Lector, le mordió. Tras lo cual, como sorprendida por la vehe_mencia de la reacción de Reef, Mouffette saltó de la cama y, mien__ba raro.tras él iba a buscar un cubo de hielo, se escapó al inmenso hotel. Reef la persiguió durante un rato, hasta que notó que el personal lo mira
Durante los días siguientes, Mouffette aprovechaba cada ocasión que se le presentaba para saltar al regazo de Reef y mirarle a los ojos -con sarcasmo, le parecía a él-, abriendo la boca sugestivamente, a ve_ces incluso babeando. En cada una de esas ocasiones, Reef se esforzaba por no encogerse. Y Ruperta, exasperada, gritaba:
– Francamente, no es para tanto, no es que quiera morderte.
– Reef, permíteme que te presente a la señorita Yashmeen Half_court. Yash, este caballero de pinta tan rara es mi hermano Reef.
– Un placer, señorita Halfcourt.
– Señor Traverse. -Por un instante creyó estar viendo a Kit y a su doble un poco envejecido o gravemente lesionado-. Veo que ha en_trado en la alta sociedad -dijo dirigiendo la mirada hacia el grupo de Chirpingdon-Groin.
– Es el azar de las vías, señorita -un reajuste pícaro que Kit ya había visto muchas veces empezó a asomar en los rasgos de su her_mano-, resulta que un día necesitaban un cuarto jugador para el juego que llaman bridge «de subasta», ahora de moda en los clubs de Londres, según me han dicho, se dan muchos más puntos que en el bridge normal, ¿sabe?, aquí si uno juega a tanto el punto, bueno…
– Ahí estaba el viejo y melancólico encogimiento de hombros, como si dijera: «Pobre de mí, ¿qué le voy a hacer? Es mi maldición, nunca he sa_bido resistirme a un buen bote». Kit tuvo que esforzarse para no mirar al techo.
– Sí, es muy parecido a un juego ruso que llamamos vint.
– He oído hablar de él. Pero nunca he entendido cómo se cuen_tan los puntos. A lo mejor algún día podría enseñarme.
Al otro lado de la inmensa recepción, las orejas de Ruperta, emer_giendo de su peinado, su pusieron cada vez más incandescentes.
– Vaya -diría ella más tarde-, la morenita de tu hermano parece haberte gustado bastante. Él tampoco está mal, tal vez podríamos or_ganizar un intercambio, ¿qué me dices?
– Se trataba estrictamente de negocios, 'Pert.
– Obviamente. No podrías justificarte con su nobleza, es el tipo más superficial de avantyuristka, me cuesta creer incluso que dejen en_trar aquí a personas como ella, mira, me parece que voy a decirle a Marcello unas cuantas cosas al respecto.
– A ver, 'Pert, intenta recordar, no hace tanto que tú estabas ju_gando una mano muy pero que muy parecida.
– Mala bestia.
Mientras tanto, Kit y Yashmeen cenaban sentados a una mesa con vistas al lago, cada vez más oscuro, y a una tormenta vespertina que se acercaba desde el sur.
– Reef siempre fue el inquieto -recordaba él-, lo que la gente llama un «salvaje», y Frank era el razonable, puede que perdiera la ca_beza de vez en cuando, durante un minuto y medio, pero yo nunca lo vi.
– ¿Y tú, Kit?
– Oh, yo sólo era el pequeño.
– Yo creo que eras el religioso. -En ese momento resultaba difícil saber si sólo se estaba burlando-. Mira en qué te has metido. Guerras sectarias de vectores, tráfico con lo invisible, sacerdocios y herejías…
– Supongo que todo eso siempre fue bastante práctico para mí. -No lo fue, pero tenía que esperar a un poco del insomnio de las tres de la madrugada típico de los matemáticos para aclararlo.
Mientras tanto, ella lo miraba de un modo que él sabía que de_bería haber descifrado.
– En el mundo. Del mundo. No -negó con la cabeza-, votos de abstinencia o…
A su abrupta confusión no le sentaba bien que Yashmeen se hu____________________mente preciosa, era lo que habría dicho él.dosamente pintada de un matiz cereza oscuro anunciaba la primera derivada de un beso de desconocida duración… Sencilla e imposibletido que parecía confeccionado sólo para coquetear, su boca cuidabiera presentado excepcionalmente radiante: el cabello negro se le derramaba hasta la cintura, donde susurraba contra el lazo de un ves
– En los vectores no hay dinero -soltó Kit entonces-, pero sí lujos inimaginables. La abstinencia llega por sí sola, en gran medida.
– Pero la distracción nunca acababa. ¿Esperabas eso? Yo no. Siem_pre parecía haber algo más. -Ella miró hacia él, experimentalmente-. O alguien más.
– Oh -se le alteró el pulso-, ayuda tener una vista rápida, sin duda.
Ella sonreía, pero con los ojos entrecerrados. Parecía esperar que él siguiera el hilo de sus pensamientos, aunque Kit no tenía la menor idea de hacia dónde.
– Bueno -dijo maldiciéndose al instante-, me pregunto qué se traerá entre manos el bueno de Günni. A estas alturas debe de andar por México.
De repente ella apartó la mirada, como alejándola a un reino pri_vado de irritación.
– ¿De verdad te habrías batido en duelo por mí, Kit?
– ¿Te refieres a Günni y a mí, o sólo a mí? -¿Pero en qué coño es_taba pensando? -A ti, Kit.
Eso pedía al menos un momento de mirada reflexiva, pero Kit sólo supo replicar:
– Vaya, claro, ¿quién no? -Ella esperó lo que duraba un latido, en_tonces dejó su vaso en la mesa y buscó alrededor su ridículo-. ¿He dicho algo…?
– Es más bien lo que no has dicho. -Ya estaba de pie y extendía una mano enguantada-, Ite, missa est.
Lionel Swome no puso objeción a que Kit durmiera en el Sanatorium, y Reef se lo encontró en su habitación abriendo la botella de champán que regalaba la institución.
– He llegado a tiempo.
– Pensaba bebérmela yo solo, pero tal vez pueda dejarte un par de gotas.
– ¡Eh! Anímate, pringado. ¿Sabes qué?
– ¿Debería saberlo?
– Puede que esta vez, para variar, hayamos pillado una buena mano.
Kit hizo saltar el corcho hasta la otra punta de la habitación, don_de impactó con un retrato fotográfico en sepia de Bóphi y Spazzoletta, posando junto a una bomba hidropática. Se bebió el chorro que se desbordó y le pasó la botella a Reef.
– Miedo me da tu concepto de buena mano.
– Se trata de tu viejo benefactor Scarsdale Vibe.
Kit se puso inmediatamente en estado de alerta rectal. Las manos le dolían y empezó a sudar.
– Parece que anda por aquí, por Europa -prosiguió Reef-, a la bús__tinente de arriba abajo, haciendo lo que hacen los millonarios. Y en este momento, de hecho, está por la vecindad, camino de Venecia, Italia.queda de alguna pieza del Bello Arte que comprar, recorriendo el con
– Foley ya lo mencionó. No eran buenas noticias entonces. No lo son ahora.
– Todo depende, ¿no? El destino nos lo está poniendo en bandeja, Kit, puede que no tengamos mejor ocasión.
– Ocasión de…
Reef miró fijamente a su hermano pequeño, como si estuviera en una habitación mal iluminada.
– Todavía es demasiado pronto para saberlo. La mano no ha sido repartida aún.
Kit se acercó a la ventana y vio la bruma que ascendía por el lago para chocar con las montañas. Su táctica consistente en mostrar un optimismo juvenil a toda costa empezaba a irritarle incluso a él; ade_más, ya ni siquiera funcionaba.
– ¿Y quién -preguntó con un repentino agotamiento- acompaña a Vibe estos días? Aparte de Foley, claro.
– Puede que haya un par de tipos de Pinkerton encubiertos, ten_dremos que andar con cuidado.
– Así que vamos a buscarlo y lo matamos, ¿es ése el plan?
Reef fingió que miraba hacia arriba con los ojos entrecerrados, a través de un telescopio imaginario.
– Bueno, tú eres un tipo sediento de sangre a pesar de ser tan pe_queño, ¿no?
Читать дальше