Julian Barnes - El puercoespín

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El puercoespín (1992) es una novela que retrata la caída del comunismo en Europa tras los sucesos de 1989. Se desarrolla en un país de Europa del Este que nunca se nombre (una «seudo-Bulgaria» según el propio Barnes), y describe el juicio de su jefe de estado, Stoyó Petkánov. Barnes presenta la historia a través de los ojos de muchos personajes, desde unos estudiantes desencantados que ven el juicio por televisión, actuando como una especie de coro griego, hasta el propio ex dictador. La variedad de testigos humaniza a Petkánov, revolucionario convencido, al tiempo que revela la sombría conclusión de que la victoria ideológica representada por el cambio de régimen no poseyó vencedores claros ni absolutos.

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– Se lo diré de esta manera. Durante los últimos años sesenta, el Departamento de Seguridad Interior llegó al convencimiento de que la ministra de Cultura ejercía una peligrosa influencia antisocialista y que la intención de su padre de nombrarla oficialmente su sucesora era perjudicial para los intereses más altos del Estado. La Sección Técnica Especial de la calle Reskov trabajaba entonces en la inducción de síntomas que pudieran simular un paro cardíaco. El 16 de noviembre de 1971, el presidente y el jefe del Departamento de Seguridad Interior, el difunto general Kalin Stanov, autorizaron el empleo de todos los medios necesarios contra los difamadores, saboteadores y enemigos del Estado. Tres meses después, Anna Petkanova fallecía a consecuencia de un paro cardíaco, sin que nuestros mejores especialistas del corazón fueran capaces de salvarla.

– Gracias, general. -Solinsky estaba impresionado por la brutal tentación que le ofrecía Ganin-. Puedo decirle que no tiene usted madera de abogado.

– Gracias a usted, señor fiscal. Por mi parte, le aseguro que no aspiro a serlo.

Ganin se marchó. Mi padre es un hombre muy honrado, repitió Solinsky; mi padre es un hombre muy honrado.

En la trigésima cuarta sesión de la vista ante el Tribunal Supremo de la causa criminal número 1, las abogadas del Estado Milanova y Zlatarova solicitaron las declaraciones de los siguientes testigos:

Comandante Ognyana Atanasova, de la Seguridad del Estado, enfermera personal del ex presidente. Testificó que todos los bienes terrenales del anterior líder consistían en una sola manta. «Puedo decirles, bajo mi entera responsabilidad, que Stoyo Petkanov jamás ha sido manirroto con su dinero -declaró-. Yo solía cambiar los cuellos de sus camisas, zurcir sus calcetines y arreglarle las corbatas pasadas de moda.»

Ex adjunto al primer ministro Pavel Marinov. Declaró que en la Conferencia de Partidos Comunistas y de los Trabajadores, celebrada en Moscú en 1960, el presidente Mao auguró al presidente Petkanov que sería otro gran estadista: «Tiene usted una gran energía -le dijo Mao-, y le nombraré primer ministro de la República Socialista Internacional.»

Ex primer ministro Georgi Kalinov. Testificó que era un mito eso de que cualquier miembro de la Nomenklatura fuera un depredador. Él mismo, en aquel preciso momento, poseía en moneda del país el equivalente a veinte dólares americanos, y estaba tratando de decidir si invertirlos en el proceso de privatización o emplearlos en comprarse un par de zapatos nuevos. Explicó que la gente le consideraba una persona acaudalada porque poseía tres automóviles, los cuales había adquirido a un precio simbólico al Departamento de Protección y Seguridad, cuerpo que prestaba sus servicios a las personalidades del Partido y a los altos cargos del Estado. Pero no se consideraba propietario de ellos, puesto que el Departamento de Protección y Seguridad había dictado instrucciones explícitas de que dichos automóviles no podrían ser revendidos. A preguntas de la abogada defensora Zlatarova sobre si las mismas cláusulas prohibiendo la reventa se habrían aplicado a los dieciocho vehículos de motor cuya propiedad imputaba el fiscal al acusado, el ex primer ministro Kalinov respondió estar seguro de que así hubiera sido.

4. Ventsislav Boichev, miembro que fue del Politburó. Declaró que los dólares entregados a su hijo por el anterior presidente tenían un propósito educativo, puesto que estaban destinados a despertar el interés del joven por la tecnología. Interrogado por la razón de que su hijo gastara aquel dinero en la compra de una Kawasaki y una BMW, el señor Boichev replicó que su fin había sido fortalecer la capacidad defensiva de la nación, puesto que el motociclismo era aún un deporte paramilitar. En cuanto a la pregunta de por qué su hijo no había adquirido modelos populares de fabricación soviética, el señor Boichev excusó responder, alegando que él no tenía permiso de conducción y, por lo mismo, no era competente para especular sobre la materia. Quiso añadir, con todo, que personalmente lamentaba que el cambio no se hubiera producido antes, en 1968, y que gustosamente se dejaría crucificar en una estrella roja por el bien de su patria.

5. Velcho Ganev, ministro de Hacienda de Petkanov. Declaró estar persuadido de que los pagos por gastos de representación eran absolutamente legales. El procedimiento de asignación, sin embargo, era «alto secreto». Preguntado por la razón de que se hubieran destruido los justificantes de los beneficiarios de este privilegio, el señor Ganev respondió que los tales justificantes eran recibos, y no nóminas. Según su interpretación de la ley, mientras que las nóminas debían conservarse durante cincuenta años, esta exigencia no era aplicable a los recibos.

En el trigésimo séptimo día del juicio, en la plaza pública situada frente al Tribunal del Pueblo, bajo una acacia sin follaje, pero de cuyas ramas habían colgado falsas hojas y flores, la Sociedad Devinski de la segunda universidad de la capital organizó una subasta humorística de objetos propiedad del ex presidente. Los que pujaban tenían que identificarse por su nombre antes de presentar las ofertas, y entre los asistentes se contaron Erich Honecker, Saddam Hussein, el emperador Bokassa, George Bush, Mahatma Gandhi, el Comité Central del Partido Comunista Albanés en pleno, Josef Stalin y varios postores de ambos sexos que pretendían ser el o la amante secreta(o) de Stoyo Petkanov. Las posturas sólo se admitían en divisas fuertes. La manta del cantarada Petkanov, descrita como su «única posesión terrenal» por el subastador, fue adjudicada a Erich Honecker por 55 millones de dólares. Dos pares de calcetines zurcidos, más una camisa de franela con un cuello nuevo cosido personalmente por la comandante Ognyana Atanasova de la Seguridad del Estado, alcanzaron los 27 millones de dólares. El par de sandalias de piel de cerdo que calzaba el camarada Petkanov cuando estableció su primer contacto con los combatientes de la resistencia, que actuarían a sus órdenes en la lucha antifascista, fue adjudicado por 35 millones de dólares al representante oficial del Museo Mitológico Nacional. Unos pantalones con una gran mancha marrón en la culera, que llevó puestos asimismo el camarada Petkanov durante la lucha antifascista, no encontraron postor. El emperador Bokassa adquirió por diez centavos los genitales del ex presidente, y anunció que se los comería para cenar. Los talones bancarios representativos de las posturas rematantes fueron a parar a la boca de una gran efigie del Segundo Líder que presidió la almoneda. Posteriormente, la efigie, que se balanceaba feliz colgada por el cuello de una rama de la acacia, manifestó a los periodistas que se sentía muy satisfecha del resultado de la subasta y que ya había donado todo el dinero a los huérfanos, con el deseo de que se dedicaran al deporte paramilitar del motociclismo.

En el trigésimo noveno día del juicio, Vesselin Dimitrov, que previamente se había excusado de comparecer alegando una indeterminada enfermedad nerviosa, fue el último de un grupo de siete actores llamados a testificar. Declaró que su padre, vicesecretario regional de una provincia del sur, había acudido a un miembro del séquito personal del presidente para rogarle que expusiera al camarada Petkanov, cuyo mecenazgo por las artes era bien conocido, el caso de su hijo, un leal comunista y buen profesional del Teatro Nacional del Pueblo, quien por aquel entonces tenía dificultad en encontrar vivienda. A las dos semanas quedó desocupado un apartamento de tres habitaciones en el polígono Amanecer, y el actor pudo mudarse a él.

– ¿Por qué se afilió usted al Partido Comunista, en primer lugar?

– Porque todos lo habían hecho en mi familia. Era la forma de hacer carrera.

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