Denny me pregunta si se puede venir a vivir conmigo.
– Estamos hablando del plan Z -dice Denny-. Solamente te lo pido como último recurso.
No le pregunto si es porque no me quiere fastidiar o porque no se muere de ganas de vivir conmigo.
A Denny le huele el aliento a nachos. Otra violación del realismo histórico. El tío es un imán para la mierda. La lechera, Ursula, sale del establo y se nos queda mirando con sus ojos de fumeta inyectados en sangre.
– Si hubiera una chica que te gustara -le digo-, y quisiera tener relaciones sexuales para quedarse embarazada, ¿lo harías?
Ursula se levanta los bajos de la falta y camina pisando Inerte sobre la mierda de vaca con sus zuecos de madera. Le da una patada a un pollo ciego que se cruza en su camino. Alguien le saca una foto dando la patada. Un matrimonio intenta pedirle a Ursula que se haga una fotografía con su bebé, pero luego deben de verle los ojos.
– No sé -dice Denny-. Un hijo no es como tener perro. O sea, un hijo vive un montón de tiempo, tío.
– ¿Y si ella no planeara quedarse con el bebé? -le digo.
Denny levanta la vista y luego vuelve a bajarla, sin mirar nada en concreto, luego me mira a mí:
– No lo entiendo -dice-, ¿Quieres decir si quisiera vendérselo?
– Quiero decir si quisiera sacrificarlo -le digo.
Y Denny dice:
– Tío.
– Supongamos solamente -digo- que va a pasar por la batidora el cerebro del feto abortado, le va a sacar la pulpa con una aguja y luego se lo va a inyectar en la cabeza a alguien que tú sabes que tiene lesiones cerebrales, para curarlo -digo.
Denny abre un poco la boca:
– Tío, no te refieres a mí, ¿verdad?
Me refiero a mi madre.
Se llama trasplante neural. Algunos lo llaman injerto neural, y es la única forma eficaz de reconstruir el cerebro de mi madre en esta fase terminal. Sería un método más conocido si no fuera por los problemas para conseguir, ya sabes, el ingrediente principal.
– Un bebé machacado -dice Denny.
Le digo:
– Un feto.
Tejido fetal, me dijo Paige Marshall. La doctora Marshall, la de la piel y las manos.
Ursula se detiene a nuestro lado y señala el periódico que tiene Denny en la mano.
– A menos que eso tenga fecha de mil setecientos treinta y cuatro, has comido mierda. Es una violación del personaje.
Los pelos de la cabeza de Denny intentan volver a crecer, pero algunos están enquistados y atrapados debajo de granos rojos o blancos.
Ursula se aleja y luego retrocede:
– Victor -dice-, si me necesitas, estaré batiendo manteca.
Le digo hasta luego. Ella se va caminando con esfuerzo.
Denny dice:
– Tío, ¿o sea que tienes que decidir entre tu madre y tu primogénito?
No es nada del otro mundo, según la doctora Marshall. Lo hacemos todos los días. Matamos a los que no han nacido para salvar ancianos. Bajo la luz dorada de la capilla, susurrándome sus argumentos al oído, me preguntó si acaso cada vez que quemamos un galón de petróleo o un acre de selva amazónica no estamos matando el futuro para preservar el presente.
Es el esquema piramidal de la seguridad social.
Con los pechos embutidos entre nuestros cuerpos me dijo que hacía aquello porque le preocupaba mi madre. Y que lo menos que yo podía hacer era aportar mi granito de arena.
No le pregunté cuál era el granito de arena.
Y Denny dice:
– Bueno, pues cuéntame tu historia verdadera.
No lo sé. No puedo hacerlo. No puedo poner el puto granito.
– No -dice Denny-, Quiero decir si has leído ya el diario de tu madre.
No, no puedo. Estoy un poco encallado en la cuestión esta de si matar al bebé.
Denny me mira fijamente a los ojos y dice:
– ¿Eres como un ciborg o algo así? ¿Es ese el gran secreto de tu madre?
– ¿Un qué? -digo yo.
– Ya sabes -dice-, un humanoide artificial creado con un lapso de vida limitado al que le han implantado recuerdos de infancia falsos para que crea que es una persona de verdad, pero que no sabe que va a morir muy pronto.
Miro fijamente a Denny y le digo:
– Tío, ¿mi madre te dijo que soy una especie de robot?
– ¿Es eso lo que dice su diario? -dice Denny.
Se acercan dos mujeres con una cámara y una dice:
– ¿Les importa?
– Digan «patata» -les digo, y les hago una foto sonriendo delante del establo de las vacas, luego se alejan con otro recuerdo evanescente que ha estado a punto de disiparse. Otro recuerdo petrificado que atesorar.
– No, no he leído el diario -digo-. No me he follado a Paige Marshall. No puedo hacer una mierda hasta que decida sobre esto.
– Vale, vale -me dice Denny-. ¿Entonces no eres más que un cerebro en una bandeja al que han estimulado con electricidad y productos químicos para que crea que tiene vida?
– No -digo-. Definitivamente no soy un cerebro. Ese no es el problema.
– Vale -dice-. Tal vez eres un programa informático de inteligencia artificial que interactúa con otros programas en un entorno de realidad simulada.
Y yo digo:
– ¿Y entonces tú que eres?
– Yo sería otro ordenador -dice Denny. Luego dice-: Yate entiendo, tío. No soy capaz de calcular ni las monedas para el autobús.
Denny guiña los ojos, inclina hacia atrás la cabeza y me mira frunciendo una ceja:
– Aquí va mi último intento -dice.
Dice:
– Muy bien, tal como lo imagino, eres el objeto de un experimento y el mundo que conoces es una construcción artificial poblada por actores que desempeñan los papeles de todas las personas de tu vida, y el clima está hecho con efectos especiales y el cielo está pintado de azul y el paisaje que te rodea es un decorado. ¿Es eso?
Yo digo:
– ¿Eh?
– Y yo soy un actor brillante con un talento enorme -dice Denny-, Y solamente estoy fingiendo que soy tu mejor amigo, el estúpido perdedor adicto a la masturbación.
Alguien me saca una foto apretando los dientes.
Miro a Denny y le digo:
– Tío, tú no estás fingiendo nada.
A mi lado aparece un turista que me sonríe:
– Eh, Victor -dice-. O sea que aquí es donde trabajas.
No tengo ni puñetera idea de dónde me conoce este tío.
Facultad de medicina. Universidad. Un trabajo distinto. O puede ser que sea otro de los maníacos sexuales de mi grupo. Tiene gracia. No parece un adicto al sexo, pero es que nadie lo parece.
– Eh, Maude -dice, y le da un codazo a la mujer que está ton él-. Este es el tío del que siempre te hablo. Yo le salvé la vida.
Y la mujer dice:
– Oh, cielos. Así que es verdad. -Se encoge de hombros y pone los ojos en blanco-, Reggie siempre está fanfarroneando acerca de usted. Supongo que siempre pensé que estaba exagerando.
– Oh, sí -digo-. El viejo Reg, sí, me salvó la vida.
Y Denny dice:
– No me extraña, ¿quién no lo ha hecho?
Reggie dice:
– ¿Te está yendo bien últimamente? Intenté enviar todo el dinero que pude. ¿Hubo bastante para cubrir aquella muela del juicio que te tuvieron que arrancar?
Y Denny dice:
– ¡Oh, por el amor de Dios!
Un pollo ciego con solamente media cabeza y sin alas, lodo cubierto de mierda, choca contra mi bota y cuando extiendo el brazo para acariciarlo, el bicho empieza a temblar bajo sus plumas. Suelta un cloqueo susurrante que parece el ronroneo de un gato.
Es agradable ver algo más patético de lo que yo me siento ahora.
Luego me sorprendo mordiéndome una uña, bosta de vaca, mierda de pollo.
Véase también: histoplasmosis. Véase también: tenia.
Y digo:
– Sí, el dinero -digo-. Gracias, colega. -Y escupo. Luego vuelvo a escupir. Se oye el clic de la cámara de Reggie sacándome una foto. Otro momento estúpido que la gente tiene que hacer durar para siempre.
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