Por su parte, Kit se sentía vagamente animado, pues era cons_ciente de que el viaje hasta ahí había sido demasiado fácil, de que los stranniki no dependían de los viajes en tren, de que ésta debía de ser la siguiente etapa de una misión más allá de Kashgar que Yashmeen y Swome tal vez desconociesen por completo.
Lo acompañaría el Teniente Prance. Echaron un vistazo a los ma_pas de la biblioteca de Halfcourt.
– Tenemos que empezar aquí -dijo Prance señalando un punto-. En este gran Arco conocido como el Tushuk Tash. Que significa «roca agujereada».
– Esta zona de alrededor, ¿se llama Kara Tagh? Parece que no está muy bien cartografiada. ¿Por qué preocuparse por ella, por qué no la rodeamos? Sería mucho más directo.
– Porque este Arco es la Puerta -afirmó Prance-; si no pasamos por él, emprenderemos el viaje equivocado. Todo lo que se extiende entre aquí y el Tunguska pertenece al Profeta del Norte. Podríamos seguir la misma ruta que los viajeros normales, pero si no pasamos an__gresar…tes por el Gran Arco llegaremos a otro sitio. Y cuando intentemos re
– «Es posible que no podamos» -dijo Kit-. Sí, ya, pero puede que alguien llame a eso memeces metafísicas, Teniente.
– Nos disfrazaremos de peregrinos buriatos, al menos hasta el lago Baikal. Si es lo bastante afortunado para tomarse en serio su papel, tal vez en algún momento del viaje al norte todo se torne más claro para usted.
Mira quién fue a hablar, sobre todo dado su propio, podría decir_se, aspecto regionalmente inapropiado: pálido, pelirrojo, ojos puede que demasiado separados; una pinta que parecería más razonable con sombrero de copa y levita en un escenario un poco más urbano. Una vez disfrazado, temía Kit, más que un peregrino buriato parecería un imbécil británico.
A la mañana siguiente temprano, Halfcourt estaba en la habitación de Kit, zarandeándolo para despertarlo y exhalando humo de puro como una máquina de vapor.
– Ojos brillantes, venga para arriba, que tiene usted una audiencia dentro de media hora con el Doosra en persona.
– ¿Y no debería ir usted, que es el angloparlante de más gradua_ción aquí?
Halfcourt agitó el puro con impaciencia.
– Soy demasiado conocido. Lo que se necesita es alguien que sea una incógnita para todos, aunque marginalmente no tanto para mí, pues casi todo lo que hago está en los márgenes.
El Doosra era más joven de lo que Kit había imaginado y carecía de gravitas. Más rechoncho que la media de los ascetas del desierto, lle____________________to. De hecho, muchas eran las personas que juraban haber visto al animal, que se llamabañato universitario. Kit había llegado en uno de los pequeños y peludos caballos de la zona, poco más que un poní, cuyos estribos rozaban el suelo, mientras que Al-Doosra iba montado en su legendario Marwari, menudo corcel era: un caballo de gran bravura y resistencia, casi inmortal, que se estremecía delicadamente con una inmensa energía interna, como preparándose para alzar el vuelo en cualquier momenque su credibilidad no se veía ayudada por un marcado acento de nivaba un nuevo rifle japonés Arisaka «Año 38» -básicamente un Mauser del calibre 26, cuyo cerrojo había sido mejorado por el epónimo Coronel-, tomado en un asalto cuyos detalles más sangrientos el joven visionario no fue reacio a compartir con Kit, en un inglés fluido, aun Ogdai, elevándose hacia las estrellas.
– En este asunto no soy más que un sirviente -dijo el Doosra-. Mi maestro se encuentra en el norte, trabajando. Si quieres buscarlo por interés personal, él te recibirá. Responderá todas tus preguntas sobre este mundo, y sobre el otro. Luego podrás volver y contarles a los ofi__guras que cuentas con su confianza?ciales ingleses y rusos de Kashgar todo lo que quieran saber. ¿Me ase
– No lo sé. ¿Cómo lo encontraré, a ese al que le estás preparando el camino?
– Mandaré contigo a mi leal subalterno Hassan, que te ayudará a cruzar las Puertas temibles sin que te lo impidan quienes las guardan.
– ¿Las…?
– No es sólo el terreno difícil, las víboras, las tormentas de arena y los grupos de asaltantes. El viaje en sí es una especie de ser consciente, una deidad viviente que no quiere relacionarse con los tontos ni los débiles, y por eso procurará disuadirte. Se empeña en recibir el máxi_mo grado de respeto.
A eso de la medianoche apareció Mushtaq. Halfcourt había esta__ción, se había apagado en esa atmósfera afligida.do releyendo la carta de Yashmeen, la que había traído el americano. Su puro, por lo general una brasa alegre en la luz tenue de la habita
– Estoy contaminado más allá de toda esperanza, Mushtaq.
– Encuéntrela otra vez, señor. Aunque para ello tenga que subir a la torre más alta de la ciudad más cruel del mundo, haga cuanto ten_ga que hacer para dar con ella. Como mínimo, escríbale.
– Mírame. -Un hombre mayor en un uniforme andrajoso-. Mira qué he hecho de mi vida. No debo ni volver a hablar con ella.
Dicho lo cual, un buen día montó en uno de los duros y pequeños caballos kirguizos y partió cabalgando solo, quizás en busca de los Com__siguió con sus dudosas actividades en Kashgar.pasivos, quizás de lo que hubiera quedado, a esas alturas, de Shambhala. Mushtaq se había negado a acompañarlo. Prokladka, convencido de que el caballero inglés había perdido definitivamente la cabeza, pro
Unas semanas más tarde, Auberon Halfcourt apareció en la tienda de un comerciante de libros en Bujara, limpio, acicalado y planchado, respetablemente vestido, pero con un destello de locura en los ojos. Su aparición no fue ninguna sorpresa para Tariq Hashim, que había vis__llada cazuela de latón, y de un armario lacado con incrustaciones de marfil y madreperla extrajo, con to pasar por allí al menos a una generación de esos buscadores, de los que últimamente la mayoría eran alemanes. Llevó a Halfcourt a una habitación de la trastienda, sirvió tazas de té de menta de una aboreverencia, le pareció al inglés, una caja que contenía una pila de hojas estrechas y largas sueltas, con siete líneas por página, impresas con clisés de madera.
– Principios del siglo vil, traducido del sánscrito al tibetano por el erudito Taranatha. Formaba parte del canon tibetano conocido como Tengyur.
Desde que había salido de Kashgar, Halfcourt había soñado mu_chas veces con Yashmeen, siempre la misma historia frustrante: ella intentaba hacerle llegar otro mensaje, él nunca estaba donde debería para recibirlo. Ahora tenía que esforzarse por pedir benevolencia a los sueños.
– También tenía noticia de otra carta, en forma de poema -dijo con cautela-, escrita por un príncipe erudito tibetano a su padre, muerto y renacido en Shambhala…
El librero asintió.
– Ese es el Rigpa Dzinpai Phonya, o «Mensajero portador de cono__ra en venta que contiene versos que no aparecen en otras variantes.cimiento», de Rimpung Ngawang Jigdag, de 1557. Las instrucciones para viajar a Shambhala las da el autor a un yogui, que es una especie de personaje de ficción, aunque al mismo tiempo real, una figura en una visión y también el propio Rinpungpa. Conozco una versión aho
En especial éstos: «Aunque olvides todo lo demás», instruye Rinpungpa al yogui, «acuérdate de una cosa: cuando llegues a una bifurcación en el camino, tómala». Para él era fácil decirlo, claro, pues era dos per_sonas a la vez. Podría ponerle en contacto con el vendedor, si va usted en serio.
– Voy en serio -dijo Halfcourt-, pero no leo tibetano.
Tariq se encogió comprensivo.
– Las traducciones de estas guías para viajar a Shambhala suelen ser al alemán: el Shambhalai Lamyig de Grünwedel, por supuesto…; más recientemente, tres páginas del volumen de Laufer sobre literatura bu_dista uigur, de autor desconocido, supuestamente del siglo XIII, que todos los alemanes que pasan por aquí parecen llevar en sus mochilas.
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