Álvaro Pombo - La Fortuna de Matilda Turpin
Здесь есть возможность читать онлайн «Álvaro Pombo - La Fortuna de Matilda Turpin» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Fortuna de Matilda Turpin
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Fortuna de Matilda Turpin: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Fortuna de Matilda Turpin»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Una elegante casa en un acantilado del norte de España, en un lugar figurado, Lobreña, es el paisaje inicial y final de este relato. Ésta es la historia de Matilda Turpin: una mujer acomodada que, después de trece años de matrimonio feliz con un catedrático de Filosofía y tres hijos, emprende un espectacular despegue profesional en el mundo de las altas finanzas. Esta valiente opción, en este siglo de mujeres, tendrá un coste. Dos proyectos profesionales y vitales distintos, y un proyecto matrimonial común. ¿Fue todo un gran error? ¿Cuándo se descubre en la vida que nos hemos equivocado? ¿Al final o al principio?.
La Fortuna de Matilda Turpin — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Fortuna de Matilda Turpin», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Me estás queriendo meter miedo, Juan? No soy tan tonta como tú me crees.
– ¡Oh, pero yo no te creo nada tonta! No tienes una inteligencia discursiva tal vez. Tampoco te hace falta, pero tienes prontos, pero tienes pálpitos. Ahora mismo estás teniendo uno, ¿a que sí?
La verdad es que Angélica, ahora mismo, da diente con diente. Es la tiritona que le da.
– Suponte que en el cielo, desde el cielo, Angélica, para ser exactos, se nos viniera encima el Cristo de Dalí, ese viscoso Cristo tan de póster, y el Cristo fuese, en vez de Cristo, la descamada Matilda en camisón de sus últimos días, ahuesada, ahuecada, larvada y sin descomponer porque ha ido al cielo. Así que en carne viva todavía, en carne muerta, en cuerpo y alma. ¿Tanto frío tienes, Angélica?
– Sí, estoy helada, sí. Y me horroriza eso que dices.
– It gives you the creeps, I know, que diría Matilda. Manda siempre al borde de mis ocurrencias de hoy en día. A eso hemos venido: a verla, ¿a qué si no?
– Me gustaría, Juan, que me abrazaras -dice Angélica temblorosa-. Estoy helada y lo que dices suena como un sacrilegio, una mala voluntad, como si quisieras apartarme de ti, dejarme sola.
– ¡Exacto! ¡Eso justo es lo que quiero, chata! ¿Ves cómo eres sumamente perceptiva y psíquica? Le hubieras encantado a William James y sobre todo a sus hermanas, tan espiritistas todos ellos. Tan pragmáticos, positivistas y a la vez espiritistas, todo en una.
Angélica se ha puesto de pie de un brinco. De dos zancadas se planta fuera de la cueva. Se dirige hacia las zarzas, donde había un sendero por la tarde y ahora sólo hay una ondulante pesadumbre, un vivero de vacilación y de tormento.
– ¡Voy a subir, sea como sea!
Juan se ha puesto de pie él también. Ha seguido a su nuera, que ya está justo donde supuestamente el senderito comenzaba y la ha rodeado con el brazo derecho por el talle.
– No te pongas así, Angélica, mujer. Estoy hablando tanto porque yo también tengo miedo. Este lugar es espantoso. Mi corazón es espantoso. ¿Te acuerdas del bicho de Alien Uno, el primero que se ve, el que revienta el pecho de uno de ellos y les salpica a todos al explotar el tórax? Así es mi corazón, como ese monstruo. Vamos a la cueva, vamos a sentarnos en la arena juntos. Te necesito, Angélica. Te necesito mucho. No sé por qué he bajado aquí. No quiero asustarte, Dios me libre. He bajado aquí porque Matilda no se me aparece.
Han ido caminando los dos de vuelta a la cueva, Juan ha retenido a su nuera todo el tiempo por el talle. Este gesto ha tranquilizado a Angélica. Ahora se sientan juntos, abrazados. Angélica se está tranquilizando mucho, Juan también. Juan tiembla un poco también y se siente, una vez más, convulso, como si sus propias palabras le hubieran conmovido y se le hubieran salido boca afuera, como animales y como verdades, como señales que señalan equívocamente a todas partes a la vez y a ningún sitio. Todos los signos designan a Matilda, todas las tachaduras tachan a Matilda, y Matilda no existe. Ha desaparecido de este mundo y no hay nada, más acá o más allá, que la reemplace. No Puede aparecérsele a Juan, ni a Emilia, ni a nadie, porque ha dejado de ser y ya no es.
XXXIV
La conciencia es continua y autoconsciente durante la vigilia, continua durante el sueño. Y en la continuidad de la consciencia despierta hay pausas, que los relatos imitan mediante incisos. Estos incisos reproducen con mayor o menor fortuna, la situación de la conciencia cuando ésta se enfoca directamente a sí misma sin dejar por ello de enfocar, indirectamente también y a la vez, la situación concreta en que se encuentra. Así, Juan Campos ahora está abrazando a su nuera, a Angélica, quien, alternativamente, se asusta y tranquiliza según que el mercurial humor de Juan esta noche se incline a lo inquietante o a lo amable. Angélica se siente, en conjunto, muy asustada y, como es sabido, los asustados se asustan a su vez del propio susto, de tal suerte que el miedo se realimenta constantemente a sí mismo. Pero Angélica también consigue librarse a ratos esta noche del susto que la asusta, apoyándose física y mentalmente en Juan, su suegro. Este segundo momento de Angélica -que es tranquilizador- viene a confirmar, mediante una especie de paradoja cómica, la realzada posición de Angélica ante Juan Campos y, por lo tanto, en la familia Campos. Claro está que es un realzamiento precario puesto que Angélica ha entrado en la familia al casarse con Jacobo: esto significa que hay ciertos límites que Angélica por mucho que profundice su relación con Juan, no podrá traspasar, ni siquiera incestuosamente. Pero Angélica no ha llegado nunca tan lejos, ni siquiera en sus más secretas intenciones. En el fondo Angélica sólo quiere lo mismo que quiso desde un principio al casarse con Jacobo y que Matilda desde un principio le negó: ser alguien especial en la familia y no, como mucho, un apéndice del hijo mayor. Algo de esto ha ido logrando esta última temporada, durante la cual ha sido bien visible, a ojos de Angélica, que Juan se iba inclinando benévolamente hacia ella porque la necesitaba. Angélica ha contado a Juan en varios tonos, con distintas palabras, la situación que su matrimonio con Jacobo atraviesa: se trata de una situación crítica (hay entre ellos una conflictividad más que latente) pero también light. No llega ni llegará jamás la sangre al río -ha asegurado repetidamente Angélica-. Pero sin duda la situación, no por llevadera, resulta menos enojosa y, como se dice hoy día, estresante. Todo esto esta noche está presente en Angélica mientras su conciencia salta del susto al alivio y del alivio al susto, como un dolor pulsátil. Juan Campos, a su vez, es consciente ahora de toda esta tumultuosa bobería presente en su nuera, así como también de la halagadora inclinación amorosa que su nuera siente por él. Esta última inclinación es también, en opinión de Juan, una tontería pero es una tontería halagadora.
Angélica ha conseguido entretenerle bastante todos estos días. Y ahora Angélica forma parte estructural de la pausa que la despierta conciencia de Juan acaba de abrir en esta cueva esta noche. Nada más abrir la pausa, la conciencia de Juan se ha llenado hasta el borde con Matilda. Matilda llena con su ausencia la conciencia de Juan ahora, como una impedimenta en la espalda de un montañero. La conciencia del peso de Matilda es tan constante e ineludible como la sensación de vaciedad: Matilda no pesa ahora nada en absoluto. Y sin embargo oprime. Es un peso inmaterial. Uno de los efectos que este peso determina en la conciencia de Juan es la variabilidad de su humor: Juan se ha visto llevado en pocas horas durante la última parte de esta noche desde el despropósito, la venada, que le hizo de pronto bajar a esta playa a última hora de la tarde, pasando por la ocurrencia de que Matilda no se le aparece porque es un alma condenada, hasta el deseo de aterrorizar a Angélica, pasando por el deseo de sentirla cerca y de abrazarla para taponar su propio miedo, que es un miedo autoinfligido por la vía de sus propias palabras.
Juan Campos está seguro de que esta absurda noche en esta cueva transcurrirá sin incidentes: mañana temprano, con la primera claridad del alba, reemprenderán los dos el ascenso del sendero del acantilado y de ahí el camino de regreso al Asubio. Cuestión de resistir entre seis y siete horas, quizá menos tiempo. Y esto suponiendo que en el Asubio no se hayan alarmado y no hayan iniciado ya su búsqueda. En este segundo supuesto el tiempo de la sombría cueva podría reducirse a la mitad o menos. El único inconveniente de este segundo supuesto sería -decide Juan Campos- el sentimiento de ridículo que habría de embargarle. Suponiendo que Antonio Vega, acompañado quizá de Fernandito y Emeterio, decidiesen salir en su búsqueda provistos de cuerdas y que vocearan sus nombres según caminan por la cima del acantilado, y suponiendo que los de abajo respondieran y así, con la ayuda de las cuerdas y la luz de las linternas, fueran rescatados, ¿qué explicación podría dar Juan? ¿Qué cara pondría? La explicación más sencilla sería decir: bajamos aquí porque quería enseñarle a Angélica la cueva que tanto recuerda a un paisaje de Patinir, y se nos hizo tarde y no encontramos el camino de vuelta. Nada más sensato que esta explicación: sólo que no salva a Juan Campos del ridículo. ¿Cómo puede alguien distraerse tanto en una vulgar cueva al pie del acantilado como para no consultar el reloj, o darse cuenta simplemente de que en invierno la luz se va en seguida? La razón profunda de esa distracción fue Matilda: fue Matilda quien, con su negativa a aparecérsele provocó la decisión inusual de echarse acantilado abajo a última hora de la tarde. Juan decide que esta explicación es más profunda, pero no menos ridícula que la anterior. Es como si dijera: bajé a la cueva porque veo visiones. Pero Juan Campos no ve visiones: lo característico de su tempo biológico y mental es la repetición identificante de lo mismo con distintos nombres o en distintas versiones. Viene a ser como un chusco retorno de lo mismo sin emotividad ni tragedia: lo mismo que padece nombre, nombre, nombre -como dice César Vallejo-. La repetición chusca de lo mismo una y otra vez es, en cuanto teoría, la sabiduría filosófica que Juan Campos cultiva. Yen la práctica, su confortable vida de viudo rico ahora. Y antes su vida de profesor acomodado. Esta tarde, sin embargo, Juan se sintió convulso y puso automáticamente en relación su estado convulso, su agitación, con el recuerdo de su enamoramiento de Matilda con veinticinco años. Matilda, pues, reapareció esta tarde, aunque no en sí misma o por sí misma sino, como quien dice, por persona interpuesta, por mediación de una convulsión personificada. De la misma manera que uno no llega a percibir directamente los acontecimientos de la microfísica, sino que tiene noticia mediata de ellos, con ayuda de sensores y medidores instrumentales, así Matilda no puede ser percibida en sí misma, pero puede llegar a ser notada en la denotación que registra un convulso Juan Campos. Si así fuera podría decirse que, mediatamente al menos, Juan Campos se ha constituido en el lugar de las notaciones o apariciones denotativas de su amada. Sólo que Matilda no es su amada. ¿Fue alguna vez Matilda la amada de Juan? Lo cierto es que Juan fue el amado de Matilda, pero ¿y al revés?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Fortuna de Matilda Turpin»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Fortuna de Matilda Turpin» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Fortuna de Matilda Turpin» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.