• Пожаловаться

Camilo Cela: La cruz de San Andrés

Здесь есть возможность читать онлайн «Camilo Cela: La cruz de San Andrés» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

La cruz de San Andrés: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La cruz de San Andrés»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A través de una estremecedora y minuciosa confesión, Matilde Verdú, nos hace un relato puntual de su vida. Sexo, frustración, locura y muerte se entrelazan íntima y amorosamente hasta componer un retablo magnífico, que incluye desde los pequeños acontecimientos hasta los sucesos más dramáticos de su existencia.

Camilo Cela: другие книги автора


Кто написал La cruz de San Andrés? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La cruz de San Andrés — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La cruz de San Andrés», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A Francisco, el menor de los dos López Santana varones, después vienen las tres hembras, le llaman Fran, que queda más fino y más moderno que Paco. Fran, hasta que se torció, bueno, hasta que lo torcieron, era un adolescente sano y simpático, estudiante de náutica, que iba los domingos a ver al Deportivo; si al equipo le tocaba viajar, Fran se pasaba la tarde jugando al futbolín con los amigos y, si no tenía dinero, se metía en la cama a meneársela, fumar pitillos y leer novelas de Salgari, por entonces aún no se había echado novia; a Fran le gustaba mucho Silvita la de Dopico, el de la confitería La Noyesa, pero todavía no eran novios y ella, como es de sentido común, no se la meneaba; Silvita le regalaba a Fran chicles y gominolas y él para corresponder le tocaba algo el culo, la verdad es que sin demasiado entusiasmo.

Ahora es el momento de contar la merienda de Javier Perillo en casa de doña Leocadia, el padre Castrillón, S. J., bien claro me lo dijo, doña Leocadia vivía en la calle de la Amargura esquina a Puerta de Aires, la gente tenía la mala costumbre de mearle el portal y lo ponía todo perdido, doña Leocadia tomaba el té por las tardes, asistían algunas amigas suyas, unas viudas y otras no, yo el año pasado fui un par de veces, y algunos jubilados, un día un coronel, otro un capitán mercante, otro un jefe de negociado de la diputación, otro un funcionario de correos, etc., se repartían los días de la semana con cierto orden, unos iban con sus señoras, a Javier Perillo no le daba té sino chocolate a la española y unas galletas, media docena de galletas de coco; Javier Perillo, cuando terminaba de merendar, se despedía pero no se iba a la calle sino que se metía disimuladamente en el cuarto de doña Leocadia y la esperaba armado de paciencia, a veces doña Leocadia tardaba tres horas o más, los invitados de doña Leocadia recitaban poesías y contaban chascarrillos, don Alfonso, que era comandante de oficinas militares en la reserva, se tiraba pedos por lo bajo, se dice que don Alfonso pretendió hace años a doña Leocadia pero fue desairado, doña Leocadia siempre gobernó sus favores con mucho comedimiento, Fran era amigo de Javier Perillo, era algo más joven, algunas tardes jugaban al chapó o al ajedrez en el Sporting, a doña Leocadia le gustaban los hombres de veinticinco años o menos que fueran finos y respetuosos, en la cama vale todo pero fuera de la cama no vale nada o casi nada, los trataba con mucha consideración y les regalaba corbatas y gemelos, pero no toleraba ordinarieces, esto que queda dicho lo sabía todo el mundo pero no lo comentaba nadie, a Javier Perillo lo vestía y le estaba pagando la carrera de perito mercantil.

– Mientras apruebes y te sigas portando bien no habrá problemas, tú verás lo que haces.

Javier Perillo sólo tuteaba a doña Leocadia a puerta cerrada y a solas, al principio le costaba algo de trabajo, delante de la gente la trataba siempre de usted y no se equivocaba nunca.

– ¿Y los invitados de doña Leocadia sabían estas interioridades?

– Yo creo que sí pero disimulaban, estaban bien educados, para mi que lo sabíamos todos.

La hermana pequeña de Fran se llama Becky, Rebeca, y era una niña monísima, hoy es ya una mujercita que vive con su novio, creo que trabaja en Agricultura, Pesca y Alimentación como secretaria de alguien, su novio se llama Roque Espiñeira y también es funcionario, está en las oficinas de la Escuela de Artes y Oficios, ahora tiene un nombre más largo. Matty, su hermana mayor, adora a Becky, es para ella una segunda mamá, cuando la niña era pequeña la vestía, la peinaba y la sacaba de paseo.

– La trataba como a una muñeca.

– Usted lo ha dicho, delicadísimamente, como a una muñeca de China, antes había muñecas de finísima porcelana.

Toda la ternura del mundo tropieza al final con el mismo mundo, a los caballos también los manean para que no se vayan demasiado lejos, en una cárcel inglesa parió una reclusa con las esposas puestas, los carceleros fingieron que temían que se escapara y aprovecharon para reírse un poco; Becky hubiera llorado con desconsuelo de haberse enterado del parto de la reclusa.

– ¿Se llamaba Mary Berriedale?

– No sé, ¿por qué iba a llamarse Mary Berriedale?

– No sé.

– Si esto fuera una novela, ¿no podríamos hacer que se llamase Mary Berriedale?

– Tampoco lo sé, quizá sí.

Nadie se confiesa jamás pecador, a veces lo fingen pero en el fondo de su conciencia saben que están mintiendo. Yo confieso con no poco rubor que he pecado menos de lo que hubiera querido contra los diez mandamientos de la ley de Dios, pero pienso que ya pagué un precio incluso excesivo en humillación y en dolor y que no sería justo que al final se me mandara a arder en el infierno rodeada de soledad; no quiero sublevarme contra nada, pero advierto que todos llevamos dentro un verdugo y un animal venenoso, acabo de matar una avispa y el zumbido de sus alas sigue sonando en mi corazón, es probable que lo oiga durante dos o tres horas. El demonio Lucifer Taboadela, que era de Escornabois, en la provincia de Orense, tenía mil cajas de zapatos y otras mil de puros habanos llenas de gusanos de seda para vestir siempre con muy ricas túnicas, como si fuera un rajá de la India.

Loliña Araújo y Ermitas Erbecedo, Clara Erbecedo, las abuelas de los López Santana, siguen vivas, gracias a Dios, y disfrutando de la vida cada una a su manera; las dos acabarán muriéndose de cáncer pero todavía lo ignoran, la verdad es que cl cáncer tampoco las ha avisado todavía, cáncer de mama y cáncer de útero, todo esto es lo mismo, zaratán y espigaruela, lo malo es que le muerda a una, el cáncer no es una enfermedad sino una víbora.

Loliña y Clara son amigas además de consuegras, aunque no se frecuentan mucho, Clara va algunas tardes a tomar el té a casa de doña Leocadia, allí conoció a Javier Perillo y una noche se lo llevó a su chalet de San Pedro de Nos.

– No hagas ruido, aquí mando yo, pero quítate los zapatos, no hagas ruido.

– No.

Por ejercicios de tiro de mortero, de 7 de la mañana a 5 de la tarde, durante los días 2, 9, 16, 23 y 30 del corriente mes, se declara zona peligrosa para la navegación la comprendida entre los meridianos de la isla de Izaro y peña de Ogoño, en una profundidad de 7 000 metros. Clara y Javier se metieron en la alcoba y entraron en el cuarto de baño.

– Si quieres hacer pipí, me voy.

– No.

– ¿Quieres hacer pipí?

– No.

– ¿Quieres hacer pipí delante de mí? ¡Me gustaría tanto!…

– No puedo.

– ¡Qué vamos a hacerle!

Clara, de rodillas en el suelo, lo bañó muy delicadamente, muy parsimoniosamente, le dio jabón en los sobacos, en las ingles, entre los dedos de los pies, en todo el cuerpo menos en los ojos, Clara lo besaba casi con reverencia.

– ¿Me dejas que te llame Fifí?

– ¿Por qué Fifí? Bueno, como usted guste.

A Clara se le pintaron las mejillas de arrebol.

– Tutéame, no seas tonto, ¿no ves que me estás poniendo cachonda?

– Como gustes.

Clara sonrió casi pensativa.

– Tú también estás cachondo. Te prometo que no te llamaré Fifí más que a solas, tú no preguntes, no se debe preguntar nunca nada porque trae mala suerte.

– Vale.

Clara y Fifí se amaron sin remordimientos, después, al cabo de media hora larga, la mujer se quedó con la mirada fija en el techo y dijo:

– ¿Qué tal van tus estudios?

– Van bien, gracias.

Clara se calló durante medio minuto.

– ¿Conoces a Dora, la de don Leandro?

– Sí.

– ¿Es cierto que te has acostado con ella?

– ¿Quién le dijo a usted eso?

– Tutéame.

– ¿Quién te dijo a ti eso?

Clara volvió a guardar silencio unos instantes; las pausas suelen huir de las descripciones, suelen descolocarse, nadie acierta a ponerlas en su lugar debido, las pausas son igual que los ciempiés, que huyen siempre en zigzag y como desorientados. A Clara, cuando cogió la costumbre de llamar Fifí a Javier Perillo, siempre en el chalet, gozaba acariciándole las orejas después de hacer el amor, Clara también le daba chocolate, no a la española sino a la francesa, más claro y suave, se lo daba a la boca porque era muy maternal, las mujeres muy maternales están siempre dispuestas a adorar al hombre, a entregarse al hombre, a gozar haciendo gozar al hombre. Clara, en estas situaciones, hablaba con voz mimosa, casi en falsete, a veces daban ganas de partirle la cara.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La cruz de San Andrés»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La cruz de San Andrés» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «La cruz de San Andrés»

Обсуждение, отзывы о книге «La cruz de San Andrés» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.