Lew encontró a Renfrew en un estado de agitación, casi de de____________________traban pero que se aproximaban al rosa, al amatista, al oropimento y al cerúleo.turas Renfrew o bien sabía que Lew estaba al tanto de la verdadera historia, o bien, lo cual era más probable, le daba igual, y en cualquier caso sería una distracción del asunto que se traía entre manos, del que Lew todavía no tenía la menor idea. Mientras tanto, Renfrew había descolgado de la pared un gigantesco mapa de los Balcanes de escala uno seiscientos mil, en varios colores que raramente se encontapador, sólo para ver cómo reaccionaba, pero creyó que a esas aljar caer unos cuantos comentarios intencionados sobre Jack el Destos desparejos, bebía agua de un jarrón de flores y su pelo estaba casi tan descuidado como el de Werfher la otra noche. Lew pensó en desesperación, como jamás había visto antes. El Profesor llevaba zapa
– El mejor método para estudiar los Balcanes -le instruyó Ren_frew- no es mirar los elementos aisladamente, porque al cabo de un rato uno empieza a correr por la habitación gritando como un loco, sino todos juntos, reunidos en una única instantánea atemporal, del mismo modo en que los maestros del ajedrez contemplan el tablero.
»Las vías férreas parecen ser la clave. Si uno no aparta la mirada del mapa mientras retrocede lentamente por la habitación, a cierta preci____________________tema ferroviario evoluciona hacia cierta forma, hacia cierto destino… Dios mío, empiezo a hablar como Werfner.nidores de movimiento, no sólo los reales sino también los invisibles, los potenciales, y hasta tipos de cambio como los que determinan cuán rápido puede desplazarse una masa relevante hacia una frontera dada…, y más allá subyace una teleología, en la medida en que el sistarlas los diversos intereses existentes…, todos estos patrones defisa distancia, el principio estructural salta de golpe a la vista: cómo se conectan las diferentes líneas, cómo no, dónde pueden querer conec
»Pobre hombre. Esta vez me temo que se ha metido en un beren____________________te, menuda insensatez, en instalar por toda la península, a partir de este punto, un poco al este de Sofía, aquí, y resiguiendo más o menos la Cordillera Balcánica y la Sredna Gora, que coincide con la frontera superior de la antigua Rumelia Oriental, hasta llegar por fin al Mar Negro,da de ferrocarril. Ha estado trabajando en su propia solución a largo plazo de la Cuestión Macedonia, el gran secreto entre los secretos de la Wilhelmstrasse, y que sólo recientemente ha llamado mi atención. Su plan -una mano colocada como si sostuviera un puntero- consisjenal del que no puede sacarle ningún tren de ninguna línea conoci das Interdikt, como él lo llama, de más de trescientos veinte kilómetros de largo, invisible, a la espera de ciertos pasos en falso inesperados, pero una vez que se ponga en marcha será irreversible, implacable… -Se quedó en silencio, como si cierto agente hubiera estado escuchando y le hubiera ordenado silenciosamente que no dijera más.
– Y este asunto del Interdikt, ¿qué era exactamente? -Lew tuvo la repentina certidumbre de que en ese mismo momento, en Gotinga, un Lew bilocacional estaba planteándole a Werfner la misma pregun_ta, cuya respuesta ninguno de los dos que era él quería escuchar pero no podía dejar de plantear. Y de que, en ambos lugares, ambos Lew Basnights estarían recibiendo la misma mirada ofendida.
Era evidente que no había dormido mucho últimamente, y Ren_frew suspiró con intención:
– Lleva mucho tiempo estudiándose en Charlottenburg, se lo ase_guro.
– Gracias, Profesor, eso lo aclara del todo. ¡Bueno! Si no hay nada pendiente me parece que me voy a tomar algo mientras analizo el asunto en profundidad. ¿Quiere acompañarme?
– Tiene que ver con el Caballero de las Bombas -soltó Renfrew-, oh, el Caballero de las B. está ciertamente muy metido en esto, lo que convierte su inmediata detección y detención en un asunto mucho más urgente, ¿me entiende?
Lew, que no lo entendía, se detuvo en la puerta con una ceja le_vantada, animándole a que siguiera.
– Se ha informado de su presencia en los alrededores de Cam_bridge -dijo Renfrew, casi molesto-, merodeando por Fenner, como si estuviera reconociendo el terreno.
– ¿Y cuándo se juega el próximo partido de criquet?
– Mañana, con I.Z.
– Muy bien, pongamos que ha planeado lanzar uno de sus arte_factos especiales de asfixia, ¿qué tiene eso que ver con el plan Interdikt de su… -puede que vacilara un poco antes de añadir-, de su colega el Doctor Werfner?
No hubo respuesta, sólo un zigzagueo de su cara insomne ante el mapa multicolor, al que se había acercado tanto que la nariz le que__ma del terreno.daba a sólo un par de centímetros, unos quince kilómetros, por enci
– ¿Gas venenoso? ¿Werfner piensa utilizarlo de algún modo como parte de este Interdikt?
– No puedo decirlo, de hecho -susurró.
– Pero el Caballero de las Bombas podría ser más locuaz si alguien le detuviera el tiempo necesario para interrogarle, ¿se trata de eso? Bueno, veré si puedo reunir más gente para mañana, y a lo mejor te_nemos suerte con ese pirado.
Lew se acercó al campo de criquet de Fenner, a la luz mortecina de aquella hora, con el cielo amenazando lluvia, sólo para echar un vistazo. Siempre cabía la posibilidad, francamente atractiva, de que al final resultara que Renfrew había perdido la cabeza debido al estrés de los acontecimientos internacionales. Ciertamente eso haría más fácil la vida de Lew. Pero, un momento… ¿quién era ese que estaba en el sen_dero de ceniza, en la podredumbre de la luz de última hora de la tarde, con el mundo repentinamente evacuado, como en respuesta a una advertencia cívica que todos salvo Lew hubieran oído?
Observó las manos y los pies de la figura, esperando la aparición, en la penumbra cada vez más densa, de una esfera de cierto tamaño. Se desabotonó la chaqueta del traje y el peso de la pequeña Browning osciló suavemente, a su alcance. La figura tal vez se percatara, porque empezó a alejarse.
– Eh, ¿no nos conocemos? -preguntó Lew con el acento más ame_ricano de que fue capaz, dada la nubosidad e incertidumbre de la hora.
La respuesta fue una risa inesperadamente alegre y un apresurado desvanecerse en la noche y la lluvia que se aproximaba. Cuando em_pezó a caer una suave llovizna, el extraño ya había desaparecido por completo; no hizo acto de presencia al día siguiente, y el partido, que se disputó en un terreno bastante húmedo, lo acabaron ganando I Zingari por ocho wickets.
De vuelta en Londres, Lew se acercó a Cheapside para consultar al Doctor Coombs De Bottle, que parecía un poco más andrajoso e inquieto que la última vez.
– Es la décima o puede que la centésima persona que me pregunta por el cloruro de carbonilo esta semana. Algo en ese orden de mag__pués de la Incursión de Jameson. Ahora nos están volviendo locos otra vez. ¿Qué cree que se está tramando?nitud. La última vez que la jerarquía mostró tanta curiosidad fue des
– Esperaba que usted me lo dijera. Acabo de divisar a lo lejos a nuestro viejo amigo el Caballero de las Bombas, en Cambridge, pero estaba demasiado oscuro para dispararle. Lo que ustedes llaman mala luz.
– Los Metropolitanos guardan un curioso silencio sobre él últi_mamente. Yo esperaba más bien que hubiera dejado el país, como Jack el Destripador o algo así.
– Esa historia sobre el fosgeno de la que he oído hablar…, es algo distinto, más bien como una palanca de disparo que está ahí hasta que un objetivo se acerca, y todo a una escala mucho mayor que un soli_tario lanzador de bombas.
– Parece una combinación de proyector de gas y mina terrestre -comentó en un tono de leve asombro, como si fuera algo completa_mente nuevo para él.
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