Penny Vincenzi - Reencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Penny Vincenzi - Reencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Reencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una noche de 1987, alguien abandona a una niña recién nacida en el aeropuerto de Heathrow. Un año antes, tres chicas, Martha, Clio y Jocasta, se habían conocido por casualidad en un viaje y habían prometido volver a encontrarse, aunque pasará mucho tiempo antes de que cumplan la promesa. Para entonces, Kate, la niña abandonada, ya será una adolescente. Vive con una familia adoptiva que la quiere, aunque ahora Kate desea conocer a su madre biológica. Es decir, una de aquellas tres jóvenes, ahora mujeres acomodadas. Pero ¿qué la llevó a una situación tan desesperada?
La trama que desgrana este libro se sitúa allí donde confluyen entre estas cuatro vidas. Y es que Kate verá cumplido su deseo aunque, como enseñan algunas fábulas, a veces sea mejor no desear ciertas cosas…

Reencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– A veces -dijo Grace-, pero no siempre. Viene y va.

– ¿Qué dice el médico?

– Me ha mandado al especialista, pero hay una lista de espera de un año. El doctor Ferguson me receta analgésicos, que me ayudan, pero también me sientan mal.

– Mamá…

– ¿Sí, tesoro?

– Mamá, ¿me permitirías pagar la consulta del traumatólogo, al menos? Así podrías verle enseguida. Esta misma semana.

– No es justo. Martha, no podemos ser una carga para ti.

– ¿Por qué no? Yo fui una carga para ti un montón de años. Imagina que hubiera sido yo. De pequeña, con dolores y sin poder ir al médico hasta al cabo de un año. ¿No habrías pensado en lo que fuera para ayudarme?

– Es posible -dijo Grace con una débil sonrisa-. Supongo que sí.

– Bien -dijo Martha, viendo acercarse la victoria-. Y te lo mereces. Prefiero gastar parte de ese sueldo exagerado contigo a hacerlo en unos manolos nuevos.

– ¿Qué es eso, tesoro?

– Zapatos.

– Ah, claro, un estilo nuevo, ¿no?

– Más o menos -dijo Martha.

Después del almuerzo llamó su hermana. Quería pedir un favor a Martha.

– Mi vecina, que es viuda -«por supuesto», pensó Martha-, necesita ayuda. El coche de su hijo se ha estropeado y tiene que regresar a Londres. Le he dicho que estaba segura de que no te importaría llevarle.

A Martha sí le importaba, y mucho. Llevaba rato soñando con un trayecto tranquilo de vuelta a Londres, con la música sonando, tiempo para pensar… Y también para no pensar. No le apetecía nada tener al lado a un chico lleno de granos durante tres o cuatro horas, y tener que conversar con él.

– ¿No puede volver en tren?

– Podría, pero no tiene dinero. Martha, la verdad, no es pedir mucho. Es muy simpático.

– Sí, pero… -Martha se interrumpió.

– Vale, déjalo -dijo Anne, y su tono era realmente furioso-. Le diré que haga autostop. Tú vuelve a tu elegante vida en Londres.

Martha se sintió fatal de inmediato. ¿En qué bruja estaba convirtiéndose? Anne tenía razón, no era mucho pedir. Simplemente no quería hacerlo…

– No -dijo enseguida-, de acuerdo. Pero tendrá que adaptarse a mi horario y le dejaré en una boca de metro, ¿entendido? No pienso pasarme toda la noche conduciendo por Londres.

– Qué amable eres -dijo Anne-. Se lo diré. ¿Qué hora exactamente se adapta mejor a tu ocupado horario?

– Me iré a las cuatro -dijo Martha, evitando dejarse provocar.

– ¿Te ves capaz de desviarte tanto como para recogerle? Podrías tardar quince minutos más.

– Le recogeré -dijo Martha.

Anne salió de casa al oír el coche de Martha. Su resuello al ver el Mercedes fue casi audible.

– Eres muy considerada -dijo-. Está preparado. Hemos estado charlando, ¿verdad, Ed?

– Sí. Vaya, qué cochazo. Es usted muy amable, señorita Hartley.

Martha bajó del coche, se quitó las gafas de sol y se encontró mirando a uno de los chicos más guapos que había visto en su vida.

Era bastante alto, medía más de metro ochenta, tenía pelo rubio, corto y ondulado y unos ojos azules asombrosamente intensos. Estaba moreno, y tenía algunas pecas sobre una nariz recta, y una sonrisa que dejaba al descubierto unos dientes absolutamente perfectos. Llevaba unos pantalones cortos holgados, un estilo que Martha no soportaba, zapatillas deportivas sin calcetines y una camisa blanca bastante arrugada. Parecía un anuncio de Ralph Lauren. De repente Martha se sintió menos fastidiada.

– Es muy amable, de verdad -repitió Ed mientras salían a la carretera-. Se lo agradezco mucho.

– No es nada -dijo Martha-. ¿Qué le ha pasado a tu coche?

– Se ha muerto -contestó-. Era un trasto. El regalo de mi madre por mis veinte años. Me dijo que no debía usarlo para trayectos largos. Y está visto que tenía razón.

– ¿Y qué vas a hacer?

– A saber. -Echó un vistazo al coche-. Es precioso. Es descapotable, ¿no?

– Sí.

– En Londres no lo usará mucho.

– Entre semana, no -dijo Martha-. Donde vivo no necesito mucho el coche.

– ¿Y dónde vive?

– En los Docklands.

– Qué guay.

– Bastante guay, supongo -dijo Martha, esperando que no pareciera una vieja patética hablando como una jovencita.

– ¿Es abogada? -dijo él-. ¿Sí? ¿Se disfraza con la peluca blanca?

– No -contestó Martha, sonriendo a pesar suyo-. No soy abogada de juzgado, sino corporativa.

– Ah, bueno. Entonces lleva divorcios, compras de casas…

– No, trabajo para una firma de la City, Sayers Wesley.

– Ah, ya la entiendo. Trabaja toda la noche, supervisa grandes negocios, cosas así.

– Cosas así. -Le echó un vistazo. Se había puesto una gorra de béisbol con la visera detrás, otra cosa que Martha no soportaba pero, por imposible que pareciera, le sentaba bien-. ¿Y tú? ¿A qué te dedicas?

– Ahora mismo estoy probando cosas -dijo él-, cosas de telecomunicación. Me aburro mucho. Pero dentro de unos meses me voy. Estoy ahorrando.

– ¿Adónde vas?

– Ah…, a Tailandia, Australia, por ahí. ¿Usted lo hizo?

– Sí que lo hice. Y lo pasé en grande.

– Eso espero. Debería haberlo hecho antes de la uni, la verdad.

– ¿Cuántos años tienes, Ed?

– Veintidós.

– ¿Y qué has estudiado? -preguntó-. ¿En la universidad?

– Inglés. Mi padre quería que hiciera clásicas, porque fue lo que estudió él. Pero no me veía capaz.

– No me sorprende -dijo Martha, y de repente y de forma impactante se acordó de Clio, la bajita, rellenita y bonita Clio, diciendo exactamente lo mismo, hacía tantos años. Clio, que quería ser médico, que… Bueno, basta, Martha. No mires atrás.

– Ojalá lo hubiera hecho -dijo Ed-. Le hubiera hecho feliz. Ahora que ha muerto, me da la sensación de que podría haberlo hecho por él.

– Sí -dijo Martha-, te entiendo. Aunque tú debes hacer lo que es bueno para ti.

– Sí -dijo él-, en realidad yo pienso lo mismo. Pero a veces…

– Por supuesto. Siento lo de tu padre. ¿Qué le ocurrió?

– Cáncer. Sólo tenía cincuenta y cuatro años. Fue horrible. Siempre dejaba para más adelante ir a ver al médico y después había una lista de espera espantosa para ir al especialista, y…, bueno, la verdad es que todo fue un asco.

– Debió de ser terrible para ti. ¿Cuánto hace que murió?

– Tres años -contestó Ed-. Yo estaba en la uni y fue muy duro para mi madre. Su padre se portó muy bien con ella. Ella dice que la ayudó a salir adelante. Su padre es muy buena persona. Su hermana también es muy simpática.

– Me alegro de oírlo -dijo Martha.

El chico se volvió a mirarla reflexivamente.

– Pero no se parece mucho a usted -añadió, y después se sonrojó-. Lo siento. Ahora me dejará tirado en la cuneta.

– Si hubieras dicho que me parecía a ella, seguro que sí -dijo Martha, sonriendo.

– Ya, pero no se parecen. Claro que ella será mucho mayor.

– De hecho, es dos años más joven que yo -dijo Martha.

– ¡No me diga!

– Sí te digo.

Un silencio, y después:

– No es posible -dijo.

– Ed -dijo Martha-, me has alegrado el fin de semana. Dime, ¿a qué universidad fuiste?

– A Bristol.

– ¿De verdad? Yo también fui allí.

– ¿Ah, sí? -Se volvió y le sonrió de nuevo. Después dijo-: Seguro que estaba en Wills Hall.

– Pues sí -dijo Martha-. ¿Cómo lo has sabido?

– Todos los pijos vivían allí. Era como un gueto de escuela privada. Al menos cuando yo estaba.

– ¡No soy una pija! -exclamó Martha indignada-, y fui a la escuela pública de Binsmow. Cuando era decente.

– Yo también -dijo él-, pero para entonces ya era un desastre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Reencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Reencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Reencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x