Jodi Picoult - Diecinueve minutos

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Picoult - Diecinueve minutos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diecinueve minutos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diecinueve minutos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

Diecinueve minutos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diecinueve minutos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Hoy todo el país está de duelo por New Hampshire-decía-. Hoy todos sentimos el mismo dolor que siente Sterling. Todos son hijos nuestros.-Tras una pausa alzó la mirada-. He estado en Sterling y he hablado con los investigadores, que están trabajando las veinticuatro horas del día para entender lo sucedido en el día de ayer. He estado con algunas de las familias de las víctimas, y en el hospital, con los sobrevivientes. Parte de nuestro pasado y parte de nuestro futuro ha desaparecido en esta tragedia-dijo el gobernador, mientras se volvía con mirada solemne hacia las cámaras-. Lo que todos necesitamos, en estos momentos, es centrarnos en el futuro.

Josie tardó menos de una mañana en aprender las palabras mágicas: cuando quería que su madre la dejara en paz, cuando se hartaba de que no le quitara ojo, lo único que tenía que hacer era decir que necesitaba dormir un poco. Entonces su madre se retiraba, completamente inconsciente de que, en el instante en que Josie la dejaba escapar, sus facciones se relajaban, y de que sólo entonces Josie podía reconocerla.

Ésta estaba en el piso de arriba, en su habitación, sentada en la oscuridad, con las persianas bajadas y las manos cruzadas en el regazo. Era pleno día, pero allí dentro no se notaba. La gente se ha inventado todo tipo de formas de hacer que las cosas parezcan diferentes de lo que son en realidad. Una habitación puede sumirse en una noche artificial. El Botox transforma los rostros de las personas en algo que no son. El TiVo te hace creer que eres capaz de congelar el tiempo, o al menos de reordenarlo a tu antojo. Una lectura del acta de acusación en el tribunal es como una tirita en una herida que lo que necesita es un torniquete.

A tientas en la oscuridad, Josie alargó el brazo por debajo del cabezal de la cama en busca de la bolsa de plástico que tenía allí escondida, con su stock de píldoras para dormir. No era mejor que el resto de personas estúpidas de este mundo, que creían que si fingían lo bastante, podían convertir en realidad su falsificación. Ella había creído que la muerte podía ser una respuesta, porque era demasiado inmadura para comprender que en realidad era la mayor pregunta.

Hasta el día anterior no sabía qué dibujos podía formar la sangre cuando salpicaba sobre una pared blanca. No sabía que la vida abandona primero los pulmones de la persona, y en último lugar los ojos. Se había imaginado el suicidio como una declaración final, un «a la mierda» dirigido a la gente que no había entendido lo difícil que era para ella ser la Josie que querían que fuera. Había creído vagamente que, si se quitaba la vida, sería capaz de ver la reacción de los demás; y que eso sería una forma de reír la última. Hasta ese momento, no lo había comprendido en realidad: los muertos estaban muertos. Cuando uno moría, no regresaba para ver lo que pasaba. Ya no se podía pedir perdón. No se tenía una segunda oportunidad.

La muerte no era algo que se pudiera controlar. En realidad, la muerte llevaba las de ganar.

Rasgó la bolsa de plástico y vació el contenido en la palma de su mano. Se metió cinco pastillas en la boca. Fue al lavatorio y dejó correr el agua. Bebió un buen trago, notando las píldoras nadar en la pecera formada por sus mejillas hinchadas.

«Traga», se dijo.

Pero en lugar de tragar, Josie se dejó caer delante del inodoro y escupió las pastillas. Tiró el resto, que todavía llevaba en el puño cerrado. Tiró de la cadena antes de darse tiempo a pensarlo mejor.

Su madre subió a oír el llanto, que se había filtrado a través de las paredes. En realidad, iba a formar parte de aquel hogar tanto o más que los ladrillos y la argamasa, aunque ninguna de las dos mujeres se había dado cuenta aún. La madre de Josie irrumpió en el dormitorio y se dejó caer junto a su hija en el cuarto de baño.

– ¿Qué podría hacer yo, cariño?-le susurró, pasando las manos por los hombros y la espalda de Josie, como si la respuesta fuera un daño visible, en lugar de una cicatriz en el corazón.

Yvette Harvey estaba sentada en un sofá, con la foto de graduación de octavo grado de su hija en la mano, tomada dos años, seis meses y cuatro días antes de que ésta muriese. A Kaitlyn le había crecido el pelo desde entonces, pero aún se reconocía la misma sonrisa de medio lado, y la cara achatada característica de las personas con síndrome de Down.

¿Qué habría pasado si no hubiera optado por integrar a Kaitlyn en la enseñanza media, si la hubiese matriculado en una escuela para discapacitados? ¿Eran esos chicos menos agresivos, menos susceptibles de haber albergado a un asesino?

La productora del programa televisivo «El show de Oprah Win-frey» le había devuelto el montón de fotografías que Yvette le había facilitado. Hasta aquel día, no había sabido que existían diferentes niveles de tragedia; que aunque te llamaran del show de Oprah para pedirte que contaras tu triste historia, querrían asegurarse de que ésta era lo bastante triste antes de dejarte hablar ante las cámaras. Yvette no tenía previsto exponer su dolor en la televisión, de hecho, su marido estaba tan en contra que se había negado a acercarse allí cuando la productora los había llamado; pero ahora estaba decidida a hacerlo. Había escuchado las noticias. Y ahora tenía algo que decir.

– Kaitlyn tenía una sonrisa muy bonita-dijo la productora con dulzura.

– Sí, es muy alegre-repuso Yvette, que en seguida sacudió la cabeza-. Era.

– ¿Ella conocía a Peter Houghton?

– No. No eran del mismo curso. No podían haber coincidido en ninguna clase. Las de Kaitlyn se impartían en el centro de aprendizaje.-Apretó con el pulgar el borde del marco de plata del retrato hasta que le dolió-. Toda esa gente que ahora dice que Peter Houghton no tenía amigos, que todos se burlaban de él…No es cierto-dijo-. Mi hija no tenía amigos. De mi hija sí se rieron todos cada uno de los días de su vida. Mi hija sí se sentía marginada, porque lo estaba. Peter Houghton no era ningún inadaptado, como se lo quiere presentar ahora. Peter Houghton era malo, y nada más.

Yvette bajó los ojos y se quedó mirando el cristal que recubría el retrato de Kaitlyn.

– La psicóloga de la policía que me atendió me dijo que Kaitlyn fue la primera en morir. Quería que supiera que Kaitie no sabía lo que estaba pasando…que no sufrió.

– Eso debe de haberle proporcionado un cierto consuelo-le dijo la productora.

– Sí, al principio sí. Hasta que los padres hablamos entre nosotros y nos dimos cuenta de que la psicóloga nos había dicho lo mismo a todos los que habíamos perdido un hijo.-Yvette alzó la vista con lágrimas en los ojos-. No es posible que todos fueran el primero.

Durante los días que siguieron a la matanza en el instituto, las familias de las víctimas recibieron una lluvia de cosas: dinero, platos cocinados, asistencia para el cuidado de los hijos, simpatía. El padre de Kaitlyn Harvey, al despertar una mañana después de la última y ligera nevada de la primavera, descubrió que algún buen samaritano había limpiado con una pala la nieve del camino de entrada. La familia de Courtney Ignatio fueron los beneficiarios de su iglesia local, cuyos miembros se pusieron de acuerdo para aportar comida o servicios de limpieza para cada uno de los días de la semana, siguiendo un turno rotatorio que iba a durar hasta junio. La madre de John Eberhard fue obsequiada con una furgoneta adaptada para discapacitados, cortesía de Sterling Ford, para facilitarle las cosas a su hijo en su nuevo estado parapléjico. Todos los heridos del Instituto Sterling recibieron una carta del presidente de Estados Unidos, con el pulcro membrete de la Casa Blanca, felicitándoles por su valor.

Los medios de comunicación, recibidos en un principio como un tsunami, acabaron convirtiéndose en un elemento cotidiano en las calles de Sterling. Después de varios días viendo cómo sus botas negras de tacón alto se hundían en el blando barro de un mes de marzo de Nueva Inglaterra, hicieron una visita a una tienda de equipos para granjeros y se compraron zuecos y botas de goma. En el mostrador de la hospedería Sterling Inn dejaron de preguntar por qué no funcionaban sus teléfonos móviles y, en lugar de ello, se reunían en el estacionamiento de la estación de servicio Mobil, el punto más elevado de la ciudad, donde tenían una mínima cobertura. Deambulaban enfrente de la comisaría de policía, de los juzgados y de la cafetería local, a la espera de alguna migaja de información que enviar a los teletipos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diecinueve minutos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diecinueve minutos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jodi Picoult - Small Great Things
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Shine
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Lone Wolf
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Harvesting the Heart
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Sing You Home
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Jak z Obrazka
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Between the lines
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Handle with Care
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Świadectwo Prawdy
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Bez mojej zgody
Jodi Picoult
Jodi Picoult - House Rules
Jodi Picoult
libcat.ru: книга без обложки
Jodi Picoult
Отзывы о книге «Diecinueve minutos»

Обсуждение, отзывы о книге «Diecinueve minutos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x