– Y esa joven de rostro familiar con la que está hablando, ¿no es…?
Ratty resplandeció.
– Sí, ciertamente es la señora McHugh, mi querida esposa, a la que le encantará volver a verte. Mientras tanto, ¿necesitas alguna ayuda para sacarte las cejas de debajo del sombrero?
– Sí, de verdad, Cyprian -dijo Yashmeen-, tú precisamente.
– No estaba…
– En realidad tuve un poco de suerte -dijo Ratty-, no fue algo que hubiera planeado o ni siquiera mereciera. Volví a casa aquella noche con la buena de Sophrosyne esperando un baño de sangre, pero las dos se llevaron bien desde el principio. Misterios de la feminidad. Nos pasamos toda la noche despiertos contándonos nuestros más profun__cipio, ya antes de que nos casáramos, de hecho, Jenny había sido una especie de criptosufragista, y cada vez que iba a «visitar a su madre», las dos acudían en realidad a manifestaciones o insultaban a voz en grito a los ministros del gobierno o rompían escaparates, o cosas así.dos, bueno, casi más profundos, secretos, y resultó que desde el prin
– ¿Por qué no me lo contaste antes? -había preguntado Ratty.
– Tu cargo, querido Reginald. No habría sido muy oportuno para ti, la verdad; a ver, me refiero a que atacábamos Whitehall cada dos por tres, ¿no?
– Pues ahora es todo tuyo, mi cebolla picante. Puedes ir y dar los martillazos que te plazca, aunque sugeriría algo más sutil, como lo que hacen los ladrones: un poco de melaza y papel de envolver para evitar los cortes de los cristales rotos, ya sabes…
– ¿Y tampoco te importaría si fuera a prisión, sólo por un ratito?
– Claro que me importaría, me espantaría, mi galletita energética, pero intentaría sobrellevarlo de algún modo. -Y así se alargaron has_ta la náusea.
Cuando Jenny salió por fin de la prisión de Holloway luciendo el broche de honor diseñado por Sylvia Pankhurst para las veteranas de aquel lugar deprimente, Ratty, tras escuchar rumores y prestar aten__creto que, con el tiempo, conduciría al alegre ción a mensajes que previamente habría ignorado o desechado como disparates sobrenaturales, había descubierto el camino a un sendero se ménage hasta aquí, a las tierras ocultas de Yz-les-Bains y más allá.
– ¿Y entonces ahora trabajas para…?
Ratty se encogió de hombros.
– Míranos. Supongo que trabajamos los unos para los otros. Sin rangos, sin títulos, sin cadena de mando…, sin estructura, en realidad.
– ¿Y cómo planeáis las cosas? -quiso saber Yashmeen-, ¿cómo asignáis las tareas o coordináis los esfuerzos? Ese tipo de cosas.
– Sabiendo lo que hay que hacer. Lo que por lo general sólo re_quiere sentido común.
– Se parece a lo que decía John McTaggart Ellis McTaggart -mur_muró ella.
– La sala de descanso estudiantil de una facultad, sin maestro -re_cordó Ratty-. Umm. Bueno, puede que no exactamente.
– Y cuando salís a trabajar, ¿qué soléis llevar? -era lo que Reef quería saber.
– Se pilla lo que se puede -supuso Ratty-, cualquier cosa, desde pequeñas pistolas de espiga antiguas hasta el último modelo Hotchkiss.
Mejor pregúntale a Jenny, ella es más militar de lo que yo he sido ja_más, e incluso es mejor tiradora ahora que de jovencita.
– Y a veces -la esperanza en la voz de Reef quedó clara para to_dos- también… ¿voláis algo?
– No muy a menudo. Hemos optado por un papel más revolu_cionario, ayudando a lo que ya está en marcha.
– ¿Que es qué?
– La sustitución de gobiernos por otras formas de organización más prácticas -respondió Ratty-, algunas que ya existen, otras que empiezan a emerger, cuando es posible trabajando a través de las fron_teras nacionales.
– Como la IWW -recordaba vagamente Reef de alguna discusión en el camino.
– Y el CRETINO, supongo -dijo Yashmeen.
– Las opiniones varían en cuanto al CRETINO -dijo Jennifer Invert McHugh, que se había acercado-. Muchas de estas fraternida_des místicas acaban como criaturas de los gobiernos que las acogen.
– Mientras no paran de predicar la no vinculación -coincidió Yashmeen.
– Entonces es que has estado…
– En una, pero sin llegar a creérmelo, espero.
– Sorprende la cantidad de ex CRETINOS con los que uno se topa.
– Una elevada tasa de traición personal -imaginó Yashmeen.
– Ay, Dios.
– Uno se recupera. Pero gracias por preocuparte.
– Un legado, me parece, de esas antiguas estructuras exclusivamen____________________lencio e invisibles para preservar su ficción anarquista. Sólo con el transcurso de los años, tras la muerte del líder, surgía la verdad.tunidad. En algunas comunidades, de las que hay ejemplos bastante célebres, lo que parecía ser un consenso perfecto y sin jerarquía, un milagro de telepatía social, era en realidad el resultado de una única autoridad masculina entre bastidores que daba las órdenes, y de unos miembros que deseaban cumplirlas, todos aceptando trabajar en site masculinas. Malogró las esperanzas del Anarquismo durante años, os lo aseguro, mientras no admitió a mujeres nunca tuvo la menor opor
– ¿Y por tanto?
– Pues que no existió. No podía, no con esa clase de basura pa_triarcal.
– Pero con mujeres en la ecuación…-la provocó Yashmeen.
– Depende. Si una mujer sólo está ahí bajo el hechizo romántico de algún barbudo inútil, entonces habrá croquetas de puré en la coci_na y bombas en el sótano.
– Pero…
– Pero si ella es capaz de pensar críticamente -dijo Sophrosyne-, de mantener a los hombres ocupados donde son más útiles, aunque los hombres no sepan la mitad de las veces dónde lo son. En ese caso sí hay una oportunidad.
– Siempre que los hombres sean capaces de deshacerse de la ilu_sión del «nosotros sí sabemos qué es lo mejor» -dijo Ratty-, y la dejen sencillamente para el basurero.
– La basurera -dijeron Jenny, Sophrosyne y Yashmeen casi a la vez.
Al día siguiente, Reef, Cyprian y Ratty estaban en el campo de golf anarquista, durante un torneo de Golf Anarquista, un deporte que en ese momento hacía furor en el mundo civilizado, en el cual no había una secuencia determinada, más aún, ni siquiera un núme__nos hoyos estaban a sólo distancia dero fijo de hoyos, y las distancias también eran flexibles, así que algu putter, mientras que otros esta____________________ros de aproximación que llegaban como tiros desde los lugares más inesperados.ban las pelotas en cualquier momento y en cualquier dirección que les apeteciera. La gente se veía constantemente acribillada por dispatar: «¿Te molesta si no jugamos hasta el final?», y luego iban y golpeaban a incontables cientos de metros y requerían de mapa y brújula para encontrarlos. Se sabía que muchos jugadores acudían allí por la noche y excavaban hoyos nuevos. Los participantes solían pregun
– Es divertido -dijo Reef mientras una vieja pelota grumosa de gutapercha le pasaba zumbando a unos centímetros de la oreja.
– Se da el caso -había intentado explicarle Ratty- de que recien_temente hemos conseguido un mapa que nos está dando muchos quebraderos de cabeza.
– «Conseguido» -dijo Cyprian pensativo.
– De cierta gente de Tánger, que seguramente pensarían que ya te he contado demasiado…
– Si no estuvieran… -sugirió Cyprian.
Ratty encontró su pelota, caída entre los matojos.
– Oh, todavía viven. En alguna parte. O eso esperamos. -Apuntó y volvió a apuntar a la pelota desde varias direcciones-. Se parece un poco al billar, ¿verdad? Me parece que tiraré a aquella de allá. -Seña_ló a una bandera lejana-. No os molesta el paseo, ¿verdad?
– Bueno, ¿y de qué es el mapa? -preguntó Reef mirando con los ojos entrecerrados la tarjeta de anotación de puntos, que se había ofre__tación hacía ya tres hoyos, o puede que seis.cido ingenuamente a llevar, pero que había perdido toda lógica de no
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