– Fue algo trágico, se lo aseguro -dijo don Anselmo, en cuanto inició el relato de los hechos de Begoña-. Setenta y dos heridos! Yo me salvé de milagro, y el general Várela también. Unos pasos más y la bomba del tal Domínguez nos hubiera despedazado a los dos. Ha sido, desde mil novecientos treinta y nueve, el primer síntoma de que existen fisuras en el engranaje. Franco ha castigado a unos y a otros con sus destituciones, y con ello su poder se ha afianzado. La Falange estará a su servicio y los carlistas hemos de admitir que nuestra causa no tiene ningún porvenir, como me ha comentado el propio general Várela. De ahí que, para los monárquicos, nuestra base ha de ser la que ya presentíamos: don Juan. El propio Serrano Súñer, que al parecer piensa retirarse y volver a ejercer su abogacía, busca acercarse al heredero de la corona de Alfonso XIII. Por fidelidad a Serrano Súñer una serie de falangistas de la primera hora han presentado la dimisión de sus cargos al Caudillo. Entre ellos destaca el consejero nacional Núñez Maza, que regresó de Rusia enfermo. Franco tiene la habilidad de aplastar a los mosquitos que zumban a su alrededor. Durante la guerra, naturalmente, yo le admiré; y es que jamás pude pensar que en la posguerra se empeñara en mantenerse en el podio. Ahora la cosa está clara. Nunca cederá su puesto a nadie, ni siquiera al rey. Y ello es grave. Sean quienes sean los vencedores de la guerra, la postura de España será incómoda. Puede esperarse cualquier cataclismo. Por ejemplo, que gane Hitler y le dé una patada a Franco por no haber colaborado más; o que ganen los aliados y le echen también, con mucho mayor motivo, por su concepción antidemocrática del mando.
Don Anselmo, viendo la lividez de los rostros de sus invitados de honor esbozó una sonrisa y concluyó:
– De todos modos, y sin traicionarle, porque ello sería una felonía, debemos luchar por nuestra causa. Si mis informes no mienten pronto don Juan hará oficialmente sus primeras declaraciones públicas reclamando sus derechos a la Corona…
' La Voz de Alerta' y Carlota se habían quedado sin habla. Él era el alcalde de Gerona. Qué hacer? Había jurado ante un crucifijo lealtad al Caudillo. Podría alguien, o algo, relevarle de tal juramento? Y no era peligroso segarle a Franco la hierba bajo los pies?
Carlota fue más decidida. Ella apostó siempre por la monarquía y estaba convencida de que a la postre ganarían los aliados.
– Brindo por don Juan! -exclamó, rompiendo el silencio y alzando su copa.
Todos la secundaron y en aquel momento el pequeño Augusto eructó. ' La Voz de Alerta' lo tomó en brazos y lo comió a besos. Ésta era, desde el nacimiento del bebé, su coartada. Miraba a su hijo y pensaba: "El porvenir está ahí". Javier jugueteó también con él. Javier no conocía el sentimiento de paternidad y estimaba que ello era un obstáculo para escribir una novela básica, entera, global, como él la deseaba. Que fuera un compendio de las pasiones por las que se movía el hombre. A decir verdad, a Javier los politiqueos le fatigaban y prefería abrir en canal las carnes de la vida.
' La Voz de Alerta' y Carlota decidieron reemprender al día siguiente el regreso a Gerona. De ahí que prolongaran su charla hasta bien entrada la noche. Don Anselmo Ichaso, con su barriga prepotente -mucho más que la de Gorki- había conseguido meter baza en la construcción del Valle de los Caídos, a través de su empresa constructora Duarte y Cía. Le bastaron un par de viajes a Madrid y extender algunos cheques nominales para meter la mano en aquel proyecto faraónico. "Confieso una vez más, ahora que he visto la maqueta, que se trata de una idea genial, digna de Franco, el vencedor. Y me emociona pensar que los restos de mi hijo Germán, muerto en el frente, reposarán allí. El detalle de la cruz -ciento veinte metros- es único. Ello no presupone que pueda parangonarse con El Escorial, dicho sea con perdón del arquitecto Muguruza, amigo mío de la infancia".
Hablaron de la División Azul. Se mostraron favorables a su gesta, porque "Rusia era culpable". Hablaron de las "Ventanas al mundo" que escribía la Voz de Alerta en Amanecer. La última iba precisamente en contra de los "privilegios" que se le suponían a su esposa, condesa de Rubí. Según la Voz de Alerta, el color azul de la sangre de los príncipes era una figura verbal generada por la ignorancia. En algún tiempo los nobles creían efectivamente que tenían sangre distinta y eligieron el color azul, por resonancias celestes. "Como los nobles tomaban mucha sombra, estaban generalmente pálidos; y se les transparentaban las venas a través de su piel poco curtida, lo que dio lugar al error que se ha perpetuado hasta nuestros días". Luego se mofaron de la República, que ni siquiera en el exilio lograba ponerse de acuerdo. Don Anselmo sentenció: "Lo que hizo la República fue quitar a todo el mundo el sombrero como previa formalidad para después cortarle a todo el mundo la cabeza".
Javier fue el protagonista del último tramo de la reunión. Estaba obsesionado con su novela, que a su entender sobreviviría al equívoco de la sangre azul, a los ataques al general Várela y a los dislates de la República.
– Llevo doscientos folios y estoy contento. Será una novelarío, voluminosa, como lo son Guerra y paz, La montaña mágica y, con perdón. El Quijote…
' La Voz de Alerta' arrugó el entrecejo.
– Tu ambición es mucha… Ojalá consigas el objetivo.
– Quiero viviseccionar el alma de España.
– Y dale con el sambenito! -exclamó don Anselmo-. Venga a darle vueltas a nuestra piel de toro…! Al cabo de los siglos todavía no sabemos si España es vertebrada o invertebrada…
– Por ahí van los tiros -dijo Javier-. Quiero hablar de la mezcolanza de razas que han configurado nuestra ambigua identidad. Por qué a nosotros, navarros, nos gustan los sanfermines y a nuestros amigos les parecen una salvajada? Por qué ellos lloran al oír una sardana y nosotros nos quedamos tan frescos? La mezcla de razas no ha dado, aquí, buen resultado. Iberos, romanos, visigodos, árabes, judíos, cristianos, etc. Yo creo que lo árabe nos marcó para siempre, mucho más que lo griego y lo romano. A Franco, por supuesto. No hay más que echarle un vistazo a su escolta personal, la guardia mora. Zaragüelles, fajas carmesí, ceñidores de charol y sus resá blancos, impresionantes. Su uniforme de gala es más propio de un califa almohade que de un caballero que gana los jubileos en Santiago de Compostela…
Carlota intervino:
– Y nuestra agresividad?
– Cruce de razas, ya lo dije. Incompatibilidad entre la tierra adentro y el mar.
– Y nuestro catolicismo?
– Pura superstición. Por Andalucía se dice que los claveles no agarran bien si no se siembran el día de la Ascensión, al repicar las campanas, a las diez de la mañana…
– Somos racionales o lo contrario?
– Somos irracionales. Predominio de los instintos. La famosa improvisación. Despreciamos a los ancianos, sobre cuyos rostros han pasado los ojos de los años y por cuyos oídos vibraron diferentes voces de la vida…
– Quién es tu líder preferido?
Javier se mordió el labio inferior.
– Tolstói… No sólo por su inmensa humanidad, por sus increíbles pecados, sino porque en cierta ocasión escribió: "Confiad en aquel a quien la sonrisa embellece el rostro, desconfiad de aquel a quien la sonrisa le afea el rostro…"
Carlota, sin darse cuenta, sonrió.
– Tu rostro se ha embellecido! -exclamó la Voz de Alerta-. Aprobado… O no es así, Javier?
– Más que aprobado… Sobresaliente.
Carlota hizo un mohín coqueto. Aquellas palabras sonaron bien a sus oídos. Empezó a sentir afecto por Javier, precisamente porque entrevio que el muchacho no era de una sola pieza. Seguro que sufriría mucho. Y por qué no? La vida había que apurarla gota a gota, como los enfermos el suero intravenoso.
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