La mitad de los reunidos se levantó como un solo hombre y comenzó a dar vítores, mientras que la otra mitad permanecía sentada y en silencio. Nat abandonó su asiento y se acercó a Elliot con la mano extendida.
El nuevo representante estudiantil no le hizo el menor caso.
Si bien todos sabían que el resultado no se daría a conocer hasta las nueve, el salón de actos se llenó mucho antes de que el director hiciera su entrada.
Fletcher estaba sentado en la última fila, con la cabeza gacha. Jimmy miraba al frente.
– Tendría que haber madrugado mucho más -se lamentó.
– Tendría que haberte roto una pierna -replicó Jimmy.
El director, acompañado por el capellán, apareció por el pasillo como si quisiera demostrar que Dios estaba de alguna manera implicado en la elección del representante de los estudiantes en Hotchkiss. Subió al estrado y se aclaró la garganta.
– El resultado de las elecciones a representante del claustro de estudiantes -anunció el señor Fleming- es el siguiente: Fletcher Davenport, doscientos siete votos; Steve Rodgers, ciento setenta y tres votos. Por tanto, proclamo a Fletcher Davenport representante estudiantil.
Fletcher no perdió ni un segundo en acercarse a Steve y estrecharle la mano. Su oponente le agradeció el gesto con una cálida sonrisa y una expresión casi de alivio. Fletcher vio a Harry Gates junto a la entrada del salón. El senador se inclinó respetuosamente ante el nuevo representante estudiantil.
– Nunca olvidarás tu primera victoria electoral -se limitó a decirle.
Ambos hicieron caso omiso de Jimmy, que no dejaba de dar brincos para celebrar la victoria.
– Creo que ya conoce usted a mi delegado, señor -respondió Fletcher.
La madre de Nat parecía ser una de las pocas personas que no lamentaba que a su hijo no le hubiesen elegido representante estudiantil. Creía que a partir de entonces dispondría de más tiempo para concentrarse en su trabajo. Si Susan Cartwright hubiese tenido la oportunidad de ver la cantidad de horas que Nathaniel dedicaba a sus estudios, sus preocupaciones se hubieran esfumado en el acto. Incluso a Tom le resultaba difícil apartar a Nat de los libros durante más de unos minutos, a menos que se tratara de su carrera diaria de ocho kilómetros. Ni siquiera cuando batió el récord de la escuela en la carrera a campo través se permitió más de un par de horas para celebrarlo.
La Nochebuena, la Navidad y el Año Nuevo pasaron sin apenas celebraciones. Nat permaneció encerrado en su habitación, con la cabeza metida en los libros. Su madre solo podía confiar en que cuando se marchara a pasar un fin de semana largo en Simsbury con Tom, se tomara un descanso de verdad. Así fue. Nat redujo las horas de estudio a dos por la mañana y otras dos por la tarde. Tom agradeció que su amigo le obligara a mantener la misma rutina, si bien declinó la invitación de acompañarle en el entrenamiento. A Nat le divertía el hecho de que podía correr los ocho kilómetros sin salir de la finca de Tom.
– ¿Alguna de tus muchas conquistas? -le preguntó Nat a su amigo durante el desayuno cuando le vio abrir una carta.
– Ojalá -respondió Tom-. No, es del señor Thompson. Pregunta si me interesaría interpretar uno de los personajes de Noche de Reyes.
– ¿Te interesa?
– No. Es más tu mundo que el mío. Soy un productor nato, no un intérprete.
– Yo no tendría ningún inconveniente en apuntarme para un papel si estuviese seguro de mi solicitud de ingreso en Yale, pero ni siquiera he acabado de redactar el trabajo obligatorio.
– Pues yo ni siquiera he empezado el mío -confesó Tom.
– ¿Cuál de los cinco temas has escogido?
– El control del bajo Mississippi durante la guerra civil -contestó Tom-. ¿Y tú?
– Clarence Darrow y su influencia en el movimiento sindicalista.
– Sí, tuve en cuenta al señor Darrow, pero no me vi capaz de escribir cinco mil palabras sobre el tema. Seguramente tú ya habrás escrito unas diez mil.
– No, pero ya casi tengo terminado el primer borrador y espero tener la redacción definitiva para cuando volvamos en enero.
– El plazo límite para Yale es en febrero; bien podrías considerar la posibilidad de intervenir en la obra. Al menos podrías ir a la prueba. Después de todo, no tiene por qué ser el papel principal.
Nat pensó en el consejo de su amigo mientras untaba una buena cantidad de mantequilla en una tostada. Tom tenía razón, por supuesto, pero Nat creía que aquello podría distraerlo de su principal objetivo: conseguir una beca para Yale. Contempló a través de la ventana la amplia extensión de terreno de la finca y se preguntó cómo sería tener a unos padres para quienes no fueran motivo de preocupación pagar las mensualidades de la escuela, darle dinero para sus gastos o si su hijo podría conseguir un empleo durante las vacaciones de verano.
– ¿Te interesa leer la parte de algún personaje en particular, Nat? -preguntó el señor Thompson mientras miraba al muchacho de un metro ochenta y cinco de estatura, abundante cabellera negra y cuyos pantalones siempre parecían quedarle cortos.
– Antonio, o posiblemente Orsino -contestó Nat.
– Orsino es perfecto para ti -opinó el señor Thompson-, pero había pensado en tu amigo, Tom Russell, para ese personaje.
– Difícilmente podría hacer de Malvolio -señaló Nat, y se echó a reír.
– No, Elliot sería mi candidato para Malvolio -afirmó el señor Thompson con una sonrisa desabrida. El señor Thompson, como muchos otros en Taft, había deseado que Nat fuera el representante de los estudiantes-. Lamentablemente no estaba disponible, mientras que a ti, en realidad, lo que mejor te va es el personaje de Sebastián.
Nat quiso protestar, aunque en su primera lectura de la obra había visto que la interpretación del personaje sería todo un desafío. Sin embargo, la longitud de los parlamentos le exigiría horas de estudio, por no mencionar el tiempo dedicado a los ensayos. El señor Thompson percibió la reticencia del alumno.
– Creo que es el momento de apelar al soborno, Nat.
– ¿Soborno, señor?
– Sí, muchacho. Verás, el director de admisiones en Yale es uno de mis más viejos amigos. Estudiamos juntos humanidades en Princeton y todos los años pasa un fin de semana conmigo. Creo que este año lo invitaré a que venga el fin de semana que representaremos la obra. -Hizo una pausa-. Eso, claro está, contando con que estés dispuesto a interpretar a Sebastián. -Nat no respondió-. Ah, veo que el soborno no es suficiente con alguien con unos muy elevados principios morales, así que me veré obligado a rebajarme a la corrupción.
– ¿La corrupción, señor?
– Sí, Nat, la corrupción. Habrás visto que hay tres personajes femeninos en la obra: la hermosa Olivia, su hermana gemela Viola y la gruñona María, aparte de las secundarias, y no olvidemos que todas se enamoran de Sebastián. -Nat se mantuvo en silencio-. Y mi colega en la escuela Miss Porter -añadió el señor Thompson, que enseñó su carta de triunfo- me ha propuesto que vaya allí el sábado con un chico para que lea las partes masculinas mientras nosotros decidimos quiénes participarán en la selección de los personajes femeninos. -Hizo otra pausa-. Ah, veo que finalmente he conseguido captar tu atención.
– ¿Crees que es posible amar a una misma persona durante toda tu vida? -preguntó Annie.
– Si eres lo bastante afortunado como para encontrar a la persona adecuada, ¿por qué no? -replicó Fletcher.
– Sospecho que cuando te marches a Yale en el otoño te verás rodeado de tantas mujeres inteligentes y hermosas, que te olvidarás de mí.
– Ni hablar -dijo Fletcher. Se sentó a su lado en el sofá y le rodeó los hombros con el brazo-. En cualquier caso, no tardarán mucho en descubrir que estoy enamorado de otra; cuando tú vayas a Vassar, sabrán el motivo.
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