Penny Vincenzi - Reencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Penny Vincenzi - Reencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Reencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una noche de 1987, alguien abandona a una niña recién nacida en el aeropuerto de Heathrow. Un año antes, tres chicas, Martha, Clio y Jocasta, se habían conocido por casualidad en un viaje y habían prometido volver a encontrarse, aunque pasará mucho tiempo antes de que cumplan la promesa. Para entonces, Kate, la niña abandonada, ya será una adolescente. Vive con una familia adoptiva que la quiere, aunque ahora Kate desea conocer a su madre biológica. Es decir, una de aquellas tres jóvenes, ahora mujeres acomodadas. Pero ¿qué la llevó a una situación tan desesperada?
La trama que desgrana este libro se sitúa allí donde confluyen entre estas cuatro vidas. Y es que Kate verá cumplido su deseo aunque, como enseñan algunas fábulas, a veces sea mejor no desear ciertas cosas…

Reencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Si fuera Janet, no le habría gustado que la retrataran como la vieja estadista, no le habrían gustado las implicaciones de su papel de niñera, ni las poco halagadoras fotografías. Por mucho que se esforzara en decir que le daba igual su aspecto, sí le importaba. Se cortaba el pelo en Nicky Clarke y se lo peinaban dos veces a la semana, y sus trajes de uniforme eran todos de Jaeger y MaxMara. A Mary Norton le daba igual. Ella tenía integridad política de verdad, y estaba dedicada a sus ideales. La cuestión era que Janet quedaba como la menos carismática de las tres, y el carisma lo era todo en política. Era lo que mantenía a Tony Blair tan firmemente en su puesto.

Martha intentó llamar a Janet por segunda vez, y dejó otro mensaje en el contestador. Por lo visto, Bob se había cansado de hacerle de secretario. Comprobó sus correos una vez más por si Janet le había escrito. No había ninguna noticia.

– Martha, cariño, perdona que no te haya contestado las llamadas antes. He tenido una mañana feroz. El artículo ha salido perfecto, ¿no te parece? Creo que las tres hemos quedado de maravilla. Me gustó mucho, sobre todo que se mencionaran casi todos mis puntos. Y Jack también está complacido. Tú sales preciosa en la foto. Mary y yo no tanto, pero ésa no es la cuestión, ¿verdad? Gracias por haber encontrado tiempo.

Martha conducía por la Mu y sintió que el coche podía despegar y salir volando. Debería dejar de preocuparse por Janet. No había ninguna necesidad.

Clio miró a Fergus, frente a ella en la mesa, y se preguntó si debería decirle que no necesitaba coger el último tren de vuelta, porque una vez más estaba instalada en casa de Jocasta.

Sin embargo, podría parecer un poco atrevido. Como una invitación. Él había dicho un par de veces, muy cortésmente, que tenían que estar atentos al reloj porque ella tenía que irse, y había añadido que no le hacía gracia que tuviera que ir en transporte público a esas horas un sábado por la noche. ¿No le daba miedo? Clio había dicho que no. Y que tenía el coche en la estación. Eso era cierto.

Pero estaba pasándolo de maravilla. Estaban en el Mon Plaisir, en Covent Garden, y su calidez, su encanto lujoso, su exquisita comida, sus jóvenes y guapos camareros, la habían relajado del todo. Se había puesto muy nerviosa, por supuesto. Ya no tenía ni idea de lo que se llevaba para ir a un restaurante de Londres, y a las seis, cuando debería estar duchándose, estaba planchando frenéticamente una blusa de seda color crema, que tenía cinco años. Fergus le dijo que estaba guapísima y ella intentó creérselo. Él sin duda estaba muy apuesto con un traje de hilo color crema y una camisa de seda negra, que la hicieron sentir más patosa que nunca.

Dejó de preocuparse por su ropa a los tres minutos. Fergus había estado encantador toda la cena, halagador y divertido. ¿Por qué le gustaba? ¿Por qué? La hacía reír y hacía que ella le hiciera reír. ¿Cómo lo hacía? Le preguntaba su opinión muy en serio sobre si debía comprarse un piso que había visto en Putney.

– A mí no me preguntes -dijo Clio, riendo-. No sé nada de propiedades en Londres. Aunque si me dan el empleo, tendré que buscar.

– Ah -dijo él, sonriéndole-, pero a ti te sobra sentido común, y no puedo permitirme ese piso. La verdad es que por ahora, al menos, no.

– Pues no te lo compres.

– Sabía que dirías eso -dijo él.

– Entonces ¿por qué me lo preguntas?

– Creía que te convencería y de paso me convencería a mí mismo. Es una preciosidad, junto al río, con un pequeño jardín en la azotea, bueno, es una terracita en realidad. Te encantaría, Clio.

Clio había sopesado la relevancia de que a ella le gustara y había decidido, más bien con tristeza, que era una forma de hablar.

Después Fergus le habló de todos los espectáculos del West End: qué había visto Clio, qué le gustaría ver.

My Fair Lady - dijo ella inmediatamente, y entonces se dio cuenta de lo pueblerino que debía de parecerle y se ruborizó.

– A mí también -dijo él, sin embargo-, ¿por qué no vamos juntos? También me gustaría ver Les miserables -añadió-. Ya ves lo atrasado que estoy.

Clio se había temido que lo hubiera dicho sólo para hacerla sentir mejor, pero de todos modos dijo que sí.

– Y Chicago.

– Pues tenemos un montón de trabajo por delante -dijo él, y echó un vistazo al reloj.

Ahora estaba aburrido, pensó ella, pero él sólo dijo:

– Se te hace tarde.

Entonces fue cuando dijo que no le hacía gracia dejarla sola en un tren.

¿Debía decirlo o no? Que no tenía por qué coger el tren, pero ¿cómo exactamente? ¿Qué diría? Suspiró sin quererlo, y cuando él la miró, dijo:

– Tengo que ir al servicio. Discúlpame.

Tardó un rato en arreglarse el maquillaje, en perfumarse y contemplarse con su traje de mujer de mediana edad. Cuando salió, vio que había una chica en la mesa, sentada en su sitio, una chica preciosa, con una media melena perfecta y un vestido de seda ajustado. Seguramente le había dicho que fuera a salvarle: «La mujer con la que he quedado se marcha a las once -le habría dicho-, tiene que volver al pueblo. Tú y yo podemos salir por ahí».

Respiró hondo y se acercó a la mesa.

– ¡Clio! Clio, te presento a Joy, Joy Mattingly. Somos viejos compañeros de trabajo, ¿verdad, querida?

– Ya lo creo -dijo ella sonriéndole. Después sonrió a Clio-. Lo hemos pasado bien, ¿eh, Fergus? -Cogió un terrón de azúcar del azucarero, lo mojó en el café de Fergus y lo lamió lentamente. Clio la miró traspuesta-. Bueno, me voy -dijo, levantándose despacio. Era muy alta-. Ya nos veremos, Fergus, cariño. Que te diviertas.

Él se levantó, le dio un beso y volvió a sentarse, señalando la silla de Clio con un gesto de disculpa.

– Perdona.

– No, no -dijo-, no seas tonto. Pero tengo que irme, Fergus, se hace tarde y…

– Y perderás el tren -dijo, y su voz era inexpresiva-. Claro, te buscaré un taxi. ¿Seguro que no te da miedo?

– Seguro -dijo Clio.

– Bien -dijo Fergus, y Clio vio que mandaba un beso a Joy al otro extremo del restaurante y se sintió peor que nunca-, vamos a buscarte un taxi.

Y cuando uno paró casi de inmediato, dijo bastante enérgicamente:

– Bien, que tengas buen viaje, Clio. Lo he pasado muy bien. Tenemos que quedar otro día.

Volvió a entrar en el restaurante. Clio miró las calles concurridas desde el taxi, y todas las parejas felices, cogidas de la mano, abrazadas, y le costó trabajo no echarse a llorar.

Dentro del restaurante, Fergus, muy deprimido, le contaba a Joy Mattingly, muy aburrida, que temía que Clio, que era tan inteligente y tenía tanto éxito en su profesión, le considerara frívolo y poco interesante.

– Normalmente no me gustan las mujeres inteligentes, pero ésta es diferente -dijo-. Es la combinación de cerebro y belleza; es algo muy raro. Bueno, está claro que no va a resultar. Tenía esperanzas, pero…

Suspiró y se acabó la copa. Rechazó la invitación de Joy de ir con ella y un grupo a Annabel's. Ella le miró un buen rato, nunca le había visto rechazar una oportunidad de ampliar sus contactos.

Debía de estar enamorado.

Capítulo 33

– No, jovencito, no puedo decírtelo. Honor entre ladrones, se llama.

Teddy Buchanan había terminado su segunda copa de oporto y estaba colocado. Vaya, le había salido carísimo por nada, pensó Nick.

– Teddy, sólo quiero un nombre.

– ¡Sólo un nombre! Vosotros nunca reveláis vuestras fuentes, ¿no? No empecéis a pedirnos que lo hagamos nosotros.

«A menos que te convenga», pensó Nick.

– No -dijo-, no, claro que no.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Reencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Reencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Reencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x