¿Tienes alguna idea de dónde saca el dinero?
¿Por qué crees que hace esas cosas tan horribles?
Y el niño se limitó a esperar.
Pronto llegaría ayuda.
La mamaíta solía decirle que lo sentía. La gente llevaba muchos años trabajando para convertir el mundo en un sitio seguro y organizado. Nadie se daba cuenta de lo aburrido que se iba a volver. Con el mundo entero dividido en propiedades privadas, con límites de velocidad, zonas, impuestos y regulaciones, con todo el mundo sometido a exámenes, registrado, con dirección conocida y figurando en los registros. Nadie había dejado mucho espacio para la aventura, salvo tal vez la que uno podía comprar. En una montaña rusa. En una película. Sin embargo, no dejaba de ser una excitación falsa. Uno ya sabía que los dinosaurios no se iban a comer a los niños. El público de los pases de prueba ha descartado con su voto cualquier posibilidad de un falso desastre importante, de un riesgo real, no nos queda ninguna posibilidad de salvación real. De euforia real. De excitación real. De diversión. De descubrimiento. De invención.
Las mismas leyes que nos mantienen a salvo nos condenan al aburrimiento.
Sin acceso al caos verdadero, nunca lograremos la paz verdadera.
A menos que todo empeore, nada puede mejorar.
Todas estas cosas le decía la mamaíta.
Le decía:
– La única frontera que te queda es el mundo de lo intangible. Todo lo demás es demasiado restrictivo.
Está aprisionado por demasiadas leyes.
Cuando decía lo intangible se refería a Internet, las películas, la música, los relatos, el arte, los rumores, los programas informáticos, cualquier cosa que no fuera real. Las realidades virtuales. Los rollos fantásticos. La cultura.
Lo irreal es más poderoso que lo real.
Porque nada es tan perfecto como uno lo imagina.
Porque solamente duran las ideas intangibles, los conceptos, las creencias y las fantasías. La piedra se resquebraja. La madera se pudre. La gente, en fin, se muere.
Pero las cosas tan frágiles como un pensamiento, un sueño, una leyenda, pueden continuar para siempre.
Si puedes cambiar la manera en que piensa la gente, le decía. La forma en que se ven a sí mimos. La forma en que ven el mundo. Si lo haces, puedes cambiar la forma en que la gente vive su vida. Y esa es la única cosa duradera que puedes crear.
Además, en algún momento, solía decirle la mamaíta, tus recuerdos, tus relatos y tus aventuras serán lo único que te quede.
En su último juicio, antes de ir a la cárcel por última vez, la mamaíta se puso en pie ante el juez y dijo:
– Mi meta es ser un motor de excitación en las vidas de la gente.
Se quedó mirando fijamente a los ojos del niño estúpido Y dijo:
– Mi propósito es darle a la gente historias gloriosas que explicar.
Antes de que los guardias se la llevaran por la puerta de atrás de la sala, con las manos esposadas, gritó:
– Encerrarme sería redundante. Nuestra burocracia y nuestras leyes han convertido el mundo en un campo de trabajos forzados limpio y seguro.
Y luego gritó:
– Estamos criando una generación de esclavos.
E Ida Mancini volvió una vez más a la cárcel.
«Incorregible» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente.
La mujer sin identificar, la que echó a correr por el pasillo durante el ballet, había gritado:
– Estamos enseñando a nuestros hijos a no poder defenderse.
Mientras corría por el pasillo y salía por una salida de incendios, había gritado:
– Estamos tan estructurados y microgestionados que esto ya no es un mundo, es un puto crucero de placer.
Sentado, esperando con los detectives de la policía, el niño estúpido, cara de culo y tocahuevos les preguntó si podía venir el abogado defensor Fred Hastings.
Y un detective murmuró una palabrota.
Y justo entonces, la alarma de incendios se disparó.
Y aun con la alarma sonando, los detectives siguieron preguntando:
– ¿TIENES ALGUNA IDEA DE CÓMO PONERNOS EN CONTACTO CON TU MADRE?
Le preguntaron a gritos para hacerse oír por encima de la alarma:
– ¿PUEDES DECIRNOS POR LO MENOS QUIÉNES SON SUS PRÓXIMOS OBJETIVOS?
La madre adoptiva le gritó para hacerse oír por encima de la alarma:
– ¿NO QUIERES AYUDARNOS A QUE LA AYUDEMOS?
Y la alarma se detuvo.
Una señora asomó la cabeza por la puerta y dijo:
– Que no cunda el pánico, chicos. Parece otra falsa alarma.
Una alarma de incendios ya nunca indica un incendio.
Y aquel pequeño gilipollas dijo:
– ¿Puedo usar el baño?
La medialuna nos mira, reflejada en una lata plateada llena de cerveza. Denny y yo estamos de rodillas en un jardín ajeno y Denny aparta los caracoles y babosas dando golpecitos con el dedo índice. Denny levanta la lata llena hasta arriba, acercando cada vez más su reflejo y su cara de verdad hasta que sus labios falsos tocan sus labios de verdad.
Denny se bebe la mitad de la cerveza y dice:
– Así es como beben cerveza en Europa, tío.
¿En trampas para babosas?
– No, tío -dice Denny. Me pasa la lata y dice-: Desbravada y caliente.
Beso mi reflejo y bebo, con la luna mirándome por encima del hombro.
Esperándonos en la acera hay un carrito de bebé con las ruedas más separadas en la parte trasera que en la delantera. La parte trasera del carrito toca el suelo y envuelta en la manta rosa de bebé hay una roca de arenisca demasiado grande para que Denny o yo la levantemos. En el extremo superior de la manta hay colocada una cabeza de bebé de goma rosácea.
– Eso de practicar el sexo en una iglesia -dice Denny-, dime que no lo hiciste.
No es que no lo hiciera. Es que no pude.
No pude follar, taladrar, perforar, meterla, hincarla. Todos esos eufemismos que no lo son.
Denny y yo somos dos tíos normales que sacan a su bebé a dar un paseo a medianoche. Un par de simpáticos jóvenes de este bonito vecindario de casas grandes, cada una rodeada de su respectivo jardín. Todas estas casas con sus petulantes espejismos de seguridad autocontenida y climáticamente controlada.
Denny y yo, tan inocentes como un tumor.
Tan inofensivos como un hongo de psilocibina.
Es un vecindario con tanta clase que incluso la cerveza que dejan para los animales es importada de Alemania o de México. Saltamos la verja hasta el siguiente jardín y husmeamos bajo las plantas en busca de la siguiente ronda.
Agachado para mirar debajo de las hojas y los matorrales, digo:
– Tío -digo-, a ti no te parece que tengo un buen corazón, ¿verdad?
Y Denny dice:
– Qué va, tío.
Después de unas cuantas calles, de la cerveza de todos estos jardines, sé que Denny está siendo sincero. Le digo:
– ¿No crees que yo en realidad sea una manifestación sensible y cristiana del amor perfecto, verdad?
– Ni en coña, tío -dice Denny-. Eres un capullo.
Y yo le digo:
– Gracias. Solamente me estaba asegurando.
Y Denny se pone de pie moviendo las piernas a cámara lenta. En las manos sostiene una lata redonda en la que se ve otra vez reflejado el cielo nocturno, y me dice:
– Bingo, tío.
Acerca de lo de la iglesia, le cuento que estoy más decepcionado con Dios que conmigo mismo. Tendría que haberme fulminado con un rayo. Quiero decir que Dios es Dios. Yo soy un capullo. Ni siquiera le quité la ropa a Paige Marshall. Con su estetoscopio colgando del cuello, balanceándose entre sus pechos, la empujé sobre el altar. Ni siquiera le quité la bata.
Con el estetoscopio colgando sobre el pecho, me dijo:
– Vaya rápido -dijo-. Quiero que sincronice sus movimientos con mi corazón.
No es justo que las mujeres no tengan que pensar cosas para no correrse enseguida.
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