¿Mycroft H? Desde luego, si ésta era otra pista sembrada por Oli, no parecía tener nada que ver con Agatha Christie. El único personaje de este nombre que conozco es el hermano listo de Sherlock Holmes, ese con el que consulta cuando tiene un caso especialmente complicado. Y sí, hasta la inicial H coincidía, por cierto. ¿Pero qué demonios pintaba el hermano de Holmes en una dedicatoria escrita dentro de un libro de Agatha Christie y, sobre todo, quién demonios sería Mycroft en nuestra particular historia? Entonces recordé ciertas palabras de mi hermana dichas el mismo día de su muerte. «Tu problema, querida, es que no sabes pensar fuera de la caja», eso había sentenciado antes de añadir, que ella, en cambio, lo hacía siempre y con gran éxito. ¿Y qué más había añadido Oli? Ah, sí, que pensar fuera de la caja consistía en salirse del carril, del marco habitual de pensamiento, relacionar, por tanto, cosas dispares y, a veces, sumar peras con manzanas. Muy bien, tal vez aquello del pensamiento fuera de la caja más adelante me diera una idea que me ayudara a dilucidar por qué Olivia había decidido dejar ese libro precisamente en el camarote de doña Cristina y no en el mío. Sin embargo ahora había otras averiguaciones más urgentes que hacer. Como, por ejemplo, saber de qué trataba aquella novela y también qué diablos quería decir la palabra Némesis. ¿No era el nombre de una diosa griega o algo así?
Si algo tienen de inigualable las nuevas tecnologías es su virtud de conferir conocimientos instantáneos sin el esfuerzo de leer o estudiar nada de nada. Por eso yo, en menos de cinco minutos, no sólo sabía el significado de Némesis sino también la trama entera de la novela, incluido el nombre del asesino. «Dentro de poco -me dije sentenciosa- todos seremos analfabetos funcionales llenos de información precocinada», pero bueno, qué más daba eso ahora, que Dios bendiga a san Google, patrón de los curiosos impacientes.
La primera entrada sobre Némesis que vi se ocupaba del significado de la propia palabra (diosa de la justicia retributiva, según me entero ahora, eso significa Némesis). Y en segundo término venía un resumen de lo más útil e informativo sobre el libro de Agatha Christie: Némesis, leí, novela escrita en 1971, bla, bla, bla. El argumento habla de una visita que emprende Miss Marple para conocer los más bellos jardines de Inglaterra, bla bla, bla… Sin embargo, el súbito interés de la señorita por el paisajismo oculta un extraño encargo, el que le ha hecho una persona ya fallecida para que resuelva cierto asesinato que ha quedado impune bla, bla. El desenlace de la trama desvela que la persona que ha cometido el crimen lo hizo por amor bla, bla, bla.
Me detuve a pensar unos segundos. Desde luego había allí dos o tres datos que llamaron mi atención. Se hablaba de Miss Marple y de su amor por los jardines, por ejemplo, se especificaba cómo era el asesino o asesina, y por supuesto estaba el dato más interesante de todos, el hecho de que una persona muerta encargara desde la tumba a otra la investigación de un asesinato. «Igual que has hecho tú conmigo, ¿verdad, Oli?», pensé en voz alta y con una sensación de pequeño triunfo. Qué típico tuyo es este jueguecito. Apuesto que donde quiera que ahora te encuentres, querida, estarás divirtiéndote mucho con él.
Dejé entonces Némesis, sobre la mesa y me puse a buscar el otro libro, el que Olivia había dejado en mi camarote, por si podía establecer entre ambos alguna relación. ¿Dónde lo había puesto? Miré por la biblioteca y luego revolví en los cajones de mi escritorio hasta que por fin lo encontré en el último de todos. Estaba junto a esa especie de caja de zapatos que contenía las escasas pertenencias de Olivia que yo había recogido antes de ayer en casa de Flavio Viccenzo. Hablo, por supuesto, de aquellas terribles fotos, también de un sobre que, ahora me daba cuenta, ni siquiera había abierto, supongo que por no tener que enfrentarme una vez más con a la imagen de las niñas muertas. «Ya lo haré dentro de un rato», me prometí al tiempo que volvía a dejar la caja en su sitio para hojear La muerte de Roger Ackroyd.
La-muerte-de-Roger-Ackroyd…, vocalicé muy despacio, como quien intenta resolver un enredado acertijo, pero aquellas cinco palabras no me decían nada de nada. La primera vez que había cavilado sobre dicha novela, allá en el Sparkling Cyanide, lo único que me había llamado la atención era lo que la había convertido en tan célebre, el hecho de que estuviera escrita en primera persona por el propio asesino, un tal doctor Sheppard. Pero ¿qué más pistas podía haber en la historia? Tal vez la clave oculta estuviera en otra cosa, en el nombre de dicho asesino, por ejemplo, o en su aspecto físico, o por qué no, simplemente en su profesión. ¿No sería ésta la pista que Oli me quería dejar?
Lentamente coloqué La muerte de Roger Ackroyd encima de Némesis como dos mitades de una misma y perfecta esfera que se encuentran al fin, porque ahora sabía muy bien lo que debía hacer… No, no podía quedarme allí sentada esperando un correo del doctor Fuguet que tal vez no llegara nunca. «Tengo que ir a su casa y hablar con él», me dije. ¿Y qué método iba a utilizar esta vez con mi nuevo sospechoso? ¿El método Jacinto Benavente? ¿El de hacerme la encontradiza con él por la calle? ¿Ir quizá a su consulta fingiendo que acudía como paciente? Lo ideal, tal como había hecho con los otros invitados del Sparkling Cyanide, era visitarle en su propia casa por aquello del secreto lenguaje de los objetos. El interés de la señorita Marple por la jardinería en Némesis me dio además otra idea adicional. De la lectura del primer y ya muy lejano correo de Rapunzel recordaba la descripción de su casa y sobre todo de su pequeño jardín, que según él, era, junto a internet, su afición más preciada. Muy bien, a mí también me gustan las plantas aunque a veces se me olvide regarlas. Todo era cuestión, por tanto, de utilizar ese compartido interés nuestro para entablar conversación, muy sencillo en realidad.
Entonces, cuando ya me disponía a dejar lo que estaba haciendo para vestirme e ir al encuentro del doctor Sheppard (perdón, del doctor Fuguet, quiero decir), volví de pronto sobre mis pasos. Se me acababa de ocurrir que la señorita Marple jamás hubiera hecho lo que estaba yo a punto de hacer. Me refiero a tener un sobre dirigido a ella por la persona que desde la tumba le había encargado una investigación y ni siquiera echarle un vistazo. Me dirigí a mi mesa, abrí la caja que me había dejado Olivia, y allí estaban. Aquellas terribles fotos, me refiero. Se me antojaron centinelas que vigilaban la presencia de ese sobre con mi nombre en él. Me preguntaba ahora qué podía contener, tal vez una nota de Oli, sin duda apenas unas líneas, a juzgar por la extrema delgadez del sobre, y en efecto, cuando al abrirlo por fin pude comprobar su contenido, me di cuenta de que se trataba de un único papel, un pequeño resguardo de aspecto oficial y burocrático. «Registro de seguros de vida», podía leerse en el encabezamiento, y por encima de éste campaba el escudo del Ministerio de Justicia, seguido de una dirección, nada más. Bueno sí, también había un número de cinco cifras. Lo volteé por si hubiera algo escrito detrás; estaba en blanco. Evidentemente, lo más sencillo era acercarse a dicho registro para averiguar de qué se trataba, pero ya estaría cerrado a estas horas y, encima, hoy era viernes, qué mala suerte. Sin embargo, se me ocurrió que existía un modo bastante rápido de averiguar algo más y que no entrañaba mayor dificultad que marcar un número de teléfono. ¿Cómo se llamaba aquel original abogado de mi hermana Olivia? Seguro que él podía ayudarme y, quizá, incluso explicar qué era ese volante. Miré el reloj: las cuatro y diez, una hora posiblemente demasiado temprana para que un abogado estuviera en su bufete después de una presunta comilona con clientes. Sin embargo, tuve suerte, porque, aunque la secretaria que me atendió dijo que no había llegado aún a la oficina, se ofreció para conectarme con su móvil. A continuación quedé a la escucha de una musiquilla durante un buen rato (esta vez no era la de El golpe, por cierto, sino la de La sirenita).
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