Charles Bukowski - Mujeres

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Este gigantesco maratn sexual es un proceso de aprendizaje, de conocimiento, en el que Bukowski no escatima sarcsticas observaciones de s mismo, y en el que el machismo de textos anteriores queda seriamente erosionado; todo ello unido a incontables borracheras.Bukowski parace sugerir que las alternativas – una carrera ms respetable, literaria o la que fuese – son an ms deshumanizadas.

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Nunca en mi vida había oído gritos y gemidos como ésos, y la cosa duró unos buenos cuarenta y cinco minutos. Luego él salió solo, se sentó y se sirvió un trago.

– Hijo mío -me dijo- aquí tienes una mujer de las buenas.

Se fue hacia la salita y se tumbó en el sofá, se estiró y se quedó dormido. Yo entré en el dormitorio, me desnudé y me metí en la cama junto a Fio.

– Dios mío -dijo ella-. Dios mío, no lo puedo creer. Me puso en el cielo y el infierno.

– Sólo espero que no prenda fuego al sofá -dije.

– ¿Quieres decir que se duerme fumando? -Olvídalo.

Bueno, el tío empezó a hacerse el amo. Yo tuve que dormir en el sofá. Tuve que escuchar a Fio gritando y gimiendo en el dormitorio todas las noches. Un día, mientras Fio estaba de compras y nosotros estábamos bebiendo una cerveza en la mesita de la cocina, tuve unas palabras con él.

– Escucha -le dije- a mí no me importa ayudar a alguien a salir de un encierro pero ahora he perdido mi cama y mi mujer y voy a tener que pedirte que te vayas.

– Creo que me voy a quedar aquí por algún tiempo, hijo mío, tu señora es una de las mejores piezas que he tenido nunca.

– Mira, tío -le dije- no me hagas tomar medidas extremas para sacarte de aquí.

– ¿Un chico duro, eh? Bueno, mira, chico duro, tengo que darte una pequeña noticia. Mis poderes sobrenaturales han vuelto. Si tratas de joderme te vas a quemar los cojones. ¡Mira!

Teníamos un perro. Old bones; no era muy noble, pero ladraba por la noche, era un buen perro guardián. Bueno, él apuntó con su dedo a Old bones, el dedo hizo una especie de sonido chasqueante, se hinchó y una fina línea de fuego surgió en dirección a Old bones. El perro se quedó rígido y con el pelo erizado, y entonces desapareció. Ya no estaba allí. No había ni huesos, ni cenizas, ni siquiera ningún olor. Sólo aire.

– De acuerdo, hombre -le dije-. Puedes quedarte aquí un par de días más, pero luego tendrás que irte.

– Fríeme un buen filete -dijo- estoy hambriento, y me temo que mis reservas de esperma están disminuyendo notablemente.

Me levanté y eché un filete en la sartén.

– Hazme algunas patatas fritas para acompañarlo -dijo- y unas rodajas de tomate. Café no, no quiero. Ando con insomnio. Sólo me tomaré un par de cervezas más.

Cuando le estaba sirviendo la comida, Fio regresó.

– Hola, amor mío -dijo ella-. ¿Cómo estás?

– Muy bien -contestó-. ¿No tenéis algo de catsup?

Yo salí afuera, subí al coche y me fui hacia la playa.

Bueno, el tío de la barraca ahora tenía un nuevo diablo. Pagué mi cuarto y entré. Este diablo era muy poca cosa. La pintura roja que le habían pulverizado le estaba matando, y se estaba bebiendo una botella para no volverse loco. Era un tipo grande y fuerte, pero no tenía ninguna cualidad demoníaca en especial. Yo era uno de los pocos clientes. Había más moscas que personas allí dentro.

El charlatán de la entrada se me acercó:

– Me estoy muriendo de hambre desde que me robaste al verdadero. Supongo que lo exhibirás ahora en algún sitio, ¿no?

– Escucha -le dije-, daría cualquier cosa por poder devolvértelo. Yo sólo trataba de ser una buena persona.

– ¿Ya sabes lo que les pasa a las buenas personas en este mundo, no?

– Sí, acaban recorriendo la Séptima Avenida y Broadway vendiendo gacetillas.

– Mi nombre es Ernie Jamestown -dijo-, cuéntamelo todo. Tengo una habitación ahí en la parte trasera.

Seguí a Ernie a la habitación. Entramos. Su mujer estaba sentada en la mesa bebiendo whisky. Levantó la mirada y me vio.

– Escucha, Ernie, si este bastardo va a ser el nuevo diablo, es mejor olvidarlo todo. Para eso es lo mismo presentar un triple suicidio -dijo.

– Tranquilízate -dijo Ernie- y pasa la botella.

Le conté a Ernie todo lo que había pasado. El escuchó con atención y luego dijo:

– Yo puedo quitártelo de encima. El tiene debilidades, dos debilidades esenciales: la bebida y las mujeres. Y otra cosa. No sé cómo ocurre, pero cuando está encerrado, como lo estaba en la celda de los borrachos o en la jaula de ahí fuera, pierde sus poderes sobrenaturales. Bien, vamos a sacarlo de tu casa.

Ernie se fue hacia el armario y sacó un manojo de cadenas y candados. Entonces cogió el teléfono y llamó a una tal Edna Hemlock. Edna nos esperaría dentro de veinte minutos en la esquina del bar Woody's. Ernie y yo subimos a mi coche, paramos a comprar dos botellas de whisky en el almacén de licores, recogimos a Edna, y nos fuimos hacia mi casa.

Seguían en la cocina. Estaban monteándose como locos. Pero tan pronto como vio a Edna, el diablo se olvidó por completo de mi señora. La tiró fuera como a un par de medias rotas. Edna tenía de todo. Sus padres no habían cometido ni un solo error al concebirla.

– ¿Por qué no bebéis los dos un poco y os conocéis mejor? -dijo Ernie poniendo un gran vaso de whisky delante de cada uno.

El diablo miró a Ernie.

– Eh, madre, tú eres el tío que me metió en la jaula, ¿no?

– Bah, olvídalo -dijo Ernie- lo pasado, pasado.

– ¡Y un cuerno! -Le apuntó con su dedo y la línea de fuego surgió hacia Ernie; al instante ya no estaba allí.

Edna sonrió y cogió su whisky. El diablo hizo un gesto, cogió su vaso y se lo bebió de un trago.

– ¡Magnífico! -dijo-. ¿Quién lo compró?

– Ese hombre que acaba de dejar la habitación hace un momento -dije.

– Oh.

El y Edna se sirvieron otro trago y empezaron a devorarse con los ojos. Entonces mi señora le dijo:

– ¡Aparta tus ojos de esa zorra!

– ¿Qué zorra?

– ¡Ella!

– Tú bebe y cállate.

Señaló con el dedo a mi señora, hubo un pequeño chisporroteo y mi señora desapareció. Entonces me miró:

– ¿Y tú qué tienes que decir?

– Oh, yo soy el tío que te llevó las tenazas corta-alambres, ¿recuerdas? Estoy aquí para hacer los recados, traer las toallas y todo eso…

– Es agradable volver a disponer de mis poderes sobrenaturales.

– Sí, son muy útiles -dije yo- en cualquier caso, tenemos problemas de superpoblación…

Estaba comiéndose a Edna con los ojos. Estaba tan ciego que pude coger una de las botellas de whisky sin que se enterase. Agarré la botella, salí, subí a mi coche y regresé a la playa.

La mujer de Ernie seguía sentada en la habitación trasera. Se alegró al ver la botella. Serví dos vasos.

– ¿Quién es el tío que tenéis ahora encerrado en la jaula? -pregunté.

– Oh, es del equipo de rugby de la universidad. Trata de ganarse un poco de dinero.

– Tienes unos pechos muy bonitos -le dije.

– ¿De verdad? Ernie nunca me dice nada de mis pechos.

– Bebe. Es un whisky muy bueno.

Me acerqué hasta sentarme a su lado. Tenía unos muslos macizos y magníficos. Cuando la besé, no se resistió.

– Estoy tan cansada de esta vida -dijo-. Ernie ha sido siempre un negociero barato. ¿Tú tienes un buen trabajo?

– Oh, sí. Soy jefe de mozos de carga en el Drombo-Western.

– Bésame otra vez -dijo ella.

Me eché a un lado, me limpié y me tapé con la sábana.

– Si Ernie nos encuentra así nos matará -dijo ella.

– Ernie no nos va a encontrar. No te preocupes.

– Haces maravillosamente el amor -dijo- ¿pero, por qué conmigo ?

– No entiendo.

– Quiero decir, en realidad ¿qué te hizo venir conmigo?

– Oh -dije- fue cosa del diablo.

Entonces encendí un cigarrillo, me tumbé de espaldas y expulsé un perfecto anillo de humo. Ella se levantó y fue hacia el baño. Pasó un minuto y oí sonar la cadena.

Cojones

Como cualquiera podrá deciros, no soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y un buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.

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