• Пожаловаться

Maruja Torres: Mientras Vivimos

Здесь есть возможность читать онлайн «Maruja Torres: Mientras Vivimos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Maruja Torres Mientras Vivimos

Mientras Vivimos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mientras Vivimos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Planeta 2000 Es una novela sobre mujeres de varias generaciones, sobre sus pasiones y sus dudas, sobre su forma de vivir y su lugar en el mundo. Premio Planeta 2000. Es una gran historia de admiración y celos, de mentira y verdad, de odio y amor, de pérdidas y encuentros. Judit tiene veinte años y quiere ser como Regina Dalmau, novelista consagrada y próxima a la cincuentena, por la que siente una obsesión casi enfermiza. El día de Todos los Santos se dirige a su encuentro, convencida de que la escritora sabrá ver su talento para la literatura y la ayudará a abandonar el barrio proletario en el que ha crecido y del que reniega. Judit ignora que Regina, sumida en una grave crisis creativa, y víctima de un profundo desasosiego moral, no puede ni siquiera ayudarse a sí misma. La irrupción de la joven en la casa de la famosa novelista hará que ésta se enfrente a las verdaderas raíces de su doble crisis, y a su relación con Teresa, la mujer nunca olvidada que iluminó su pasado. La última lección de Teresa se prolongará más allá de su muerte, porque esta gran novela trata de la herencia que se transmiten las mujeres cuando se eligen unas a otras para tejer entre sí un vínculo más fuerte que la sangre.

Maruja Torres: другие книги автора


Кто написал Mientras Vivimos? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Mientras Vivimos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mientras Vivimos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Desde el pesimismo de su crisis, Regina ni siquiera estaba segura de conocerse a sí misma. Y, sin embargo, seguía concediendo entrevistas, pronunciando charlas, como si todavía disfrutara de la autoridad con que hasta hacía poco se había sentido investida. Aquella supremacía moral que, según sus exegetas, se hallaba presente tanto en sus libros como en los artículos de opinión (ecos y más ecos, pensó) que publicaba con frecuencia en diferentes periódicos y revistas. Dudaba. Nunca, antes, había experimentado una desazón similar. Había perdido el control de su existencia, y hasta este pensamiento la turbaba. ¿Puede alardear de autoridad moral alguien que nunca se ha movido del cómodo asilo que proporcionan unas cuantas certezas absolutas? Así se veía, desde su desconfianza actual: dogmática, aferrada a ideas fijas, a rígidos conceptos cuya identidad consistía en que nunca cambiaban. No te rindas, le escribían sus admiradores. Sigue así, Regina. Lo que tú escribes es lo que yo pienso. Dejadme en paz, quería gritan Dejadme admitir que me he equivocado.

¿Quería reconocerlo? Era lo bastante decente para confesarse que sus vaivenes del presente nada tenían que ver con una autocrítica sincera. Ni se la planteaba: acabaría en desastre. La visión negativa que hoy tenía de su vida se debía a que sentía desaparecer bajo sus pies el trampolín desde el que se proyectaba: su capacidad, que en otro tiempo le pareció inagotable, para producir materiales que a su vez le eran devueltos en forma de éxito, dinero, adoración (veneración, había dicho la joven). Más le valdría no detenerse a reflexionar y bracear hacia una nueva novela en la creencia de que acabaría por encontrarle el gusto.

Acometió otra tanda frenética de solitarios. Temía verse abocada a la introspección tanto como que le fallara la buena estrella.

Muchos años antes, cuando Regina apenas levantaba medio metro del suelo, Santeta, la criada de sus padres, colgó en la despensa del piso del Eixample una bolsa de red que contenía caracoles vivos.

– El ayuno no los mata, pero los purga -le explicó, sacudiendo la bolsa, que emitió un sonido como de maracas.

Durante un par de días, la niña vivió hipnotizada por la presencia de aquel bulto aterrador. Los caracoles se agitaban dentro de la red, asomaban sus cabecitas de cuernos retractiles por los agujeros, tratando de escapar, mientras sus excrementos resbalaban e iban cayendo en una palangana. Una mañana, la bolsa desapareció, y Regina suspiró con alivio, pero su bienestar duró poco. La sirvienta había metido los moluscos en un cubo con un fondo de harina.

– Para que acaben de cagar -informó Santeta.

Tres días más duró la nueva modalidad de martirio, en el que las víctimas permanecieron atrapadas en sus propias babas. Por fin llegó el momento de lavar los caracoles en la pila. Cuando la criada acabó de pasarlos por el chorro frío, los puso en una olla, con un poco de agua.

– Y ahora, a fuego lento. A joderse. Hay que mantener la llama muy baja, para que se confíen y no escapen -le explicó.

Tuvo que afianzar la tapa con varias pesas, porque los agonizantes, con sus últimas fuerzas, no dejaron de intentar la evasión una y otra vez.

Es extraño, pensó Regina, tecleando el ratón para colocar un as de diamantes. En alguna parte de su vida, los caracoles volvían a reptar.

Decidió abrir el Paquete con las pruebas. Podía corregir un par de capítulos antes de que Judit se presentara, y eso haría que se sintiera mejor. Al cortar el cordel se dio cuenta de que tenía la piel de las manos deshidratada. No podía seguir descuidando su cuerpo. Pensándolo bien, las pruebas podían esperar. Aún iba en bata. Venerada tiene que arreglarse para recibir a Venerante, se dijo, y de inmediato se arrepintió. Ésa era otra cosa que le preocupaba: su ironía, tan admirada por los lectores, se volvía contra sí misma.

En el baño, se sentó en el taburete, de espaldas al espejo, y procedió a untarse los pies, subiendo centímetro a centímetro por la piel, en la que se dibujaban débiles escamas. Piel seca, flujo vaginal inexistente, insomnio, sofocos. Eso también empezaba para ella. «Si Flaubert hubiera tenido la regla -había dicho en aquella estúpida conferencia-, Madame Bovary jamás habría sido escrita.» Las mujeres habían premiado su comentario con una jubilosa carcajada. A Regina le ponía frenética que el hecho de que semejante obra maestra pudiera no haber existido regocijara al público de aquel modo. ¿No era eso lo que buscaba, la risa fácil? Pensó, con amargura, que podría ampliar la frase: «Si Flaubert hubiera tenido la regla y, después, la menopausia…» Regina tenía pendiente una cita con su ginecólogo, pero no quería oír su diagnóstico, no hoy. Iba a cumplir cincuenta años y nada estaba en su sitio. Dios, pronto alcanzaría la edad a la que murió Teresa.

Lo último que necesitaba era oír hablar de osteoporosis y de parches. La voz que escuchaba en su interior, la viscosa presencia de los caracoles, no tenía nada que ver con sus hormonas.

Rocío, pese a ser materialista y laica, tenía la superstición de creer que los hijos vienen a este mundo mejor o peor dotados según la ocasión y el lugar en que se les engendró. Era una creencia que le había transmitido su madre y que, seguramente, ésta había recibido de la suya: mujeres de campo acostumbradas a mirar al cielo y a los ojos de sus maridos para adivinar la proximidad de las tormentas. Si Paco había salido tan tranquilo era porque había sido concebido en la cama matrimonial; a Judit, en cambio, Manolo y ella la engendraron la noche de la acampada por la construcción del ateneo popular, en pleno jolgorio vecinal y en una época de excesivas esperanzas. «Cultura para todos», había sido el lema de la fiesta.

¿Qué iba a hacer Judit con su vida?, se preguntaba Rocío, mientras llenaba diestramente con ensaladilla rusa una batería de platos. A la cocina del restaurante del Puente Aéreo llegaba el estrépito del aeropuerto, pero Rocío estaba tan acostumbrada que ni lo notaba. Eran casi las doce, aún le quedaban cuatro horas para acabar su turno. La cultura está muy bien, pensó, no sería ella quien dijera lo contrario, pero sin estudios y con su carácter retraído, sin relaciones, su hija no tenía muchas posibilidades de labrarse un porvenir. Rocío no era una de esas madres que creen que todo se arregla con un buen matrimonio. El matrimonio, aunque sea bueno, no soluciona nada, pensó, más bien complica las cosas. Le daba miedo Judit, porque no sabía quién era. No había salido a nadie de la familia. Ni siquiera a Manolo, que fue un hombre débil y no tuvo rumbo desde que aquel grupo de rock en el que tocaba la guitarra se disolvió sin haber podido grabar ni siquiera un miserable microsurco. ¿Podía ser que el carácter de Judit se hubiera forjado de un golpe, cuando todavía estaba en su vientre, la madrugada en que Rocío recibió la noticia de su muerte?

Nunca olvidaría la forma en que Judit había abordado la cuestión cuando estaba a punto de cumplir ocho años.

– ¿El papa cogió la moto borracho? -le había preguntado, con su vozarrón de adulta.

Rocío, que además de materialista, laica y supersticiosa, era de las que creían que la verdad nunca hace daño, le dijo que su padre no se emborrachaba nunca, aunque no les hacía ascos a una cerveza y un canuto, pero que en todo caso no era él quien conducía la moto aquella noche, sino su propietario, el Gede, un chico de Badalona que era amigo suyo desde la infancia, otro fantasma empeñado en que un día u otro volvería a hacer de manager de roqueros. Él también había muerto en el accidente.

– Venían de un festival de rock en el sur de Francia y, bueno, no creo que estuvieran muy serenos.

– ¿Nací la madrugada en que el papa murió, y en el mismo hospital adonde lo llevaron?

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mientras Vivimos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mientras Vivimos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Carlos Fuentes: Instinto De Inez
Instinto De Inez
Carlos Fuentes
Tomás Martínez: La Mano Del Amo
La Mano Del Amo
Tomás Martínez
Bernhard Schlink: El lector
El lector
Bernhard Schlink
Marta Cruz: La vida después
La vida después
Marta Cruz
Отзывы о книге «Mientras Vivimos»

Обсуждение, отзывы о книге «Mientras Vivimos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.