Ella se sentó, lo miró. Los ojos orientales, la tensión de cuyos pár__lidez y el análisis, ciertamente prometían mal de amores.pados inferiores había encontrado un equilibrio perfecto entre la ca
– Usted no es inglés. -Su voz sonó inesperadamente un poco chirriante.
– Americano.
– ¿Y eso que lleva es un revólver?
– ¿Esto? No, es lo que llaman ¿Hausknochen? Sirve para entrar des____________________dos-. Por aquí todo el mundo lleva una.gresión de la escala normal, más allá de todos los parámetros del gusto, había provocado incomodidad incluso en los espíritus más comedide la calle y subir por la escalera. -Sacó una llave gigantesca cuya trans
– No todo el mundo. A mí sólo me han dado esto. -Sostuvo en alto e hizo tintinear un aro plateado con un pequeño par de llavines-. Femenino, ¿verdad? Esto además de, claro, una larga serie de señas y contraseñas que ni siquiera puedo usar, pues se me acompaña sin pie__ciones?dad. ¿Cómo se espera que nadie demuestre la hipótesis de Riemann cuando pierde la mitad del tiempo saliendo y entrando de habita
– Otra de las zetamaniacas, ¿eh? Estáis viniendo a montones a la ciu__linas, y demás.dad, es como una mina de plata en Colorado, fama eterna en sus co
Yashmeen se encendió un cigarrillo austriaco, lo apretó entre los dientes y sonrió.
– ¿Dónde has estado? Esto ha sucedido por todas partes, desde que Hadamard, o Poussin, si quieres, demostró el Teorema de los Números Primos. La primera pepita del suelo, como dirías tú. ¿Es el problema lo que te molesta o los que intentamos resolverlo?
– Ni lo uno ni lo otro, lo considero una búsqueda honorable, sólo un tanto obvia, nada más.
– No seas condescendiente conmigo. -Ella esperó una queja, pero él se limitó a sonreír-. ¿«Obvia»?
Kit se encogió de hombros.
– Podría enseñarte.
– Oh, por favor, hazlo. Y, ya que estamos, también podrías ense_ñarme cómo funciona tu Hausknochen…
Supuso que oía cosas raras, pero al poco, tras haber salido por la puerta sin mayores contratiempos, caminar por la calle y subir las es_caleras, ahí estaban, en su habitación, con dos botellas de cerveza que él había encontrado en la moderna Kühlbox. Se sentó un momento a asimilar la imagen de ella, y al momento aventuró:
– Me han dicho que eres famosa o algo así.
– En Gotinga las mujeres forman un subconjunto un tanto ase_diado. -Miró alrededor-, ¿Y qué haces tú por aquí otra vez?
– Beber cerveza, vivir de mi asignación, lo habitual.
– Te tomé por un matemático.
– Bueno…, puede que no sea de los de tu clase…
– ¿Ah, no? Venga, no te hagas el listillo.
– Muy bien, te lo explicaré. -Se irguió, se limpió una imaginaria espuma de cerveza del bigote casi maduro y, esperando que ella de__culpa-, Soy una especie de, umm… ¿vectorista?sapareciera casi tan rápido como la espuma, hizo una mueca de dis
A pesar de la sombra de un inminente encogimiento de hombros, ella le sorprendió con una sonrisa que, pese a su semejanza con las son_risas que uno dedica a los enfermos, petrificó las extremidades de Kit. Es decir, una sonrisa con todas las de la ley.
– ¿Enseñan vectores en América? Me asombra.
– Nada que ver con lo que ofrecen aquí.
– ¿No deberías estar ahora en Inglaterra? -le preguntó como a un niño travieso del que se espera que, dentro de un rato, se vuelva aún más travieso.
– Allí no hay más que Cuaterniones.
– Oh, no, por favor, las Guerras Cuaternionas otra vez o no. Eso también se está difuminando en la historia, por no decir en el folclore… ¿Por qué seguís con eso?
– Ellos creen, los cuaternionistas, que Hamilton no descubrió el sis_tema sino que más bien lo recibió de algún lugar del más allá… ¿Algo parecido a los mormones, sólo que distinto?
Ella no sabía hasta qué punto estaba hablando en serio, pero al cabo de un tiempo prudencial dio unos pasos y se le acercó.
– Discúlpeme, señor Traverse, pero se trata de un sistema vecto__lizar lo que a todas luces son incapaces de entender comorial, algo para ingenieros, para ayudar a los pobres imbéciles a visua verdaderas matemáticas.
– Como tu problema de Riemann.
– Die Nullstellen der Funktion -lo dijo como otra chica habría dicho «París» o «Richard Harding Davis», pero también con una en____________________to y largo.derloin, se había topado con nada tan apasionado como esa elástica nuca y esa cara erguida. Con un cuello tan excepcionalmente esbeltonación que advertía que aunque ella poseyera un activo sentido del humor, éste no se extendía a Riemann. Pocas veces, o ninguna, durante aquellos años recorriendo el camino Nueva York-New Haven de ida y vuelta, de chicas de alta sociedad a ninfas del Ten
– Siento mucho tener que decírtelo, pero no es tan difícil de demostrar.
– Ya, una demostración vectorista, sin duda. Y sólo un exceso de hu_mildad te ha impedido publicarla.
Rebuscó entre el desorden doméstico un trozo de papel en el que quedara algún espacio en blanco.
– La verdad es que he estado buscando una forma no de resolver el problema de Riemann sino de aplicar la función t, a situaciones vec__riales como si fuera aplicable en el conjunto de números complejos e investigando sus propiedades y demás, empezando con sistemas de vectores en las dimensiones de números primos, los conocidos dos y tres, claro, pero también cinco, siete, once y demás.toriales, por ejemplo tomando un conjunto de posibilidades vecto
– Sólo primos. Saltando la cuarta dimensión, entonces.
– Saltando cuatro, lo siento. Me cuesta imaginar un número me_nos interesante.
– A menos que estés…
– ¿Qué?
– Lo siento. Sólo pensaba en voz alta. -Ya.
¿Estaba coqueteando con él esta chica asombrosa? ¿Por qué le costaba tanto saberlo con certeza?
– Muerto para revelarlo, me temo.
– ¿De verdad?
– Bueno…
Y así fue como Kit oyó hablar por primera vez del CRETINO de Londres, y del fantasmagórico culto neopitagórico de la tetralatría o adoración del número cuatro, que últimamente era el no va más en ciertos círculos europeos, «por no mencionar las elipses y las hipér____________________fesor Johann K.E Zöllner y de otros, gozaba de cierto predicamento, «por no decir "predicación"», comentó Yashmeen.NO. Esos días, entre los inclinados al estudio de lo místico, la cuarta dimensión, debido a la obras del señor C. Howard Hinton, del Proboles», vagamente aliados, a modo de corresponsales, con el CRETI
– Muy bien. Aquí tienes la demostración de Riemann… -La ano_tó, de un tirón, apenas una docena de líneas-. Sin incluir todas las transiciones obvias, claro…
– Claro. Sí que tiene una pinta excéntrica. ¿Me dices otra vez qué son estos triángulos boca abajo?
De repente se oyó un horroroso traqueteo y golpeteo metálico procedente de la entrada de la calle, acompañado, desde debajo de la ventana, por una vulgar canción de bebedores de cerveza sordos al tono. Ella miró fijamente a Kit, apretando los labios, asintiendo enfá_ticamente con la cabeza.
– Así que todo ha sido una trampa. ¿Verdad que sí? Sí. Una mise_rable trampa.
– ¿Qué?
– Prepararlo para que tus amiguitos cerveceros se presentaran justo cuando estaba a punto de descubrir la falacia chillona y obvia de esta… «demostración» tuya.
– Sólo son Humfried y algunos amigos, intentando meter una Hausknocheti en la cerradura. Si quieres esconderte, te recomiendo ese armario, el de ahí.
– Es que… ¿viven aquí?
– Aquí no, pero ninguno de ellos vive a más de un par o tres de manzanas. ¿O es que los seguidores de Riemann decís «a un par de in_tervalos métricos»?
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