Santa Montefiore
La Virgen Gitana
Título original: The Gypsy Madonna
Traducción: Isabel de Miquel Serra
Copyright © 2006 by Santa Montefiore
© de la traducción, 2008 by Isabel de Miquel Serra
Para mi hermana Tara, con amor
De todos los libros que he escrito, éste es el que me ha supuesto un mayor reto. Pero gracias a mi marido y fiel compañero de fechorías, Sebag, que me ayudó a idear la trama frente a una copa de rosado en nuestras vacaciones anuales en Francia, ha sido el que más he disfrutado escribiendo. Dos mentes trabajan mejor que una, y sin la ayuda de mi marido no podría haber escrito esta novela.
Cuando me vi ante la necesidad de hacer investigaciones sobre Burdeos durante la Segunda Guerra Mundial, pedí ayuda a mis queridos amigos Sue y Alan Johnson-Hill, que viven en un precioso château. Ellos tuvieron la amabilidad de contarme sus experiencias, ¡aunque debo señalar que no son tan mayores como para haber vivido la guerra! Alan corrigió mi francés, y Sue respondía por e-mail a todas mis preguntas y me hacía innumerables sugerencias. A los dos les agradezco su ayuda.
También le doy las gracias a mi amigo Eric Villain, que pasó su infancia en Burdeos. Como necesitaba la visión de un niño, le invité a comer, le serví una buena copa de vino -francés, por supuesto-, y me dediqué a tomar notas de sus recuerdos de infancia. Fue una mina de información, y muy entretenido, además. Muchas gracias, Eric.
Esta novela no sólo me llevó a Burdeos, sino también a Nueva York y a Virginia. Para que me ayudara en mi investigación elegí, por supuesto, al estadounidense más atractivo que conozco, Gordon Rainey. Desde aquí te agradezco tu colaboración, así como los divertidos e-mail que me enviabas, y que han contribuido a que escribir este libro haya resultado tan agradable.
Para contar la repentina aparición de una pintura de Tiziano he recurrido a dos grandes especialistas de la National Gallery. Toda mi gratitud a Colin McKenzie, director del departamento de compras, y a David Jaffé, conservador jefe del museo, por sus consejos y anécdotas, por su apoyo, ingenio y agradabilísima compañía durante la investigación que llevé a cabo para escribir el presente libro.
La parte que más miedo me inspiraba se convirtió gracias a ellos en la más divertida.
¡Y desde luego, una tiene que mantenerse en forma cuando se pasa la mayor parte del día escribiendo en su ordenador portátil! Por eso doy las gracias a mi entrenador personal en kickboxing , Stewart Taylor, de Bodyarchitecture.co.uk. Porque aparte de saltar y boxear conmigo en el gimnasio, también fue un atento interlocutor capaz de dar sabios consejos cuando, entre patada y puñetazo, le explicaba la trama de la novela y le hablaba de los distintos personajes.
A mis padres, Charlie y Patty Palmer-Tomkinson, les agradezco su apoyo y su ánimo incondicional, en especial a mi madre, que leyó el primer borrador y me hizo muy valiosas sugerencias. A mis suegros, Stephen y April Sebag-Montefiore, les doy las gracias por el interés que se han tomado en mis libros; su entusiasmo y sus elogios me han dado las fuerzas para seguir escribiendo.
De nuevo doy las gracias a Kate Rock, que me dio el impulso de empezar hace cinco años, así como a Jo Frank, que vendió mi primer libro a Hodder & Stoughton. Gracias a esta editorial por publicar éste, que es el sexto, ¡y por la confianza que han depositado en mí con un contrato para cuatro libros más! ¡Dios os bendiga!
Gracias a Linda Shaughnessy por vender los derechos para mis libros en todo el mundo, y a Robert Kraitt, mi agente cinematográfico, siempre tan optimista.
Sheila Crowley, mi agente literaria, es la persona más capaz, dinámica y positiva que conozco. Para ella no hay reto demasiado grande. ¡Gracias por representarme, y espero que sigas haciéndolo durante los próximos cuatro libros!
Vaya mi agradecimiento también a mi editora, Susan Fletcher, por su arduo trabajo y su paciencia. Tus observaciones me han sido de infinita ayuda, y tus comentarios elogiosos han sido el combustible que me ha permitido seguir escribiendo. Ojalá que nuestra fructífera asociación tenga una larga vida.
La Virgen y el Niño (o La Virgen Gitana)
Fecha: hacia 1511
Óleo sobre tabla
Metropolitan Museum, Nueva York
La joven virgen de Tiziano ha sido tradicionalmente denominada la Virgen «Gitana» debido a su piel morena, su pelo negro y sus ojos oscuros. María, prácticamente una niña, sujeta a su pequeño, que todavía no se sostiene de pie sin ayuda. Tanto la madre como el niño parecen sumidos en sus pensamientos, pero su actitud natural y confiada muestra un vínculo profundo entre los dos, más allá de las palabras. Con la mano izquierda, el niño Jesús agarra los dedos de su madre, un gesto muy habitual en los niños, y con la derecha toquetea la tela del manto de María.
Cuando paseaba por las calles de Laredo,
cuando paseaba por Laredo un día,
seguí a un joven vaquero,
un guapo joven vaquero
vestido de lino blanco
y frío como el yeso.
Por tu atuendo veo
que eres un vaquero.
Esas fueron sus palabras
cuando osé acercarme.
Ven y siéntate a mi lado,
escucha mi triste historia,
que me han disparado en el pecho
y ahora voy a morir.
Nueva York, 1985
Poco antes de morir, mi madre hizo una cosa que me sorprendió muchísimo: regaló el Tiziano. En un primer momento me pareció una chifladura. La edad la había vuelto muy obstinada, y una vez que hubo entregado el cuadro al Metropolitan, se negó en redondo a comentar su decisión, ni siquiera conmigo. Mi madre era así. Podía mostrarse fría y decidida, con ese aire contenido y arrogante que atribuimos a los franceses. Pero si perseverabas, con el tiempo llegabas a descubrir bajo las espinas a una delicada rosa mosqueta. De todas formas, ningún periodista consiguió de ella una declaración, por más que insistiera. Mi madre nunca cedió al acoso de la prensa.
Pero mi madre no estaba chiflada en absoluto, únicamente exasperada. En su mirada inquieta y enfebrecida brillaba un deseo intenso que yo no alcanzaba a interpretar. Era consciente de que se moría, de que le quedaba poco tiempo. Cuando se acerca el momento de la muerte, muchas personas tienen la necesidad de atar todos los cabos sueltos para irse con la conciencia tranquila. Pero el sentimiento de mi madre iba más allá del deseo natural de arreglar los asuntos personales antes de emprender un viaje.
– No lo entiendes, Mischa. -Parecía tremendamente angustiada-. Tengo que devolver el cuadro.
Y era cierto que no lo entendía. ¿Cómo iba a entenderlo?
Yo estaba furioso. Mi madre y yo lo compartíamos todo. Debido a lo que habíamos vivido, estábamos unidos con un lazo más estrecho que el que ata normalmente a un hijo con su madre. Éramos dos frente al mundo, maman y su pequeño chevalier. De niño, yo soñaba con derrotar a todos sus enemigos con mi espada. Sin embargo, ella nunca me había hablado del Tiziano.
Ahora está muerta y sus labios sellados para siempre. El viento se ha llevado su aliento, las palabras que a veces me susurra en sueños. Una noche me dejó y se llevó consigo sus secretos, o eso creía yo. Pero pasado un tiempo, al recorrer el camino de los recuerdos de mi niñez, fui encontrando los secretos; estaban a mi alcance, sólo tenía que atravesar el cerco de fuego que me separaba de ellos. Fue un viaje lleno de dolor y de dicha, pero sobre todo de sorpresas. Yo era un niño, y lo interpretaba todo con una mirada joven e inocente. Hoy, con más de cuarenta años, la experiencia me ha dado sabiduría, y puedo ver las cosas tal como fueron. Confiaba en descubrir de dónde provenía el Tiziano; nunca me imaginé que me encontraría a mí mismo.
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