John Katzenbach - Juegos De Ingenio

Здесь есть возможность читать онлайн «John Katzenbach - Juegos De Ingenio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Juegos De Ingenio: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Juegos De Ingenio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En un futuro no muy lejano, las armas y los chalecos antibalas son algo habitual. Tal vez la excepción sea una comunidad de EE. UU que dice garantizar la protección de sus habitantes gracias al control que ejercen los agentes del Servicio de Seguridad del Estado, el futuro estado 51.
En este contexto del tiempo, Susan Clayton, que trabaja elaborando pasatiempos para una revista, recibe un mensaje cifrado que parece significar «Te he encontrado». La críptica nota es especialmente siniestra en un momento en que un asesino en serie acecha Florida, un asesino que puede ser el desaparecido padre de Susan y al que piden, a su hermano, ayude a encontrar. Su madre Diana, muer fuerte y, al tiempo con miedo esta con un cáncer terminal pero sabe que juntos deberán enfrentarse a la amenaza.
Su hermano Jeffrey, reputado criminalista y experto en asesinos en serie es reclutado por la policía del nuevo estado para encontrar a un asesino en serie del que piensan es su padre sin embargo, el va mas como cebo que como experto.

Juegos De Ingenio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Juegos De Ingenio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Estaba sola.

Diana escuchó atentamente pero no oyó nada, al menos nada que indicase que el intruso seguía por allí. Con una cautela exagerada en todo momento, fue de una habitación a otra, revisando cada armario y rincón, debajo de las camas, cualquier hueco donde pudiera esconderse un hombre. Nadie había tocado nada. Todo estaba en su sitio. No había el menor indicio de que alguien más hubiera estado en la casa, por lo que empezó a relajarse.

Regresó a la cocina y se acercó a la puerta a fin de inspeccionar el marco con más atención. Tendría que llamar a un carpintero ese mismo día, pensó, para que viniera y lo arreglara de inmediato. Sacudió la cabeza y, por unos instantes, sostuvo el frío metal de la pistola contra su frente. El susto de muerte que se había llevado un momento antes quedó rápidamente reducido a una irritación moderada mientras repasaba mentalmente la lista de carpinteros que ofrecían servicios de urgencia. Examinó de nuevo la madera arrancada.

– La madre que los parió -masculló en voz alta.

Seguramente había sido un vagabundo. O quizás unos adolescentes que habían dejado el instituto. Había oído que un par de chicos emprendedores de la zona habían amasado una cantidad considerable de dinero a los diecisiete años robando televisores, cadenas de música y ordenadores durante el día, mientras las familias estaban en el colegio o trabajando. Las marcas de rascaduras en el marco revelaban que el que había forzado el cerrojo era un aficionado. Había clavado una palanca de metal en la madera y había aplicado la fuerza bruta. Había obrado con prisas, sin el menor cuidado. Debía de pensar que no había ninguna persona en la casa y que un poco de ruido no alertaría a nadie.

Diana concluyó que los allanadores debieron de llegar un rato después de que se marchara Susan. Probablemente ya habían recorrido media casa cuando oyeron que ella se despertaba y habían salido huyendo.

Se sonrió y levantó la pistola.

Si lo hubieran sabido… Ella no se consideraba una guerrera, y desde luego no sería rival para un par de jóvenes. Contempló el arma. Tal vez habría equilibrado las cosas, pero sólo si hubiese podido cogerla a tiempo. Intentó imaginarse corriendo por la casa perseguida por dos adolescentes. Difícilmente resultaría ganadora de esa carrera.

Diana negó con la cabeza.

Suspiró y se esforzó por no pensar en lo cerca que había estado de morir. No había sucedido nada. Aquello no había sido más que una molestia, y además una molestia común y corriente, no sólo en los Cayos y en las ciudades, sino en todas partes. Un momento peliagudo y significativo de rutina en que nada había pasado. Un fiasco apenas digno de mención o de atención, pero que podría haberle costado la vida. Ellos habían oído el ruido que hacía al levantarse y se habían espantado, por fortuna, pues si se hubieran adentrado un poco más en la casa, seguramente habrían decidido matarla, además de robarle.

Imaginó al par de jóvenes. Cabello largo y grasiento. Pendientes y tatuajes. Manchas de nicotina en los dedos. «Gamberros», pensó. Se preguntó si esta palabra seguía siendo de uso común.

Diana se apartó de la puerta y se dirigió de nuevo a la mesa de la cocina. Depositó la pistola en el tablero y se llevó a la boca otro trozo dulce de melón. Los jugos azucarados le infundieron nuevo vigor. Cogió el vaso de zumo de naranja y extendió otra vez la mano hacia las pastillas que su hija le había dejado.

Entonces se detuvo.

Su mano vaciló en el aire a pocos centímetros de las píldoras.

«¿Qué sucede?», se preguntó de repente.

Una oleada de frío le recorrió el cuerpo.

Contó las pastillas. Doce.

«Son demasiadas -pensó-. Lo sé. Por lo general no son más de seis.»

Cogió los frascos, leyó la etiqueta de cada uno y contó de nuevo.

– Seis -dijo en alto-. Deberían ser seis.

Había doce en el plato.

– Susan, ¿te has equivocado?

No parecía posible. Susan era una persona muy cuidadosa, ordenada, sensata. Y le había preparado su medicación muchas veces.

Diana se acercó a un rincón de la cocina donde había un ordenador pequeño conectado a la línea telefónica. Introdujo el código de la farmacia más cercana y, unos segundos después, apareció en la pantalla la imagen del farmacéutico.

– ¡Eh, buenos días, señora Clayton! ¿Cómo se encuentra hoy? -la saludó el hombre con un marcado acento.

Diana respondió a su saludo con un gesto de la cabeza.

– Bastante bien, Carlos. Sólo tengo una pregunta sobre mis medicamentos…

– Tengo sus datos aquí mismo. ¿Qué sucede?

Ella miró las pastillas.

– ¿Está bien así? Dos megavitaminas, dos analgésicos, cuatro clomipraminas, cuatro renzac…

– ¡No, no, no, señora Clayton! -la interrumpió Carlos-. Las vitaminas están bien, incluso lo de tomar el doble de analgésicos, pero no se acostumbre. Seguramente se quedará dormida enseguida. Pero la clomipramina y el renzac son muy fuertes. ¡Son medicinas muy potentes! Eso es demasiado. ¡Una de cada! ¡Ni una más, señora Clayton! ¡Esto es muy importante!

Una sensación fría y pegajosa se apoderó de su estómago.

– O sea que cuatro de cada una sería…

– ¡Ni se le ocurra! Con cuatro de cada se pondría muy enferma.

– ¿Cómo de enferma? -lo cortó ella.

El farmacéutico hizo una pausa.

– Probablemente la mataría, señora Clayton. Cuatro de golpe sería muy peligroso. Ella no respondió.

– Sobre todo si las mezcla con esos analgésicos, señora Clayton. La dejarían K.O. y entonces no se enteraría de los efectos dañinos de la clomipramina y el renzac. Menos mal que ha llamado, señora Clayton. Si alguna vez tiene alguna duda sobre estas medicinas (ya sé que es difícil mantener siempre la cuenta de todas) no dude en llamar, señora Clayton. Y si no me encuentra, no se tome nada. Tal vez el analgésico, pero nada más. Esos fármacos para el cáncer, señora Clayton, son muy fuertes.

A Diana le temblaba la mano ligeramente.

– Muchas gracias, Carlos -consiguió balbucir-. Has sido de mucha ayuda. -Pulsó unas teclas y cerró la conexión. Con delicadeza, devolvió las pastillas de más a sus frascos respectivos, intentando ahuyentar la imagen del rostro otrora familiar del hombre que había entrado en la casa, leído la nota de su hija y visto al instante la oportunidad que presentaba. Esto debía de parecerle una broma colosal. Debió de marcharse sonriendo de oreja a oreja, quizás incluso riéndose a carcajadas al salir a la calle después de disponer una dosis letal de los medicamentos que en teoría la mantenían con vida sobre la mesa del desayuno, listos para que ella se los tomara.

13 Te pillé

Jeffrey Clayton, paralizado en su asiento, sin saber muy bien de entrada qué hacer, seguía contemplando el mensaje en la pantalla del ordenador cuando el agente Martin irrumpió por la puerta, furioso y con el rostro congestionado.

– Te pillé -murmuró Clayton para sí mientras el inspector daba un portazo y acto seguido prorrumpía en improperios.

– ¡Clayton, hijo de puta, le expliqué las normas! ¡Tenemos que ir juntos siempre, como culo y mierda! ¡Nada de excursioncitas sin llevarme a mí también! Maldita sea, ¿adónde ha ido? Le he estado buscando por todas partes.

El profesor no respondió de inmediato a la pregunta ni a la rabia de Martin. Dio media vuelta en su silla y clavó la vista en el inspector. Entendía los motivos de su ira. Después de todo, ¿de qué sirve una carnada si uno no la vigila más o menos constantemente, de modo que, cuando la presa surja de las profundidades en que se esconde y quede al descubierto, uno esté preparado para aprovechar la oportunidad? Su propia furia ante el hecho de que lo utilizaran de ese modo le formó un nudo en la garganta, pero tuvo la capacidad de contenerla. Supo por instinto que no le convenía desvelar que había averiguado la auténtica razón por la que se encontraba allí, en el estado número cincuenta y uno. Por otra parte, la prueba de que el plan de Martin no era una tontería estaba allí, bien a la vista, en el monitor sobre el escritorio. Por un momento pensó en ocultar el mensaje que había recibido, pero sin haber tomado una decisión consciente, alzó la mano lentamente e hizo un gesto hacia las palabras que tenía delante.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Juegos De Ingenio»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Juegos De Ingenio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Katzenbach - Profesor
John Katzenbach
John Katzenbach - La Guerra De Hart
John Katzenbach
libcat.ru: книга без обложки
John Katzenbach
John Katzenbach - Juicio Final
John Katzenbach
John Katzenbach - Just Cause
John Katzenbach
John Katzenbach - The Wrong Man
John Katzenbach
John Katzenbach - La Sombra
John Katzenbach
John Katzenbach - W słusznej sprawie
John Katzenbach
John Katzenbach - La Historia del Loco
John Katzenbach
John Katzenbach - El psicoanalista
John Katzenbach
John Katzenbach - Opowieść Szaleńca
John Katzenbach
John Katzenbach - The Madman
John Katzenbach
Отзывы о книге «Juegos De Ingenio»

Обсуждение, отзывы о книге «Juegos De Ingenio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x