– Hola, Roswell, ¿qué haces con la escopeta?
– Creía que eras otra persona.
– Han vuelto los matones, ¿eh? -dijo «Dick» con expresión pre_ocupada.
– Comentaste que si alguna vez necesitábamos refuerzos, nos po_drías recomendar a alguien -dijo Merle.
– Y el momento ha llegado, sin duda -dijo Roswell.
– Sí. Bueno, en la ciudad hay un detective que es un genio -dijo «Dick»-, él sabrá qué hay que hacer. Yo también lo tengo a sueldo. Le echa un ojo a Treacle por mí.
Chick lanzó una mirada inquisitiva a su padre. Estaba a punto de comentar lo animada y sociable que parecía la chica, pero se lo pen_só mejor a tiempo.
– ¿Y si, pongamos, las cosas llegan a un punto en que haya que uti_lizar armas de fuego? -murmuró Roswell.
– No le hagáis caso -dijo Merle en tono de susurro-. Una antigua forma de paranoia.
– Mejor que anclar por ahí creyéndome que estoy a prueba de balas.
– Bueno, armado o no, Lew Basnight es vuestro hombre. -De una ajada cartera, «Dick» extrajo un fajo de tarjetas de visita y las hojeó-. Aquí está su número de teléfono.
Dentro, Chick abrió los ojos de par en par: ¡era el laboratorio de los sueños de todo niño! Vaya, si el local hasta olía a científico, esa mez____________________dos y paras de arco enteras y en piezas, carbonos a medio usar, quemadores de calcio, pastillas oxono, imanes de alta tensión, alternadores comprataban repletas de voltamperímetros, reóstatos, transformadores, lámcla ya familiar de ozono, gutapercha, productos químicos disolventes, aislamientos. Los estantes y las superficies de las mesas de trabajo escaseros, bobinas vibradoras, fusibles e interruptores, prismas de Nicol, válvulas generadoras, sopletes para soplar vidrio, pilas Thalofide de la Marina, tubos Aeolight nuevos caídos del camión de reparto, componentes del Blattnerphone británico y toneladas de otras cosas que Chick no recordaba haber visto jamás.
Merle y Roswell los condujeron a la parte de atrás del laboratorio a través de puertas de triple cerradura, hasta un pequeño taller ocu_pado por una misteriosa máquina, cuya seguridad les había quitado un poco el sueño últimamente, pues había llamado la atención, según parecía, de cierta oscura empresa criminal con base en, los inventores tenían pocas dudas, Hollywood.
– Veamos, cado sujeto fotográfico se mueve -explicó Roswell-, aun cuando esté quieto. Respira, refleja la luz, pasa algo. Hacer una fotografía es como lo que los profesores de matemáticas llaman «cal____________________dríamos encontrar algún modo de hacer lo contrario, empezar con la foto fija y luegomar un foto es como hacer una primera derivada, entonces tal vez pocular la diferencial» de una ecuación de movimiento: congelar ese movimiento en el muy pequeño espacio de tiempo que requiere el obturador para abrirse y cerrarse. Así que pensamos lo siguiente: si to integrarla, recuperar su original primitivo completo y soltarlo de vuelta a la acción…, incluso de vuelta a la vida…
– Trabajamos dándole todas las vueltas posibles -dijo Merle-, pero no fue hasta que el viejo Lee De Forest añadió ese electrodo de reji__tor de entrada y un condensador de retroalimentación, por ejemplo, se podía construir un circuito en una placa de prueba tal que si elegías tu resistencia y capacitancia correctamente, podías pasar un sencillo voltaje alterno por la rejilla, llamémosla «seno della a la válvula de Fleming cuando todo empezó a adquirir sentido. Entonces pareció bastante claro que con una válvula triodo, un resis t», y conseguir me_nos coseno de t a la salida.
– De manera que, en teoría, el resultado -acertó Chick- puede ser la integral indefinida de cualquier señal que se introduzca en la rejilla.
– Ahí está -dijo Roswell asintiendo-. Ten mucho ojo con éste, «Dick». En cualquier caso, como la electricidad y la luz vienen a ser más o menos lo mismo, en reahdad sólo tramos diferentes del espec_tro, pensamos que si podíamos conseguir ese efecto de integración con la electricidad, entonces también podríamos hacerlo utilizando la luz, ¿o no?
– Mierda, tenéis mi permiso, faltaba más -exclamó «Dick» Coun_terfly.
Para alguien de temperamento profesoral, el paso siguiente habría sido encontrar analogías en el mundo de la óptica para el triodo de De Forest, el condensador de retroalimentación y otros componentes físi__brosamente avanzado de paranoiacos del circuito en cuestión. Pero con Roswell se daba un caso asom querulans que había que tener en cuenta. Uno veía crisparse sus orejas, siempre señal inequívoca de ac____________________res locos preguntaba: «¿Qué coño vamos a hacer con esto?», y el otro se encogía de hombros y respondía: «Nunca se sabe», y allí quedaba la pieza, encima de algún estante o dentro de algún armario, y, como era de esperar, un día necesitaban algo que convirtiera la luz infrarroja en electricidad, o que la refractara en un ángulo concreto de mente recordadas, florecían y fluían como un caleidoscopio ocupando y desocupando su atención. Rostros de abogados a los que les tenía algo menos que afecto, es más, a los que, pese a los años transcurridos, todavía soñaba con asesinar, flotaban ahora distorsionados a través de sus pensamientos. Por no mencionar la inspiración que sacaba, no siempre explicablemente, de las piezas de ferretería que no paraban de llegar, más o menos legalmente, al taller. Uno de los dos inventoriores aplicaciones, modulados por apariciones judiciales defectuosatividad mental, pero su mente no trabajaba, de eso ya se había dado cuenta Merle, en nada de una manera directa. Fragmentos de antepolari_zación, y allí, invisible bajo un montón de chismes acumulados con el paso del tiempo, estaría el objeto en cuestión.
Merle acababa de poner en marcha un pequeño generador con motor de gasolina, colocó dos carbonos en ángulo recto y los separó otra vez con un arco cegador chisporroteando entre ambos. Realizó unos ajustes en las lentes. En la pared apareció una foto ampliada del centro de L.A., monocromática y fija. Merle balanceó los carbonos, dio la vuelta a unos mandos, sacó de una caja de seguridad de la pa_red un cristal rojo brillante, lo llevó hasta un recipiente platinoide y con cuidado lo depositó en su sitio.
– Lorandita, sacada de Macedonia antes de las Guerras Balcánicas, puro arsenosulfito de talio, de calidad más pura de la que ya pueda encontrarse. -Los tubos de vacío destellaron con un escalofriante tono púrpura. Surgió un zumbido de dos o tres fuentes, no precisamente armónico-… Ahora, mirad. -Tan suavemente que Chick ni lo vio, la foto cobró vida. Un caballo levantó un casco. Un tranvía emergió de la inercia. Los vestidos de los paseantes empezaron a agitarse bajo la brisa.
– ¿No es lo más increíble que jamás hayáis visto? -gritó «Dick» Counterfly, cuya creciente familiaridad con el artilugio sólo había he____________________mían en vagones restaurante, subían y bajaban de tranvías, jugaban al pinacle, tanto en blanco y negro como en color.bajaban en sus empleos diarios, merodeaban, follaban, paseaban, coción bulliciosa del tamaño de una pequeña ciudad. Dentro de cada imagen, bailaban, se peleaban en cantinas, bebían, jugaban a billar, trablemente en movimiento. El efecto combinado era el de una poblacho que incrementar su asombro. Una tras otra, y durante la siguiente media hora, Merle fue proyectando transparencias en las paredes, que no tardaron en llenarse de escenas de la vida americana, incuestiona
En los años transcurridos desde que descubrieran el proceso, les confió Merle, había acabado por comprender que había emprendido una misión para liberar las imágenes no sólo de las fotografías que él tomaba, sino de cuantas se encontraba, como el príncipe que con su beso libera a la Bella Durmiente y la despierta. Una por una, por todo el país, reaccionando a su voluntad, las fotos temblaban, se estremecían, empezaban a moverse, al principio despacio y luego acelerando, los paseantes caminaban hasta salir del fotograma, los carruajes seguían su camino, los caballos cagaban en la calle, los espectadores que daban la espalda revelaban sus rostros, las calles se oscurecían y se encendían las lámparas de gas, las noches se alargaban, las estrellas giraban, pasaban, se disolvían en el amanecer, las reuniones familiares en mesas festivas se desparramaban en borracheras y sobras, los dignatarios que posaban para sus retratos parpadeaban, eructaban, se sonaban las narices, se le__nido hubiera estado ahí, en la «instantánea» inicial, con una precisión a escala molecular o atómica cuyo límite, de tenerlo, todavía no había sido alcanzado.vantaban y abandonaban el estudio del fotógrafo y, finalmente, como todos los demás sujetos liberados de esas fotos, reanudaban sus vidas, aunque claramente hubieran salido fuera del alcance de la lente, como si toda la información necesaria para describir un futuro aún indefi
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