre mis reuniones con Mark, ¿no es así? No tienes que decírmelo, lo sé. Descubriste que había estado con Mark porque consta en su agenda.
Miré lo que había en la cartera. Lo sé, Bennie. Te puedo decir por qué mentí. Deja que te lo explique.
– -Quiero irme ahora mismo, Grady. No puede estar más claro para mí. -Pasé por su lado y me dirigí a la puerta, pero me cogió del brazo por sorpresa.
– Me encontré con Mark. Dos veces. La primera vez me dijo que abandonaba la firma y quería que me fuera con él. Dijo que, aparte de Eve, era el único asociado que quería llevarse.
– -¿Qué le contestaste?
– -Que no. La segunda vez lo llamé yo y nos encontramos en The Rittenhouse. Traté de convencerle de que no diera ese paso.
– -¿Por qué?
– ¿Por qué piensas tú que lo hice?
– No tengo ni idea -dije, aunque empezaba a tener una ligera idea. Lo podía sentir. Lo veía venir por la voz cada vez más ronca de Grady y la manera en que se me acercaba en la oscuridad.
– Por ti. No quería que te hiciera daño. Sé lo que significa el bufete para ti.
No dije nada. No sabía qué decir. Tenía un nudo en la garganta.
– -Bennie, puedes confiar en mí. Jamás volveré a ocultarte algo. Jamás te haré daño ni por todo el dinero del mundo. -En ese instante metió una mano en la chaqueta y cuando la sacó vi el brillo acerado de una pistola.
Me quedé boquiabierta. Se me paralizó el corazón. Grady era el asesino. Estaba a punto de matarme. Iba a coger el destornillador, pero Grady me cogió de la mano y me dio el arma.
– Aquí tienes. Es tuya. Guárdala.
– ¿Qué? ¿Cómo? -Miré la pistola. Era un revólver con una empuñadura de rayitas cruzadas y lo sentí frío y pesado en la palma de mi mano.
– -Por si acaso. Tiene puesto el seguro, pero está cargado. Es mío. Dispara contra cualquier cosa o persona que quiera hacerte daño. Si no me dejas protegerte, al menos usa esto.
No podía asimilar todo lo que pasaba con suficiente rapidez. Un destornillador es una cosa, pero una pistola es otra completamente distinta. Nunca había tocado un arma que no formara parte de un peritaje judicial. Incluso con la etiqueta naranja y el número de prueba, las pistolas me eran completamente desagradables. Había visto el daño que hacían, cómo destrozaban rostros, cabezas y corazones. Le devolví el arma.
– -No, Grady, guárdala tú.
– ¿Por qué? -Se la guardó en un bolsillo--. Te comportas como una idiota.
– No, además tengo mi destornillador a mano. -Lo saqué de debajo de mi cinturón y se lo mostré.
Grady se rió.
– Eh, somos una pareja bien armada. Pero el destornillador no es muy efectivo a veinte metros. -Me cogió la herramienta y la tiró por encima de su hombro.
– -¡Eh, tú! Se trata de mi protección.
– -No necesitas protegerte de mí. Si hubiese querido hacerte daño, ¿te habría dado la pistola? --me preguntó acercándose.
Se me secó la boca. Me sentí expuesta y vulnerable, y era algo que no tenía nada que ver con quién tenía el revólver.
– -Mark no era lo bastante bueno para ti, Bennie. --Le noté la amargura en el tono de la voz--. No podía darte nada, solo podía recibir.
– -No quiero hablar de Mark.
– Yo sí. Quiero que lo comprendas. Lo amabas demasiado como para ver las cosas claras. Yo siempre pensaba cómo sería tener a una mujer tan enamorada de mí. Me preguntaba cómo sería esa mujer. -Se me acercó y mi dio un suave beso.
– Grady -dije. Traté de separarlo de mí, pero no movió.
– Grady… ¿qué? ¿Por qué no puede ser? ¿Por Mari? Pregúntate si él hubiera venido aquí. ¿Te habría dado?
– No sigas.
– No. Pregúntatelo -dijo-. ¿Hizo alguna vez una sola cosa por ti? ¿Hizo alguna vez algo que mereciera tu amor?
– Fundó la firma.
– Eso le ayudó a él, Bennie. Y cuando empezó a hacer dinero, te dejó en la calle. Era tu amante, pero ¿fue tu amigo? Por ejemplo, ¿te ofreció alguna ayuda para tu madre?
Sentí una roja llamarada de vergüenza, algo irracional.
– -¿Qué sabes tú de mi madre?
– Me preocupé por enterarme. Te veía llegar tarde por las mañanas, te oía hablando por teléfono con los médicos. Sé que estuvo internada hace poco tiempo. Pero mientras tanto, Mark se quedaba en la oficina. Nunca te acompañó. Yo hubiera estado allí. ¿Por qué no Mark? ¿Por qué no te ayudaba?
– No necesitaba que lo hiciera.
– Naturalmente que sí. Todos podíamos ver que estabas cansada. Estresada. Marshall y yo nos dimos cuenta de inmediato.
– Nunca le pedí que me ayudara.
– ¿Era necesario que se lo pidieras? La necesidad era evidente. Podría haberlo hecho. Hacer acto de presencia Haber estado allí.
– No es tan fácil -empecé a decir, pero me interrumpió tocándome un hombro.
– -¿Sabes lo que pienso del amor, Bennie? Pienso tiene un verbo activo y no es un mero estado del ser. Es sólo un sentimiento o algo que se dice. Es lo que haces. Si amas a una mujer, la amas cada día, la amas. Lo sientes. Te amo, Bennie. Es verdad. Te lo juro.
Читать дальше