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Iain Banks: Pasos sobre cristal

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Iain Banks Pasos sobre cristal

Pasos sobre cristal: краткое содержание, описание и аннотация

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La historia de , son tres historias en realidad. En la primera tenemos a Graham, un joven artista que se dirige a casa de su amiga Sarah, acompañado de una carpeta con varios dibujos de ella. En segundo lugar está Steven Grout, un tipo verdaderamente extraño, que acaba de renunciar a su puesto de trabajo y que siempre va con casco, huyendo de sus Atormentadores. Y por último tenemos a Quiss y Ajayi, un hombre y una mujer, respectivamente, ya mayores, que están encerrados en un extraño castillo, algunas de cuyas paredes son de cristal, detrás de las cuáles hay peces luminiscentes, y donde pasan los días jugando a estrambóticos juegos de mesa con el fin de poder obtener la opción de responder a un acertijo, y así poder salir libres.

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El sudor se liberó de su ceja derecha. No rodó por su nariz; fue a parar en cambio directamente al ojo. Una terrible, furiosa e impotente cólera le invadió, creándole la necesidad de comenzar a golpear, chillar y gritar. Aunque no podía hacer eso; tenía que mantener la calma, a pesar de la Pistola Microondas, y tan sólo responder, en caso de que fuera imprescindible. Disciplina; eso era lo importante.

—… con lo cual debo asumir que no tienes nada que agregar? —dijo el señor Smith, y dejó de hablar. Grout contuvo la respiración; ¿esperaban que él dijera algo? ¿Por qué razón la gente no era más clara? ¿Con qué fin, sin embargo? Tenía que terminar con todo aquello lo más pronto posible.

—Tan sólo estaba bromeando —se oyó decir.

¡Lo había dicho sin pensarlo! Pero era verdad; solamente era una señal de su estupidez —¿o de su temor?— que le tomaran tan en serio. ¡Naturalmente que no había pensado en rellenar el maldito canal! ¡Aun cuando hubiese habido suficiente asfalto en la parte posterior de la furgoneta aquello le habría llevado todo el día! Fue tan sólo una broma colérica debido a que el resto de la brigada, y en particular Ashton, no estaban de acuerdo con él acerca de la mejor manera de rellenar agujeros. ¡Pero ya verían; esos agujeros que habían tapado al comienzo del turno matinal en la calle Mayor pronto demostrarían que él estaba en lo cierto!

Naturalmente, sabía que no iba a lograr nada diciendo lo que pensaba, pero a veces no podía remediarlo. Tenía que advertir a las personas cuando éstas no hacían las cosas correctamente.

Era más de lo que él podía soportar ver tanta estupidez a su alrededor y tener que padecerla en silencio. Aquello le volvería loco, que era en realidad lo que ellos deseaban, enviarle a un lugar en donde aún sería mucho más difícil descubrir la Clave; una institución, un hospital en donde a uno lo atiborraban con toda clase de drogas repugnantes para estupidizarlo deliberadamente como a los demás. Eso formaba parte de su plan, por supuesto; dejar que él buscase una vía de escape, pero solo. Si encontraba a otros como él, a otros Guerreros, ellos tendrían una excusa para encerrarle. Era diabólicamente astuto.

—… que en verdad excusen tus actos, Steve. Porque hablemos claramente; no creo que a la señora Morgan, o a su gato, les importe demasiado —dijo el señor Smith, y en su rostro apareció una leve sonrisa mientras dirigía una mirada a Dan Ashton, quien gruñendo con aprobación agachó la cabeza en tanto Smith continuaba hablando —el hecho de que tú estuvieras bromeando o totalmente convencido.

El sudor se liberó de su otra ceja, deslizándose en el ojo izquierdo de Grout. Parpadeó furiosamente, casi cegado; sus ojos estaban enrojecidos y le escocían. ¡Intolerable!

—… escribiendo el parte de tu última advertencia, pero para ser sinceros, Steve, y no deseo de ninguna manera que te lo tomes como una intimidación, verdaderamente creo que tendrás que modificar substancialmente tu actitud si es que…

—¡Muy bien! —gritó Steven con voz ronca, sacudiendo su cabeza, inspirando con dificultad y parpadeando todo a un mismo tiempo—. ¡El desprecio que siento… que siento por todos vosotros es infinito! ¡Por lo tanto renuncio! ¡No os daré esa satisfacción! ¡Me marcho; renuncio; me doy por vencido! ¡Ahí tiene, lo he dicho antes que usted! ¡No me diga que no he sido capaz; soy más fuerte de lo que se piensa! —podía percibir cómo le temblaban sus labios; se esforzó por dominarse. El señor Smith lanzó un suspiro, apoyándose sobre su escritorio.

—Veamos, Steve… —comenzó a decir cansadamente.

—¡Se acabó tanta confianza! —gritó Grout, fuera de sí—. A partir de ahora para usted soy «señor Grout». ¡Estoy renunciando, entrégueme mis papeles! Exijo mis papeles; ¿dónde están mis papeles? —Grout avanzó hacia el escritorio del señor Smith. Smith, sorprendido, se echó atrás sobre el respaldo de su silla. Grout vio que intercambiaba miradas con Dan Ashton, y le pareció que el hombre más viejo le hacía un gesto, alguna especie de señal, al señor Smith. Lo cierto era que el capataz ya no seguía recostado contra el batiente; ahora se hallaba parado debidamente, con los brazos colgando a cada lado del cuerpo. Tal vez pensaba que él tenía la intención de agredir al señor Smith; ¡pues bien, que estuviesen alerta! ¡Ya les demostraría quién era! Ninguno de ellos le asustaba.

—En realidad creo que estás actuando de un modo un poco precipitado en… —comenzó a decir el señor Smith, pero Steven le interrumpió.

—¡Creo haberle pedido mis papeles, si es tan amable! No me iré sin mis papeles. ¡Y mi dinero! ¿Dónde están? ¡Conozco mis derechos!

—Steve, me parece que estás dando por sentado… —comenzó a decir el señor Smith, empujando ligeramente hacia atrás su silla. La luz del sol hizo brillar la discreta placa de Supervisor prendida a la solapa de su chaqueta.

—¡Basta ya! —gritó Steven. Volvió a retroceder un paso y levantó su mano derecha como si fuera a descerrajar un golpe encima del escritorio del señor Smith.

El casco protector, que había estado sujetando debajo de su brazo derecho, se escapó de su sitio y fue a parar al suelo, rodando brevemente. Steven se agachó con rapidez para recogerlo y al enderezarse se dio un fuerte golpe con el borde del escritorio del señor Smith. Se frotó repetidamente la cabeza, sintiendo que se le ponía la cara roja. ¡Maldita Pistola!

El señor Smith se había incorporado. Dan Ashton se hallaba inclinado a un costado del escritorio, susurrándole a su jefe algo al oído. Mientras se frotaba su doliente cabeza, Grout les lanzó a ambos una mirada feroz. ¡Oh, no era difícil darse cuenta de lo que estaban tramando!

—Pues —comenzó a decir el señor Smith, dirigiéndose a Grout con una expresión afligida en el rostro—, si es eso lo que realmente deseas, Steve…

Dan Ashton esbozó una ligera sonrisa.

Así que finalmente había ganado. No les permitió la satisfacción de poder despedirle ahí mismo; les había mostrado el desprecio que sentía por ellos… ¡que sufran!

A continuación le invadió un extraño y feroz regocijo, y en realidad no había escuchado nada de lo que Ashton o Smith le dijeron. Le dieron unos cuantos papeles, y enviaron a alguien al cajero para que le trajese su paga (abultaba considerablemente en el bolsillo de la cadera; mientras caminaba no dejaba de palmearlo; tan sólo para asegurarse de que aún seguía allí) y entre tanto tuvo que firmar algunos papeles. Él no quería firmar nada, pero ellos le dijeron que no le pagarían a menos que lo hiciese, así que simuló leer cuidadosamente los papeles y luego los firmó.

Después de esto Ashton quiso hablar con él afuera, e incluso le ofreció su mano para despedirse, a lo cual Steven respondió lanzándole un escupitajo a los pies y haciéndole un gesto grosero.

—Jodido cabrón —le había dicho Ashton, lo cual era muy típico de él. Steven le respondió que era un ignorante malhablado, y guardando rápidamente en los bolsillos de su pantalón los papeles y formularios se marchó.

—¡Oye! —le gritó Ashton detrás suyo mientras avanzaba a zancadas por la calle Siete Hermanas, la cabeza bien alta—. Tu P45. ¡Se te ha caído!

Eso fue al menos lo que Steven creyó haber oído; podría tratarse de otro número, pero era algo por el estilo. Había mirado hacia atrás, y pudo ver a Ashton en la entrada del almacén agitando en su mano un trozo de papel. Grout volvió a girarse, enderezó su espalda, y alzando la cabeza se marchó con altivez, ignorando significativamente a Ashton.

Ashton salió en su búsqueda; Steven le oyó trotar a sus espaldas, por lo que echó a correr ignorando los gritos del hombre hasta que finalmente lo dejó atrás. Ashton le gritó una última cosa, pero Steven se hallaba demasiado lejos, inspirando profundamente, con una expresión de triunfo en el rostro. Había conseguido alejarse de ellos. Se trataba de una huida insignificante, de un pequeño ensayo, pero tenía su importancia.

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