Al momento, Yashmeen se agazapó a su lado, sin sombrero, respi__tesco hotel, vieron a los austríacos de atuendos oscuros caer a la arena húmeda.rando hondo, mientras empezaban a silbar ráfagas por las cercanías. Reef la acercó hacia sí, apoyó con firmeza el rifle en el hombro de Yashmeen y disparó un par de veces con su propia arma. En el gigan
El viento llevaba el ruido del tiroteo por las playas oscuras hasta lugares tan alejados como Malamocco. Los supervivientes de un in__didos, estremecidos al abrigo de toscos refugios, se reunían alrededor de hogueras encendidas con restos de madera y se preguntaban en voz alta qué podía pasar.vierno a la intemperie, despreciados, expulsados, voluntariamente per
El grupo de pistoleros pasó de largo, en dirección al malecón, don_de esperaba una masa baja y oscura, visible sobre todo por la corona envolvente de humo que la rodeaba.
– Oh -gruñó ella, y Reef sintió que a la chica se le tensaban los músculos. Ella había visto a Vlado entre los austríacos, sangrando, lle_vado a rastras, y sabía que no debía llamarlo.
– ¿Dónde está tu barco? -Ella se quedó en silencio, inmóvil-. Se_ñorita Halfcourt. -Yashmeen por fin asintió y se levantó, mientras al fondo los gruñidos, quejas y chillidos subían de volumen para luego irse apagando lentamente.
Ella y Vlado habían encallado en la orilla de la Laguna. El peque__ran a Venecia en él, aparte de remar.ño bajel conservaba el mástil, pero Reef no veía manera de que llega
– ¿Queréis que os remolquemos? -Rocco, Pino e Il Squalaccio.
En el agua, entrecerrando los ojos para ver a través de la lluvia las luces de San Marco, dijo Reef:
– Y yo que creía que me iba a dar la gran vida. Tus amigos de allá… ¿dijiste los «austríacos»?
– Probablemente también un inglés, llamado Theign.
– No sigo muy de cerca la política, pero lo último que tenía en_tendido era que, a ver, que Inglaterra y Austria… ¿no están en bandos diferentes?
– No es lo que se llamaría muy oficial.
– ¿Y van a por ti?, ¿es que tú tampoco eres oficial?
Ella se rió, o puede que el sonido que emitió no fuera una risa.
– Creo que sólo iban a por Vlado. -Llevaba el pelo enmarañado, el vestido desgarrado. Guardaba un lejano parecido con una dama nece_sitada de protección, pero Reef era cauteloso.
– ¿Dónde te alojas?
– En Trieste. Pero no estoy segura de que deba volver allí.
Cuando llegaron a Venecia, la tormenta había seguido camino azotando la terraferma, y la luna había salido con un intenso resplan____________________sificara en un resplandor menos soportable. Finalmente se metieron en una estrechator desaceleró hasta emitir un quejido amortiguado; todo en la noche estaba extrañamente iluminado, como a punto de que la luz se intendor espeluznante. Entraron con cautela en la madeja de canales, el mo fondamenta.
– Os esconderemos esto en un pequeño squero que utilizamos -dijo Rocco-. Estará a salvo.
– Chicos, os invitaré a un gin fizz la próxima vez que nos veamos -dijo Reef tocándose el sombrero.
– Si Dios quiere -dijo Pino. El submarino enano se alejó; el bar_co remolcado iba en un ángulo torcido.
Subieron dos tramos de escaleras, el primero de mármol, el se_gundo de madera. Reef le franqueó el paso a una habitación llena de luz de luna.
– ¿Tu casa?
– Algunos chicos de la costa de Amalfi, hemos hecho negocios jun_tos, lo tienen preparado para quien lo necesite. Un buen sitio, puede, para dos o tres días.
Encontró una botella de grappa, pero ella la rechazó con un ges_to de la mano y se derrumbó en el sofá, y sólo se permitió pronunciar una vez el nombre de Vlado, en un susurro que destilaba tal fatalismo que le sorprendió hasta a ella misma.
– Podría haberse escapado en medio de aquella confusión…, te diré lo que voy a hacer, saldré y preguntaré por ahí. Ahí dentro hay una bañera, con jabón y demás, tómate tu tiempo y tranquilízate, volveré pronto…
– No estás obligado a…
– Lo sé. Imagínate que intento que un amigo de mi hermano se sienta cómodo, nada más.
Bajando por las escaleras, se concedió un par de minutos del descenso para imaginar que probablemente Kit estaría ahora mismo montado por ahí en un camello combatiendo a medio ejército de chinos gritones y tendría otras cosas en que pensar que lo que estu____________________do. Una mierda de comportamiento y ya ni siquiera se acordaba de por qué.ba el modo en que Reef le había dado la espalda y se había marchaviera haciendo esta tan extraña y joven dama. Lo que no justifica
Encontró un bar que abría toda la noche, junto al Campo Santa Margherita, y que siempre había sido un buen sitio para cotilleos de última hora, hasta que el Rialto cobraba velocidad por la mañana; pi__ba un par de preguntas de vaquero estúpido. Todo el mundo sabía lo del tiroteo en el Lido, y coincidían en que lo único que impedía la guerra con Austria era que no había italianos directamente implicados. Eldió bebidas, mantuvo los oídos atentos y de vez en cuando plantea mavrovlaco era muy conocido y una especie de héroe forajido por esta zona, siendo, como su gente durante generaciones antes que él, un enemigo de Austria y sus ambiciones en el Adriático. Cada vez que dejaba su fortaleza de las montañas, intentaban seguirlo y apre_sarlo, y esta vez el mar lo había delatado, porque ningún humano lo delataría jamás.
Al volver, Reef encontró a Yashmeen dormida en el diván, con el pelo húmedo desplegado a sus espaldas sobre una toalla para que se secara. La famosa luz de luna veneciana entraba por la ventana, todo parecía esbozado en tiza. Se acercó a la ventana, le dio la espalda a la considerablemente hechizada ciudad, fumó y la miró dormir.
Llevaba un vestido suelto de batista blanca de algún tipo, transpa__ban un poco separadas. Sin saber cómo, Reef tuvo una erección.rente bajo la luz de la luna, y en su sueño se lo había levantado por encima de las caderas. Una mano reposaba entre sus piernas, que esta
Una situación delicada. En fuga, con su amado metido en algún problema de verdad, ¿y qué pensamientos deshonrosos se le ocurrían ahora a él? Ella eligió ese momento para moverse en su sueño, dándo____________________bello y el cuello desnudo, a sólo un par de pasos de distancia. Mientras llevaba el meneo hasta surada de las pálidas nalgas y la oscura hendidura, la caída negra de caque lo que debería haber hecho era irse a dar un paseo por la plaza o algo así, lo que hizo, fiel a su carácter de idiota, fue desabotonarse los pantalones y empezar a acariciarse el pene, incapaz de apartar la mise la vuelta de modo que ahora él miraba, ay, su culo admirable, y aun Jtnale grandioso, ella se dio la vuelta y lo miró con ojos brillantes y enormes, que llevaban abiertos, parecía, cier_to tiempo, con las manos ocupadas del mismo modo que las suyas. Él soltó su pene el tiempo justo para encogerse de hombros, sonreír y volver sus palmas brillantes hacia arriba y hacia fuera, en un gesto que pedía, con cierto encanto, o eso le habían dicho, indulgencia.
– ¿Tanto te gusta esa repugnante actividad? -preguntó ella en una tentativa de adoptar un acento girtoniano, fracasada por un temblor que no pudo contener-, ¿o acaso la vagina tiene algún interés para ti, más allá de lo meramente teórico?
Antes de que él entendiera que no era una petición de informa____________________nuto más, sólo para asegurarse de qué estaba pasando.pezó a morderle los labios y la lengua, y aún alargó el beso medio mibitación, acercó su cara a la suya y, sorprendiéndose a sí mismo, pues normalmente no le gustaba besar, besó a Yashmeen hasta que ella emción, había dado los dos o tres pasos que importaban y estaba sobre el diván y dentro de ella, y por poco no llegó tarde, según se vio. Ella clavó los dientes, con fuerza y sin disculparse, entre su cuello y su hombro, y dejó escapar así una exclamación amortiguada y larga que era, como poco, medio gruñido. El agarró un puñado de su pelo, que era lo que había querido hacer desde que había entrado en la ha
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