José Gironella - Los hombres lloran solos

Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los hombres lloran solos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los hombres lloran solos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los hombres lloran solos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

«José Maria Gironella publicó en 1953 su novela Los cipreses creen en Dios, con la que alcanzó un éxito mundial. En 1961 Un millon de muertos, que muchos críticos consideran como el más vibrante relato de lo acaecido en España durante la guerra civil (en los dos bandos). En 1966 culminó su trilogía con Ha estallado la paz, que abarca un corto período de la inmediata posguerra.
Hoy lanza al público su cuarto volumen, continuación de los tomos precedentes, decidido a convertir dicha trilogía en unos Episodios Nacionales a los que añadirá un quinto y un sexto volumen -cuyos borradores aguardan ya en su mesa de trabajo-, y que cronológicamente abarcarán hasta la muerte del general Franco, es decir, hasta noviembre de 1975. La razón de la tardanza en pergeñar el cuarto tomo se debe a dos circunstancias: al deseo de poderlo escribir sin el temor a la censura y a su pasión por los viajes, que se convirtieron en manantial de inspiración para escribir obras tan singulares como El escándalo de Tierra Santa, El escándalo del Islam, En Asia se muere bajo las estrellas, etc.
Con esta novela, Los hombres lloran solos, José María Gironella retorna a la entrañable aventura de la familia Alvear en la Gerona de la posguerra, a las peripecias de los exiliados y del maquis, sin olvidar el cruento desarrollo de la segunda guerra mundial. Los hombres lloran solos marcará sin duda un hito en la historia de la novela española contemporánea.»

Los hombres lloran solos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los hombres lloran solos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
* * *

La ermita de los Angeles estaba situada a unos diez kilómetros de Gerona, encima de una colina desde la cual se divisaba un soberbio paisaje. En honor de la pareja se despertó una ligera brisa, que hacía soportable el calor. Mosén Alberto escribió una "Alabanza al Creador" diciendo que, según una leyenda muy antigua, san Pablo había pernoctado en aquel monte. Nadie se lo creyó, pero él dijo: "Esas cosas siempre inspiran piedad".

Don Rosendo Sarro pensó que las dos familias quedarían perfectamente delimitadas, en virtud de los trajes y los sombreros que unos y otros llevarían, y acertó. Los Sarro y amigos -algunos banqueros, algunos industriales, etc.- se vistieron con elegancia sin que ello se notase; los Alvear y amigos, excepto Manolo y Esther, aparecieron endomingados. Paz Alvear, por ejemplo, llevaba el sombrero más espectacular de la reunión y Carmen Elgazu unos tacones altísimos, que casi la hacían cojear. Adela, la mujer de Marcos, se colocó en la cabeza una pamela "aristócrata", según ella y, por supuesto, miró a Ana María como si quisiera fulminarla. "Ya no te veré más", le había dicho a Ignacio una semana antes. Ignacio sonrió, titubeó unos instantes y no contestó nada.

Ceremonia sencilla. Carmen Elgazu acompañó a Ignacio al altar, tambaleándose un poco por los dichosos tacones. Ignacio se quedó solo en el presbiterio, pero vuelto hacia los invitados y sonriendo, en espera de la novia, que no tardó en llegar, del brazo de su padre. Ana María lucía un blanco inmaculado, que inspiró a Cefe, escondido en un rincón, una acuarela romántica. Tres doctores, por si fallaba algún corazón: el doctor Andújar, el doctor Morell y Moncho. Eva llevaba un vestido rarísimo, que hubiera podido ser tirolés, como el sombrero que a veces usaba Manolo. El fotógrafo del grupo sería Ángel, quien garantizó que las fotos saldrían en color. El organista del Mercadal, un hombre con cara de sacristán y manos de marfil, tocó la Marcha nupcial y se suponía que alegraría la ceremonia. Algunos campesinos de las masías próximas habían acudido movidos por la curiosidad, al ver la caravana de coches que subía hacia la ermita. Se quedaron en la puerta de entrada, pues los bancos estaban repletos.

Todo salió a pedir de boca. Mosén Alberto pronunció una homilía sobria, escueta, acorde con su manera de hacer desde que terminó la guerra civil. Matías temió por un momento que hablara del matrimonio como una cruz, porque recordó que en su boda el cura así lo hizo; todo lo contrario. El matrimonio era un gozo, una esperanza, una plenitud y los nuevos esposos deberían amarse como Cristo amaba a su Iglesia. En el momento de intercambiarse los anillos los novios se comportaron con absoluta naturalidad. En el momento de la bendición -"yo os declaro marido y mujer"-, un escalofrío recorrió la espina dorsal de la concurrencia. En aquel momento don Rosendo tosió, pero nadie se dio cuenta. Marcos, Galindo y Grote, los contertulios del café Nacional, se pasaron todo el rato embobados, como si acabara de tocarles la lotería.

A la salida, aplausos, vivas y granitos de arroz. Y besos en las mejillas. Y abrazos de buena voluntad. Ana María lloraba. Al abrazar a su padre y a su madre lloró. Pero era feliz. Para Ignacio, uno de los momentos más emotivos fue cuando apareció frente a él Cacerola. "Canalla, mujeriego!", le dijo Ignacio, abrazándole. "Mujeriego, tú… -replicó Cacerola-. Yo, ya sabes, mi novia es invidente. Si ya fuera mi mujer hubiera venido ella también".

* * *

El ágape en el chalet de don Rosendo en San Feliu de Guíxols transcurrió bajo el signo del calor. "A quién se le ocurre casarse el doce de agosto?". "Es el cumpleaños de mi novia…" "Pues haber nacido antes o después!". Eran notitas sin malicia en medio de un mar de bienestar. Desde el chalet se veía el yate de don Rosendo y corrió la voz de que los novios harían con él el viaje de bodas. "Sí, ésa era nuestra intención! -aclaró Ignacio-. Pero pensando en los submarinos ingleses y alemanes hemos preferido Madrid". Tres violines tocaban piezas melódicas. Cumplimentando a Carmen Elgazu, sonaron dos tangos de Carlos Gardel, de cuya vida estaban haciendo una película. El primero de ellos: "Esta noche me emborracho yo…", fue aplaudido por Marcos, quien había bebido más de la cuenta. El menú lo trajeron del hotel Miramar, de San Feliu de Guíxols y fue excelente; los cigarros habanos corrían a cargo de Matías, quien al ver las volutas de humo se sintió absolutamente satisfecho.

La tarta! Era monumental. Y también a cargo de Matías. Las manos de Ignacio y Ana María al cortarla temblaron más que en el momento de cruzarse los anillos. La parejita que, como una guinda, coronaba la tarta fue entregada a Gracia Andújar, quien se levantó lagrimeando y enseñando el trofeo a los comensales.

Los novios, terminado el plazo de cortesía, se despidieron de todo el mundo y en un taxi que esperaba fuera, adornado con flores y lacitos blancos se escabulleron en dirección a Gerona. Antes de llegar a la ciudad, y cumpliendo lo pactado, entraron en el cementerio a depositar el ramo de novia en el nicho de César. Fue un momento de dolor. César era el único gran ausente de la fiesta. Bien, era posible luchar en favor de la vida, pero nada se podía hacer contra la muerte.

Los regalos, de todo tipo, esperaban en el piso de la avenida Padre Claret para cuando ellos dos regresasen. Incluso una sirvienta, Mari-Luz, que les había procurado el 'profesor Civil, quien también estuvo presente en la ermita y en el ágape. En el trayecto de Gerona a Barcelona, en un tren que andaba a la patacoja, los novios se rieron mucho contándose el uno al otro los consejos que las respectivas madres les habían dado. "Como si fuéramos unos crios…" Ana María, en un momento dado le dijo a Ignacio: "Yo, por supuesto, lo soy". "Yo, no -replicó Ignacio, sonriendo-. No quiero empezar nuestra luna de miel contándote una mentira". Ana María reaccionó sonriendo también. "A mí lo que me importa es que seas mío a partir de ahora…" "Eso, te lo juro". Ignacio levantó la mano y al hacerlo pensó, sin querer, en la guapetona Adela, con la que le hubiera gustado bailar, pero que cada vez le rehuyó.

Al llegar, ya de noche, a Barcelona, fueron al hotel Majestic, donde les tenían reservada habitación. Un botones les acompañó. "Señora…", dijo el muchacho, abriendo la puerta. Era la primera vez que a Ana María la llamaban señora y aquello la turbó.

– A partir de ahora, tendrás que acostumbrarte…

– Ya lo sé. Pase lo que pase.

– Eso es.

Ana María se fundió en un abrazo con Ignacio.

– Confío en que algún día me llamarán mamá…

* * *

El acoplamiento fue feliz, sin traumas, hombre y mujer, y Ana María se sintió importante. Ya no le chocaría que los botones de los hoteles le llamaran señora. Era la señora de Alvear. Mientras desayunaban en el hotel, de prisa para no perder el tren que les llevaría a Madrid, leyeron en los titulares de La Vanguardia que el mando aliado había decidido, en efecto, la toma de Sicilia y que Mussolini había declarado: "Si el enemigo desembarca en Italia, será exterminado hasta el último hombre en la línea de arena donde acaba el agua y empieza la tierra. Si ocupa un jirón de la patria, será en posición horizontal y para siempre!".

Ignacio comentó:

– A fuerza de amenazas al adversario, Hitler y Mussolini conseguirán que los aliados lleguen a Roma y a Berlín…

Ana María no contestó. Estaba ocupada pensando en su amor.

Por lo visto se les notaba que eran novios porque el revisor del tren, después de taladrar los billetes les dijo sonriendo: "Felicidades…" Ignacio se sintió generoso y le dio un cigarro habano de los que habían sobrado la víspera. El revisor, ante aquella "pieza", no supo qué hacer. Llevaba un año con la picadura que le suministraban las mujeres que en los andenes repartían: "Tabaco negro con peligro de muerte…" El revisor dijo: "Si en algo puedo servirles, mi turno termina en Zaragoza".

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los hombres lloran solos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los hombres lloran solos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los hombres lloran solos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los hombres lloran solos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x