– Yo tenía… Odiaba mi vida familiar. La odiaba. Sentía una hostilidad muy visceral hacia las circunstancias en las que me había tocado crecer, y creo que me distancié de ellos siendo muy joven… Lo pasaba muy mal cuando mis padres se peleaban. Aquello me horrorizaba y me dejó traumatizado… Hasta cierto punto uno se acostumbra a ello. Mi madre era increíblemente franca y directa, y todo resultaba muy… crudo. Mi padre siempre estaba dando portazos y chillando y gritando y emborrachándose y jugando al rugby, y mi madre siempre estaba quejándose y chillando. O sea, aquello no paraba nunca, y creo que una parte de mí simplemente se distanció de todo aquello y empezó a verlo como un espectador deportivo, pero otra parte de mí también estaba extremadamente traumatizada por ello. Pero, bueno, estés traumatizado o no, la familia es el lugar al que perteneces. Aunque sea un trauma horrible, eso es lo que te dicen los psicólogos, y yo creo que tiene mucho sentido. Aunque sea una profunda infelicidad, es tu infelicidad.
– Bueno, tal vez de eso se deduzca que uno busca relaciones que reproduzcan todo aquello…
– Hice la confirmación en la catedral de Arundel, en Sussex. Yo soy de Sussex. Mi familia no. Ellos vienen de alguna ciénaga perdida en Irlanda. Pero Sussex es un condado católico muy inglés y muchos mártires ingleses vienen de allí y eso fue parte de mi identidad de niño.
– El santo de mi confirmación fue santo Tomás Moro… Yo era un chico católico inglés, y supongo que eso me servía para afirmar una identidad muy concreta y una resistencia a Inglaterra y a toda su pompa anticatólica, además del hecho de que Moro siempre me ha fascinado. Es un hombre terriblemente fascinante por todas las razones obvias, por su intento de estar en el mundo y no estarlo. De estar metido hasta el cuello en la política y todavía más metido en su vida espiritual. En él se dan cita toda clase de cuestiones acerca de qué es la integridad y qué es la lealtad.
– La única área que me interesa de veras es la santidad. Me interesa saber qué son los santos. Porque son… no sé qué son, y la verdad es que debería saberlo. Creo que todos deberíamos tener un mejor entendimiento de en qué consiste todo eso, un ser humano que es un ser humano y sin embargo es de alguna forma sagrado, alguien que está en contacto con algo de forma más profunda que el resto de la gente… Y hay varios santos que me fascinan en mayor o menor medida y sobre los cuales me gustaría averiguar más cosas. Uno es san Francisco. Otro es san Juan el Amado…
– Hay algo atractivo en la figura que aguanta a solas, y estoy seguro de que yo me proyecto en eso en cierta medida. En quien resiste y no cede. Uno se pregunta: «¿Por qué no cede? ¿Qué está pasando? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?».
– Antes envidiaba a la gente que era seropositiva. Porque sentía que vivían de una forma más intensa que yo todavía no había podido alcanzar. Aquí es donde entra la santidad. La misma definición de santo es alguien que vive como si fuera a morir esa misma noche. Un santo está tan en contacto con la realidad, que es por supuesto nuestra mortalidad, que es capaz de vivir con un nivel distinto de intensidad… Me encontré a mí mismo enamorándome de gente seropositiva… Estoy pensando en un par de personas que creo que tuvieron formas notables de tratar con su enfermedad y de vivir con ella y a quienes la enfermedad les hizo brillar incluso en la hora de su muerte. Todo eso tiene algo especialmente atractivo, igual que nos atraen los mártires y nos fascinan los terroristas suicidas… Ninguna de esa gente quería estar en la situación en la que estaban, pero la estupidez y lo efímero les causaban cierta impaciencia.
– Sin entrar en detalles, acabo de tener una relación muy, muy, muy breve y tempestuosa con alguien con quien me topé en San Francisco. Simplemente me topé con él un sábado por la noche… Nuestra última comunicación fue un e-mail realmente imperioso y agresivo, y luego lo vi y hablé con él y no nos levantamos la voz ni nada. Estuvimos hablando y mis amigos señalaron que se habían dado cuenta de dos cosas. Una es que era obvio que estábamos enfadados, pero también que nuestra relación tenía una intensidad increíble.
»Entre nosotros dos simplemente había algo que soltaba chispas cuando estábamos juntos. Y supongo que eso me gusta. Impide que me aburra.
– Estar casado no quiere decir que uno esté menos solo. Creo que si no se anda con cuidado una relación puede ser la forma más intensa de estar solo… La amistad es lo que realmente resuelve y mitiga la soledad sin comprometer al yo de la forma en que lo compromete el amor, el amor romántico. Y Moro no estaba completamente solo. Tenía a su hija, que estaba muy unida a él, y tenía algunos amigos maravillosos.
– Esa es una pregunta importante: «¿Por qué estás solo?». O sea, todos estamos solos. La soledad es… es la vida. Lo que importa es la calidad de nuestra soledad. El hecho de que sea o no una soledad de calidad. Yo soy una persona solitaria. Siempre lo he sido, desde niño. Supongo que me resulta difícil… me cuesta mucho dejar entrar a alguien.
– Alguien me dijo una vez: «Para la gente hetero eres gay. Para los ingleses eres católico. Católico irlandés. Para los americanos vienes a ser inglés. Para la institución académica eres un periodista. Para los periodistas eres una especie de académico. No paras de desmarcarte de todos los equipos».
– Podría ser una reacción defensiva. O sea, los republicanos no quieren saber nada de mí. Los demócratas tampoco. La gente de derechas me contempla con mucho recelo. También la gente de izquierdas… Me gusta pensar que intento pensar y escribir para mí mismo, y a veces eso quiere decir que cabreas a la gente de forma habitual. La soledad es el ambiente natural para los escritores. Y repito que no es como mis modelos… como Orwell, que fue un héroe para muchos grupos de gente, pero mira, era un tipo muy encerrado en sí mismo. Desconfío mucho de tomarle afecto a la gente.
– Es terrible, en cuanto siento que todo el mundo se muestra de acuerdo conmigo, quiero cambiar de opinión. Soy así… y esta es probablemente la razón de que no se me diera muy bien la parte de ser jefe de redacción relacionada con la gestión: porque me sentía literalmente más cómodo enfrentado a toda mi plantilla que intentando amablemente unirlos. O incluso con mis lectores [del New Republic ], siempre pongo, siempre he intentado poner nerviosa a la gente.
»Es obvio que he pensado bastante en esto. No quiero problematizarlo de ninguna manera. Creo que cada uno es como es, pero… precisamente lo que me hace sentirme seguro, creo, es esa falta de seguridad.
– No me interesa ser bien recibido o no serlo. Cuando uno empieza a pensar así está acabado, en mi opinión. La única pregunta que me interesa es si transmito ciertas cosas que estoy intentando transmitir de forma más eficaz a través del medio de la narración ficticia, o bien intentando escribir cosas que sean argumentativas. Como sabes, hoy día hay una división entre los escritos que se atienen a los hechos, escritos biográficos o históricos, y por otro lado la ficción. No existe una gran producción en el género de la escritura política o moral, si exceptuamos los libros políticos puramente efímeros del tipo «yo tengo razón y ellos no» a lo Jim Carville.
– Prácticamente normal fue un libro extraño en el sentido de que no creo que fuera un libro raro, pero sí fue un intento de decir que se podía escribir sobre una cuestión como aquella, que está tan envuelta en emociones y psicología, en un estilo racionalista clásico. El modelo del libro fueron todos los polemistas y panfletistas del siglo diecinueve que yo admiro: textos no muy largos y que cualquiera podía leer para generar una discusión, y es que aquella clase de panfletos de finales del diecinueve eran unos libritos estupendos.
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