– Una idea inquietante… Pero ¿qué quieren esos tipos de ti?
– La cosa ya dura cierto tiempo. No hablan mucho, por lo general se limitan a quedarse ahí, clavándome esas miradas obsesivas.
– A ver, déjame adivinar. Ellos creen que tú sabes cómo viajar en la cuarta dimensión.
Ella puso cara de pocos amigos.
– Ya sabía yo que tú lo entenderías. Pero cada vez es peor. El CRETINO, según parece, también ha intervenido. Quieren que me vaya de Gotinga y vuelva bajo sus alas. Tanto si quiero como si no.
– Los vi, me preguntaba quiénes serían. Tus amigos pitagóricos.
– «Amigos.»
– Bueno, Yash.
– Anoche, en la cena, Madame Eskimov, tal vez la conozcas, dijo que cuando los espíritus andan, los seres que viven en un espacio tetradimensional atraviesan nuestras propias tres dimensiones, y las extrañas presencias que parpadean entonces en las lindes de la con____________________mientos que, estamos seguros, ya hemos vivido antes, hasta el último detalle, es posible que hayamos dado un paso fuera del Tiempo tal como suele transcurrir, más allá de esta repetición de los días a la que estamos condenados como galeotes, y hayamos tenido un atisbo del futuro, del pasado y del presente -hizo un gesto compresivo-, todo junto.so a la luz del día normal y corriente, en una sucesión de aconteciciencia son esos momentos de intersección. Cuando entramos, inclu
– Lo que sería interpretar la cuarta dimensión como Tiempo -dijo Kit.
– Lo llaman «lo ya visto».
– ¿Para eso han venido aquí? ¿Para eso creen que pueden utilizar_te? -Creyó descubrir una relación-. Riemann.
– En el centro de todo. Pero Kit… -Ella realizó aquel extraño es__mera vez-. Mira, resulta que es verdad.tiramiento atildado del cuello que había llamado su atención la pri
Se acordó de que la primera noche que se habían visto, presenció su desaparición a través de una pared sólida.
– Muy bien. ¿Se trata de algo que puedes controlar? ¿Puedes en_trar y salir a voluntad?
– No siempre. Empezó de manera bastante inofensiva, cuando era mucho más joven y reflexionaba sobre las funciones complejas por primera vez, de hecho. Mientras miraba fijamente el papel pintado de la pared. Una noche, a una hora intempestiva, comprendí que ya no me contentaba con un solo plano, que necesitaba dos, uno para el argu_mento y otro para la función, cada uno de ellos con un eje real y otro imaginario, es decir, cuatro ejes, todos perpendiculares entre sí en el mismo punto de origen, y cuanto más intentaba verlo, más desquiciado se volvía el espacio normal, hasta que lo que llamarías i,j y k, los vec_tores unitarios de nuestro espacio dado, rotaron cada uno un número desconocido de grados, alrededor de aquel inconcebible cuarto eje, y creí que tenía fiebre cerebral. No dormí. Dormí demasiado.
– La maldición del matemático.
– Entonces tú…
– Oh… -Kit se encogió de hombros-, pienso en ello, claro, como todos, pero no más de lo que debo.
– Sabía que eras un idiota.
– Esa es mi maldición. ¿Quieres que las intercambiemos?
– No querrías la mía, Kit.
Por un momento pensó en sermonearla acerca de cuál era su ver_dadera maldición, pero se lo pensó mejor.
– La primera vez que estuve en tu habitación, pasó algo parecido. Creí que había encontrado cierto tipo de Schnitte, uno de esos «ata__nario antes de darme cuenta, y al cabo de un rato la memoria se desvaneció. Fue entonces cuando sucedió en realidad. En Rohns Garten, sentado en una mesa con compañeros de clase, comiendo una extraña sopa alemana y, sin previo aviso,jos» que conectan los planos de espacios multiconectados de Riemann, algo que daría acceso a un…, no sé cómo llamarlo, ¿«conjunto de condiciones» diferentes?, ¿«espacio vectorial»? Irreal, pero no de manera convincente…, estaba de regreso en el espacio-tiempo ordi Batz!, aquí estaba la habita_ción, la vista por la ventana, pero tal como eran realmente, una sección tridimensional a través de un espacio de una dimensionalidad más elevada, tal vez cuatro, tal vez más… Espero que no vayas a preguntar_me cuántas…
Entraron en un café donde era improbable que los interrumpieran.
– Enséñame a desaparecer, Yash.
Había algo raro en la voz de Kit. Ella entrecerró los ojos.
– Me han cortado las cartas de crédito.
– Oh, Kit. Y aquí estoy yo dándote la lata… -Alargó una mano y la posó sobre una de las de él-. Puedo dejarte…
– No, nichevo, ahora mismo no es tanto el dinero lo que me preo____________________cer amables conmigo. Me han tachado. Enviado al exilio.te hay demasiadas cosas que no sé. Salvo que ya no tienen que parebierto cuánto sé en realidad. A lo mejor ha ocurrido algo en Estados Unidos, tuvimos suerte y agarramos a uno de ellos o ellos han cogido a otro de nosotros… -Alzó la cabeza un breve instante-. Sencillamencupa cuanto mantenerme con vida. Mi padre siempre decía: si no funciona con oro, el paso siguiente será el plomo. Supongo que he acabado siendo una amenaza para ellos. Tal vez al final hayan descu
– Puede que yo me encuentre en el mismo brete, y pronto. Con triviales cambios de signo, claro. Nadie dice nada con claridad. Es la maldita costumbre inglesa de hablar en código, así que hay que des_cifrarlo todo. Tiendo a pensar que desde la revolución en Rusia, la posición de mi padre se ha vuelto precaria. Y así, en consecuencia, también la mía. Además, está la Entente Anglo-Rusa, y el asunto de la cuarta dimensión, que al fin y al cabo es lo que ahora está de moda en la investigación física. Elige lo que quieras. -Pero había más, algo que le daba miedo. Hasta Kit, que no era muy perspicaz, lo percibió, aunque ella guardaba un silencio inquieto.
Yashmeen abrió los ojos de par en par de nuevo, con expresión especulativa, y aspiró hondo un par de veces.
– Bien, entonces eres libre.
– ¿Que soy qué?
– Creía que los americanos conocíais la palabra.
– Me parece que el término que buscas es «pobre».
– ¿Tus acuerdos con la gente de Vibe se han cancelado?
– Anulados por completo.
– Y no les debes nada.
– Bueno, es posible que ellos no lo crean así.
– Pero si recibieras otra oferta…
– ¿Te refieres a tu gente del CRETINO?
Ella se encogió de hombros con un gesto precioso, más del cabe_llo que de los hombros.
– Puedo preguntar.
– Sin duda.
– Entonces… ¿pregunto?
– Dependerá de lo que paguen, supongo.
Ella se rió y él pensó en aquella chica alegre que se paseaba orgullosa hacía tanto tiempo ya entre el humo de la Bierstube.
– ¡Oh, ya verás cómo pagan!
Kit miró, apartó la mirada y volvió a mirar. Salvo por la ausen____________________drían escribirse libros enteros… Bueno, de hecho, era un conjunto sport de tres piezas, de moda unos años antes, tejido de manera que mostraba diferentes colores según el ángulo desde el que se mirara, entre los que se incluían, aunque no exclusivamente, el rosa marronáceo, el uva saturado y cierto amarillo necrótico.recía percatarse, pese a la elocuente propensión de Foley a lo chillón, plasmada aquí en un conjunto indescriptible de cuya falta de gusto pogel, si no de la muerte sí al menos de la puta mierda, y nadie más paludaban; obsesivos zetamaniacos a punto de salirse del filo del Paseo, rescatados por sus compañeros…; una ciudad que nunca había amado se convirtió de golpe en un lugar cuyos detalles más cotidianos, ahora que, según parecía, estaba obligado a abandonarla, resplandecían con una nitidez casi dolorosa, un lugar marcado ya por la memoria y el no retorno del exiliado, y allí, como para oficializarlo todo, estaba el ánsando a los transeúntes; bebedores de cerveza que se peleaban y se sacia de bigote, allí delante, justo en el centro de Gotinga, estaba la viva imagen de Foley Walker. Sombrero y todo. Kit sintió como si alguien acabara de dispararle. La vida en Gotinga parecía seguir a su aire, con sus sacudidas de siempre: ciclistas con bicicletas recién estrenadas que chocaban entre sí, o corrían descontrolados a toda velocidad disper
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