Array Array - Los aires dificiles

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sara se puso colorada y no encontró nada que decir. En aquella época, finales del 87, aún no disponía de ningún indicio del camino por el que la vida la empujaría algún tiempo después. Ella siempre había sido una excelente trabajadora, honrada, concienzuda y responsable, y el compromiso de administrar los bienes de su madrina no había empeorado en absoluto las condiciones de su trabajo, que ahora le ocupaba más tiempo, un bien que le sobraba, pero le gustaba mucho más que la monótona rutina del cargo de señorita de compañía en el que había empezado a sentirse desperdiciada. Nunca llegaría a abandonar a doña Sara. Seguiría tutelándola hasta el final en esas sesiones de rehabilitación que cada vez arrojaban resultados más insignificantes y, mientras le apeteció moverse, la siguió llevando al cine y al teatro, y a merendar con sus amigas por las tardes. Sin embargo, cuando tenía alguna cita más urgente, la mandaba a la calle de paseo con una de las muchachas, y muchas tardes se quedaba en su despacho, resolviendo papeles, mientras ella veía la televisión. Su madrina nunca se quejó, porque nunca llegó a sentirse abandonada, al contrario. Igual que habían hecho sus padres, fue deslizándose con una naturalidad blanda, suavísima, hacia una posición estrictamente inversa a la que había determinado antes su relación con su ahijada.

Sara aceptó una responsabilidad absoluta sobre el destino de aquella anciana y se dio cuenta de cómo la favorecía su nueva situación.

Había cumplido ya cuarenta años, pero era demasiado joven para vivir al ritmo de una vieja, y eso era lo que había ocurrido en los primeros tiempos de su regreso. Ésa fue la principal ventaja de un cambio que la liberó de la sensación de aletargamiento, de fosilización, que la había sorprendido a veces entre el desayuno y los ejercicios, entre el paseo y el aperitivo, entre la siesta y la merienda, mientras su vida se ralentizaba, aflojando su propio ritmo para sincronizarlo con los tiempos de una anciana enferma. La nueva faceta de su

trabajo la rejuveneció, interrumpiendo esa dinámica para animarla, para darle más vuelo a su vida, para devolverla a su propio territorio, el de las cosas que sabía hacer con brillantez. Sus días se fueron llenando de pequeñas citas, obligaciones que cambiaban con cada época del año, con cada día de la semana, visitas a los bancos, declaraciones trimestrales, reuniones con los administradores que se ocupaban de las propiedades rurales de doña Sara –dehesas en la provincia de Salamanca, una finca grande en Toledo, dos en Ciudad Real–, comidas de trabajo con su abogado, con su gestor, con su agente de bolsa, ocasiones para arreglarse, para comprarse ropa, para ir a la peluquería, para maquillarse, para coquetear incluso con un montón de hombres que con frecuencia se la quedaban mirando con una sonrisa embobada antes de manifestarle su admiración por su capacidad, la potencia de esa privilegiada calculadora congénita que llevaba encima de los hombros, y que de vez en cuando llegaban un poco más allá para arriesgar alguna proposición que, aún mucho más de vez en cuando, Sara se decidía a aceptar. Ninguno de ellos resultó ser gran cosa, pero había que reconocerles que, por lo menos eran entretenidos. La única que no estaba contenta con el cariz que tomaban los acontecimientos era Amparito, que a pesar de no haber sido informada en su momento de las disposiciones legales que convirtieron a Sara en la principal de sus amenazas, había acertado a intuir un movimiento de fichas que no le convenía, y al que: respondió ampliando la frecuencia y la duración de sus visitas a casa de su madrina. Doña Sara no paraba de quejarse de lo pesada que se estaba poniendo. A Sara también le molestaba mucho aquel perpetuo acecho, hasta que encontró la solución en una réplica seca, fulminante, cuya repetición garantizó una paz tensa, pero duradera, entre las dos.

—Mira, Amparo, para mí éste es un trabajo como otro cualquiera –le dijo la enésima vez que la sobrina de doña Sara se preguntó en voz alta qué no estaría llevándose de aquella casa–. Si quieres hacerlo tú, si prefieres instalarte aquí para cuidar de tu tía personalmente, dímelo. En ese momento, hago las maletas y me vuelvo a mi casa. Tú verás qué prefieres, qué te conviene más. Pero mientras yo viva aquí, se han acabado los comentarios y las tonterías. En ese momento era sincera.

Una excelente trabajadora, honesta, concienzuda, responsable, con las manos tan limpias como la conciencia. Y sin embargo, nada de lo que pasó después habría podido llegar a suceder si Sara Gómez Morales, abnegada, desheredada, pobre, pero admirablemente capaz de cuidar de sí misma y de los demás, no hubiera completado todas las etapas de una metamorfosis que la devolvió a todo lo que le habían enseñado antes de abandonar aquella casa, sin obligarla a renunciar a nada de lo que se había visto obligada a aprender fuera de sus privilegiados muros. Las vidas difíciles fabrican niños difíciles, y ella era una réplica a escala de una mujer que lo había tenido todo fácil antes de que todo se torciera para siempre. Las vidas difíciles fabrican adultos difíciles, y ella conocía muy bien el precio de las cosas. Sara Gómez Morales, que no era nada del todo, estaba preparada para ser todo a la vez. Sólo necesitaba una oportunidad. Y la vida se la

puso delante después de la última helada de 1988. Cuando una doncella le rogó que fuera corriendo al salón en el tono entrecortado y apremiante de las verdaderas emergencias, ella temió que su madrina se hubiera caído, que se hubiera hecho daño o hubiera sufrido algún percance serio, pero se la encontró sentada en un sofá, con el teléfono en la mano, lloriqueando mientras negaba con la cabeza y repetía, y qué vamos a hacer ahora, Dios mío, qué podemos hacer… Sara le arrebató el auricular con delicadeza y escuchó al otro lado la voz de Victoriano, el jardinero de Cercedilla, que se ocupaba de todo desde que los guardeses murieron, con pocos meses de diferencia entre sí, el mismo año que su patrón. Así se enteró de que el techo de la casa, una mansión rural que el abuelo de su madrina había levantado en la primera mitad del XIX para utilizarla como pabellón de caza, se había hundido aparatosamente, llevándose consigo las buhardillas y el suelo de buena parte del segundo piso.

—No te preocupes, mami –Sara se sentó al lado de su madrina y procuró consolarla después de colgar–. Esta misma tarde iré a ver cómo está todo. He quedado con Victoriano a las cinco. Algo se podrá hacer, y eso haremos. Ella guardaba un recuerdo feliz y luminoso de aquella casa inmensa, rodeada por pinares viejos cuyos límites no alcanzaban a fijar sus ojos, y un gran jardín con piscina y pista de tenis donde habían sucedido los mejores veranos de su vida. Pero le costó trabajo reconocer aquella prodigiosa miniatura del paraíso en–la ruina de un edificio abandonado, humillado por el tiempo y el olvido. Hacía más de quince años que nadie vivía en aquella casa, más de quince años sin que nadie abriera un grifo, sin que nadie encendiera las luces, sin que nadie pusiera en marcha el calentador ni la cocina. Victoriano, que estaba muy mayor y caminaba encorvado, incapaz de sostener en su sitio su propia espalda, se había limitado en los últimos tiempos a recortar de vez en cuando los setos más próximos al edificio principal, desentendiéndose del resto del jardín. Los caminos se habían borrado, los rosales se habían secado, las malas hierbas prosperaban solas entre los restos sucios y dispersos de la grava.

—No sé qué decirte, mami –le confesó a su madrina cuando volvió a Madrid, a tiempo para acompañarla en su cena–. La verdad es que está todo hecho una ruina. No hay que arreglar solamente el tejado.

La escalera está carcomida y da miedo subir arriba, la fontanería no funciona, y la electricidad no digamos… Yo no me acordaba, pero los cables siguen siendo de esos antiguos, forrados de tela, y han reventado en muchos sitios, un cortocircuito detrás de otro, ya sabes. Habría que arreglarlo todo, el jardín incluido. Te va a costar una pasta, pero yo creo que no hay otro remedio. Doña Sara cerró los ojos de puro abatimiento antes de inclinarse por la solución más fácil. —¿Y si la vendo?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los aires dificiles»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los aires dificiles»

Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x