12. La explotación salvaje de la mano de obra no es incompatible con la tecnología intensiva. Nunca lo fue, en nuestras tierras: por ejemplo, las legiones de obreros bolivianos que dejaron los pulmones en las minas de Oruro, en los tiempos de Simón Patiño, trabajaban en régimen de esclavitud asalariada pero con maquinaria muy moderna. El barón del estaño supo combinar los más altos niveles de la tecnología de su época con los niveles más bajos de salarios.
Además, en nuestros días, la importación de la tecnología de las economías más adelantadas coinciden con el. proceso de expropiación de las empresas industriales de capital local por parte de las todopoderosas corporaciones multinacionales, El movimiento de centralización de capital se cumple a través de «una quema despiadada de los niveles empresariales obsoletos, que no por azar son justamente los de propiedad nacional». La desnacionalización acelerada de la industria latinoamericana trae consigo una creciente dependencia tecnológica. La tecnología, decisiva clave de poder, está monopolizada, en el mundo capitalista, por los centros metropolitanos. La tecnología viene de segunda mano, pero esos centros cobran las copias como si fueran originales. En 1970, México pagó el doble que en 1968 por la importación de tecnología extranjera. Entre 1965 y 1969, Brasil duplicó sus pagos; y otro tanto ocurrió, en el mismo período, con la Argentina.
El trasplante de la tecnología aumenta las nutridas deudas con el exterior y tiene devastadoras consecuencias sobre el mercado de trabajo. En un sistema organizado para el drenaje de ganancias al exterior, la mano de obra de la empresa «tradicional» va perdiendo oportunidades de empleo. A cambio de un dudoso impulso dinamizador sobre el resto de la economía, los islotes de la industria moderna sacrifican brazos al reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción. La existencia de un nutrido y creciente ejército de desocupados facilita, a su vez, el asesinato del valor real de los salarios.
13. Hasta los documentos de la CEPAL hablan, ahora, de una redivisión internacional del trabajo. De aquí a unos alias, aventura la esperanza de los técnicos, quizás América Latina exporte manufacturas en la misma medida en que hoy vende al exterior materias primas y alimentos. «Las diferencias de salarios entre países desarrollados y en desarrollo -incluyendo los de América Latina- pueden inducir una nueva división de actividades entre países desplazando, por razones de competencia, industrias en que el costo del trabajo sea muy importante, desde los primeros hacia los segundos. Los costos de la mano de obra para la industria manufacturera, por ejemplo, son generalmente mucho más bajos en México o Brasil que en Estados Unidos.
¿Impulso de progreso o aventura neocolonial? La maquinaria eléctrica y no eléctrica ya figura entre los principales productos de exportación de México. En el Brasil, crece la venta al exterior de vehículos y armamentos. Algunos países latinoamericanos viven una nueva etapa de industrialización, en gran medida inducida y orientada por las necesidades extranjeras y los dueños extranjeros de los medios de producción. ¿No será éste otro capítulo a agregar a nuestra larga historia del “desarrollo hacia fuera”? En los mercados internacionales, los precios en ascenso constante no corresponden genéricamente a los “productos manufacturados”, sino a las mercancías más sofisticadas y de mayor componente tecnológico, que son privativas de las economías de mayor desarrollo. El principal producto de exportación de América Latina, venda lo que venda, materias primas o manufacturas, son sus brazos baratos.
¿No ha sido, la nuestra, una continua experiencia histórica de mutilación y desintegración disfrazada de desarrollo? Siglos atrás, la conquista arrasó los suelos para implantar cultivos de exportación y aniquiló las poblaciones indígenas en los socavones y los lavaderos para satisfacer la demanda de plata y oro en ultramar. La alimentación de la población precolombina que pudo sobrevivir al exterminio empeoró con el progreso ajeno. En nuestros días, el pueblo del Perú produce harina de pescado, muy rica en proteínas, para las vacas de Estados Unidos y de Europa, pero las proteínas brillan por su ausencia en la dieta de la mayoría de los peruanos. La filial de la Volkswagen en Suiza planta un árbol por cada automóvil que vende, gentileza ecológica, al mismo tiempo que la filial de la Volkswagen en Brasil arrasa centenares de hectáreas de bosques que dedicará a la producción intensiva de carne de exportación. Cada vez vende más carne al extranjero el pueblo brasileño -que rara vez come carne. No hace mucho, en una conversación, Darcy Ribeiro me decía que una república volkswagen no es diferente, en lo esencial, de una república bananera. Por cada dólar que produce la exportación de bananas, apenas once centavos quedan en el país productor, y de esos once centavos una parte insignificante corresponde a los trabajadores de las plantaciones. ¿Se alteran las proporciones cuando un país latinoamericano exporta automóviles?
Ya los barcos negreros no cruzan el océano. Ahora los traficantes de esclavos operan desde el Ministerio de Trabajo . Salarios africanos, precios europeos. ¿Qué son los golpes de estado, en América Latina, sino sucesivos episodios de una guerra de rapiña? De inmediato, las flamantes dictaduras invitan a las empresas extranjeras a explotar la mano de obra local, barata y abundante, el crédito ilimitado, las exoneraciones de impuestos y los recursos naturales al alcance de la mano.
14. Los empleados del plan de emergencia del gobierno de Chile reciben salarios equivalentes a treinta dólares por mes. Un kilo de pan cuesta medio dólar. Reciben, por lo tanto, dos kilos de pan por día. El salario mínimo en Uruguay y Argentina equivale actualmente al precio de seis kilos de café. El salario mínimo en Brasil llega a sesenta dólares mensuales, pero los boias frias, obreros rurales ambulantes, cobran entre cincuenta centavos y un dólar por día en las plantaciones de café, soia y otros cultivos de exportación. El forraje que comen las vacas en México contiene más proteínas que la dieta de los campesinos que se ocupan de ellas. La carne de esas vacas se destina a unas pocas bocas privilegiadas dentro del país y sobre todo al "mercado internacional”. Al amparo de una generosa política de créditos y facilidades oficiales, florece en México la agricultura de exportación, mientras entre 1970 y 1976 ha descendido la cantidad de proteínas disponibles por habitante y en las zonas rurales solamente uno de cada cinco niños mexicanos tiene peso y estatura normales. En Guatemala, el arroz, el maíz y los frijoles destinados al consumo interno están abandonados a la buena de Dios, pero el café, el algodón y otros productos de exportación acaparan el 87 por ciento del crédito. De cada diez familias guatemaltecas que trabajan en el cultivo y la cosecha del café, principal fuente de divisas del país, apenas una se alimenta según los niveles mínimos adecuados. En el Brasil, solamente un cinco por ciento del crédito agrícola se canaliza hacia el arroz, los frijoles y la mandioca -que constituyen la dieta básica de los brasileños. El resto deriva a los productos de exportación.
El reciente derrumbamiento del precio internacional del azúcar no desató, como antes ocurría, una oleada de hambre entre los campesinos de Cuba. En Cuba ya no existe la desnutrición. A la inversa, el alza casi simultánea del precio internacional del café no alivió para nada la crónica miseria de los trabajadores de los cafetales del Brasil. El aumento de la cotización del café en 1976 -ocasional euforia provocada por las heladas que arrasaron las cosechas brasileñas- “no se reflejó directamente en los salarios”, según reconoció un alto directivo del Instituto Brasileño del Café.
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