Aquí todo el mundo anda asustado con eso de las bombas atómicas y de los crímenes de los alemanes. Pero se les pasará muy pronto. El brasileño es incapaz de guardar rencor. Al brasileño le gusta vivir al día, lo cual, bien pensado, no deja de tener su aquél. Ojalá yo supiera hacerlo, pero echo de menos España, lo mismo que tu madre.
La campaña internacional contra el Régimen español aumenta por días. Si coleccionara caricaturas de Franco, con su barriguita y su fajín de general, podría llenar un montón de álbumes. Es un asunto que está muy liado y no sé lo que va a pasar. Depende mucho de la estrategia que adopten los exiliados, que tienen un Gobierno, dinero y muchos compadres afines. Pero les ocurre como siempre, que andan a la greña. Ahora mismo Negrín y Prieto están a matar.
Y la cigüeña, qué tal? A esperar. No puedo negar que me gustaría tener unos cuantos nietos. Ah, y celebro que Ignacio sea ya socio del ilustre abogado Manolo Fontana! Veo que, dentro de sus límites, va progresando.
Nada más por hoy, que me están esperando. Un abrazo a los dos, Firmado: Rosendo.
Posdata: Mi querida Ana María. Ya ves que tu padre continúa siendo el de siempre. Sí, es verdad que me aburro en Río y que el idioma portugués se me atraganta y lo encuentro un poco cursi. Esperemos a ver lo que ocurre en España. A mí no me duele que os vendierais el chalet y el yate. Pasé en ellos horas muy amargas. Sí, dadnos un nieto, por favor! Y por favor, que no se llame Rosendo.
Firmado: Leocadia.
* * *
El general Sánchez Bravo mató dos pájaros de un tiro. Recibió orden de reforzar la frontera a causa de los maquis, que el general De Gaulle no consiguió liquidar puesto que muchos fueron héroes en la lucha contra Alemania. Distribuyó, pues, considerables fuerzas a lo largo del Pirineo. Y puesto que estaba muy descontento de su hijo, el capitán Sánchez Bravo, le mandó a la capital de la Garrotxa, Olot, casi en segunda línea, al frente de una compañía. "A ver si se olvida del poker en el casino, de la bebida y de las calaveradas".
Doña Cecilia rompió a llorar. "Precisamente ahora, vamos a quedarnos solos! Y si los maquis le pegan un tiro?". El general se enfureció. "Viste uniforme, no? El lema de la milicia es el riesgo".
El capitán Sánchez Bravo, que tenía buena facha, obedeció a regañadientes, al término de una discusión con su padre que el asistente Nebulosa no olvidaría jamás. El capitán estaba harto de guerra y, en determinados momentos, a punto de pedir la baja del Ejército. Menos mal que en Olot se sintió a gusto, en el hotel Regente, que prácticamente estaba lleno de oficiales, brigadas y sargentos. El hotel era propiedad de unos tíos de la camarada Pascual, jefe local de la Sección Femenina e íntima amiga de Marta. El capitán Sánchez Bravo no podía sospechar que la camarada Pascual, jefe de la Hermandad de la Ciudad y el Campo, tan uniformada, estuviese esperando el príncipe azul. "Yo soy tu príncipe azul", le dijo el capitán, al cabo de ocho días. Y la camarada Pascual casi se lo creyó y empezó para ella una vida nueva.
El capitán Sánchez Bravo descubrió que Olot tenía vida propia. Un paisaje maravilloso, volcánico, repleto de robledales y de encinares. Vivía desde antiguo de la industria textil y de la imaginería religiosa. Ah, sí, aquel muchacho tan famoso, César Alvear, había trabajado en el taller Bernat, el más importante de la población! Taller que, en la posguerra, había quintuplicado sus ventas, a causa del desmantelamiento de las iglesias. El capitán lo visitó. Al encontrarse rodeado de Cristos, vírgenes, santos, ángeles y, sobre todo, Sagrados Corazones, experimentó una sensación extraña. Llevaba mucho tiempo sin entrar en una iglesia. El dueño del taller le permitió darle una pincelada de rojo al costado de Cristo. "Aquí no pretendemos hacer arte -matizó el dueño-, sino artesanía. Pero es lo que exige el mercado. En cuanto intentamos alguna innovación, algún acercamiento a la Capilla Sixtina, el negocio se va al carajo".
Cuántos pintores residían -o habían pasado- por Olot! Los más famosos, Martí Alsina, el maestro, Vayreda, Russiñol, Casas, Urgell… Este último estaba especializado en crepúsculos vespertinos y le daba cien vueltas al melenudo Cefe. Robledales, encinares, olmos y choperas componían una sinfonía que invitaba a embadurnar telas. El capitán, una noche en que en el hotel ganó un "fortunón", compró un crepúsculo de Urgell, que por su tamaño no supo dónde colocar. La camarada Pascual se ofreció para guardárselo en su casa y él consintió.
Ésta era la pega para el hijo del general y de doña Cecilia. En Olot encontró también su casino -el propio hotel-, donde pudo jugar al póquer con varios propietarios de la comarca, simples aficionados. Él era casi un profesional. Y también empezó a beber de nuevo. Tenía buen saque pero a menudo se emborrachaba y se tendía rendido en la cama., Cama en la que la camarada Pascual conoció por primera vez, avergonzada y jadeante, los placeres del amor.
Entretanto, la tropa a las órdenes del capitán andaba repartida estratégicamente por la comarca. Tropa que engordaba, pues la cocina en la Garrotxa era excelente, destacando los embutidos y la pastelería. Los soldados de la otra compañía, la fronteriza -primera línea-, acusaban a los del capitán Sánchez Bravo de enchufados. Y es que los maquis no cejaban. Golpes de mano, cortes de energía eléctrica, cortes de la línea telefónica y algún que otro pastor muerto dejando a su rebaño a la deriva.
El general Sánchez Bravo, enterado de la conducta de su hijo, estaba a punto de presentarse de improviso en el hotel Regente y de proceder a arrestarle. Pero los acontecimientos desviaron sus intenciones. Se produjo un choque de envergadura entre unos guardia civiles y los maquis y el capitán Sánchez Bravo recibió la orden de acudir al lugar del encuentro. Se comportó intrépidamente! Ya nunca más nadie le llamaría "enchufado". Arrebatado por un incomprensible empuje dio una batida con sus hombres, rodeó la patrulla enemiga, les causó doce bajas e hizo dos prisioneros. Y en seguida se dio cuenta de que uno de estos prisioneros debía de ser "alguien", algún jefazo, por el porte, la barba, la mochila y las bombas de mano.
Conducidos a Olot, el capitán hubiera querido proceder él mismo a los interrogatorios. Pero ahí se interpuso su padre, el general. "Metedlos entre barrotes, que va para allá el comisario de policía, Isidro Moreno, experto en esas cuestiones". El capitán se enfurruñó y tuvo que esperar. Pero fue una espera fructífera. El comisario, por primera vez, pudo dar la medida de su capacidad de persuasión. Interrogó a los prisioneros, que no soltaban prenda. Entonces, dirigiéndose al que parecía un novato, le introdujo astillas entre las uñas y la carne. El dolor fue tan insoportable que el muchacho cantó. "Yo me llamo Pedro Gandía y mi compañero, mi jefe, es el Chotis".
El Chotis! Uno de los maquis más buscados del país. El comisario Moreno se encariñó con él. El Chotis, baqueteado y ante la amenaza de las torturas, confesó. Confesó que su objetivo era atracar un banco e internarse luego hacia Teruel, donde le esperaban sus camaradas. Confesó que él, al mando de media docena de maquis, fue el responsable del descarrilamiento del correo Port-bou-Barcelona. Santo Dios! El comisario lamentó no estar mascando chicle y sin darse cuenta se palpó la pistola del cinto.
El Chotis, esposado, no podía acariciarse la barba y ello le puso frenético.
Costó mucho tirarle más aún de la lengua. Costó horas de focos de luz, de hacerle crujir los huesos, de abofetearle con extrema dureza. Pero por fin, exhausto, desembuchó toda la trama de la operación maquis, que era mucho más seria de lo que podía presumir el camarada Montaraz.
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