Carmen Gaite - Retahílas

Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Gaite - Retahílas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Retahílas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Retahílas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Retahílas, el viaje que realiza una anciana al pazo familiar para morir, acompañada de su nieta Eulalia, y la llegada sorpresa de Germán, el sobrino de Eulalia, producirá durante esa noche un intenso diálogo entre los dos que dará lugar a seis monólogos, en los que cada uno reconstruirá y contará qué ha sido su vida hasta entonces.

Retahílas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Retahílas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Esa grande que tiene como unas piñas de hierro, ¿no la ve?

Y entonces el señorito, porque ya no cabía duda de que era un señorito, aunque tampoco los pantalones ni el calzado fueran de domingo, pagó al chófer y, cogiendo un maletín pequeño que traía, se bajó detrás del niño.

Ya había atardecido completamente. Un resplandor rojizo daba cierto tinte irreal, de cuadro decimonónico, a aquel paraje. En el pilón cuadrado de la fuente, que era sólida, elegante y de proporciones armoniosas, estaban bebiendo unas vacas, mientras la mujer que parecía a su cuidado permanecía al pie con un cántaro de metal sobre la cabeza erguida y quieta. Solamente se oía el hilo del agua cayendo al pilón y un lejano croar de ranas. Blanqueaba la fuente con su respaldo labrado en piedra, ancho y firme, como un dique contra el que vinieran a estrellarse, con los estertores de la tarde, los afanes de seguir andando y de encontrar algo más lejos. Se diría, en efecto, que en aquella pared se remataba cualquier viaje posible; era el límite, el final.

El joven se acercó pausadamente, seguido por el niño y escrutado por la mujer que se mantenía absolutamente inmóvil, como una figura tallada en la misma piedra de la fuente y puesta allí para su adorno. Encima del canal por donde caía el reguerillo de agua había una gran placa de bronce fija a la piedra.

– Sácate de ahí -susurró la mujer con voz monótona a la vaca que estaba bebiendo del pilón cuando vio que el viajero se acercaba.

Aquellas palabras fueron acompañadas de un empujón a las ancas del animal, que levantó unos ojos húmedos e inexpresivos hacia el viajero, mientras le cedía lugar. Él dio las gracias a la mujer, ya casi rozando su vestido, sin recibir a cambio ni el más leve pestañeo, y luego se inclinó, en efecto, a beber largamente un agua fría y clara con ligero sabor a hierro. Después, mientras se secaba los labios con el dorso de la mano, alzó los ojos a la placa. Aprovechando el último resplandor de aquel día de agosto, alcanzó todavía a leer pálidamente su inscripción en letras doradas: "A D. Ramón Sotero, la sociedad de agricultores de N… como gratitud. Año de 1898".

– Ése era el que mandó hacer la fuente -explicó el niño-; un señor antiguo de esa casa -añadió mientras caminaba detrás del joven y le señalaba la alta verja que él ya había alcanzado y cuyos adornos estaba contemplando con curiosidad-. Era marido de la señora vieja que han traído ayer en la ambulancia, una muy vieja. Cien años, dice mi padre.

El forastero, apartando los ojos de aquel laberinto de herrajes con que venía a rematarse un larguísimo muro de piedra paralelo al camino, miró al chico con súbito interés.

– ¿Sabes tú a qué hora llegaron?

– Sé, sí señor, que vi venir la ambulancia. Estábamos nosotros donde hoy. Estas horas serían, por ahí, un poco antes si cuadra.

– Ya. ¿Y la señora?

– La vieja se morirá esta madrugada. La más joven dicen que ha reñido con el cura. Que no quiere curas ni visitas; a usted no sé si le dejará entrar. Sólo deja a la Juana. Ahora debe andar por ahí de paseo, no la asusta el monte. Mi padre la ha visto antes por allá arriba; ¿ve aquellas peñas últimas encima de los pinos?, pues por allí, donde el Tangaraño.

Señalaba a una montaña que no se podía precisar si estaba muy lejana o muy cercana y el viajero, al descubrirla de pronto, fosca y rodeada de resplandores violeta, se estremeció. Daba miedo. Pero trató de sonreír.

– Vaya, hombre, ¿y cómo sabes tú tan seguro cuándo va a morirse la vieja?

– Ya ha llegado aquí, pues a qué va a esperar. Es a lo que viene. Le tocaba anoche, pero dice mi padre que habrá querido despedirse mejor, conque hoy. Los viejos se mueren siempre contra el día.

Hubo un silencio. El viajero alargó una moneda al chico y luego hizo ademán de empujar la verja.

– Ya te buscaré otro día, si vuelvo, para que me sirvas de perro – le dijo.

– ¿Y cómo va a preguntar por mí? No sabe cómo me llamo – repuso el chico sin dejar de mirar la moneda.

– Es verdad, hombre, qué fallo. Dímelo.

– Odilo. ¿Se acordará? No entro con usted porque se enfadan. La Juana también. Yo digo que con usted no se enfadarán.

El viajero sonrió y le tendió la mano.

– Eso espero. Malo ha de ser.

El niño no sabía dar la mano, no la apretaba. Se sostuvieron la mirada unos instantes.

– Adiós, Odilo. Yo me llamo Germán.

La verja era pesada de empujar y chirriaba. La cerró detrás de sí y, seguido por la mirada melancólica del chico, que se había quedado con la frente pegada a unos hierros en forma de pámpano, se alejó a paso vivo hasta ser un punto imperceptible por el largo sendero de arena, ya muy ensombrecido, que, entre árboles antiguos, conduce a la vieja casa de Louredo.

E. Uno

– … La ruina, lo que se dice la ruina, nunca se sabe propiamente cuando empieza. Para llegar una casa a este estado que ves, cuántas veces a lo largo de los años se habrá dicho que iba estando vieja, cuántos crujidos en las tejas y qué lenta invasión de humedad y de grietas. Miles de grietas fraguándose por todas partes, tejiendo su red desde antes de nacer ni tu padre ni yo, y en plena infancia luego, extendiéndose como un toldo invisible sobre toda nuestra infancia, cuando aún no las veíamos ni nos podían importar -que no las veíamos por eso, claro, porque no nos importaban-, cuando seguramente no éramos capaces de entender, aunque alguna vez nos la hubiéramos topado escrita en uno de esos libros que ves por el suelo, el significado de la palabra ruina. Esos tomos grandes, sí, solíamos sobre todo leer; yo me iba derecha a la librería en cuanto llegábamos por el verano; déjalo ahora, me angustia un poco, luego si quieres los vemos; son colecciones de la Ilustración, una revista de finales de siglo; los saqué después de un delirio largo que tuvo ella anoche, donde salían Maceo y Martínez Campos mezclados con historias más antiguas, que a saber desde cuándo tendría arrinconadas, de sus catorce años, puede que de antes. Sacó a relucir el entierro de un abuelo militar, todos los concurrentes de uniforme de gala, y ella, en brazos de alguien, asomada a un balcón, besó un ramo de flores antes de echárselo al féretro; sabe Dios adonde lo tiraba anoche ni desde dónde, pero debía estar viendo la escena con todos los detalles porque he leído en algún sitio que la muerte, al acercarse, hurga de preferencia en los recuerdos más rezagados y distantes y que los aglutina con una claridad indescriptible, y tan indescriptible, ya ves tú, quién va a ser capaz de describir esas imágenes, ni el propio moribundo, cuanto más los estudiosos. ¡Qué empeño en desbrozar al mundo de su magia y de su sinrazón, de disecarlo todo!, y yo cuánto he pecado por ese registro. En París, por ejemplo, hace años, recién casada con Andrés, mucha saliva gastábamos, me acuerdo, acarreando razones y defensas contra lo irrazonable, pero yo todavía más que él, mucho más, discusiones de horas con un grupo de amigos, en casa de aquel Luc que qué habrá sido de él, siempre venía el discurso a parar en lo mismo; cuántos libros, proyectos, cursillos, conferencias, palabras y palabras para erigir un dique contra lo misterioso y en general qué claro lo veíamos todo: halagüeños auspicios y vientos favorables para aquel barco en que viajábamos a la aventura de extirpar por doquier todo lo incomprensible, pues menuda aventura, no veas, pobre barco, que no ha hecho agua ni nada desde entonces acá por cientos de agujeros, y tan invulnerable como nos parecía. Y es que no puede ser, cierto tipo de arcanos no aguantan un criterio de sumas y de restas: o has conocido el miedo por las noches y crees en Caronte y en el dios Osiris o, si no, mejor es callarse Y ante ese desquiciarse de una mente a punto de cerrar sus inventarios, ante esa anacronía y barahúnda de imágenes postreras, la única actitud digna es dejarse encoger por el terror que a mí me invadía anoche.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Retahílas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Retahílas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Retahílas»

Обсуждение, отзывы о книге «Retahílas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x