– En efecto, eso nos será útil. Pero tendremos que moderarle para que no nos salpique a todos de forma irreparable.
– No te lo crees ni en sueños, que le moderarás.
– Se trata de dotarle de un barniz humano. ¿Quieres un detalle? Ha contratado a un asesor cultural. Se lo he traído yo.
– A ver si le desnaturalizas tanto que pierde el carisma ante aquellos que le valoran precisamente por lo que es y representa.
– Al contrario, con cultura tópica y sensiblera llegará mejor a esos sectores. Un toque más autóctono, al estilo de González Lizondo, que entusiasmaba a ese público. Una imagen de hombre emprendedor y a la vez preocupado por las tradiciones más folklóricas.
– Ya veo que lo tienes todo planeado.
– Todo no, por eso te necesito. Hay cosas que no puedo controlar.
– ¿Cuáles?
– Lloris ha contratado a un detective.
– ¿Dossiers?
– Sí, de todos los primeros candidatos y especialmente del actual alcalde, el más perjudicado por su candidatura pero también su rival más directo.
– ¡Pero si la vida personal de Lloris es la más turbia de todas!
– Lo suyo es público, al contrario que lo de los demás.
– ¿Qué piensa hacer con los dossiers?
– No lo sé, pero me preocupa.
– Sinceramente, Júlia: me extraña que una persona como tú lo esté.
– Me preocupa que los utilice bien.
– A mí me preocupaba tu ataque de honestidad, entre otros motivos porque no me lo creía. Si llegamos a un acuerdo para formar una sociedad que resulte ventajoso para mí, sería conveniente que nos mostráramos tal como somos, con las cartas sobre la mesa. ¿No te parece?
– Sé lo que todo el mundo piensa de mí, pero me da igual. Mira, Francesc, yo soy la persona que degüella al pollo para que otros -iba a decir «como tú», pero lo evitó- se lo coman. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio, siempre tan necesario.
– El trabajo sucio no podría haber dado con alguien más idóneo. Te encanta urdir tramas.
– Cada uno tiene talento para algo en especial. Y no creo que te importe dejar que haga ese tipo de cosas.
– En absoluto. Por cierto, ¿en qué estado se encuentran tus negocios con Lloris?
– ¿Es obligatorio contártelo? Son asuntos personales.
– En tus estrategias no hay nada personal. Además, todo influirá en la decisión que deba tomar. Y no intentes engañarme, porque lo descubriré. De modo que te conviene ser franca si realmente te intereso.
– Muy bien, te lo contaré. Estoy atrapada.
– Detállalo.
– En las sociedades que compartimos, él es el accionista mayoritario. Hace lo que quiere sin tener en cuenta mi opinión.
– Sabe de negocios.
– Bastante, sí. Pero tengo la necesidad de vender algunos terrenos y obtener una plusvalía, que ahora son excelentes. ¿De qué me sirve hacer negocios si no puedo quedarme con las ganancias que generan? A él no le hace falta vender. Está podrido de billetes, pero a mí me gustaría dejar el piso y hacerme una casa… en fin, disfrutar cómodamente de unos beneficios en los que he tenido una intervención decisiva.
– Véndele tu parte.
– Ni te imaginas a qué precio las compra. En ese aspecto es un hombre poco agradecido y sin escrúpulos.
– En ese aspecto, hacéis una pareja extraordinaria.
– Excelente opinión.
– Hace años que te conozco.
– Pero te da igual negociar conmigo. ¿Quizá soy la única posibilidad política que te queda?
– Es posible, pero te recuerdo que tú me necesitas más.
– Tienes el segundo puesto y altas probabilidades de ser alcalde.
– No es suficiente.
– ¿Qué más quieres?
– Dinero.
– ¿Dinero?
– Para infraestructura, no para mí.
– La infraestructura la pondremos nosotros.
– Ya lo sé, pero también quiero la mía propia. No quiero que la gente piense que he provocado una escisión en el Front para diluirme en una candidatura de Lloris. Tengo que demostrarlo con hechos palpables, implantándonos no sólo en la ciudad, sino también por todo el país. Eso cuesta dinero, mucho.
– ¿Cuánto?
– Todo el que haga falta.
– Lloris no transigirá si la cantidad es desorbitada.
– Quizá Bancam sí.
Júlia rió.
– ¿Bancam? Los socialistas no permitirán que los conservadores te la den.
– A la patronal tampoco le gusta Lloris. Y ellos mandan más que los partidos.
– No convirtamos esta negociación en un circo.
– No lo pretendo, pero la candidatura de Lloris es circunstancial, hasta que se canse o consiga lo que quiere. Nosotros somos un partido que quiere estar muchos años haciendo política, siendo decisivo en los proyectos del país. Y eso tiene un precio elevado.
– Pídemelo y trataré de conseguírtelo.
– No quiero que lo intentes, quiero que me lo des. Las elecciones son inminentes y podría quedarme fuera.
– Sabes que te necesitamos.
– Pues no me hagáis perder el tiempo. -Sacó el móvil del bolsillo interior de la americana-. Lo llevo apagado, pero seguro que tengo mensajes convocándome a reuniones.
Seguro.
– Lloris ya te dio mucho dinero en las pasadas elecciones.
– El dinero no es problema para él; le sale por las orejas. Además, yo le ayudé a ser presidente del Valencia, algo que le permite tener posibilidades de llegar a la alcaldía. Estamos en paz. Sin embargo, ahora la situación es distinta.
– Pide.
– Una sede, empleados liberados y dinero para mantenerlo todo sin agobios, por no hablar de que necesito una campaña de promoción personal para rehacer mi imagen tras la derrota del congreso.
– Ignoro a cuánto dinero asciende.
– Calcúlalo. Para empezar, la sede puede salirle gratis a Lloris. Tiene muchos locales vacíos en la ciudad. Céntrica y con un alquiler barato, por favor. Ahora que lo pienso, no quiero pagar alquiler. Eso sí, con un contrato de redacción pulcra que elabore un abogado de confianza. En nuestro partido hay unos cuantos. En fin, echad cuentas. Es vuestra especialidad. Hoy es domingo, pronto quiero una respuesta. Durante unos días me comprometo a no atender ciertas llamadas. Esperaré ansioso la vuestra. -Júlia quiso responderle-. Tenéis unos días.
– ¿Cuántos?
– Pocos.
– Llamaré a Lloris para que venga hoy mismo.
– Perfecto. -Mientras hablaba había olvidado el puro, que de nuevo tuvo que encender-. ¿Qué haces esta tarde? -le preguntó con voz imperativa.
Aunque sorprendida, supo aprovechar la oportunidad con buenos reflejos.
– ¿Quizá te gustaría pasarla conmigo? -dijo con complicidad de mujer halagada.
– Siempre que no hablemos de política.
Política, al fin y al cabo.
* * *
Domingo tranquilo en la redacción del diario El Liberal. El fragor y las prisas se instalarían allí por la tarde, cuando los redactores de guardia, en su mayoría destinados a deportes, llegaran a partir de las cuatro. Sin embargo, a las doce del mediodía, Albert, «Tintín» para los colegas por lo de su parecido con el personaje del tebeo, ya estaba allí, repasando toda la prensa dominical, la valenciana y la estatal, suplementos incluidos, que cayera en sus manos. Hojeaba un periódico en busca de secciones y titulares que le atrajeran, casi cubierto por el resto de diarios amontonados. El congreso del Front y los articulistas de prestigio polarizaban su atención.
Pese a su edad, veintiocho años, le quedaban asignaturas pendientes en casi todos los cursos de la carrera. No le apetecía estudiar, pero la titulación era obligatoria en el gremio de periodistas. De familia de economía precaria, trabajaba los fines de semana para costearse la matrícula, el ocio y las vacaciones.
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