Stray y el niño medían aproximadamente lo mismo, Frank se dio cuenta por primera vez. Jesse se había quedado dormido a sus pies. A poco menos de un kilómetro, todas las tiendas habían sido incen__lazos o combatían las llamas, y caían en la batalla. Pero todo aquello, cada baja, una por una, sucedió bajo una luz a la que la historia se mantendría ciega. Las únicas versiones serían las de la milicia.diadas, una por una, por los héroes de la Compañía B de Linderfelt. Una luz rojiza e impura saltaba y se desplazaba por el cielo, y los soldados emitían gritos de triunfo animal. Los disparos seguían desgarrando la peligrosa noche. A veces daban en algún blanco, y huelguistas, niños y sus madres, y hasta soldados y guardias del campamento, recibían ba
Stray abrió los ojos y vio que Frank la estaba mirando. Ella lo miró también, y ambos estaban demasiado cansados para fingir que no era deseo, incluso allí, en medio del infierno.
– Cuando tengamos un momento -empezó a decir ella, pero lue_go pareció perder el hilo.
Frank percibió la espantosa y deslumbrante ocasión que quizá nun__mento.ca más volverían a rozar. Era lo último en que debía pensar en ese mo
– Los dos tenéis que llegar a la casa de tu hermana, ¿vale? -dijo Frank por fin-. Es lo único de lo que tienes que preocuparte ahora, todo lo demás puede esperar.
– Voy contigo, Frank -dijo Jesse con una voz vencida por el ago_tamiento.
– Tienes que ir con tu madre, ayudarla a salir de aquí entera.
– Pero la lucha no ha terminado.
– No, no ha terminado. Pero tú ya llevas un largo día de dura pe__dor de confianza que las cubra lea, Jesse, y estas damas de aquí, con bebés y demás, necesitan un tirahasta que lleguen a aquel pequeño ran_cho al otro lado de las vías. No tengas miedo, ya habrá más pelea, todos tendrán su parte.
Sabía que la mancha pálida de la cara del niño estaba vuelta hacia él, y a Frank le alegró no tener que ver su expresión.
– Ahora que ya sé llegar a la casa de tu tío Holt y tu tía Willow, gracias al mapa que me dibujaste, iré para allá en cuanto nosotros ha_yamos acabado.
Ambos escucharon el «nosotros», no era el que les hubiera gusta____________________siles, avanzando en fila india hacia el este por el camino de carretas que llevaba a las Black Hills, esforzándose por mantenerse agrupados.cena de palabras en inglés, arrastrando por la tierra las culatas de los fúdo, sino el que se refería al otro colectivo de sombras, exhaustas, que apenas se mantenían en pie, que entre todas no hablaban ni media do
– Estaremos allá arriba -dijo señalando con la cabeza hacia las co____________________zarlo con inesperada fiereza, como si pudiera abrazarlo todo, la noche cerca de su final, el refugio del arroyo, abarcarlo y retenerlo, invariable, y Frank sintió que el chico se esforzaba por no llorar, y luego hizo que lo soltara, se apartó y volvió a aquella alba de espanto. Stray estaba justo detrás de él.na parte. Jesse, ahora tú te encargas de todo…-Y el niño corrió a abralinas-; se supone que hay un campamento de movilización por algu
– Muy bien, Estrella. -Puede que su abrazo no fuera tan íntimo ni desesperado, pero no recordaba ningún beso tan sincero, ni tampoco tan cargado de pena.
– Pasan trenes hacia el sur a todas horas -dijo ella-; estaremos bien.
– En cuanto pueda, yo…
– No te preocupes, Frank. Jesse, ¿quieres llevar esto? -Y se fueron, y él ni siquiera estaba seguro de cuánto les había costado no volver la vista atrás.
Aquel verano había sido memorable por las altas temperaturas. Europa entera se abrasaba. Las uvas maduraban en la viña hasta vol____________________trucción de la Tierra.ban los hubiera traicionado y ahora planeara conscientemente la despacado ya en junio ardían espontáneamente. Los incendios atravesaban el continente como regueros de pólvora, saltando fronteras, salvando cadenas montañosas y ríos con total impunidad. Los cultos naturistas estaban espantados ante la posibilidad de que el luminar que adoraverse pasas de la noche a la mañana. Las pilas de heno cortado y em
El Inconvenience había sido informado de la existencia de una corriente ascendente de aire sobre los desiertos del África septentrio__cluso del tamaño delnal de un tamaño e intensidad sin precedentes. Masas de aire de los Alpes, de las Montañas de la Luna y de las cumbres balcánicas se veían arrastradas para alimentar el gran ascenso térmico, y una aeronave, in Inconvenience, sólo tenía que aproximarse al flu_jo, la antigravedad sahariana se encargaba del resto. Lo único que en realidad hacía falta era dejarse ir.
Hubo discusiones, ni que decir tiene, sobre la financiación. A esas alturas, los chicos eran bastante autónomos. La Oficina Nacional ha__lación delbía escatimado tanto en las asignaciones presupuestarias que la tripu Inconvenience, tras una reunión que duró cinco minutos, in____________________nización había derivado dad, desde hacía algún tiempo, a lo largo y ancho del mundo, la orgacluido el tiempo que llevó preparar el café, había votado finalmente por desafiliarse. Y no fueron los únicos en tomar esa decisión. En realien una laxa suma de agentes independientes que sólo compartían el nombre y la insignia de «Chicos del Azar». No hubo reacciones por parte de la jerarquía. Era como si la dirección Na_cional hubiera abandonado sus despachos, allá donde hubieran estado, si es que estuvieron en alguna parte, sin dejar una nueva dirección. Los chicos gozaban de plena libertad para definir sus propias misiones y negociar sus tarifas, cuyo monto ahora se quedaban en su totalidad, en lugar de entregar la mitad o incluso más a la Nacional.
Eso aumentó de forma reseñable la entrada de ingresos, lo cual, junto con los recientes avances en motores más livianos y de más ca_ballos de potencia, había permitido que el Inconvenience ampliara con__bién había crecido hasta ser casi tan enorme. Miles, en sus funciones de intendencia, había instalado refrigeradores de las mejores marcas y cocinas de hidrógeno de último modelo, y contratado a un equipo de cocineros de primera categoría, del que formaba parte un antiguo sous-chef del famoso Tour d'Argent de París.siderablemente su tamaño: ahora sólo el comedor ocupaba más espacio que la góndola entera de la versión anterior de la nave, y la cocina tam
La reunión de esa noche era para decidir si introducir el Inconve_nience en la gran corriente ascendente sobre el Sáhara sin que nadie les pagara por adelantado. Miles llamó al orden en la sesión golpeando un gong chino comprado años atrás a una secta de asesinos en activo en aquel país, durante la intervención secreta pero decisiva de los chicos en la Rebelión de los Bóxers (véase Los Chicos del Azar y la ira del colmi_llo amarillo), e hizo rodar un carrito con champán refrigerado, al tiempo que rellenaba los vasos de todos con un Balthazar de Verzenay de 1903.
– Nada de «a ver lo que sale», hermanos del cielo -se quejó Darby, cuya fijación por la legislación contractual había alcanzado a esas altu_ras quizá las lindes de la obsesión insana-. No estamos en esta historia gratis. Si no hay cliente, no hay viaje.
– ¿Es que ya no queréis vivir más aventuras, chicos? -metió baza Ksenija, la compañera de Pugnax, aunque lo ladró en macedonio. Poco antes, Pugnax se había encontrado con la ferozmente bella perra pasto_ra sarplaninec y la había convencido para que subiera a bordo del Incon_venience. A veces él creía que la había estado esperando toda la vida, que ella siempre había estado allí, moviéndose en una zona apenas visible, entre los paisajes que se extendían y pasaban bajo la nave, perdida en las profundidades, entre los campos de diminutas vallas o setos, los te_jados de paja o de teja, el humo de cientos de fuegos humanos, las montañas sombrías y escarpadas, interpretando por el día el antiguo minueto con los rebaños…
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